miércoles, 11 de diciembre de 2019

¿Enferman las Mariposas del Alma?


Mora, F. 2004. ¿Enferman las Mariposas del Alma? Cerebro, Locura y Diversidad Humana. Alianza Editorial.

Las mariposas a las que se refiere el título son "el vergel de la sustancia gris, células de formas delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si esclarecerá algún día el secreto de la vida mental", según una cita de Ramón y Cajal. El libro se adentra en los misterios del cerebro y sus enfermedades; la esquizofrenia, la depresión, la epilepsia, el Alzheimer y sus conexiones con la genética, la inteligencia animal, los sueños, el arte, la genialidad, la religión y el misticismo. Es uno de esos libros que mezclan ciencia y humanismo siguiendo la mejor tradición de Oliver Sacks.

Una de las principales ideas mantenidas en el libro es que los genes no nos determinan, sino que somos un producto de la interacción de nuestros genes y nuestro medio ambiente: "El ser humano nace con un proyecto indeterminado, abierto, como si fuera un libro que está por escribir. En ese libro, es cierto, venimos con las páginas programadas y aun algunas arrugadas (los genes y sus mutaciones), pero hay que escribir en él para que suceda el devenir de cada ser humano)" (p.16). Es la concepción del ser humano de la epigenética, frente a otras visiones más deterministas como la de Eagleman en su libro Incognito. Mora, curiosamente, no utiliza la palabra epigenética en su libro, pero sí enfatiza esta idea uniendo a la palabra genoma la palabra "ambioma" para referirse a los elementos ambientales que se unen a los genéticos para definirnos como humanos.

Precisamente por creer en la posibilidad de actuar y moldear nuestros genes, queremos "desempeñar el papel de Epimeteo al abrir la caja de Pandora" (p.22), pues nuestro cerebro es la definitiva caja de Pandora, donde habitan todos nuestras ilusiones y todos nuestro temores. Intentar averiguar los secretos de la mente y sus fantasmas es una aventura que necesariamente lleva a la compasión por el ser humano, sus grandezas y sus miserias, sus esperanzas y su horrores. Mora cita El Idiota de Dostoievski para recordar que la compasión constituía "la ley principal, quizá la única, de toda la existencia humana que podía dar sentido a la vida" (p. 18).

El cerebro es nuestro libro sagrado, el único libro verdaderamente sagrado, "una antorcha encendida que el hombre ha paseado sobre sus hombros a lo largo y ancho de nuestro mundo, no curiosamente iluminando trozos de "realidad" o proporcionando "conocimiento abstracto y objetivo", sino detectando y discriminando estímulos del entorno con el único propósito de seguir vivo" (p.22). Nuestro cerebro es el instrumento que utilizamos para aprehender la realidad, y es un instrumento imperfecto. Mora utiliza otras dos citas de clásicos para introducirnos en las enfermedades e imperfecciones del cerebro. Según Hipócrates, "a través del cerebro pensamos, soñamos, sentimos... estamos locos, delirantes o presa de aprensiones y temores en mitad de la noche o cuando amanece" (p.35). El mismo instrumento que nos acerca a la realidad nos lleva al delirio, pues esa realidad es un misterio al que solo podemos aproximarnos cuando se admite que estamos enajenados de ella: "Es preciso que el hombre conozca que está separado de la realidad y que conocer de verdad qué es cada cosa es un enigma" (Demócrito, p.35).

Una buena parte del libro está dedicada a la esquizofrenia, la locura por excelencia, una enfermedad propiamente humana por estar intrínsecamente relacionada con las redes sociales complejas, la inteligencia y el lenguaje, sobre todo con este último. Curiosamente, lo que nos hace humanos es a la vez lo que nos vuelve locos. Una ventana a esa locura a la que todos podemos asomarnos es el mundo de los sueños, "una ventana a través de la cual se puede intuir algo de lo que sucede en el cerebro cuando irrumpe la enfermedad mental" (p.55). El sueño y las psicosis están íntimamente conectadas, por basarse ambas en la falta de control consciente del sujeto: "las psicosis y sus síntomas son producidos como los ensueños, por el desequilibrio en la coordinación de diferentes áreas del cerebro distantes entre sí" (p.61).

