Resnais, Alain. 1961. L'Anne Dernière a Marienbad.
He revisado esta película tras leer La Invención de Morel, porque se dice que está emparentada con ella. De entrada, hay una diferencia fundamental: la novela de Bioy Casares pertenece al género de la ciencia ficción y tiene una trama perfectamente explicada y desarrollada en una narración lineal donde cada detalle es minuciosamente analizado. En cambio, en El Año Pasado en Marienbad asistimos a la filmación de una especie de sueño o estado onírico en el que todas las interpretaciones quedan abiertas, de la misma forma que los sueños pueden ser interpretados. Su punto en común, es cierto, es que ambas obras están habitadas por fantasmas que parecen vivir en un bucle de tiempo que se repite indefinidamente y en un espacio acotado del que parecen no poder salir, esclavos de una eternidad impuesta.
En La Invención de Morel esa situación repetitiva está producida por un artificio tecnológico y conocemos la forma en que se genera y se reproduce indefinidamente, sirviendo como reflexión acerca del doble y la realidad virtual generados por la fascinación de la imagen. Sin embargo, en ningún momento hay ciencia ficción ni explicación ni artificio alguno en Marienbad. Marienbad es el intento de recreación de nuestros estados de ánimo, de los enrevesados laberintos de la memoria, de la confusión entre ilusión y realidad, de la represión de nuestros anhelos y pasiones, de las vías de escape de la mente a nuestros miedos y temores. Se trata de cine psicológico en estado puro, un intento de captar el estado de ensoñación. Por todo ello, la película de Resnais está más cerca de Portrait of Jennie de William Diertele o del surrealismo en general.
¿Cuántas veces hemos tenido un sueño recurrente que se repite de forma obsesiva, sin saber de qué forma salir de él? Eso es Marienbad. Estamos atrapados en un lugar extraño, habitado por fantasmas, y nosotros somos otros fantasmas más. No sabemos si lo que ocurre en el sueño es presente, pasado o futuro, porque ya lo hemos vivido en otras ocasiones con pequeñas diferencias. No estamos seguro de si la memoria nos traiciona, si los demás son los que nos mienten, si somos nosotros los que nos mentimos a nosotros mismos por miedo a reconocer la realidad, por el horror que supondría tener que admitir lo que nunca querríamos que hubiera ocurrido.
Ese estado onírico angustiante puede estar cercano a la esquizofrenia o la locura, pues podemos llegar a sentir la claustrofobia de un laberinto del que no sabemos como salir, un laberinto que nos obsesiona porque desconocemos si lo que ocurre allí dentro es realidad o es pura fantasía. Ese estado es el que refleja de forma magistral la película, y es el tipo de literatura y de cine que se proponían hacer Alain Resnais y Alain Robbe-Grillet con el movimiento literario denominado noveau roman, en el que la cronología convencional se rompe y la secuencia narrativa responde más a estados psicológicos y experiencias emocionales que a una trama con una continuación lógica.
Las imágenes de las personas se quedan detenidas como congeladas en el tiempo, la pareja de protagonistas son comparados con una estatua de mármol, el hotel donde se alojan tiene un estilo barroco sobrecargado y sobrecogedor que nos abruma, el jardín con su laberinto rectilíneo parece indicar una imposibilidad de salida. Los gestos de los personajes son lentos e hieráticos, como detenidos en el tiempo. Todo contribuye a una apariencia fantasmal similar a la de los sueños, una representación perfecta de la confusión entre la realidad y la ilusión.
Enlace a la película
Reportaje en Días de Cine
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