lunes, 29 de abril de 2019

Elogio de la Locura


De Rotterdam, Erasmo. 2011 (3ª ed.). Elogio de la Locura. Alianza Editorial

La obra de Erasmo se refiere a la locura en el sentido de Estupidez, Estulticia, Necedad. Es un estudio ácido e irónico sobre lo extendida que está esta "virtud" entre los seres humanos, siendo una de las principales causas de nuestra dificultad para ver la realidad tal cual es. Ya vimos bien lo común de la estupidez en la historia en el libro de Pedro Voltes, y todas las estrategias que el cerebro utiliza para engañarnos en libros como los de Rubia o Fine.

La genialidad de este libro es utilizar la voz de la estupidez en primera persona, como si de una diosa se tratase, para hacernos ver su universalidad y necesidad para hacer la vida llevadera y soportable. Lo que ha hecho el libro inmortal es la posibilidad de múltiples interpretaciones, ya que a veces es difícil saber cuándo se está ironizando y se está manteniendo el punto de vista opuesto al que se expresa, y cuándo se está hablando con sinceridad y se coincide con lo que se dice. Por eso hay tantas lecturas e interpretaciones, como puede verse en los diferentes análisis cuyos enlaces dejo más abajo.

De una cosa no cabe duda: la Estupidez es la que habla siempre en el libro, la misma voz, la que lo domina todo, tanto cuando se trata de una necedad que lleva a situaciones negativas para la convivencia como la que conduce a la felicidad y la beatitud. En ambos casos, la falta de lucidez es necesaria, aunque conduce a diferentes lugares.

En el primer grupo, encontramos a amigas íntimas de la Estulticia como el Amor Propio, la Adulación, el Olvido, la Pereza, la Voluptuosidad, la Demencia o la Molicie (p.49). Todo ello conduce al ser humano a introducirse en situaciones en las que, si se detuviera a analizar con lucidez los pros y los contras, probablemente, nunca se metería. Aquí se encuentra por ejemplo la estupidez del arrogante que se cree sabio y su amor propio le hace olvidar lo poco que sabe; la necedad de los que se dejan arrastrar por las pasiones, la ira o la adulación. También aquí se halla la estupidez necesaria para dejarse dominar y que unos ejerzan el poder sobre otros, es decir, la insensatez que "crea naciones y mantiene imperios, autoridades, la magistratura, la religión, los consejos y los tribunales" (p.76). Es la necedad de los pedantes, de los filósofos y teólogos que se creen semidioses en posesión de la verdad; de los cortesanos y obispos que viven sumidos en un mundo de falsedad, adulación y mentira. Es la necedad que proviene del orgullo, la soberbia, el poder, la corrupción. No hay ningún problema con respecto a este tipo de estupidez: todo el mundo estará de acuerdo en que Erasmo se refiere a ella con ácida crítica e ironía, en ataque frontal.

Pero ahora viene la parte más interesante desde mi punto de vista. Es aquella estupidez que conduce a la felicidad. Por ejemplo, la necedad que otorga la simple ignorancia, de la que ya Sófocles dijo; "Vida felicísima la de los que no piensan en nada. La ignorancia proporciona la vida más feliz" (p.52). En este caso, se relaciona la estupidez con la alegría de la infancia, la insensatez de la juventud y la chochez de la vejez. Este tipo de estupidez, amiga de la inocencia, la ilusión, la dicha, conduce a un término que no causa daño, sino todo lo contrario: lleva a la felicidad y paz de espíritu. También estaría aquí incluida la estupidez amiga de la mentira piadosa y el disimulo, en cuanto necesarios para la convivencia y la concordia que hacen posible las relaciones humanas (p.67). O la necedad relacionada con el conformismo que prefiere ver la parte positiva de las cosas y no mirar ni enfrentarse a lo negativo, con tal de hacer amable la vida (p.66). También, por supuesto, nuestra tan querida y ensalzada auto-estima: "que nadie se arrepienta de su figura, de su talante, familia, lugar, posición, ni de la patria" (p.69).  Esta misma estupidez es la que aconseja adaptarse a lo que hay sin rechistar: ""Obra mal el que no toma las cosas como vienen, el que no baja a andar por la calle, el que no quiere acordarse, al menos, de aquella sabia norma de los banquetes: "O bebes, o te vas"; o el que pretende que la comedia nos ea comedia" (p.80). ¿Realmente Erasmo critica esta necedad, o la ensalza?

