miércoles, 22 de enero de 2020

Pedro Páramo



Rulfo, Juan. 1986. Pedro Páramo y El Llano en LLamas. Círculo de Lectores (Introducción de Juan Cueto)



Rulfo, Juan. 1989. Pedro Páramo. Cátedra (Edición de José Carlos González Boixo)
(Publicada originariamente en 1959)

Nos adentramos con esta novela en puras arenas movedizas donde la frontera de la realidad y la irrealidad han desaparecido por completo. Es el territorio conocido como "realismo mágico", que en este caso alcanza una obra cumbre difícilmente superable. Ni el narrador ni los lectores estamos nunca totalmente seguros de donde nos hallamos, si frente a la realidad más cruda y cegadora o la irrealidad más alucinada y oscura. El pueblo que visita Juan Preciado, el narrador inicial, para encontrar a su padre, el cacique Pedro Páramo, es un pueblo fantasma habitado por espectros. Poco a poco y de forma inquietante, nos vamos dando cuenta de que somos testigos de una narración desde el otro mundo, pues el mismo narrador también está muerto, aunque él no es consciente de ello hasta más adelante:

"No había aire. Tuve que sorber el mismo aire que salía de mi boca, deteniéndolo con las manos antes de que se fuera. Lo sentía ir y venir, cada vez menos; hasta que se hizo tan delgado que se filtró entre mis dedos para siempre" (p.49).

A Juan lo mueve la última voluntad de su madre y la ilusión de conocer a su padre, una ilusión que se topa con una atroz realidad:

"Comencé a sentir que que se me acercaba y daba vueltas a mi alrededor aquel bisbiseo apretado como un enjambre, hasta que alcancé a distinguir unas palabras casi vacías de ruido: "Ruega a Dios por nosotros." Eso oí que me decían. Entonces se me heló el alma. Por eso es que ustedes me encontraron muerto. 
-- Mejor no hubieras salido de tu tierra, ¿Qué viniste a hacer aquí? 
-- Ya te lo dije en un principio. Vine a buscar a Pedro Páramo, que según parece fue mi padre. Me trajo la ilusión. 
-- ¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido. Pagué con eso la deuda de encontrar a mi hijo, que no fue, por decirlo así, sino una ilusión más; porque nunca tuve ningún hijo" (p.51) 

Los muertos se envían saludos y conversan unos con otros mientras dan a conocer a Juan Preciado la desolación impuesta por la violencia y la sinrazón a la que se vieron sometidos por su padre. Los ecos y lamentos de los muertos son las voces que continúan reverberando, negándose a desaparecer, anidados entre las abandonadas paredes y los escombros del sufrimiento y el rencor. Juan se ve envuelto por un coro de almas en pena que sobreviven en una segunda realidad, prendida en la tierra como un olor imposible de diluir, una hedor de muerte agarrado a la hierba y al adobe.

La realidad es tan cruel, que las personas no se ven libres de ella ni después de muertas, quedándose adherida en sus huesos alimentada por un sufrimiento eterno. La novela recrea de forma magistral la espantosa idea del Purgatorio, creada por la Iglesia Católica y que ya visitó el Dante, una idea sado-masoquista que ha alimentado el sufrimiento de los seres humanos durante siglos creando una segunda realidad aún más claustrofóbica que la primera, pues no tiene ni siquiera la consolación del descanso de la muerte. Por si el sufrimiento no fuera poco en este mundo, el ser humano se inventa un doble donde el dolor continúa sin fecha de caducidad. La novela recrea magistralmente esa creencia, y por algo nace en el seno de la sociedad mexicana, una de las sociedades más acostumbradas a vivir en esa segunda realidad tanto como en la primera. El culto al mundo de los muertos en México viene de más antiguo y está enraizado en sus culturas precolombinas. No es de extrañar que la creencia en ese mundo sea más fuerte en una sociedad tan visitada por la violencia, especialmente la violencia contra las mujeres, las grandes víctimas de Pedro Páramo.

Juan Preciado llega buscando una ilusión y se encuentra con algo peor que la realidad: un espejo deformado de la misma donde el sufrimiento continúa vivo durante toda la eternidad. ¿Acaso no podría volver a escribirse Pedro Páramo basándose en las noticias diarias que nos ofrece la actualidad de México y de nuestro propio país? Desgraciadamente, decenas de nuevas ánimas se unen cada día al Purgatorio. Pedro Páramo continúa más vivo que nunca.