La esquizofrenia es, básicamente, "una interpretación errónea de la realidad" (p. 70). De ahí el miedo íntimo que todos sentimos ante esta enfermedad, porque, ¿quién no interpreta erróneamente la realidad? Por supuesto, la esquizofrenia va más allá del simple error, e incluye pensamientos aberrantes, alucinaciones, voces extrañas y retraimiento social, provocados por una multitud de factores de índole genético y ambiental. Cuando las conexiones del cerebro que coordinan las áreas más racionales con las más emotivas sufren desarreglos, nuestra visión de la realidad se ve alterada y se producen conductas airadas y violentas. Esto, que también ocurre en las personas que llamamos "normales", pero llevado al extremo, es lo que ocurre en la mente de sociópatas y psicópatas.

Las enfermedades de la mente se han intentado curar de las maneras más inverosímiles, como utilizando la electricidad de pez torpedo, extrayendo "la piedra de la locura" (el cuadro del Bosco figura en la portada del libro), a base de electroshocks, con operaciones invasivas como la lobotomía o actualmente con todo tipo de fármacos, de los cuales nuestra sociedad actual es una consumidora compulsiva.

Mora también se adentra en las relaciones entre genio y locura, mencionando los casos de personas geniales como Demócrito o Sócrates, de los cuales hay bastantes indicios de que padecían trastornos mentales. De la misma forma, también son muy interesantes las conexiones entre arte, literatura, locura y depresión, analizándose los casos de Van Gogh, Goya, Gaudí, Lord Byron, Hemingway o Nietzsche. Estos artistas y escritores "han hecho una llamada profunda a lo más íntimo de nosotros mismos. Precisamente esa es nuestra "humanidad" y lo que nos proporciona un cerebro enfermo son atisbos desconocidos de ella. Este cerebro "enfermo" nos abre las puertas de un conocimiento o de una apreciación estética "nueva" que no podría abrir por sí mismo ningún otro ser humano "normal" (pp.166-7). Las relaciones de lo onírico con el arte y con la locura son evidentes, pues las tres son ventanas que nos muestran una realidad diferente a la que percibimos normalmente.

La locura puede ser liberadora, en concreto aquella de la que habla Erasmo en su libro cuando menciona la parte positiva de ilusionarse, alejarse del mundo, cambiarlo con la imaginación, soñar con utopías y paraísos, perderse en las ensoñaciones del arte, lo irreal y lo sublime. La religión también participa de esta forma de locura. Las relaciones entre la epilepsia y los trances místicos está bien documentada. citándose los casos de Dostoievski, Juana de Arco o Santa Teresa de Ávila. La experiencia de lo divino en el cerebro humano fue ya estudiada por William James en su clásico La Variedad de la Experiencia Religiosa.

Todas estas conexiones de la locura con visionarios, artistas y pensadores nos hace pensar sobre el valor de algo que en principio solo es considerado negativo. En cambio, "lo paradójico es que son estos "locos" y estos "herejes" los que han hecho avanzar las sociedades humanas y con ello impedido su anquilosamiento y su desaparición" (p. 197). ¿No son muchas veces las personas adelantadas a su tiempo tomadas por locos? Se dice que el sabio es el que ve la realidad tal cual es, y se adapta a ella, aceptándola. En cambio, el loco, por verlo todo desde otro punto de vista, distorsiona la realidad y pretende adaptarla a su visión particular. ¿Dónde reside el genio, en el sabio o en el loco? Mora incluye la siguiente cita de Bernard Shaw: "...el hombre razonable se adapta al mundo, el que no lo es persiste y trata de adaptar el mundo a sí mismo. Por tanto, el progreso depende del hombre poco razonable" (p.197). Es la misma idea del Principio Esperanza, de Bloch, según el cual el mundo se mueve por la obstinación esperanzada, loca y utópica de los soñadores.

Finalmente, Mora nos hace ver la imprecisa línea que separa cordura de locura, lucidez de delirio. Todos nos novemos en esa cuerda floja y tenemos atisbos del vértigo que da el fino precipicio que separa la ilusión de la realidad. El autor termina preguntándose con su admirado Demócrito (1) si acaso no estamos todos locos: "¿Serán todos nuestros anhelos, nuestras luchas, nuestras ilusiones y sentimientos de continuidad al fin y a la postre, un acto colectivo de locura?" (p. 204)


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(1) Esta admiración nació a raíz de la lectura de la novela Átomo de Schenzinger, por los diálogos entre Demócrito y Leucipo que aparecen en ella.


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