miércoles, 21 de noviembre de 2018

Ébano




Kapuściński, Ryszard. 2004. Ébano. ABC, S.L.
 
Título original: Heban (1998)

En su libro Habitaciones de Soledad y Miedo, Vicente Romero menciona la sensación de impotencia de Kapuscinski para contar la realidad: "este mundo cambia tan deprisa, de forma tan radical y violenta, que no puedo escribir ningún libro ni dar ninguna explicación convincente" (p.9). Desde que leí el libro de Romero quería leer algo de Kapuscinski.  Este año se ha estrenado una película basada en un libro suyo, Un Día Más con Vida. Todo esto me ha llevado a Ébano, el mejor libro que he leído sobre Africa hasta la fecha. Es un baño de realidad, que nos permite sumergirnos en la luz, los olores y sobre todo la gente de este continente. El reportero viaja al corazón de África y menciona como un momento especial de su periplo aquel en el que halló la casa que habitó Heinrich Barth en Tombuctú,"uno de los más grandes viajeros del mundo" (p.278).

Al leer The Sheltering Sky ya vimos la dificultad de llegar un poco más abajo de la superficie de la realidad de otro país y de otra cultura cuando uno se aproxima a ella como viajero. Este libro consigue hacernos llegar un poco mas allá, pues el autor realmente se sumerge en la realidad, sin engañarse con respecto a sus limitaciones: "el hombre blanco aparece como un cuerpo extraño, estrafalario e incongruente... el miedo no le abandona" (p. 13). Kapuscinski no quiere presumir de haber estado en África sin haber vivido en "una ciudad africana, en una calle africana y en una casa africana" (p.111), no en un hotel de lujo o un barrio "burbuja".

De esta forma, el periodista polaco llega no sólo al corazón de África, sino al de los africanos. Dice que el africano cree en tres mundos: el que le rodea (la realidad visible), el de los antepasados, y el de los espíritus, y al frente de los tres, el Ser Supremo, Dios. Todo está plagado de supersticiones, talismanes, magia, brujería y conjuros. La religión y la creencia en la existencia de una realidad paralela es una de las claves para entender Africa.

La otra clave para entender el continente está en los daños tan profundos causados por la esclavitud y la despiadada colonización: "siglos de desprecio, humillación y sufrimiento han creado en ellos un complejo de inferioridad y un sentimiento de daño moral jamás reparado que anida en lo profundo de sus corazones" (p.33).

Despues del horror de la colonización, vino la descolonización, la tercera clave de la realidad africana, para terminar de rematarla. Kapuscinski  es testigo directo del proceso de descolonización e independencia de los países africanos, durante el cual la nueva oligarquía se instala sobre la injusta estructura de la burocracia colonial, sin hacerla desaparecer, sino simplemente ocupando su puesto. Las antiguas rencillas interétnicas resucitan generando sangrientas guerras civiles, cruentos golpes de estado y genocidios infames. Kapunscinski pasa revista a Idi Amin el "bayaye", Mengistu, Habyarimana, Akintola, Tubman, Samuel Doe y todos los warlords que convierten Africa en un campo de batalla y saqueo continuo.

La cuarta clave es el entorno natural: la malaria, los mosquitos, el calor inhumano, la inaccesibilidad geográfica, las sequías, la imposibilidad de luchar contra un clima cruel y atroz que conduce al fatalismo y la resignación, la decepción y el pesimismo: "un cierto aturdimiento, un entumecimiento interior que llega incluso a resultar salvador: sin ellos, el hombre no podría sobrevivir; la parte biológica, animal, de su naturaleza devoraría todo lo humano que aun conserva" (p. 115). "Se vive al día, al momento, cada día es un obstáculo difícil de superar, la imaginación no sobrepasa las veinticuatro horas, no se hacen planes ni se acarician sueños" (p.115). "En este continente la naturaleza cobra formas tan monstruosas y agresivas, se pone máscaras tan vengativas y terroríficas, coloca tales trampas y emboscadas, que el hombre, permanentemente asustado y atemorizado, vive sin saber jamás lo que le traerá el mañana... Todo -- y durante todo el tiempo --  es guerra, combate, lucha a muerte...El africano es un hombre que desde que nace hasta que muere permanece en el frente, luchando contra la --excepcionalmente malévola-- naturaleza de su continente, y ya el mero hecho de que esté con vida y sepa conservarla constituye su mayor victoria" (p.305)

