Los equívocos caminos de la ilusión y la realidad a través de la filosofía, la literatura, el cine, el arte, el periodismo y la ciencia
domingo, 9 de septiembre de 2018
El Objeto Singular
Rosset, Clément. 2007. El Objeto Singular. Sexto Piso
(El título original es L'objet singulier. 1979. Les Editions de Minuit)
Clément Rosset comienza por la cuestión del doble, analizando la duplicación de lo real en los mitos, donde encontramos por un lado a los guerreros y por otro a los dioses que combaten a su lado. Parece como si el ser humano se empeñara en no creer a los ojos, no creer que lo que ve es único. Quizás la razón es que lo real es invisible, y la única manera de aprehenderlo es a través del doble que fabricamos.
"El objeto real es en efecto invisible, o más exactamente incognoscible e inapreciable, precisamente en la medida en que es singular, esto es, en la medida en que ninguna representación puede sugerir su conocimiento por medio de la réplica. Lo real es lo que no tiene doble, o sea una singularidad inapreciable e invisible por no tener espejo a su medida" (p.19).
Lo real es único, inaprensible, no identificable, insólito, sin características asignables, solitario, singular. Nuestra única relación posible con lo real es, por tanto, de ignorancia (y yo añadiría de humildad). Pretender conocerlo es una ilusión, y si pretendemos que sea como habíamos imaginado, nos encontraremos con una desilusión, pues lo real es "culpable de ser tal y solamente tal" (p.33).
De esto se deduce que todo intento de buscar un ser etéreo independiente de la existencia es vano: lo real es instantáneo, provisional, fugaz. Por tanto, ese ser independiente imaginado no deja de ser un doble de lo real, pero no lo real. Cuanto más nos acercamos a lo real, y más intensamente lo sentimos, mas se vuelve "indescriptible y oscuro" (p.44). Quizás por ello produce perplejidad, o comicidad, cuando nos hacemos conscientes de su absurdidad: "toda cosa es cómica (y regocijante) ante todo y simplemente por el hecho de que existe" (p.46). De la misma forma, lo real también produce miedo y terror, por la imposibilidad de identificarlo y clasificarlo, lo cual nos hace dudar con respecto a su identidad. Ante lo real, sentimos ambigüedad, incertidumbre, miedo a lo desconocido. "Lo que aterroriza es, antes bien, lo real: no solamente en tanto que es singular, sino también en tanto que le corresponde ser terrorífico por su misma singularidad" (p.51)
Rosset continúa investigando la relación de las artes con la realidad. Cuando analiza el arte cinematográfico, afirma, en contra de lo que podría pensarse, que "de todas las artes el cine es el que mantiene menos relaciones con la realidad: por pertenecer esencialmente no al dominio de lo real, sino al universo de sus dobles" (p.63). Paradójicamente, quizás una de las mejores vías que tiene el cine para evocar lo real es lo "fantástico" ("porque señala la singularidad de lo real en la exacta medida en que sobresale para sugerir sus eventuales duplicaciones, sus monstruosas alteraciones". (p.68)). La otra vía es la "realista integral" (como hacen Jean Luc Godard o Flaherty): "pues se trata de evocar lo real en su singularidad, es decir, precisamente en la imposibilidad de representarlo" (p.69).
Por el contrario, el objeto musical es el más cercano a la realidad, porque no imita nada, no evoca nada, no esconde nada, no habla de nada ni a nadie, no tiene mensaje: "La música es así creación de lo real en estado salvaje, sin comentario ni réplica; y único objeto de arte que presenta lo real como tal. Ello por una razón muy simple: la música no imita, agota su realidad en una sola producción" (p.76). El lenguaje musical es totalmente diferente al lenguaje articulado ya que no remite a ningún significado, pues "es imposible determinar jamás de qué habla exactamente" (p.91).
El reconocimiento de la simplicidad de lo real puede llevar al nihilismo, ya que "un mundo que no es más que el mundo, que no existe más que por y ante él , aparecería como una especie de monstruo, o sea, algo a la vez profundamente prodigioso y contrario a la naturaleza" (p.115) . También nos puede llevar a la invención de una segunda realidad, trascendente y eterna, que nos consuele. De aquí "la función apaciguante de la metafísica, de amortizar en la medida de lo posible la brutalidad de lo real" (p.117).
¿Estamos entonces ante un callejón sin salida? Rosset encuentra una: la experiencia de la alegría, esto es, la "aprobación de la existencia que consiste en estimar, si no en contra, al menos independientemente de toda razón o legitimidad, que lo real es "suficiente" -- es decir, que se basta a sí mismo, y basta además para colmar cualquier espera concebible de dicha" (p.117). Frente al nihilismo, que nos lleva a la desazón o nos deja sin energía, o la metafísica, que inventa otros mundos para escapar de éste, "la alegría es el único estado de ánimo a favor del cual es lícito encontrarse en esta disposición particular consistente en no desear nada más" (p.117)
Todos, en definitiva, tenemos que enfrentarnos más tarde o más temprano con lo real. El camino oscila entre dos polos: o una "perfecta toma en cuenta (de lo real), donde culmina la alegría, y de una absoluta negación, donde encalla el disgusto de vivir" (p.122).
"La alegría no es solo un saber de lo real, sino que además implica una aprobación de lo que descubre con ayuda de este saber. Es un saber que ama, que aprueba lo real más que reconocerlo por vía de lo cómico, que se contenta en suma de sacar al día lo real y de encontrar en esta aparición un motivo de regocijo" (p.124).
La alegría por tanto es el amor a lo real, es falta de ausencia, es presencia, aprobación de todo lo que existe: la eliminación del doble.
Clément Rosset: El amor por lo singular
Resumen (contraportada)
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