sábado, 3 de noviembre de 2018

La Destruction du Réel


Vergely, Bertrand. 2018. La Destruction du Réel. La Fin Programmé d l'Humain a-t-elle Commencé?Le Passeur.

Bertrand Vergely, filósofo y teólogo, analiza en este libro el problema del Hombre-Dios desde el punto de vista de un creyente. El libro tiene muchos puntos en común con Homo Deus, de Harari, o con La Herida de Spinoza, de Vicente Serrano, o con El Estilo del Mundo, de Vicente Verdú, que analizan el tema desde otras perspectivas, históricas, filosóficas o periodísticas. Todos coinciden en mostrar su preocupación ante el poder tan absoluto con el que se ha encontrado el hombre actual y sus dudas ante su capacidad para controlar tanto poder sin que se le escape de las manos.

Tras toda está preocupación está en el fondo el mito de Frankenstein y el mito de Prometeo. ¿Qué ocurre cuando el hombre se cree Dios e intenta dominar la realidad hasta tal punto que se erige en dueño y señor de la vida y de la muerte?

Bertrand Vergely comienza diciendo:

"On peut perdre le sens du réel....Il ya dans l'être humain un tyran qui someille. Spinoza le rappelle également. Ce tyrant entend être un empire dans un empire et tout décréter. Come le dit Oliver Rey, il entend povoir tout construire et faire ainsi advenir le triomphe de l´homme auto-construit" (p.11).

El hombre se crea a sí mismo desde cero. Ante una realidad que no acepta, y al verse con el poder suficiente como para transformarla, el hombre cea una nueva realidad a su antojo, no permitiendo que nada se interponga entre él y sus deseos.

En primer lugar, Vergely estudia el proceso de enfrentamiento del hombre actual a sus orígenes, a su nacimiento, a su biología. La primera parte del libro analiza la elección libre de sexo, el nuevo concepto de familia, los matrimonios entre homosexuales, la gestación subrogada. Para ello Vergely se remonta a Engels y su crítica de la familia como sustentadora principal del sistema capitalista; a Simone de Beauvoir y la consideración del género como algo cultural y no natural; a Françoise Héritier y su consideración de la infancia como una etapa capaz de adaptarse a todos los cambios que sea necesario, incluida la ausencia de progenitores; a Peter Sloterdijk y su estudio sobre la ruptura total con nuestro pasado y nuestros orígenes; a Michel Foucault y el nacimiento de la biopolítica; a Wilhem Reich y la revolución sexual que intenta disociar sexo de procreación; a Pierre Bourdieu y su estudio sobre la liberación del ser humano gracias a la desaparición de la esclavitud del género y la libertad total del individuo para crearse a sí mismo; a la invocación de Darwin cuando se asimila el concepto de evolución al de progreso sin límite; a René Girard y la desacralización, la desmitificación y el relativismo total. Tras repasar todos estos autores, Vergely concluye que tras todo este proceso se esconde "el arte de disolver la realidad con el fin de tomar el poder" ("l'art de dissoudre la réalité afin de prendre le pouvoir", p.91). El hombre postmoderno, con tal de justificar su poder absoluto, cambia su realidad histórica y biológica y crea una nueva.

La segunda parte del libro analiza el proceso de destrucción del concepto de ser humano. Tal y como Vergely la llama, la generación "Je le droit" está dispuesta a destruir cualquier "opresión" o barrera  moral, religiosa o política por conseguir sus derechos: el derecho a no morir y a aumentar su poder todo lo posible, todo lo que la ciencia y la técnica permita, según advierte Laurent Alexandre en su libro La Mort de la Mort, uno de los más citados a lo largo de toda la obra. Nos remontamos al Gran Inquisidor del libro de Dostoïevski Los Hermanos Karamazov, que prioriza lo pragmático sobre lo espiritual: es necesario controlar el poder para satisfacer las necesidades y deseos primarios. Siguiendo a La Mettrie, el hombre se considera una máquina, y por tanto hay que ocuparse de los vientres y no de la ilusoria libertad. Frente a la inteligencia profunda, toma la dirección la inteligencia reptiliana, depredadora, astuta (según la dicotomía de Bergson). De esta forma, todo se reduce a la manipulación de los datos para conseguir los efectos perseguidos. La inteligencia artificial toma las riendas. Ya desde Hobbes, la ciencia es la base de la política y empieza a gestarse el Estado-Máquina, un estado totalitario y todopoderoso cuyo fin es la dominación total y sin límite, justificando cualquier tipo de transgresión, como hace Pierre-André Taguieff con la clonación, liberándonos de los prejuicios de lo "sagrado". Nada es sagrado, toda barrera puede ser rota, nada está prohibido: una vez que un robot ha sido reconocido con estatus de ciudadano en Arabia Saudita, iremos siendo testigos de la desaparición de la escuela, de una parte de la medicina, y en definitiva de la sustitución de lo humano por la inteligencia artificial. Nos aseguran que la enfermedad y la muerte serán vencidas, y por fin el mito de Frankenstein se hará realidad, como ya preconizó Auguste Comte con el positivismo en el siglo XIX. El transhumanismo es el nuevo evangelio de los ingenieros de Google como Ray Kurzweil. Como dice Harari, la humanidad corre el riesgo de dividirse en dos partes: una pequeña casta de superhombres y una vasta casta de inútiles.

Por último, Vergely analiza la destrucción de la verdad: el proceso por el cual la imitación, el simulacro y lo virtual sustituyen a la realidad. Todo es posible, la vida es un sueño, la realidad es múltiple e intercambiable, todo es ilusión y simulacro, nada nos ata, nada es sólido. Nuestro mundo es un teatro, un cine, un universo de imágenes, puro espectáculo. "Notre desin est d'être des enfants et de jouer. On a lá la philosophie cachée des nouvelles technologies qui ne cessent de parler de rève, d'utopie, de jeu, sur fond d'in univers déréalisé propement fascinant comme peut l'ètre le monde de Walt Disney" (p. 217) (ver El Estilo del Mundo y Pinocho). Hemos llegado a las puertas de conseguir el fin último, según el utilitarismo de John Stuart Mill: la búsqueda del placer y la ausencia de dolor. No importa si para ello nos basamos en la mentira: hay razones de tipo humanitario, político y jurídico, siguiendo a Michel Onfray y Benjamin Constant: la verdad no puede ser un deber absoluto, hay otras cuestiones prioritarias. Vivimos en un flujo de información (siguiendo a Deleuze) y hemos de dejarnos llevar por el fluir de conexiones, sin estar atado ni apegado a nada, pues en la locura está la sabiduría: "Traditionnellement la philosophie invite a être détaché en étant sage. Deleuze propose d'ètre détaché em étant fou... On est sage, c'est-a-dire détaché, quand on sait jouer avec le plis du réel. Follement." (p.256).

Un mundo feliz.


Entrevista (L'EXPRESS)

Entrevista (RCF Radio) 

Entrevista (PHILITT)

Vamos a ser inmortales (LA VANGUARDIA)


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