La voces de las silenciadas. Feminicidios en México: una lacra que pervive (EL PAÍS)

Entrevista a Juan Rulfo donde lee el fragmento 25 de Pedro Páramo

Entrevista a Juan Rulfo en A Fondo (Soler Serrano, 1977)


lunes, 20 de enero de 2020

Travels in the Scriptorium


Auster, Paul. 2007. Travels in the Scriptorium. Faber and Faber Limited

Estamos ante pura metaficción. De la misma forma que ya lo fue Unamuno en Niebla, el escritor Mr. Blank es visitado por sus creaciones. Pero, a diferencia de aquella, en la que Unamuno era claramente el dueño de la situación y el que disponía de la vida de su personaje, en este caso el escritor es el prisionero de ellos: lo tienen encerrado en una habitación de la cual no puede salir, aunque no sabe muy por qué, pues nunca llega a comprobar si está cerrada con llave.

"His mind is elsewhere, adrift in the past as he wanders among the phantom beings that clutter his head, struggling to answer the question that haunts him" (p.2).

El escritor no está en sus cabales. No sabemos si es víctima de Alzheimer, si sufre los estragos de una demencia senil acuciante, si está bajo los efectos de una medicación que le impide pensar con normalidad, si es el aislamiento al que está sometido la causa de su falta de lucidez, o si todo se debe a los extravíos de una mente apartada de la realidad por su incursión constante en el mundo de la fantasía, que ha conseguido enloquecerle. O quizás todo a la vez. La novela se desarrolla en el interior de la mente de un escritor mayor que no es otro que el mismo Paul Auster mientras es visitado por los fantasmas de su creación.

"The fact is, Mr Blank, without you I wouldn't be anyone" (p.22), le dice Anne, uno de sus personajes. "It's important to me, Mr Blank. My whole life depends on it. Without that dream, I'm nothing, literally nothing" (p.53), le dice James P. Flood, otro de ellos. Son conscientes de que le deben la vida, pero a la vez le recriminan sus penalidades como a un dios omnipotente que permitiera sus sufrimientos. ""I blame you for what's happened to me. I most sincerely blame you, and I despise you for it" (p.53). Hay uno que incluso quiere acabar con él. El escritor comprende que sus personajes no son más que sus víctimas, que buscan venganza.

 "The damned specters, Mr Blank says. They're back again. Specters? My victims. All the people I've made suffer over the years. They're coming after me now to take their revenge" (p. 81). "...The poor people who suffered so much because of him, and that is why he is confined to this room now, no longer permitted to travel anywhere, stuck inside these four walls because he is being punished for the grave harm he has inflicted on others" (p. 90).

Los personajes de ficción han cobrado vida propia, como en la obra de Pirandello, y se han rebelado contra su autor y son ellos los que ahora controlan la situación. Lo tienen secuestrado, atrapado en el mundo que el mismo creó. Él es ahora víctima de su propias creaciones, de las cuales no puede escapar, pues se han hecho tan reales que ahora son los que controlan la situación y le tienen condenado a no poder salir de ese mundo de ficción para volver a la realidad. Estos  personajes, que aparecen y desaparecen como espectros, le obligan a seguir viviendo en el mundo de la ficción. Le ponen como tarea leer historias y terminarlas, hasta que se da cuenta de que una de ellas es ésta misma, la que estamos leyendo, de la cual él es el protagonista. El autor se convierte así en un personaje más; él mismo se hace ficción, apartándose por completo de la realidad, siendo éste su castigo.

¿Pueden los productos de la imaginación llegar a fagocitarnos hasta tal punto que nos hagan sus prisioneros y lleguemos a perder la noción de realidad? ¿Puede la literatura llegar a convertirse en locura?