Incluida en este tipo de estupidez, que podríamos denominar "positiva", también está la relacionada con las creencias religiosas. Por ejemplo, la tranquilidad que otorga al espíritu la creencia en santos o dioses: ""Hay también santos poderosos en varios aspectos, especialmente la Virgen María Madre de Dios, a quien el vulgo ignorante atribuye casi más poderes que a su Hijo" (p.103). Es la idiotez en la que se fundan las religiones, como la de Cristo, que quiso "curar nuestros pecados por la insensatez de la cruz", y rodearse de "apóstoles rústicos y simples. A estos les predica la insensatez, y les enseña que se aparten de la sabiduría, llamándolos a imitar a los niños, a los lirios, el grano de mostaza, y a los pájaros; todos ellos seres sencillos, sin pretensiones, que se dejan guiar por el instinto, sin artificio y cuidado alguno" (p.168). "No hay locos más rematados que aquellos que están poseídos por el ardor de la piedad: entregan lo que tienen, olvidan las injurias, se dejan engañar, no distinguen entre amigos y enemigos, aborrecen los placeres... La felicidad que los cristianos buscan con tanto trabajo no es otra cosa que una especie de locura e insensatez" (p.171) "La gente piadosa desprecia todo lo relativo al cuerpo, para entregarse más a la contemplación de las cosas invisibles" (p.172). Es esta la locura de los místicos, que "sólo saben que fueron felices durante el éxtasis. Se lamentan de haber vuelto a la razón, ya que nada desean más que vivir perpetuamente esta clase de locura" (p.177). ¿A quién hace mal esta locura? Si es fuente de paz y felicidad, ¿qué tiene de malo? ¿Está Erasmo en contra de ella?

Este segundo tipo de insensatez es el verdaderamente interesante. Si proviene de la misma voz, la voz de la estulticia, ¿cómo podemos renegar de una y comulgar con la otra? Esto es lo que provoca incomodidad e incomprensión en el lector. "A todos aquellos que encuentran esto ridículo les pediría que meditaran y se preguntaran si no es mejor este tipo de vida placentera y loca, que ir buscando por ahí, como dice la gente, un tronco donde ahorcarse" (p.85). "Sucede que, muchas veces, este tipo de locura tiende al placer y proporciona una notable alegría" (p.97).

Ya tratamos este tema al analizar el libro de Marina sobre la estupidez. ¿Qué es preferible? ¿La lucidez o la felicidad? ¿Es necesario decidir entre ambas? ¿Es imposible la unión de las dos?


Libro (Cervantes virtual)

Análisis (aion.mx)

Análisis (Omnibum Dubitandum)

Análisis (Perdidas musas)

Análisis (Margarita Álvarez)

Análisis (Jardín de los Clásicos) 

Análisis (Sociedad 3.0)

La locura según los grandes escritores

miércoles, 24 de abril de 2019

La Sociedad Invisible


Innerarity, Daniel. 2004. La Sociedad Invisible. Espasa.

Daniel Innerarity intenta ir más allá de la superficie de la realidad. Su principal preocupación es la facilidad con la que nos quedamos en el espejismo de lo aparente. Desde el principio promueve en nosotros el uso de la herramienta de la sospecha, de la figura del detective y de la filosofía como herramienta de espionaje. Vivimos en una sociedad que nos parece transparente, pero que oculta más de lo que muestra.

El primer capítulo comienza con una cita de Voltaire: "hay que desconfiar de lo que se entiende con absoluta claridad tanto como de lo que no se entiende" (p.21). La certeza de que lo que vemos es lo real es la peor de las vendas para ver la verdadera realidad. Ya hemos visto en este blog otras maneras de distorsionar la realidad que están en nuestra mente, pero aquí se hace hincapié en la trampa que nos tiende la misma realidad con su aparente transparencia.

"La cultura de la simulación ha debilitado en demasía el principio de realidad, lo que no significa necesariamente que vivamos en un mundo irreal. Ha cambiado la medida de lo real, que pasa a ser algo más plural y menos sólido de lo que pretendieron los dogmáticos y los objetivistas" (p.16)

"La falsedad fundamental es la evidencia, lo inmediato, la precipitación y el automatismo... El filósofo ha sido siempre un agente de la sospecha, alguien que pretendía ver en la realidad algo más de lo que se muestra o de lo que nos muestran" (p.25)

Hay otra maneras de acercarse a la realidad, y una de ellas es a través de la ciencia y la estadística, que es la que utiliza Pinker en sus últimos libros (1), por completo basados en las estadísticas comparativas y los porcentajes. Innerarity se aparta de este paradigma: "La verdad de la filosofía no es la verdad de la descripción científica, sino la verdad de la confesión, libre o involuntaria... un filósofo no busca una regularidad estadística, sino un estado de excepción que posibilite la visión de lo interior, lo secreto, que se oculta tras la superficie" (p.26). "El temor aparece en medio de la normalidad. Esta es la idea de Adorno de que el mayor engaño es la normalidad, de que el lugar de la normalidad es precisamente el lugar de la máxima sospecha" (p.28). "Para comprender la realidad social hay que aceptar que los datos y los hechos no valen para casi nada; los conflictos sociales son guerras hermenéuticas, disputas de interpretación" (p.33). Con esto se derrumba de un plumazo todo el trabajo de Pinker y sus decenas de gráficos estadísticos.

El autor dice que la verdad aparente no es el objetivo perseguido, sino la revelación: "Pese a la retórica tradicional que insiste en la búsqueda de la verdad como un auténtico objetivo, para la filosofía lo revelador es más interesante que lo verdadero; probablemente una inquietud de este tipo explica la importancia que Heidegger concedía a la categoría de revelación en filosofía, frente al escaso valor de novedad que suele corresponder a lo meramente verdadero, que enseguida deja de dar más de sí" (p.31). Según Innerarity, la realidad se nos muestra dócil y simpática y aparentemente transparente, pero oculta la verdad. No podemos quedarnos con lo visible, hay que ir más allá. "El mundo de lo visible debe ser interrogado, relativizado y valorado en relación con una segunda realidad, pensada pero en él escondida" (p.33) "Lo más verdadero de las cosas es lo que no está presente, lo ausente, lo inclasificable, lo reprimido, el retraso y la esperanza" (p.34).

