miércoles, 17 de abril de 2019

Milagro en Milán


De Sica, Vittorio. 1951. Milagro en Milán.

Pocas películas unen de forma tan radical, como si fueran dos caras de la misma moneda, la ilusión y la realidad. En algunos lugares aparece clasificada bajo la etiqueta del neorrealismo, y en otros lugares se la incluye dentro del género fantástico. Realmente es un cuento de hadas para adultos, con todos los ingredientes: el héroe santo, el malo diablo, el poder sobrenatural y el objeto mágico (en este caso, una paloma).

Asistimos en algunos momentos a escenas de inmenso realismo, todas aquellas en esa infinita explanada a las afueras de Milán donde la amenaza de la especulación urbanística está siempre presente bajo del rótulo de "Propiedad de". Los bloques ya construidos a lo lejos nos recuerdan amenazadoramente su próxima llegada, mientras que la vida en este solar inhóspito está a merced del clima, el cruel viento o el caprichoso sol. Un solar que a la vez por su falta de fronteras es símbolo de libertad y disfrute, porque allí aún no ha llegado la civilización (escena 1).

La única forma de escapar a la presión de ésta es la fantasía. La realidad no permite otra escapatoria. Una paloma traida por un fantasma se encarga de realizar todos los milagros necesarios contra los avariciosos invasores que quieren alterar la estoica felicidad de los pobres. No hay otra forma de cambiar el mundo que soñando, volando en una escoba hacia un reino utópico donde reina el amor.

Le película fue rodada dos años antes que Bienvenido Mr Marshall y son evidentes sus influencias en algunas escenas: la construcción de un pueblo (de chabolas en Milagro en Milán y de cartón piedra en Bienvenido Mr Marshall) por parte de todos sus habitantes trabajando juntos con alegría y hermandad; el festejo del término de la empresa con una marcha festiva en la que todos cantan una canción al unísono (escena 2); la petición de deseos e ilusiones en forma de carta a los reyes magos, como niños pidiendo juguetes (escena 3). Las dos son películas corales que se basan en la ternura, el amor, la solidaridad, el sentido del humor y la esperanza ilusa de que las cosas pueden llegar a cambiar. Hay ternura incluso hacia los malos (como bien observa André Bazín en ¿Qué es el Cine? (1)), pues ni siquiera estos son realmente seres odiosos en ninguna de las dos películas.

Pero la enorme diferencia entre una película y la otra es que la española no incluye ningún elemento mágico o sobrenatural y termina poniendo todas las cosas en su sitio y devolviendo a los ilusionados habitantes de Villar del Campo a la cruda realidad, mientras que en la italiana esto no se produce y, aunque los habitantes del barrio de chabolas son finalmente desalojados, emprenden un viaje fantástico hacia la tierra prometida, de la misma forma que Moisés con su pueblo (escena 4). Los guionistas de Bienvenido Mr Marshall (Berlanga, Barden y Mihura) nos devuelven a la vida real, pero el guionista de Milagro en Milán (Zavattini) es obstinado y no se baja de la escoba voladora de la ilusión en ningún momento: es el recurso a la fantasía como única salida a una realidad que no nos gusta. De nuevo, el "hambre de irrealidad" (2).

(1) Bazín, A. 1990. ¿Qué es el Cine?. Rialp. (p.352)
(2) Ver La Verdad de las Mentiras, de Vargas Llosa.

Coloquio en Qué Grande en el cine


Escena 1 Escena 2 Escena 3 Escena 4

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