De Cervantes Saavedra, M. 2004. (Edición del IV Centenario). Don Quijote de la Mancha. RAE
No podía faltar Don Quijote en un blog dedicado a la ilusión y la realidad. He vuelto a leerlo con esta idea como brújula, ya que es uno de los temas más importantes en el libro. Don Quijote llega a la médula de una necesidad consustancial al ser humano: escapar de la realidad y construirse un mundo de ilusión para sobrevivir a ella.
La locura de Don Quijote viene dada por esa fractura radical con la realidad que le ha tocado vivir. Sueña con ese mundo ideal de la Caballería Andante, el Amor Perfecto, los Valores Sublimes, la Entrega Sin Medida, la Valentía Sin Límites. No tolera vivir en un mundo donde todo es exactamente lo contrario: soez, burdo, mentiroso, egoísta, rastrero, cobarde y ruín. Esa necesidad de vivir una ficción tan alejada de la realidad es lo que le lleva a la locura. ¿Cuántas personas no viven en una segunda realidad, ajena a la única que hay, por no tolerar el mundo tal cual es? ¿Cuántas no viven con la utopía de un mundo diferente, irreal, que no existe más allá de su imaginación, pero creen firmemente en él, ya sea en este mundo o en el otro? ¿Quién no se deja engañar, al menos de vez en cuando, por una imagen de sí mismo ideal, distorsionada, alejada de la realidad? Por eso es tan profunda la empatía y solidaridad que sentimos por el bueno de Alonso Quijano y por su doble, Don Quijote. Porque representa nuestro doble "bueno", nuestro superyo, la imagen ideal de nosotros mismos.
Por otro lado, está Sancho, que vive apegado a su máxima ilusión, su Ínsula Barataria. Esta ilusión es de otra índole, no tiene los aires filantrópicos e idealistas de la de Don Quijote, es mucho más pedestre y de andar por casa. Sancho se deja llevar por un sueño imposible, pero esa ilusión le arrastra hasta tal punto que deja de ver la realidad también, a pesar de tratarse de una persona tremendamente realista y con los pies en el suelo. La Ínsula Barataria es la metáfora de todas nuestras ilusiones diarias, relacionadas con el estómago más que con los ideales, que van desde el sueño del décimo de lotería premiado, hasta la casa en la playa, el nuevo coche o el viaje ideal. Todos esos sueños, que al final no se cumplen o se cumplen a medias, o si se cumplen traen nuevos problemas consigo, porque la realidad siempre se interpone, son nuestras ínsulas baratarias, y por eso nos sentimos también tan cerca de Sancho, y lo comprendemos de una forma tan profunda.
Afortunadamente, Cervantes no los dejó ahí, en el mundo de la ilusión. Sancho, cuando conoce la vida como gobernador de la ínsula, víctima de un engaño, se cae de su idealización y vuelve a la realidad, que es donde realmente somos libres, aunque nos parezca lo contrario: "Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad: dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieran acometerlas" (p.957). De la misma forma, Don Quijote, vuelve a su yo real, a hacerse humano, tan sólo Alonso Quijano, sin más aderezos: "Yo tengo ya juicio libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa leyendo otras que no sean luz del alma"(p.1100). Finalmente, todos, al igual que Don Quijote y Sancho, aunque también nos ilusionemos y nos permitamos algún engaño pasajero, regresamos a la cordura y a vivir en la realidad.
Se trata en ambos casos de una visión tan humana de lo que somos, un estudio tan profundo, compasivo y lleno de humor de nuestra naturaleza, de esa mezcla continua de ilusión y realidad, que no es de extrañar que se haya convertido en un libro inmortal.
La edición conmemorativa aporta unos interesantísimos anexos de Francisco Ayala, Martín de Riquer, Francisco Rico, José Manuel Blecua y otros, pero el que más me ha interesado desde el punto de vista que hemos comentado aquí es el escrito por Mario Vargas Llos, "Una novela para el siglo XXI", disponible en Internet.
Hace poco se ha estrenado en cine la versión de Terry Gilliam del Quijote, después de muchos años tras ello: The Man Who Killed Don Quixote.
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