Por eso el somalí Hamed contempla esta naturaleza con un cierto orgullo: "La naturaleza es ese algo a lo que no hay que oponerse, ni intentar mejorarla, ni hacer nada con vistas a independizarnos de ella. La naturaleza nos es dada por Dios y por lo tanto es perfecta. La sequía, el calor, los pozos vacíos y la muerte en el camino también son perfectos. Sin ellos, el hombre no sentiría el goce auténtico de la lluvia, el sabor divino del agua y la dulzura vivificante de la leche. El animal no sabría disfrutar de la hierba jugosa ni embriagarse con el olor de un prado. El hombre no sabría que es eso de ponerse bajo un chorro de agua fresca y cristalina. Ni siquiera se le ocurriría pensar que esto, significa , simplemente, estar en el cielo" (p.205). Kapunscinski menciona como metáfora de todo esto al escarabajo que los tuaregs llaman ngubi, que atormentado por la sed, sube como Sísifo a lo alto de la duna una y otra vez con un objetivo: sudar para poder tener así una gota de líquido que beber.

Reseña (EL CULTURAL)

Reseña (LETRAS LIBRES)

Reseña (EL PAIS)

El enviado de Dios y su cámara

El periodista polaco que escribió uno de los mejores libros sobre África

 ¿Nos dijo Kapuściçnski toda la verdad? 

Con Herodoto en la guerra  

Tapping out tales

A complicated figure (THE ECONOMIST)



domingo, 18 de noviembre de 2018

El Silencio de Otros


Carracedo, Almudena y  Bahar, Roberto. 2018. El Silencio de Otros.

Esta película documental es el contrapunto al libro Elogio del Olvido de David Rieff. La Ley de Amnistía española de 1977 supuso la puesta en práctica de los argumentos aducidos por David Rieff en su libro. En aquella  ley se decretó que era necesario olvidar y pasar página en aras de la paz y la concordia.

El objetivo puede ser loable, pero... ¿es sano intentar ocultar la verdad y la realidad? ¿Es bueno cerrar los ojos de los jóvenes a una realidad que ocurrió y sigue viva? ¿Es justo?

Este excelente documental nos enfrenta a las heridas abiertas de una realidad que, lejos de pertenecer al pasado, está totalmente presente en el sufrimiento de muchas personas víctimas de las atrocidades cometidas durante y después de nuestra guerra civil.


Reseña (CINEMANIA)

Reseña (EL PAIS)

Reseña (CINEUROPA)

Reseña (PÚBLICO)

Review (SCREENDAILY

Review (THE HOLLYWOOD REPORTER) 


viernes, 16 de noviembre de 2018

Enlightenment Now


Pinker, S. 2018. Enlightenment Now. Viking

(En Defensa de la Ilustración. Paidós)

Pinker continúa en la línea de The Better Angels of Our Nature, defendiendo el progreso que las ideas de la Ilustración, la ciencia, el libre mercado y las democracias liberales han traído al mundo. Ya hemos leido otros libros que ponen el foco justo en lo contrario, como Age of Anger, El Coraje de la Desesperanza, El Estilo del Mundo, La Destruction du Réel, o los libros de Harari Sapiens y Homo Deus, que nos advierten de los peligros a los que nos conduce una época en la que la unión de capitalismo, tecnología y ciencia pueden estar llevando a la humanidad a un callejón sin salida.

Pinker defiende a capa y espada la dirección que ha tomado la Historia y nos intenta convencer de la miopía de una visión negativa y catastrofista, que consigue negar la realidad porque no nos permite ver más allá de nuestras narices. Pinker nos invita a cambiar de lente e ir del teleobjetivo al gran angular. ¿Por qué nos obstinamos en ver la parte negativa de nuestra civilización? ¿Por qué tantos intelectuales y analistas, como los arriba mencionados ponen todo el énfasis en lo que va mal en nuestro mundo y no en lo que hemos avanzado? Esta distorsión de la realidad es lo que Pinker llama "progressophobia", analizada en el capítulo 4.