Innerarity reivindica la crítica social y la utopía, especialmente en una sociedad como la nuestra que ha absorbido todas las corrientes críticas dentro del sistema y que ha hecho de la imagen y de lo visible su estandarte, creando un falso espejismo de transparencia. Esta visión está en consonancia con las ideas de Baudrillard de hiperrealidad o el capitalismo de ficción de Verdú. "Del mismo modo que el ruido entorpece la comunicación, la profusión de imágenes puede enmascarar la realidad" (p.54). La globalización, las redes, la falta de un centro claro de poder, la virtualización y la banalización de todo hace cada vez más necesario el retorno del espionaje. De ahí el creciente interés por este tipo de literatura y autores como Don DeLillo, Thomas Pynchon o Alain Robbe-Grillet.

Innerarity analiza el fenómeno del terrorismo y las guerras actuales, los nuevos espacios políticos, la globalización, las redes, los medios de comunicación, la escenificación y virtualización, el miedo y la inseguridad. Especialmente interesante es el capítulo sobre la "inseguridad social" . Innerarity soluciona en un párrafo aquello para lo que Pinker necesita dos libros: "A pesar de los muchos problemas que tiene actualmente la humanidad, vivimos en un mundo que es el más seguro de la historia" (p. 150). Innerarity da esta afirmación por sentada, y su empeño consiste en averiguar a qué se debe nuestro sentimiento de miedo e inseguridad. Pinker dedicaba a analizar este miedo todo un capítulo, centrándose sobre todo en causas psicológicas. Inneraty rebusca en la sociología. Por ejemplo, el miedo de una sociedad a perder lo que ha conseguido:  "La conciencia de toda cultura viene acompañada por el conocimiento de sus amenazas, por el presentimiento de su caída inevitable que anuncian los profetas de la decadencia" (p.148). O la paradoja de que cuanta más seguridad tenemos, más necesitamos sentir, en un bucle sin fin.  "El tenor de nuestras experiencias de la inseguridad tiene que ve con el hecho de que la exigencia de seguridad aumenta con el grado de seguridad alcanzado" (p.149).

La velocidad de los cambios actuales impiden crear una memoria colectiva de los progresos realizados: "Con los cambios debidos al progreso científico la vida se ha modificado drásticamente y la memoria se debilita, por lo que tendemos a realizar juicios de memoria escasa sobre las utilidades e inconvenientes de nuestro presente" (p.150). "Cuanto mejor les va a los hombres, peor consideración tiene de aquello gracias a o cual les va bien...Cuantas más cosas negativas desaparecen de la realidad, más irritante resulta lo negativo que permanece" (p.151). Nos creemos poderosos y semidioses, gracias a los logros de la ciencia y la técnica y "el resultado de todo ello es que disminuye nuestra capacidad de aceptación" (p.155). Tenemos tal exceso de información, que no sabemos cómo atender a todo: "Tenemos conocimiento de más situaciones de las que podemos o debemos ser responsables. La información constituye indirectamente un medio para evocar un tipo específico de impotencia" (p. 156). Vivimos inmersos en un proceso de individualización y desvinculación que genera aislamiento e "intensifica el sentimiento de vulnerabilidad, exposición e inseguridad" (p.158). En definitiva, queremos creer que tenemos un dominio absoluto sobre nuestra vida, pero sabemos que no es así y sólo se trata de una ilusión más, que ha sustituido a otras: "El deseo de seguridad absoluta se inscribe en el marco de una sociedad que acaricia la posibilidad de un triunfo total sobre el destino. Se trataría de someter todo al control humano, sin que nada se nos escape de las manos" (p.175). De nuevo, la contrapartida de dejarse arrastrar por la ilusión de sentirse dios que ya hemos visto en otras ocasiones (2).

Finalmente, Innerarity rompe una lanza a favor de las utopías. Por un lado, admite la mala prensa de las mismas por la forma en que degeneraron en el totalitarismo durante el siglo XX:  "El utopismo ha malgastado la licencia que se le había concedido; su historia es una sucesión de decepciones" (p.202). Pero, por otro lado, citando a Habermas, "cuando se secan los oasis utópicos, se extiende un desierto de banalidad y perplejidad" (p. 203). Innerarity no quiere renunciar a la utopía. Según él, "lo que toda utopía pone en discusión es el concepto mismo de realidad, las posibilidades que encierra y las alternativas que permite. Puede decirse que una buena utopía comienza por una buena descripción de la realidad" (p.205). Arremete entonces contra los "realistas ", "por tener un concepto muy estrecho de la realidad, poca sensibilidad hacia otras posibilidades laterales" (p. 206). Termina por ceder paso a la ilusión: "Tiene pleno sentido la ilusión por alcanzar situaciones óptimas mientras sean humanas" (p. 211).

¿Es el realismo una prisión que nos impide el movimiento? ¿Son la ilusión y la utopía necesarias para el ser humano?