"La imaginación, tanto como impulso autoinducido por uno mismo como sumergiéndote en una obra de ficción (y eso es lo que prefiero de la literatura, que me permite imaginar con más facilidad) te lleva a otros mundos. La cuestión surge cuando, muchas veces, esos mundos te parecen más reales que la propia realidad. Vivimos en una realidad física, pero el cerebro puede inventar las cosas, los pensamientos mismos son parte de esa realidad. Hay un elemento fantástico en cualquier vida cotidiana, pero tiene que ver exclusivamente con nuestra propia cabeza. Sucede que uno no sabe realmente en cuál de esas dimensiones está viviendo, dónde está la frontera." (1) 

-------------------------------------------------------

(1) Entrevista a Paul Auster en El Cultural (ver enlace abajo)


Review (New York Times)

Review (THE GUARDIAN)

Reseña (EL CULTURAL)

Reseña (The Barcelona Review)

Reseña (La Piedra de Sísifo)

Entrevista (EL CULTURAL)







viernes, 17 de enero de 2020

El Ángel Exterminador



Buñuel, Luis. 1962. El Ángel Exterminador

La película de Buñuel ha sido normalmente entendida como una crítica a la sociedad burguesa y a una clase social esclava de sus prejuicios, tradiciones e hipocresía, un mundo claustrofóbico del que no se puede salir aunque se quiera. Sin duda, esa es la primera lectura de la singular obra de Buñuel, creada un año más tarde que El Año Pasado en Marienbad y de la que probablemente hereda parte de su estética y argumento, por tratarse de una situación surrealista que crea un bucle en el tiempo y el espacio del que es imposible salir. 

En esta ocasión, el análisis nos lleva más allá de la crítica a una clase social determinada para ver la película como una metáfora sobre la imposibilidad de huir de la realidad en general. De la misma manera que se habla del techo de cristal como la barrera invisible que impide a las mujeres escapar de la realidad que las atrapa, esa misma pared invisible puede aplicarse a los dos sexos y a todas las clases sociales, tribus, nacionalidades o culturas. Nacemos dentro de unos parámetros que crean muros invisibles a nuestro alrededor, de forma que vivimos dentro de unas burbujas que nos dan sensación de transparencia por nos ser opacas, pero que limitan nuestra libertad de movimiento y pensamiento. La realidad en la que vivimos es como el agua para el pez: éste cree que el agua es la única realidad posible y la mayor parte del tiempo se cree libre hasta que un día descubre que está imposibilitado para salir de ese medio. 

El Ángel Exterminador no es otro, en este caso, que el emisario de la Realidad, que anuncia lo inevitable del destino (la calle donde ocurre todo se llama Providencia y ese iba a ser el título original de la película) y la imposibilidad de escapar a lo que ya es, a lo que ya está sucediendo. Cuando las personas creen que pueden escapar de su condena para vivir el presente tal y como es y no de otra manera, como ocurre al final de la película, van a otro lugar, una iglesia por ejemplo, donde le prometen una vida diferente pero donde vuelve a ocurrir exactamente lo mismo. Han sido víctimas de una ilusión pasajera que les ha dado la idea de que puede escapar de lo que está escrito. Fuera, en las calles, una manifestación de personas protestan queriendo romper las cadenas que las oprimen y son reprimidas por la policía. Quizás consigan escapar de sus destinos durante un tiempo, pero volverán a entrar en el bucle de la realidad, que vuelve sin remedio, sin escapatoria, ante la cual no queda más remedio que rendirse. La rebeldía ante la misma solo conduce a la violencia y el deterioro de la convivencia, como muestran otras novelas y películas en las que un grupo de personas se encuentran atrapadas en una realidad de la que no pueden escapar, como La Peste (Camus), Ensayo sobre la Ceguera (Saramago), El Señor de las Moscas (Golding) o Náufragos (Hitchcock). 






martes, 14 de enero de 2020

La Ciudad de la Alegría


Lapierre, Dominique. 2009. La Ciudad de la Alegría. Seix Barral. (Traducción de Carlos Pujol)

(Título original: La Cité de la Joie, publicado por Pressinter en 1985)

Siempre me llamó la atención el título de este libro, por el contraste entre la palabra alegría y la desolación que describía en uno de los lugares más miserables de la Tierra. Su lectura no defrauda: es una experiencia única, pues narra sin tapujos ni paños calientes las terribles condiciones de vida de un barrio (slum) de Calcuta donde los hombre-caballo son explotados; la gente vende su sangre, sus hijos y hasta sus huesos para sobrevivir; se hacinan los leprosos; los niños juegan chapoteando sobre aguas residuales y el sádico monzón se encarga de terminar por destrozar lo poco que se consigue cada día.

