martes, 4 de septiembre de 2018

Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas


Bettelheim, B. 1983 (6ª ed.) Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas. Crítica

(El título original es The Uses of Enchantement. The Meaning and Importance of Fairy Tales. Alfred A. Knoff)

La infancia es la etapa en la que se alimentan todas nuestras ilusiones y fantasías. De allí proviene la petición de deseos en los cumpleaños, la ilusión de la noche de Reyes, la creencia en animales con alma o hadas como el Ratón Pérez o Tooth Fairy, el ángel de la guarda o los cuatros angelitos que guardan la cama, la fe ciega en el Príncipe Azul o la confianza en que "seremos felices y comeremos perdices". Y también la creencia en ogros, monstruos, fantasmas, demonios y tipos malencarados como el coco o el hombre del saco.

¿Por qué atiborramos el cerebro de los niños con todas estas creencias? ¿Es necesario? ¿No son muchas de ellas la causa de las futuras decepciones, desengaños, miedos, incapacidad para ver la realidad tal cual es? ¿No sería mejor que no se hubieran alimentado tantas mentiras, tantas falsas esperanzas, tantas distorsiones, tantos engaños y velos que en algunas ocasiones se quedan ahí falseando la realidad toda la vida? (1)

Buscando alguna respuesta a estas preguntas, he vuelto a leer este libro, un clásico de los años 70 donde el psicólogo y psicoanalista Bruno Bettelheim realizó un análisis pormenorizado de los cuentos de hadas y una apología de su utilización. Según este autor, los cuentos de hadas transmiten sentidos ocultos y ayudan al niño a comprender inconscientemente los impulsos y contradicciones internas que vive durante su crecimiento: "Este es el mensaje que los cuentos de hadas transmiten a los niños, de diversas maneras: que la lucha contra las serias dificultades de la vida es inevitable, es parte intrínseca de la existencia humana; pero si uno no huye sino que se enfrenta a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, llega a dominar todos los obstáculos alzándose, al fin, victorioso" (p.15). Es decir, los cuentos de hadas, no solo no alejan de la realidad, sino que son un instrumento para ayudar a los niños a comprenderla y aceptarla, y vencer los contratiempos.

Los personajes de estas historias no son ambivalentes; son buenos o malos, porque el niño no podría comprender todas las complejidades y contradicciones de las personas reales. En estos cuentos, el malo siempre pierde y los buenos terminan viviendo juntos y felices para siempre. Según Bettelheim, esto "no engaña al niño haciéndole creer que es posible vivir eternamente.. Esto indica que lo único que puede ayudarnos a obtener un estímulo a partir de los estrechos límites de nuestra existencia en este mundo es la formación de un vínculo realmente satisfactorio con otra persona" (p.19).

Los cuentos de hadas tienen una conexión estrecha con la religión. "En los cuentos de hadas abundan los motivos religiosos; muchas historias de la Biblia son de la misma naturaleza que estos cuentos" (p.23). También están profundamente relacionados con los mitos y las fábulas. Pero, a diferencia de estos, "lejos de exigir nada, el cuento de hadas proporciona seguridad, da esperanzas respecto al futuro y mantiene la promesa de un final feliz... Los cuentos de hadas mantienen en los niños la esperanza de que algún día podrán aprovecharse del gigante, es decir, podrán crecer hasta convertirse en gigantes y alcanzar los mismos poderes. Esta es "la gran esperanza que nos hace hombres""(p.41) (citando el poema de A. Tennyson In Memoriam LXXXV).

El cuento de hadas revela al niño de forma indirecta que tendrá que hacer frente a gigantes y monstruos, duras pruebas y reveses, pero que puede llegar a dominarlos con esfuerzo, paciencia y tenacidad. Muchos de estos problemas vendrán de su interior, de las fuerzas ocultas de su inconsciente. Por eso, "lo más importante, puesto que el cuento de hadas garantiza una solución feliz, es que el niño no tiene por qué temer que su inconsciente salga a la luz gracias al contenido de la historia, ya que sabe que, descubra lo que descubra, "vivirá feliz para siempre" " (p.47) Es decir, el cuento de hadas es un soporte de tipo emocional para hacer frente a los miedos, cuando estos aún no se saben racionalizar o tratar con ellos de manera lógica.

Hay un capítulo completo dedicado a las relaciones de estos cuentos con los mitos. Ambos tratan con ritos de paso y fenómenos psicológicos arquetípicos (bien estudiados por Carl Jung), pero hay entre ellos una diferencia sustancial: "el final, que en los mitos suele ser trágico, mientras que en los cuentos de hadas siempre es feliz" (p.54) Este final feliz es totalmente necesario para los niños: "Desde los cuatro años hasta la pubertad, lo que más necesita el niño es que le proporcionen imágenes simbólicas que le aseguren la existencia de una solución satisfactoria a sus problemas edípicos... el cuento de hadas ofrece al niño materiales de fantasía que, de forma simbólica, le indican cuál es la batalla que debe librar para alcanzar la autorrealización, garantizándole un final feliz" (p.57) El héroe del cuento de hadas no es ningún ser sobrenatural, como en los mitos, por lo que permite al niños jugar con la fantasía, pero a la vez, saber que está tratando con personas de carne y hueso.