____________________________________________________________

(1) Pinker, S. 2018. Enlightenment Now. Viking
Pinker, S. 2011. The Better Angels of Our Nature. Why Violence Has Declined. Viking




La Sociedad Invisible (artículo del autor en EL PAIS)

Reseña (EL CULTURAL)

Reseña (COMMUNICATION & SOCIETY)

Reseña (UN LIBRO AL DÍA)




domingo, 21 de abril de 2019

Roma


Cuarón, Alfonso. 2018. Roma.

Estamos ante un refrescante y estimulante baño de realidad, como una fuente de agua clara. Es imposible no relacionar esta película con el neorrealismo italiano. En primer lugar, por el título, que aunque hace alusión a un barrio de México DF, nos recuerda necesariamente a la Roma de Rosellini. Será pura coincidencia, pero la asociación de ideas es inevitable. En segundo lugar, su blanco y negro que nos retrotrae al cine de los años 50, la época dorada del neorrealismo. En tercer lugar, el hecho de que su personaje principal sea una actriz absolutamente desconocida, algo que le otorga realismo a la película desde su mismo centro, de la misma forma que hacían aquellas películas italianas, con actores no profesionales. En cuarto lugar, la presencia clave de los niños, característica esencial de aquel cine en películas como Ladrón de Bicicletas. En quinto lugar, el retrato del barrio con su banda de música, su afilador y sus personajes típicos. Y por último, la ternura y cariño con el que están tratados todos los personajes.

Viendo la escena en la que Clea encuentra a su novio Fermín en una inmensa explanada practicando artes marciales, viene inmediatamente a la memoria la explanada abierta en la que se desarrolla gran parte de la película de De Sica Milagro en Milán. Curiosamente, ambas películas tienen otro detalle en común: en la película de Cuarón aparecen constantemente aviones volando en el fondo del plano, y en la película de De Sica son trenes. ¿Otra casualidad? Probablemente, pero es un detalle que añade realismo desde el primer plano hasta el fondo, señalando la diferencia entre el aquí y ahora con respecto a lugares lejanos, idílicos o adonde uno quisiera huir (pero no huye).

El realismo también viene dado por el rodaje en trabajados y deliciosos planos-secuencia que evitan el artificio del montaje. Por ejemplo, los planos-secuencia rodados en la casa, que retratan su espacio, su luz y su volumen de forma magistral, consiguiendo convertirla en otro personaje más. Esos planos-secuencia inundan toda la película, siendo especialmente inolvidable aquel en el que los participantes en una manifestación callejera que vemos desde la planta de arriba de una tienda de muebles suben al interior de la misma, donde continúa la escena sin haber cambiado de plano.

La escena del parto, o aquella en la que Clea se lanza a salvar a los niños en la playa, o en la que Clea busca al niño perdido por el barrio, o la de la colada en la azotea están basadas en otros planos-secuencia que sirven como el mejor ejemplo del realismo más puro llevado al cine. Un cine donde lo cotidiano y lo cercano están retratados con tal ternura y cercanía que no parece que estemos viendo una película, sino la realidad. Ya vimos con Capharnaüm que el cine puede ser lugar de evasión e ilusión o lugar de recreación de la realidad. En esta película estamos ante otro perfecto caso de cine-realidad o cine-verdad.


Reseña (EL CULTURAL)

Reseña (LA RAZÓN)

Reseña (EL MUNDO)

Review (NEW YORK TIMES) 

Cuarón habla de su inspiración para crear Roma 




jueves, 18 de abril de 2019

The Picture of Dorian Gray


Wilde, Oscar. 1992. The Picture of Dorian Gray. Wordsworth Editions Limited.

Si hay un escritor con "hambre de irrealidad", ese es Oscar Wilde. Dice Carmen Martín Gaite en su introducción a la versión española: "Buscador infatigable de nuevas formas de expresión, vivió siempre consumido en la tensión de esta búsqueda y consciente de la necesidad de inventar. Atribuyó mucho mayor entidad a lo imaginario y aún no conseguido, que a lo real. La fábula, entre las suyas, que más sintetiza su estética es la de aquel leñador que presumía siempre, al volver a su aldea, de haber visto algún ser extraordinario: náyades, ninfas, sirenas, hasta que llegó a verlas de verdad, y aquel día a su regreso, manifestó con desencanto: "Hoy no he visto nada"" (1).

Hay muchos ángulos desde los que analizar esta novela de Wilde, pero aquí nos interesa el de la lucha del hombre contra la realidad. Dorian Gray reproduce el mito de Fausto, cuya voluntad no quiere doblegarse ni humillarse ante la realidad de la vida y la muerte, la enfermedad y el envejecimiento. Se trata de obstinarse en creer que hay acceso al conocimiento ilimitado, como Fausto, o la belleza y juventud perpetuas, como Dorian Gray. Pero el ser humano enloquece al querer sobreponerse a la realidad y pretender que es posible esta ilusión, ya sea a través de la alquimia, la ciencia, la brujería o como en este caso, el arte.

La obra tiene por ello también concomitancias con Dr Jeckyll and Mr Hyde, por lo que supone de rebelión ante aquello que no nos gusta de la naturaleza humana. En el caso de la obra de Stevenson, es la pretensión de la conquista de la bondad a través de la supresión química de la maldad. En el caso de la obra de Wilde, es la ilusión de la conquista de la belleza por la supresión de la fealdad a través del arte. Ambos intentos son fallidos y terminan en la locura y en el suicidio, puesto que se basan en una ilusión vana y una soberbia que se vuelve contra el que la ejerce.