Al leer el libro, he recordado la hostilidad de la vida descrita en la película Capharnaum. Las descripciones podrían ser las mismas que las de la vida en los guettos, en los campos de concentración o en los campos de refugiados. ¿Cómo es posible sobrevivir con alegría a una realidad tan dura? Hasari, el protagonista, es la encarnación viva de Sísifo, tirando de su rickshaw cada día para volver a hacerlo exactamente igual al día siguiente, como una piedra que se sube a lo alto de la montaña para volver a caer, una y otra vez. Dice Camus: solo queda una opción: hacer lo que hay que hacer y vivirlo con alegría. ¿Pero cómo pueden vivirse unas circunstancias tan crueles con alegría? En la película Capharnaum, que también narra la vida en un lugar de características similares, no hay alegría, sólo crudeza y desesperanza. ¿Por qué este libro, en cambio, se empeña en la alegría? ¿Cuál es la puerta por la que se cuela esa alegría en medio de tanta miseria?

La respuesta está omnipresente a lo largo de toda la novela: la religión. Dice el padre Lambert tras presenciar el sufrimiento de una leprosa: "El sufrimiento de esta mujer es el mismo que el de Cristo en la cruz; es positivo, redentor. Es la esperanza. Salgo siempre vivificado de la choza de mi hermana, la leprosa ciega. Sí, ¿cómo es posible desesperar en este slum de Anand Nagar? Este lugar merece verdaderamente su nombre de Ciudad de la Alegría" (p.111).

En otra ocasión, tras curar a otro leproso, el padre Lambert vuelve a elevar sus oraciones, escribiéndolas en su diario: "Sí, eres hermoso, Jesús de la Ciudad de la Alegría. Hermoso como el hombre sin piernas y leproso que me has enviado hoy, con sus mutilaciones, sus llagas y su sonrisa. En él te he visto a ti, que encarnas todo el dolor... con la certeza en el fondo del corazón de que Tú nos amas. Y esa otra certeza de que la alegría que me invade nunca me la podrá arrebatar nada ni nadie. Porque Tú estás verdaderamente aquí, presente, en el fondo de este barrio de miseria" (p.155)

La religión llena de alegría al padre Lambert, que convierte el sufrimiento en motivo de gozo. En una ocasión, llega a la conclusión de que los enfermos no necesitan morfina para aliviar el dolor, sino amor. "¿Cómo creer lo que estaba viendo? ¿Cómo podía emanar tanta paz de aquel cuerpecito martirizado? ... Sabia no necesitaba morfina. Sus facciones destilaban una paz que me desarmó. Estaba magullado, mutilado, crucificado, pero no estaba vencido. Acababa de ofrecerme la mayor de las riquezas: una razón secreta para no desesperar, una luz cegadora en las tinieblas" (p.108). Es la misma idea que sustenta la obra de Teresa de Calcuta, que por supuesto también está muy presente en la novela (1). Así se describe el "Asilo para agonizantes abandonados" : "Lo que impresionó inmediatamente a Lambert era la serenidad del lugar. El horror estaba ausente de allí. Aquellos infelices ya no estaban torturados por la angustia, la soledad, la degradación, el abandono. Habían encontrado la paz" (p. 240). Realmente se describe como una especie de milagro que ha hecho desparecer el sufrimiento.

Todo está impregnado de un espíritu religioso, no solo cristiano, por supuesto. Los musulmanes del barrio celebran el nacimiento de su profeta Mahoma en su mayor fiesta del año. "Paul Lambert contemplaba aquella procesión maravillado. ¿Cómo era posible que tanta belleza pudiera brotar de aquel fango? ... "Gracias, Señor, por dar a los flagelados de este slum tanta fuerza para creer en ti y para amarte", se decía Lambert, escuchando aquel concierto de voces que aclamaban el nombre de Alá" (pp.138-139).

Cuando muere Ram Chandler, el amigo de Hasari, víctima de vivir en la calle durante el terrible invierno bengalí, se organizan los ritos funerarios, que son otro motivo de fiesta. "Era como ir a la fiesta de Durga, sólo que no llevábamos al río sagrado una estatua de la divinidad, sino el cadáver de nuestro amigo. Necesitábamos más de una hora para cruzar la ciudad de este a oeste, y durante este tiempo nos dedicamos a cantar himnos. Los versículos procedían de la Gita, el libro sagrado de nuestra religión. Todos los hindúes los aprenden de labios de sus padres cuando son niños. Cantan la gloria de la Eternidad" (p.171).