La principal razón que esgrime Pinker se basa en el sesgo cognitivo denominado "Availability heuristic" ("heurística de la disponibilidad"), acuñado por Amos Tversky y Daniel Kahneman: "people estimate the probability of an event or the frequency of a kind of thing by the ease with which instances come to mind" (p.41)(1) . Las noticias nos bombardean con acontecimientos negativos, porque lo positivo no es noticia. Esta profusión de negatividad termina distorsionando nuestra visión de la realidad, y sólo tenemos un medio para intentar ser más objetivos: contar, cuantificar, medir, usar las estadísticas: "Seeing how journalistic habits and cognitive biases bring out the worst in each other, how can we soundly appraise the state of the world? The answer is to count" (p.42) (2)

Y a ello se dedica Pinker durante toda la segunda parte del libro. Ofrece más de 70 gráficos para demostrar que hay razones fundadas para ver la realidad de otra manera, para concluir que el progreso existe, que vamos a mejor, que llevamos la dirección adecuada siempre que nos dejemos guiar por la razón, la ciencia y el humanismo, y nos alejemos de utopías, supersticiones, creencias infundadas, fundamentalismos religiosos o políticos, extremismos o filosofías que promuevan el autoritarismo, el nacionalismo, el populismo, el pensamiento reaccionario o el fascismo. En este caso, Pinker elige como principal filósofo opuesto al humanismo y del que derivan todas las tendencias negativas mencionadas, a Friedrich Nietzsche y a toda su cohorte de fans: W.H. Auden, Albert Camus, André Gide, D.H. Lawrence, Jack London, Thomas Mann, Yukio Mishima, Eugene O'Neill, William Butler Yeats, Wyndham Lewis, George Bernard Shaw, Ayn Ryand, Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre, Jacques Derrida o Michel Foucault (3). Todas estas ideas relacionadas con el existencialismo, el postestructuralismo, el deconstruccionismo o el postmodernismo son las bases en las que se asientan dictadores como Mussolini, Stalin, Mao, Khomeini o Castro, y han derivado en teorías reaccionarias que sustentan los teoconservadores y populistas como Donald Trump (p.443-449).

Pinker termina con las siguiente convicción: "life is better than death, health is better than sickness, abundance is better than want, freedom is better than coercion, happiness is better than suffering, and knowledge is better than superstition and ignorance" (453).  Podremos estar a favor o en contra de muchas de las conclusiones o ideas vertidas en el libro, pero es difícil estar en contra de estas últimas palabras.

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(1) Para este y otros sesgos cognitivos, ver:   http://jesusgonzalezfonseca.blogspot.com/2013/01/heuristicos-y-sesgos-cognitivos-los.html?m=1

(2) Uno de los autores más citados en el libro es Hans Rosling y su fundación Gapminder, cuyo objetivo es promover una visión del mundo basada en hechos, datos y estadísticas, y no en prejuicios, ideas preconcebidas o estereotipos.

(3) En este sentido, puede ser muy interesante leer El Ocaso del Optimismo, de Ricardo Hurtado Simó, que analiza la forma en la que el terremoto de Lisboa de 1775 hizo tambalearse la fe en la razón y el progreso que trajo consigo la Ilustración.)


Review (THE GUARDIAN)

Review (NEW YORK TIMES)

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Reseña (EL PAIS)

Reseña (REVISTA DE LIBROS)

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Reseña (LETRAS LIBRES)

Entrevista (EL MUNDO)

Entrevista (PERFIL)

Entrevista (EL CONFIDENCIAL)


martes, 13 de noviembre de 2018

Obabakoak


Atxaga, B. 2004. Obabakoak. Ediciones B, S.A.

En el mundo de Obaba se funden ficción y realidad, de forma que es imposible saber dónde acaba una y empieza otra. Cuando uno de sus personajes intenta averiguar qué misterio se esconde detrás de una vieja fotografía de colegio, en vez de conseguir aclarar nada, se zambulle por completo en un mundo diferente, donde la locura no se diferencia de la cordura. Los intentos por atrapar la realidad se escapan de las manos; la realidad es inasible, incomprensible, porque no es otra cosa que la ficción y las historias que están dentro de nuestras cabezas.