Dorian tiene una visión lúcida de la realidad en muchos momentos, como cuando dice: "Each of us has heaven and hell in him" (p. 125), pero su problema es que la utiliza de una forma cínica y solo en su propio beneficio, siguiendo los pasos de su maestro Lord Henry. Este arquetipo del "realista cínico" ha existido siempre, y un ejemplo es el padre de Ofelia o el tío de Hamlet en la obra de Shakesperare. Ambos dan consejos acerca de lo importante que es ver las cosas como son y aceptar la realidad, consejos que a primera vista parecen contener bastante sentido común y ser portadores de sabiduría, pero que se desvanecen cuando conocemos los objetivos ladinos y puramente egoístas de quienes los transmiten. Es el mismo caso de Rubén, el protagonista de Crematorio, personaje admirable por un lado por ser la encarnación del realista nato frente al idealista iluso, pero despreciable por otro por usar esta virtud tan solo en su propio beneficio.

Otro tema presente a lo largo de todo el libro es el del doble, tan estudiado por Clement Rosset (2). Cuando hay algo de la realidad que no nos gusta, la desdoblamos para poder seguir sobreviviendo. "Puedo aniquilar lo real aniquilándome a mí mismo: fórmula del suicidio... También puedo suprimir lo real sin tantos gastos, y concederme la vida salva a costa de un desmoronamiento mental: fórmula de la locura, también muy segura... En la ilusión, es decir, la manera más corriente de apartar lo real, no debe señalarse un rechazo de la percepción propiamente dicho. La cosa no es negada: tan solo desplazada, puesta en otra parte" (Rosset, 2015, pp 12-15). Esto hace Dorian Gray: aquello que odia de sí mismo, lo coloca en su doble, su retrato. "La técnica general de la ilusión consiste en, en efecto, en convertir una cosa en dos, igual que la técnica del ilusionista, que cuenta con el mismo efecto de desplazamiento y de duplicación por parte del espectador: mientras se ocupa en su quehacer, orienta la mirada hacia otra parte, allí donde no pasa nada" (Rosset,2015, p.21).

Para Dorian, el retrato es un espejo que le devuelve obstinadamente su verdadera imagen. Ha intentado desdoblarse, no aceptando la realidad. Seguimos con Rosset: "el espejo no es sino una última oportunidad de captarme, que siempre acabará por decepcionarme...la búsqueda del yo, en particular los fenómenos de desdoblamiento, siempre está ligada a una suerte de retorno obstinado al espejo... en el fondo, la verdadera desgracia en el desdoblamiento de personalidad, es nunca poder desdoblarse de verdad: a aquel que está obsesionado con el doble le falta el doble" ( p. 78).

Dorian Gray cree que es posible dividirse en dos, como el Dr Jeckyll, y apartar aquello que le gusta de sí mismo para que no le moleste. Ambas obras nos muestran la imposibilidad de luchar contra uno mismo y la necesidad de aceptar nuestra realidad. Puesto que "no hay sí mismo que no sea más que sí mismo, no hay aquí que no esté sino aquí, no hay ahora que solo sea ahora: tal es la exigencia del doble, que desea un poco más y que está listo para sacrificar todo lo que existe -- es decir, lo único -- en beneficio de todo lo demás, es decir, de todo lo que no existe" (Rosset, p.80).

Dorian Gray sacrifica su vida desde el momento en que se deja poseer por el más imposible de los deseos:

"'How sad it is!' murmured Dorian Gray, with his eyes still fixed upon his own portrait. 'How sad it is!' I shall grow old, and horrible, and dreadful. But this picture will remain always young. It will never be older than this particular day of June... If it were only the other way! If it were I who was to be always young, and the picture that was to grow old! For that --for that-- I would give everything! Yes, there is nothing in the whole world I would not give! I would give my soul for that!" (p.24)

____________________________________________________

(1) Wilde, O. 1970. El Retrato de Dorian Gray. (Traducción de Julio Gómez de la Serna y prólogo de Carmen Martín Gaite). Salvat Editores, SA.

(2) Rosset, Clement. 2015. Lo Real y su Doble. Ensayo sobre la Ilusión. Hueders.


The Picture of Dorian Gray (WIKIPEDIA)


miércoles, 17 de abril de 2019

Milagro en Milán


De Sica, Vittorio. 1951. Milagro en Milán.

Pocas películas unen de forma tan radical, como si fueran dos caras de la misma moneda, la ilusión y la realidad. En algunos lugares aparece clasificada bajo la etiqueta del neorrealismo, y en otros lugares se la incluye dentro del género fantástico. Realmente es un cuento de hadas para adultos, con todos los ingredientes: el héroe santo, el malo diablo, el poder sobrenatural y el objeto mágico (en este caso, una paloma).