En el capítulo 30 se narra la fiesta de Diwali, "la fiesta hindú de las luces, que se celebraba en el curso de la noche más negra del año... en este país donde todo es mito y símbolo, significa la victoria de la luz sobre las tinieblas. Las iluminaciones conmemoran una de las mayores epopeyas del Ramayana, el retorno de la diosa Sita... en Bengala se cree también que las almas de los difuntos comienzan su viaje en esta época del año, y se encienden las lámparas para indicarles el camino... para los habitantes de la Ciudad de la Alegría es sobre todo la esperanza al final de la noche" (p. 179)

En el capítulo 33 le toca el turno a la fiesta de la Durga, "la diosa victoriosa de los demonios del mal y de la ignorancia, la esposa del dios Shiva, la hija de los Himalayas, la reina de las múltiples encarnaciones...Una vez al año, al término del monzón, los ocho millones de hindúes que hay en Calcuta conmemoran esta victoria con una fiesta de cuatro días cuyo esplendor y fervor probablemente no tiene igual en el resto del mundo. Cuatro días de regocijo durante los cuales la ciudad se convierte en una ciudad de luces, de alegría y de esperanza" (pp. 205-208).

Lambert en un principio, se escandaliza del derroche ante tanta miseria, pero según el narrador, "se equivocaba. Su reacción de occidental racional le hacía omitir lo esencial. Olvidaba en qué ósmosis vivía aquel pueblo con sus divinidades, y qué papel representaban estas en su vida de todos los días" (p.209).  "La fiesta que, por espacio de un día o de una semana, los arrancaba de la realidad; la fiesta por la cual las gentes se endeudaban o se privaban de comer a fin de comprar a su familia vestidos nuevos destinados a honrar a los dioses; la fiesta como vehículo de la religión, mejor que cualquier catecismo, y que encendía los corazones y los sentidos por la magia de sus cantos y el ritual de las largas y suntuosas ceremonias litúrgicas. ¿Qué importaba que unos vividores se quedasen con su diezmo a costa del sudor y del hambre de los pobres?" (p. 211) "Hindúes, sijs, musulmanes, budistas, cristianos, estaban fraternalmente unidos en un mismo sueño... Paul Lambert recordó unas palabras del profeta Isaías: "Las oraciones de los pobres y de los huérfanos nunca ascienden hasta mí sin recibir respuesta" (p. 213) .

En el capítulo 42  asistimos a las fiestas del Viswakarma, el dios del pan, otro dios del panteón hindú, otra festividad religiosa en la que se vuelcan los desheredados. "Sin ofender a Viswakarma, el dios que da el pan, ellos eran los verdaderos condenados de la tierra, los forzados del hambre. Y, sin embargo, con qué ardor y qué fe honraban todos los años a aquel dios, y pedían su bendición para las máquinas y las herramientas a las que estaban encadenados" (p. 267).  Lambert se pregunta a veces por qué no se emplea tanta energía y devoción en cambiar las condiciones de vida. Pero Hasari y los demás emplean toda su fe en decorar sus rickshaws como si fueran altares.  "¡Qué grandioso es nuestro dios, qué poderío demuestra!" (p. 271). "Con un dios como aquél por protector, ¿cómo no iban a ser los pobre carritos como carros celestiales? ¿Y caballos con alas los infelices que tiraban de ellos? Hasari y su familia se postraron ante la divinidad" (p.271)

Hasari, como todos los demás, no le teme a la muerte. "La muerte no me da miedo. Lo he pasado tan mal desde que salí de mi aldea, que estoy casi seguro... --vaciló otra vez--, casi seguro de que mi karma hoy es menos pesado, y que me hará renacer en una encarnación mejor". "Lambert había oído a menudo esas palabras de esperanza en las confidencias de los moribundos a los que había asistido en el slum. Aquella noción ejercía sobre ellos un efecto apaciguador" (p.406)