Tiene el libro constantes resonancias de Borges, y de Manuel Rivas, otro escritor "localista" o de la "periferia". Hay un personaje en el libro, Klaus Hanhn, que mantiene una constante conversación con un muerto en sus pensamientos, de la misma forma que lo hace el guardia Herbal en el libro de Rivas. El escritor gallego, en su libro El Lápiz del Carpintero nos introducía a través de uno de sus personajes en la "segunda realidad", la misma de la que también habla Paul Watzlawick en su libro. Esta segunda realidad es la que construimos permanentemente en el interior de nuestros cerebros para suplir toda la información que nos falta para poder entender el mundo, pues la primera realidad se nos hace inabarcable, incomprensible, insoportable.

En la primera historia, Esteban Werfell, un padre inventa una persona y un mundo para conducir el camino de su hijo hacia el lugar que considera correcto. Una actitud muy común en los padres: mentir para proteger, para evitar el dolor, para reconducir. Creamos una segunda realidad aprovechando la inocencia y credulidad de los niños, con un objetivo lícito desde nuestro punto de vista, como ya vimos al analizar los cuentos de hadas con la ayuda del libro de Bruno Bettelheim. Obabakoak está lleno de cuentos de hadas, de leyendas populares, de historias procedentes de la traición oral: esa tradición oral que inventa personajes siniestros para asustar a los niños, como el Sacamantecas, para que no se adentren en lo desconocido, para que el miedo les impida ir dónde no deben. Historias pobladas de fantasmas, de animales peligrosos, de seres mitad hombre y mitad animal, que pueblan la imaginación de la infancia y continúan hasta la edad adulta, pues necesitamos esa ficción para suplir los huecos, los miles de huecos que nuestra razón no sabe rellenar por sí sola cuando intenta descifrar la naturaleza y el significado de las cosas.

Los mundos que habitamos se cierran en sí mismos y tienen fronteras difíciles de sobrepasar, tanto para salir de ellos como para intentar entrar. Son mundos construidos comunitariamente, que crean mitos, leyendas, y una explicación de la realidad en la cual nos acostumbramos a vivir de forma que creemos que esa es la realidad en sí. Ese mundo cerrado, el mundo de Obaba, es precisamente de donde el padre de Esteban Werfell quiere sacar a su hijo, y necesita de la mentira para hacerlo. Ese mismo mundo es el que intenta comprender por medio de la razón el narrador de "En busca de la última palabra", pero termina atrapado por él como en una tela de araña.

En el fondo todos actuamos como Onofre, el vecino del pueblo de Villamediana:

"Comprendí, después de un tiempo, cuál era el procedimiento que Onofre utilizaba para enfrentarse a la realidad. Me pareció que, en primer lugar, inventaba una mentira, y que luego, creyéndosela, empezaba a predicarla hasta conseguir su, por así decirlo, refrendo social..  todos nos encontramos, alguna vez en nuestra vida, en la necesidad de liberarnos de alguna verdad dolorosa, y que entonces solemos recurrir a lo que sea, en especial a las mentiras. Porque la verdad nunca debe estar por encima del sufrimiento" (p.180-81)

Pero hay veces en las que no es posible escapar de la realidad, como le ocurre al enano Tassis, que se siente como un pequeño monstruo al que casi hacen dudar de su naturaleza humana:

"Comprendí también que tenía que ser terrible despertarse y después de un sueño quizás alegre, comprobar que la deformidad seguía allí; que no debía de haber, para los que sufren, un momento más duro que el del amanecer" (p.213).

Julián, un jubilado de Villamediana le dice al narrador que le explique lo que ve, señalándole hacia la llanura que tienen delante, y le explica que nunca podrá ver lo que ve él:

"Ya sé que usted es más listo que un conejo, pero apostaría lo que fuera a que no ve desde aquí tantas cosas como yo... porque usted ve lo que hay. En cambio, yo veo lo que hay y lo que no hay... ¿Qué ve usted ahí? Pues un simple camino y nada más. Yo, en cambio, veo un camino que conduce a Encomienda. quiero decir que eso es lo que pienso, y que al pensarlo veo ese lugar al que llaman Encomienda, y que en mi mente surge la vieja casona que hay allí y la fuente." (p. 193-194).