Asistimos en algunos momentos a escenas de inmenso realismo, todas aquellas en esa infinita explanada a las afueras de Milán donde la amenaza de la especulación urbanística está siempre presente bajo del rótulo de "Propiedad de". Los bloques ya construidos a lo lejos nos recuerdan amenazadoramente su próxima llegada, mientras que la vida en este solar inhóspito está a merced del clima, el cruel viento o el caprichoso sol. Un solar que a la vez por su falta de fronteras es símbolo de libertad y disfrute, porque allí aún no ha llegado la civilización (escena 1).

La única forma de escapar a la presión de ésta es la fantasía. La realidad no permite otra escapatoria. Una paloma traida por un fantasma se encarga de realizar todos los milagros necesarios contra los avariciosos invasores que quieren alterar la estoica felicidad de los pobres. No hay otra forma de cambiar el mundo que soñando, volando en una escoba hacia un reino utópico donde reina el amor.

Le película fue rodada dos años antes que Bienvenido Mr Marshall y son evidentes sus influencias en algunas escenas: la construcción de un pueblo (de chabolas en Milagro en Milán y de cartón piedra en Bienvenido Mr Marshall) por parte de todos sus habitantes trabajando juntos con alegría y hermandad; el festejo del término de la empresa con una marcha festiva en la que todos cantan una canción al unísono (escena 2); la petición de deseos e ilusiones en forma de carta a los reyes magos, como niños pidiendo juguetes (escena 3). Las dos son películas corales que se basan en la ternura, el amor, la solidaridad, el sentido del humor y la esperanza ilusa de que las cosas pueden llegar a cambiar. Hay ternura incluso hacia los malos (como bien observa André Bazín en ¿Qué es el Cine? (1)), pues ni siquiera estos son realmente seres odiosos en ninguna de las dos películas.

Pero la enorme diferencia entre una película y la otra es que la española no incluye ningún elemento mágico o sobrenatural y termina poniendo todas las cosas en su sitio y devolviendo a los ilusionados habitantes de Villar del Campo a la cruda realidad, mientras que en la italiana esto no se produce y, aunque los habitantes del barrio de chabolas son finalmente desalojados, emprenden un viaje fantástico hacia la tierra prometida, de la misma forma que Moisés con su pueblo (escena 4). Los guionistas de Bienvenido Mr Marshall (Berlanga, Barden y Mihura) nos devuelven a la vida real, pero el guionista de Milagro en Milán (Zavattini) es obstinado y no se baja de la escoba voladora de la ilusión en ningún momento: es el recurso a la fantasía como única salida a una realidad que no nos gusta. De nuevo, el "hambre de irrealidad" (2).

(1) Bazín, A. 1990. ¿Qué es el Cine?. Rialp. (p.352)
(2) Ver La Verdad de las Mentiras, de Vargas Llosa.

Coloquio en Qué Grande en el cine


Escena 1 Escena 2 Escena 3 Escena 4

jueves, 11 de abril de 2019

Tus pasos en la escalera


Muñoz Molina, A. 2019. Tus pasos en la escalera. Seix Barral.

No aceptar la realidad. Esperar lo imposible. Caer en la locura de una esperanza sin fundamento. Disfrazar lo que no nos gusta. Autoengañarnos. Aislarnos en nuestro castillo, en nuestra burbuja. Desconectarnos del mundo para habitar una realidad ilusoria creada por nuestra mente. Negarse a ver y escuchar. Cerrar los ojos y los oídos. Instalarnos en una ilusión para sobrevivir.

Todos estos son los temas de Tus pasos en la escalera, una excelente novela narrada en primera persona desde el punto de vista de una persona aparentemente "normal", que nos muestra el mundo desde su distorsionado punto de vista. De la misma forma que el coronel en la novela de García Márquez, Bruno basa su vida en la esperanza. Se aisla en un mundo de preparativos obsesivos y lecturas que le instalan en un mundo ficticio, como Don Quijote con sus libros de caballería o su Dulcinea. El perro Luria es su Rocinante y Alexis su escudero que le mantiene mínimamente unido a la realidad.

Pero el protagonista de esta novela no sale a cambiar el mundo como Don Quijote. Todo lo contrario: se recluye, se aísla en su torre para esperar el fin del mundo. En ese sentido, se muestran como sus héroes el filósofo Montaigne, el almirante Byrd, el náufrago Crusoe, el capitán Nemo o los fareros. Podríamos añadir a esta lista a Hölderlin en su buhardilla o a Thoureau en su cabaña. También me recuerda a Mendel el de los libros, de Zweig, ensimismado en su biblioteca y alejado de la realidad, por la que es atropellado despiadadamente. Piensa Bruno: "aunque me cueste trabajo será mejor que no siga leyendo. La lectura tiene un efecto excesivo sobre mí. La superficie de la realidad se me ha vuelto demasiado frágil. Empiezo a leer y voy cayendo en un estado hipnótico y me concierto en lo que estoy leyendo. La realidad tangible la usurpa la otra realidad imaginaria pero mucho más poderosa de las palabras escritas" (p. 302).