Las representaciones religiosas también cumplen su función catártica. La epopeya del Ramayana es representada por compañías ambulantes que sobre unos tablados hacen soñar con el poder de la ilusión que genera el teatro. "La grisura, el barro, el hedor, las moscas, los mosquitos, las cucarachas, las ratas, el hmabre, la angustia, las enfermedades, la muerte parecían haber desparecido. Había vuelto el tiempo de soñar. Con los ojos desorbitados, con los descarnados cuerpos sacudidos por la risa o por el llanto, los emparedados vivos de la Ciudad de la Alegría recobraron las mil fantasías y los dramas del viejo cuento popular que había forjado su manera de ser... Durante horas, sentados sobre los talones, con los ojos entronados, estos desheredados de la fortuna cambiaban su dura realidad por unos gramos de ensueño" (pp. 416-19)

Los cristianos tambien tiene su fiesta en Calcuta. Aunque estuviesen en minoría, "el nacimiento de Jesús era allí celebrado con tanta devoción y fasto como el de Krishna, de Mahoma, de Buda, del gurú Nanak de los sijs o de Mahavira, el santo de los jainitas. Navidad era una de las quince o veinte fiestas religiosas de esa ciudad loca de Dios que era una macedonia de creencias" (p. 462).

Así es, en la Ciudad de la Alegría todo se ve dispuesto y ordenado por Dios. Hasari entrega su hija para casarse, y esta lo acepta, educada en la sumisión. "Amrita había sido adiestrada desde su más tierna edad a renunciar a sus aficiones y a sus juegos para servir a sus padres y a sus hermanos, lo cual había hecho siempre con una sonrisa... Hasari dirá un día a Lambert: "Mi hija no me pertenece. Sólo me ha sido prestada por Dios hasta su boda. Pertenece al hombre que será su marido" (p. 408).

El narrador, al igual que Lambert, va entrando y aceptando el mundo de las costumbres religiosas del slum, hasta el punto que llega a justificarlo todo. "La costumbre india exige que una muchacha se case en general mucho antes de la pubertad, y de ahí esas bodas de niños que parecen tan bárbaras a los occidentales insuficientemente informados. Porque solo se trata de un rito. La verdadera boda se celebra más tarde, sólo después de las primeras reglas" (p.408). Lambert no sólo es consiente esta costumbre, sino que llega a hacer de alcahuete de un leproso para que pueda comprar a su esposa y participa como padrino de boda. "El francés vivía una fantástica lección de esperanza, maravillado de que tanta vida y tanta alegría pudieran surgir de una abyección semejante" (p. 280).

La religión, pues, cumple con su poder anestésico, balsámico, catártico. Proporciona consuelo en la miseria, esperanza en la desolación, alegría en la degradación, dignidad en la abyección. Es la tabla de salvación de los náufragos, el salvavidas de los despojados y los desheredados. Este poder de la religión como instrumento de cohesión y calma individual y social en medio del caos y la injusticia es al que Lambert, el narrador del libro y el propio Lapierre van agarrándose a lo largo de la narración parar sobrevivir a tanta desgracia.

Pero la religión tiene su cruz, y esas dudas también aparecen de vez en cuando a lo largo del libro. Es motivo de parálisis social, de inactividad ante la injusticia, de inacción y distracción ante la tragedia. En el libro queda bien claro su función de opio de los desfavorecidos, de ilusión de los desamparados. Es un instrumento de perpetuación de tradiciones inhumanas y de mantenimiento de las castas, de la sumisión de la mujer y conformismo con el sistema. Sacia el hambre de irrealidad y esperanza del ser humano, y por ello es necesaria en lugares como el que slum, pues la realidad no deja otra salida. ¿O sí la hay, pero la religión pone un velo e impide verla? Es una pena que el libro no apunte más en la dirección señalada por el obispo brasileño Helder Camera, que también aparece en el libro: "Nuestros actos de ayuda hacen a los hombres aún más necesitados excepto si van acompañados de actos destinados a extirpar la raíz de la pobreza" (p.58)

_____________________________________

(1) En el documental de la BBC sobre la madre Teresa (Hell's Angel) podemos ver el cartel que preside la sala donde están los moribundos: " I am on my way to Heaven". En esta documental se insiste que por encima de la rigurosidad en las condiciones sanitarias o el uso de paliativos está el amor de Dios y la aceptación del sufrimiento como puerta hacia el cielo.


Qué fue de la Ciudad de la Alegría (EL PERIÓDICO)

Un homenaje a la Ciudad de la Alegría (EL PAÍS)

La Ciudad de la Alegría de Calcuta no pierde la sonrisa (LA VANGUARDIA)

Enlace a la película de Roland Joffé

Enlace al documental Calcuta de Louis Malle