Hay un capítulo completo que se titula "El niño tiene necesidad de magia", donde se revisa a Piaget para recordarnos que el pensamiento del niños es animista hasta la pubertad. Si tenemos en cuenta el desarrollo evolutivo del pensamiento del niño (2), sabremos que las explicaciones racionales en el periodo pre-operacional son inútiles para el niño. "Desde un punto de vista adulto, y en términos de la ciencia moderna, las respuestas que ofrecen los cuentos de hadas están más cerca de lo fantástico que de lo real. De hecho, estas soluciones son tan incorrectas para muchos adultos --ajenos al modo en que el niño experimenta el mundo-- que se niegan a revelar a sus hijos esa "falsa" información. Sin embargo, las explicaciones realistas son, a menudo, incomprensibles para los niños" (p.68). Este es otro argumento, por lo tanto, muy importante, para entender el porqué de estas historias: el pensamiento mágico es la manera en la que el niño se aproxima a la realidad. Las explicaciones racionales no son realmente asimiladas por los niños, que "repiten automáticamente, como un loro, explicaciones que, de acuerdo con su propia experiencia del mundo, no son más que mentiras que han de creer como si fueran ciertas porque lo ha dicho un adulto" (p.69) .

La magia también ha sido el recurso del ser humano para explicarse la realidad antes de que empezara a utilizar la ciencia: "Los antiguos egipcios, al igual que las criaturas veían el cielo y el firmamento como un símbolo materno (Nut) que se extendía sobre la tierra para protegerla, cubriéndola serenamente a ella y a los hombres" (p.71) Esta misma necesidad de seguridad es otro argumento a favor del beneficio de los cuentos de hadas en los niños: "Despreciar una imagen protectora de este tipo, como simples proyecciones de una mente inmadura, es privar al niños e un aspecto de la seguridad y confort duraderos que necesita" (p.71). El individuo necesita repetir el mismo proceso que la humanidad ha seguido desde las proyecciones emocionales e infantiles hasta que han sido sustituidas por explicaciones racionales. "Traducidos en términos de conducta human, cuanto más segura se sienta una persona en el mundo, tanto menos necesitará apoyarse en proyecciones "infantiles"  -- explicaciones míticas o soluciones de cuentos de hadas para los eternos problemas vitales -- y más podrá buscar explicaciones racionales" (p.73).

Por lo tanto, los cuentos de hadas crean en los niños una ilusión necesaria que no tiene nada de malo, siempre y cuando al llegar a la edad adulta sepamos seguir el proceso opuesto que consiste en quitar todos esos velos que fueron imprescindibles para darnos seguridad en el inicio de nuestro caminar, pero que posteriormente habrá que reemplazar por la realidad. De momento, mientras se es niño, "los cuentos de hadas ofrecen personajes con los que externalizar lo que ocurre en la mente infantil, de una manera que el niño, además, puede controlar" (p.93).

Bettelheim hace en el libro un análisis interesantísimo de los principales cuentos de hadas, aclarando la forma en la que nos ayuda cada uno de ellos. Según él, los adultos debemos perder el miedo a contarles estas fantasías a los niños, pues son necesarias para manejar las tensiones y miedos de nuestro inconsciente: "El inconsciente es la fuente de materias primas y la base sobre la que el yo construye el edificio de nuestra personalidad. Dentro de este símil, nuestras fantasías son los recursos naturales que proporcionan y dan forma a estas materias primas, haciéndolas útiles para las tareas de construcción que el yo debe llevar a cabo. Si nos vemos privados de esta fuente natural, nuestra vida se queda a mitad de camino; si nos disponemos de fantasías que nos den esperanzas , tampoco tendremos la fuerza necesaria para enfrentarnos a las adversidades. La infancia es el período de nuestra vida en el que más deben alimentarse estas fantasías. " (p.173)

Nuestra necesidad de ilusión y fantasía proviene de la infancia, porque desde el momento en que nacemos, necesitamos aprehender e intentar comprender una realidad que se nos hace inabarcable, y esa es la única forma de conseguirlo: hemos de buscar atajos que nos den soluciones provisionales a nuestras dudas, inquietudes y ansiedades.


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(1) Los cuentos de hadas también son muy criticados por la concepción de la sociedad patriarcal que transmiten, estando plagados de estereotipos de género y valores conservadores y convencionales. Pero esta línea de análisis, muy interesante, no la vamos a tratar aquí. Para este tema, visitar estos enlaces:  

https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6202351.pdf 

http://www.quadernsdigitals.net/datos_web/articles/kikiriki/k25/critica.htm

 https://www.abc.es/familia-educacion/20150906/abci-princesas-machismo-educacion-201509031813.html


(2)  Nuestro cerebro sigue unas etapas de desarrollo, bien estudiadas por la Psicología Evolutiva, y no es capaz utilizar la razón de forma plena hasta edades más avanzadas. Durante el período denominado por Piaget "preoperacional" , entre los dos y siete años aproximadamente, el cerebro del niño trabaja con símbolos, y no es hasta el periodo de las "operaciones concretas" (7 a 11/12 años aproximadamente) que no empieza a usar la lógica (aunque todavía sin utilizar abstracciones), siendo  por fin a partir de los 11 o 12 años que puede empezar a razonar de forma abstracta y realizar hipótesis (período de las "operaciones formales").

Pulaski, M.A. 1975. Para Comprender a Piaget. Ediciones Península.






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