El caso es que el personaje es en muchos aspectos un trasunto del propio Muñoz Molina, que también volvió de Nueva York y se refugió en Lisboa huyendo del mundanal ruido. De hecho, la frase de Montaigne "Il faut cacher sa vie" ("Hace falta ocultarse") inicia la novela y es el título de un artículo suyo dedicado a la necesidad de refugiarse en la torre de marfil de la propia soledad para impedir que el constante fluir torrencial de la realidad nos lleve como un barco a la deriva. Montaigne es, sin duda, símbolo de sabiduría y cordura. Pero, ¿qué ocurre si los muros que construimos para defendernos son tan altos y resistentes que terminamos por perder la lucidez y el contacto con la realidad? Nuestro cerebro es frágil y cuando se aísla en demasía da pie a alucinaciones (ver el libro de Oliver Sacks, un autor reverenciado por Muñoz Molina). ¿Dónde está el límite entre la sana reclusión, que nos aporta lucidez y serenidad, y la desconexión aberrante, que nos sumerge en la irrealidad y el ensueño? Son las mismas fronteras que separan la cordura de la locura, muy difusas a veces.

La novela tiene continuas referencias a la neuropsicología, aprovechando la profesión de Cecilia, la mujer de Bruno. Esto permite incluir muchos apuntes dedicados a las diversas formas en que el cerebro nos engaña (ver A mind of his own y El cerebro nos engaña). Se menciona especialmente el caso del famoso paciente HM, que fue lobotomizado, a consecuencia de lo cual vivía en un encerrado en un eterno presente del que le era imposible escapar.

"Dice Cecilia que el cerebro procesa una parte muy limitada de las impresiones que le envían los sentidos; y que los sentidos mismos solo captan zonas muy parciales de la realidad, variables según la especie, de modo que en cada momento y en cada lugar existen diversos mundos simultáneos" (p.61)

"No hay nada que no sea un efecto óptico. Lo que tú ves no es nunca el mundo tal como es, ni de cerca ni de lejos. Ves un simulacro construido por tu cerebro... Todo lo que ves es un espejismo"(p.88)

"Dice Cecilia que la conciencia del paso del tiempo es muy posible que sea otro de los espejismos del cerebro, como la percepción de los colores, una ilusión, en el sentido de engaño que tiene la palabra en inglés" (196).

Ya vimos la diferencia de uso de la palabra "ilusión" entre el español y otros idiomas en el ensayo de Julián Marías. La verdad es que este libro también podría haberse titulado, como aquel, "Breve Tratado de la Ilusión".

Reseña (LA RAZÓN)

Reseña (EL PAIS)

Reseña (EL CULTURAL)

Entrevista (EL PERIÓDICO)

Entrevista (LA VANGUARDIA)

Reportaje (DIARIO DE SEVILLA)

Hace falta ocultarse (Muñoz Molina)

Evasiones (Félix de Azúa)






jueves, 4 de abril de 2019

Industrias y Andanzas de Alfanhuí


Sánchez Ferlosio, R. 2001. Industrias y Andanzas de Alfanhuí. Bibliotex SL (Biblioteca EL MUNDO)

Ha muerto Rafael Sánchez Ferlosio. Me ha parecido la ocasión propicia para leer Alfanhuí, del que dijo era su libro preferido. No me extraña que así sea: es un libro pequeño pero de una belleza inmensa, en el que cada frase está esculpida con cincel y tallada con una delicadeza infinita.

El tesoro del libro es la oportunidad que brinda de ver la realidad a través de los ojos abiertos y la mente pura de un niño. Dice Agustín Cerezales en el prólogo de esta edición:

"La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está limpio, todo tu cuerpo será luminoso", reza la cita bíblica que encabeza esta novela. No es en vano. Alfanhui es, ante todo, una mirada limpia. Lo cual no significa aquí solamente sin doblez, inocente y pura, que también, sino limpia en el sentido físico del término, y además, informada por una genuina y apacible curiosidad que la empuja hacia la realidad más real de las cosas, aquella que se nos esconde y a la vez se nos brinda en las evidencias mismas..."

El realismo es una vertiente de la narrativa que está presente en nuestra literatura desde sus inicios, en la novela picaresca sobre todo. Los protagonistas de estas novelas son en muchas ocasiones niños que despiertan al mundo y empiezan a conocer la realidad cruda que les rodea. Cuando se adopta la mirada del niño intentando ver a través de sus ojos, inevitablemente nace el realismo mágico. Esta forma de entender el realismo es fruto del cruce de la realidad con el pensamiento mágico del niño. Ya vimos en la obra de Bettleheim Psicoanálisis de los cuentos de hadas que la psicología infantil pasa necesariamente por un periodo en el que la realidad se filtra a través de la fantasía, dotándola de magia, misterio e ilusión. Es una forma de ver el mundo que atraviesa la superficie de las cosas para dar vida, color, conciencia y alma hasta a los minerales o las plantas, y por supuesto a los animales. La que se considera su mayor ejemplo literario, Cien años de Soledad, no tenía más remedio que comenzar con la mirada de Aureliano Buendía siendo niño, pues es entonces cuando "el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre". Eso es la infancia, el descubrimiento del mundo y la realidad. Allí Aureliano se dejaba hipnotizar por los bloques de hielo y los lingotes imantados creyendo a pie juntillas lo que le decía el gitano Melquíades: "Las cosas tienen vida propia, todo es cuestión de despertarles el ánima".

