jueves, 18 de abril de 2019

The Picture of Dorian Gray


Wilde, Oscar. 1992. The Picture of Dorian Gray. Wordsworth Editions Limited.

Si hay un escritor con "hambre de irrealidad", ese es Oscar Wilde. Dice Carmen Martín Gaite en su introducción a la versión española: "Buscador infatigable de nuevas formas de expresión, vivió siempre consumido en la tensión de esta búsqueda y consciente de la necesidad de inventar. Atribuyó mucho mayor entidad a lo imaginario y aún no conseguido, que a lo real. La fábula, entre las suyas, que más sintetiza su estética es la de aquel leñador que presumía siempre, al volver a su aldea, de haber visto algún ser extraordinario: náyades, ninfas, sirenas, hasta que llegó a verlas de verdad, y aquel día a su regreso, manifestó con desencanto: "Hoy no he visto nada"" (1).

Hay muchos ángulos desde los que analizar esta novela de Wilde, pero aquí nos interesa el de la lucha del hombre contra la realidad. Dorian Gray reproduce el mito de Fausto, cuya voluntad no quiere doblegarse ni humillarse ante la realidad de la vida y la muerte, la enfermedad y el envejecimiento. Se trata de obstinarse en creer que hay acceso al conocimiento ilimitado, como Fausto, o la belleza y juventud perpetuas, como Dorian Gray. Pero el ser humano enloquece al querer sobreponerse a la realidad y pretender que es posible esta ilusión, ya sea a través de la alquimia, la ciencia, la brujería o como en este caso, el arte.

La obra tiene por ello también concomitancias con Dr Jeckyll and Mr Hyde, por lo que supone de rebelión ante aquello que no nos gusta de la naturaleza humana. En el caso de la obra de Stevenson, es la pretensión de la conquista de la bondad a través de la supresión química de la maldad. En el caso de la obra de Wilde, es la ilusión de la conquista de la belleza por la supresión de la fealdad a través del arte. Ambos intentos son fallidos y terminan en la locura y en el suicidio, puesto que se basan en una ilusión vana y una soberbia que se vuelve contra el que la ejerce.

Dorian tiene una visión lúcida de la realidad en muchos momentos, como cuando dice: "Each of us has heaven and hell in him" (p. 125), pero su problema es que la utiliza de una forma cínica y solo en su propio beneficio, siguiendo los pasos de su maestro Lord Henry. Este arquetipo del "realista cínico" ha existido siempre, y un ejemplo es el padre de Ofelia o el tío de Hamlet en la obra de Shakesperare. Ambos dan consejos acerca de lo importante que es ver las cosas como son y aceptar la realidad, consejos que a primera vista parecen contener bastante sentido común y ser portadores de sabiduría, pero que se desvanecen cuando conocemos los objetivos ladinos y puramente egoístas de quienes los transmiten. Es el mismo caso de Rubén, el protagonista de Crematorio, personaje admirable por un lado por ser la encarnación del realista nato frente al idealista iluso, pero despreciable por otro por usar esta virtud tan solo en su propio beneficio.

Otro tema presente a lo largo de todo el libro es el del doble, tan estudiado por Clement Rosset (2). Cuando hay algo de la realidad que no nos gusta, la desdoblamos para poder seguir sobreviviendo. "Puedo aniquilar lo real aniquilándome a mí mismo: fórmula del suicidio... También puedo suprimir lo real sin tantos gastos, y concederme la vida salva a costa de un desmoronamiento mental: fórmula de la locura, también muy segura... En la ilusión, es decir, la manera más corriente de apartar lo real, no debe señalarse un rechazo de la percepción propiamente dicho. La cosa no es negada: tan solo desplazada, puesta en otra parte" (Rosset, 2015, pp 12-15). Esto hace Dorian Gray: aquello que odia de sí mismo, lo coloca en su doble, su retrato. "La técnica general de la ilusión consiste en, en efecto, en convertir una cosa en dos, igual que la técnica del ilusionista, que cuenta con el mismo efecto de desplazamiento y de duplicación por parte del espectador: mientras se ocupa en su quehacer, orienta la mirada hacia otra parte, allí donde no pasa nada" (Rosset,2015, p.21).

Para Dorian, el retrato es un espejo que le devuelve obstinadamente su verdadera imagen. Ha intentado desdoblarse, no aceptando la realidad. Seguimos con Rosset: "el espejo no es sino una última oportunidad de captarme, que siempre acabará por decepcionarme...la búsqueda del yo, en particular los fenómenos de desdoblamiento, siempre está ligada a una suerte de retorno obstinado al espejo... en el fondo, la verdadera desgracia en el desdoblamiento de personalidad, es nunca poder desdoblarse de verdad: a aquel que está obsesionado con el doble le falta el doble" ( p. 78).

Dorian Gray cree que es posible dividirse en dos, como el Dr Jeckyll, y apartar aquello que le gusta de sí mismo para que no le moleste. Ambas obras nos muestran la imposibilidad de luchar contra uno mismo y la necesidad de aceptar nuestra realidad. Puesto que "no hay sí mismo que no sea más que sí mismo, no hay aquí que no esté sino aquí, no hay ahora que solo sea ahora: tal es la exigencia del doble, que desea un poco más y que está listo para sacrificar todo lo que existe -- es decir, lo único -- en beneficio de todo lo demás, es decir, de todo lo que no existe" (Rosset, p.80).

Dorian Gray sacrifica su vida desde el momento en que se deja poseer por el más imposible de los deseos:

"'How sad it is!' murmured Dorian Gray, with his eyes still fixed upon his own portrait. 'How sad it is!' I shall grow old, and horrible, and dreadful. But this picture will remain always young. It will never be older than this particular day of June... If it were only the other way! If it were I who was to be always young, and the picture that was to grow old! For that --for that-- I would give everything! Yes, there is nothing in the whole world I would not give! I would give my soul for that!" (p.24)

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(1) Wilde, O. 1970. El Retrato de Dorian Gray. (Traducción de Julio Gómez de la Serna y prólogo de Carmen Martín Gaite). Salvat Editores, SA.

(2) Rosset, Clement. 2015. Lo Real y su Doble. Ensayo sobre la Ilusión. Hueders.


The Picture of Dorian Gray (WIKIPEDIA)


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