Somos incapaces de ver la realidad desnuda, tal cual. Al momento de entrar por nuestros ojos la adornamos, la embellecemos, la coloreamos o la transformamos, según nuestra necesidad, nuestros recuerdos, nuestras memorias, nuestros miedos o nuestras esperanzas. Así, Hans Mencher, en otra historia, es un pintor que no pinta lo que ve, sino que lo hace "siguiendo los dictados de su imaginación... el pintor parecía incapaz de ver lo que tenía delante. Y si miraba hacia la calle Vertrieb, ésta no aparecía en el lienzo; aparecía una plaza griega o cualquier otro paisaje exótico... " (p.335). Cuando se le preguntaba por su pintura, respondía "como si realmente estuviera en campo mediterráneo o en una ciudad griega, realmente, de alma y cuerpo, hablando incluso en una suerte de italiano o griego...nadie pensara en las consecuencias que podrían sobrevenir de aquel desapego a la realidad... Las consecuencias: su trágica muerte aquella mañana de julio" (p.336)

Cuando la desconexión de la realidad es absoluta, en vez de protegernos, puede terminar destruyéndonos. Así le ocurre a Hans Mencher y así le ocurre al personaje de Stephan Zweig, Mendel el de los libros. Nos mantenemos en un difícil equilibrio, pues: los mismo mecanismos que utilizamos para aliviar el sufrimiento y sobrevivir pueden llevarnos a nuestra destrucción. Por otra parte, un exceso de cordura o de lucidez puede llevarnos directamente a la locura, como le ocurre al personaje principal, y termine colándosenos un lagarto por la oreja.


Reseña

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Sobre el libro y la película













viernes, 9 de noviembre de 2018

La Penúltima Bondad


Esquirol, J.M. 2018. La Penúltima Bondad. Acantilado

Josep María Esquirol denomina nuestra realidad como "la de las afueras". El paraíso, tanto el pasado como el futuro, no es más que una ilusión. Nunca fuimos expulsados de él, ni nunca llegaremos a él, puesto que nuestra condición es ésta, imperfecta, ajena a cualquier nostalgia de pasado perfecto o de utopía perfecta en el futuro.

"No sólo jamás ha existido ningún paraíso terrenal, ni va a existir, sino que el imaginario que trabaja en esa dirección acaba siempre por estrellarse y dar pie a lo contrario de lo que esperaba. Queriendo descubrir la plenitud, se produce lo inhóspito. Ni la perfección ni la plenitud son de este mundo. Por eso no hay ni edades de oro iniciales ni utopías que se realicen al final de la historia; ni paraísos perdidos ni avenidas de ciudades felices" (p.10)

Hemos de mirar a nuestra realidad con una mezcla de atención, ingenuidad y bondad. Para poder mirar con atención, necesitamos luz, pero no demasiada, pues puede deslumbrarnos. Hemos de acostumbrarnos a ver simplemente con claridad, amabilidad, sencillez y generosidad, aceptando el misterio y huyendo de la absoluta "transparencia", quizás "la enfermedad de nuestro tiempo" (p.14). La clave de la vida en "las afueras" reside sobre todo en la bondad: "sin la bondad, la oscuridad inundaría un mundo que pronto se precipitaría en el caos abismal" (p.22). Para llegar a ella, lo prioritario es aceptar nuestra condición: "Toda revolución empieza por comprender. Por comprendernos a nosotros mismos; por comprender nuestro mundo, nuestras afueras, nuestra condición" (p.24). Es necesario tomar conciencia de la misma, sentir la vida, "sentirse sintiendo" (p.24).