Escribía esto García Márquez en 1967; Juan Rulfo ya había escrito Pedro Páramo en 1957; pero Sánchez Ferlosio ya le había dado vida al gallo de la veleta que ayudó a Alfanhui a cazar lagartos en 1951. Todos los elementos de lo que luego se llamó "realismo mágico" están ya aquí: elementos mágicos percibidos como normales por los personajes, la presencia de los sensorial como parte de la percepción de la realidad, la conexión con los mitos y leyendas, y la importancia de la fantasía para enriquecer y dar trascendencia a la realidad. Sánchez Ferlosio utiliza la mirada del niño Alfanhui para hacernos conscientes de ese mundo oculto tras la realidad superficial, y volver a ver los verdaderos colores de las cosas, que una vez adultos, nos pasan tan desapercibidos. Colores y sonidos, pájaros, lagartos, culebras, gecos, urracas, bueyes, alcaravanes, cuevas, pozos, y objetos con vida: la silla del desván (P. 30), la marioneta don Zana (p. 59), el clavicordio (p.80), la montaña (p.91), el olmo (p.95), el bosque (96), o personajes inolvidables como el maestro disecador o la abuela incubadora de huevos. Todo ello crea una atmósfera de sensaciones muy antiguas, antediluvianas, anfibias, que nacen de zonas atávicas a las que normalmente no tenemos acceso. Todo esto nos evoca Alfanhui (que me ha recordado mucho a otro libro que hemos comentado aquí, Obabakoak, de Bernardo Atxaga).

La mirada mágica de niño se pierde necesariamente cuando nuestro pensamiento evoluciona hacia la edad adulta, pues necesitamos ver el mundo tal cual es para no terminar muertos o en un manicomio. No obstante, este tipo de literatura nos devuelve esa mirada y con ella, la oportunidad de saborear ese aspecto oculto de la realidad.

Entrevista

¿Qué queda de Alfanhuí?

Alfanhui y el Lazarillo de Tormes

Una novela a contracorriente





miércoles, 3 de abril de 2019

Soy Inmortal




Astola, A. 2015. Soy Inmortal. (Album Rockallano)

Dice Mario Vargas Llosa en su libro La Verdad de las Mentiras que los seres humanos tienen una necesidad tan antigua como la de comer o adornarse:  "el hambre de irrealidad" (p.185). Esta necesidad que según el escritor nutre la literatura, también aparece continuamente en las letras de muchas canciones y especialmente lo hace en esta canción de Alejandro Astola que descubrí hace poco.

"Prefiero seguir pensando que soy inmortal,
que al final conseguiré volar,
que no existen las cosas imposibles,
que esta vida es un sueño
y todo puede pasar.
Prefiero seguir pensando que le puedo tirar
una piedra a la luna y hacerla llorar,
que si yo quisiera que nunca anocheciera,
podría perseguir al sol
corriendo por el mar.
Prefiero seguir pensando
que se pueden mover
las cosas con la mente,
que lo conseguiré,
se que algún día viajaré
atrás en el tiempo,
yo sé que sé que todo lo que veo, es tan solo un sueño,
todo lo que siento no es más que una ilusión,
que todo en lo que creo mañana cambiará,
como cambian los vientos, yo jamás dejare de volar.

Prefiero pensar, que algún día vendrán
los extraterrestres con su nave espacial,
para matar a los malos de este mundo
con sus rayos láser y su golpe mortal
aunque sé que es remota la posibilidad
de tener un súper poder,
de que me pique una araña radioactiva,
descubrir que soy
como Truman en su show.

No pierdo la esperanza
de algún día llegar
hasta el infinito, incluso más allá
en un cohete, rumbo al espacio
que me descongelen en un trillón de años
que todo lo que veo, es tan solo un sueño,
todo lo que siento no es más que una ilusión,
que todo en lo que creo mañana cambiara,
como cambian los vientos,
yo jamás dejare de volar.

Hakuna matata, se feliz, vive tu vida que no pasa nada
Hakuna matata, dentro de unos años en este planeta no quedará nada".

Comienza Astola diciendo "Prefiero". Esta palabra es clave. Nos advierte así de que todo lo que viene a continuación es una elección libre, y no una condena fruto de la locura o la estupidez. Nos dice: no estoy loco, pero quiero creer en esto, me conviene; sé que no es verdad, pero es mejor así.

Lo primero en lo que quiere creer es en la inmortalidad, la primera ilusión que sustenta todas las religiones y actualmente también la fe ciega en la tecnología. A partir de esta primera elección, ya todo es posible, se abre la veda.

La segunda elección es creer que la realidad no existe: si quiero creer en lo imposible, es necesario creer que todo esto no es más que un sueño, y en los sueños todo es posible. Sabemos que es posible volar en los sueños, y andar sobre el agua. Así  domino la naturaleza y no ella a mi, domino el espacio y el tiempo y no ellos a mi. Soy dios.

También prefiero seguir siendo un niño y mirarlo todo con los ojos de la inocencia y la credulidad. No quiero crecer. Quiero creer en superhéroes y vivir en el mundo de Marvel y Walt Disney, donde todos los deseos se hacen realidad. (ver Pinocho).

Y la razón última de todas estas elecciones no es otra que mi ansia de felicidad. Es imposible ser feliz estando lúcido y cuerdo, con los pies en el suelo. Más vale engañarse pero estar contento.

Hakuna matata ("no hay problema: vive y se feliz").