viernes, 17 de enero de 2020

El Ángel Exterminador



Buñuel, Luis. 1962. El Ángel Exterminador

La película de Buñuel ha sido normalmente entendida como una crítica a la sociedad burguesa y a una clase social esclava de sus prejuicios, tradiciones e hipocresía, un mundo claustrofóbico del que no se puede salir aunque se quiera. Sin duda, esa es la primera lectura de la singular obra de Buñuel, creada un año más tarde que El Año Pasado en Marienbad y de la que probablemente hereda parte de su estética y argumento, por tratarse de una situación surrealista que crea un bucle en el tiempo y el espacio del que es imposible salir. 

En esta ocasión, el análisis nos lleva más allá de la crítica a una clase social determinada para ver la película como una metáfora sobre la imposibilidad de huir de la realidad en general. De la misma manera que se habla del techo de cristal como la barrera invisible que impide a las mujeres escapar de la realidad que las atrapa, esa misma pared invisible puede aplicarse a los dos sexos y a todas las clases sociales, tribus, nacionalidades o culturas. Nacemos dentro de unos parámetros que crean muros invisibles a nuestro alrededor, de forma que vivimos dentro de unas burbujas que nos dan sensación de transparencia por nos ser opacas, pero que limitan nuestra libertad de movimiento y pensamiento. La realidad en la que vivimos es como el agua para el pez: éste cree que el agua es la única realidad posible y la mayor parte del tiempo se cree libre hasta que un día descubre que está imposibilitado para salir de ese medio. 

El Ángel Exterminador no es otro, en este caso, que el emisario de la Realidad, que anuncia lo inevitable del destino (la calle donde ocurre todo se llama Providencia y ese iba a ser el título original de la película) y la imposibilidad de escapar a lo que ya es, a lo que ya está sucediendo. Cuando las personas creen que pueden escapar de su condena para vivir el presente tal y como es y no de otra manera, como ocurre al final de la película, van a otro lugar, una iglesia por ejemplo, donde le prometen una vida diferente pero donde vuelve a ocurrir exactamente lo mismo. Han sido víctimas de una ilusión pasajera que les ha dado la idea de que puede escapar de lo que está escrito. Fuera, en las calles, una manifestación de personas protestan queriendo romper las cadenas que las oprimen y son reprimidas por la policía. Quizás consigan escapar de sus destinos durante un tiempo, pero volverán a entrar en el bucle de la realidad, que vuelve sin remedio, sin escapatoria, ante la cual no queda más remedio que rendirse. La rebeldía ante la misma solo conduce a la violencia y el deterioro de la convivencia, como muestran otras novelas y películas en las que un grupo de personas se encuentran atrapadas en una realidad de la que no pueden escapar, como La Peste (Camus), Ensayo sobre la Ceguera (Saramago), El Señor de las Moscas (Golding) o Náufragos (Hitchcock). 






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