Los filósofos de referencia de Esquirol son, sobre todo, Martin Heidegger y Emmanuel Lévinas: "el primero cuando pide estar abierto al eco del ser, y el segundo , a la solicitud que viene del otro" (p.20), pero también Henri Bergson, Edmund Husserl, Maurice Merleau-Ponty, Gabriel Marcel, Jean Wahl o Michel Henry o José Ortega y Gasset: "Todo vivir es vivirse, sentirse vivir, saberse existiendo" (1)

La claridad para poder ver bien la realidad tiene que venir del corazón, no solo de los ojos. "Tal vez solo las personas con "buen corazón" son capaces de ver una parte del mundo. Y tampoco hay razón para hacer prevalecer la objetividad --las cosas que se dan delante--. a veces "vemos" mejor el rostro que la cara, es decir, la profundidad de lo humano que el color de los ojos" (p.34). Esta condición nos permite estar abiertos, sensibles y vulnerables. "Los hombres de corazón son los hombres sabios, y  la mejor memoria es la cordial, la del recuerdo, la que se lleva en el corazón" (p.39).

Esquirol hace una apología del deseo, siguiendo a Spinoza: el deseo como fuerza, como voluntad, como generador: "El deseo es deseo de amplificar la vida, de mimarla, de acrecentarla y de amarla... sin deseo, la vida se apaga. Deseo y vida se conjugan juntos. El deseo es la vida viviéndose" (p.58). Esquirol insiste en no confundir el deseo con ansia , agitación o impaciencia. Tal y como nos enseña el epicureísmo, se trata de saber discriminar lo que merece la pena de lo que no:

"Es propio de la vida humana no terminar nunca de coincidir (ni satisfacerse) con el presente. El deseo hace que el presente difiera de sí mismo. El quid de la cuestión consiste en no plantear una alternativa falsa. Si bien es cierto que el anhelo fundamental supone vigilia y tensión constantes, también lo es que se puede disfrutar ya en el presente de unn especie de "suavitas divina", de una bonanza íntima en las cosas más sencillas de la vida, y otras no tan sencillas" (p.68).

Esquirol dedica todo un capítulo a la expulsión del paraíso, que viene relacionada con el hecho de abrir los ojos: "Decir al hombre "no abras los ojos", "no seas lo que eres", es un mandato destinado a fracasar... ahora bien, una cosa es cierta: hay un problema inherente a tener los ojos abiertos. Ser capaz de conocer es una virtud y al mismo tiempo es difícil de asumir... La experiencia del conocimiento es de las más importantes y tiene algo de trágico...Edipo termina viendo demasiado y por eso se arranca los ojos" (p.120). Pero ya no hay vuelta atrás. Hay que seguir por el camino emprendido, y nuestra única salida es "ser todavía más conscientes, abrir los ojos más aún...intensificar la vigilia" (p.123).

Todo esto con respecto a nuestro pasado. Con respecto al futuro, el autor acude a Hegel y Kojêve para hablar del porvenir hipotético en el que se acabará la historia, pues llegaríamos a un paraíso en el que "los seres humanos se transformarían en mansas bestias que pasarían el tiempo entregándose al arte, al deporte y a hacer el amor"(p.77). Esto, que en principio puede parecer ideal, nos aleja de nuestra humanidad y nos retrotrae a nuestra animalidad, según Kojève, pues nos conduciría al tedio, "la mínima vitalidad, la mínima pasión, la mínima ilusión" (p.81): "Se disfruta menos de lo que se obtiene que de lo que se espera, y no se es feliz sino antes de ser feliz...Vivir sin pena no es estado del hombre; vivir así es estar muerto. Aquel que lo pudiera todo, sin ser Dios, sería una criatura miserable, porque estaría privado del gusto de desear" (2) (p.82)

De todo esto concluye Esquirol que no puede haber, por tanto, un estado perfecto o permanente de felicidad (p.91) Está en nuestra condición desear, anhelar, esperar, ilusionarse. Esquirol defiende la esperanza y la ilusión, por eso no es de extrañar que termine el ensayo utilizando el mismo verbo con el que termina Julián Marías su Breve Tratado de la Ilusión: desvivirse. "Paradójicamente, ser capaz de vida es desvivirse... Desvivirse no conduce a aumentar la vida sino a aumentarla. Desvivirse en la pasión del pensamiento y el amor. Ambas pasiones son placenteras y difusivas: anhela amparar y compartir vida" (p.184).

En cambio, Esquirol también afirma que la felicidad es posible, y que está al lado de la generosidad: "Feliz es literalmente el generoso. Felicidad y generosidad son momentos de la misma melodía" (p.95). Una generosidad que es infinita, que no puede ser completada ni acabada, sino que siempre necesita estar activa (de ahí la palabra "penúltima"). Para ello reivindica la figura de Francisco de Asís, "el poeta del hogar humilde y fraterno del llano, de la horizontalidad fraternal" (p.144). Ahí radica la sabiduría: ser consciente de nuestra condición humana, sentir, pensar, generar, dar, darse, amar: ahí está la clave. Personalmente prefiero estos verbos a esperar o desvivirse.

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(1) Ortega y Gasset, J.. 1958. "¿Qué es filosofía?". Revista de Occidente, p.228.
(2) Rousseau, J.J. 2007. Julia, o la nueva Eloísa. Akal

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Reseña (EL PAIS)  

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Entrevista (EL CULTURAL)

Entrevista en TV3 (catalán)





sábado, 3 de noviembre de 2018

La Destruction du Réel


Vergely, Bertrand. 2018. La Destruction du Réel. La Fin Programmé d l'Humain a-t-elle Commencé?Le Passeur.

Bertrand Vergely, filósofo y teólogo, analiza en este libro el problema del Hombre-Dios desde el punto de vista de un creyente. El libro tiene muchos puntos en común con Homo Deus, de Harari, o con La Herida de Spinoza, de Vicente Serrano, o con El Estilo del Mundo, de Vicente Verdú, que analizan el tema desde otras perspectivas, históricas, filosóficas o periodísticas. Todos coinciden en mostrar su preocupación ante el poder tan absoluto con el que se ha encontrado el hombre actual y sus dudas ante su capacidad para controlar tanto poder sin que se le escape de las manos.

Tras toda está preocupación está en el fondo el mito de Frankenstein y el mito de Prometeo. ¿Qué ocurre cuando el hombre se cree Dios e intenta dominar la realidad hasta tal punto que se erige en dueño y señor de la vida y de la muerte?

Bertrand Vergely comienza diciendo:

"On peut perdre le sens du réel....Il ya dans l'être humain un tyran qui someille. Spinoza le rappelle également. Ce tyrant entend être un empire dans un empire et tout décréter. Come le dit Oliver Rey, il entend povoir tout construire et faire ainsi advenir le triomphe de l´homme auto-construit" (p.11).

El hombre se crea a sí mismo desde cero. Ante una realidad que no acepta, y al verse con el poder suficiente como para transformarla, el hombre cea una nueva realidad a su antojo, no permitiendo que nada se interponga entre él y sus deseos.

En primer lugar, Vergely estudia el proceso de enfrentamiento del hombre actual a sus orígenes, a su nacimiento, a su biología. La primera parte del libro analiza la elección libre de sexo, el nuevo concepto de familia, los matrimonios entre homosexuales, la gestación subrogada. Para ello Vergely se remonta a Engels y su crítica de la familia como sustentadora principal del sistema capitalista; a Simone de Beauvoir y la consideración del género como algo cultural y no natural; a Françoise Héritier y su consideración de la infancia como una etapa capaz de adaptarse a todos los cambios que sea necesario, incluida la ausencia de progenitores; a Peter Sloterdijk y su estudio sobre la ruptura total con nuestro pasado y nuestros orígenes; a Michel Foucault y el nacimiento de la biopolítica; a Wilhem Reich y la revolución sexual que intenta disociar sexo de procreación; a Pierre Bourdieu y su estudio sobre la liberación del ser humano gracias a la desaparición de la esclavitud del género y la libertad total del individuo para crearse a sí mismo; a la invocación de Darwin cuando se asimila el concepto de evolución al de progreso sin límite; a René Girard y la desacralización, la desmitificación y el relativismo total. Tras repasar todos estos autores, Vergely concluye que tras todo este proceso se esconde "el arte de disolver la realidad con el fin de tomar el poder" ("l'art de dissoudre la réalité afin de prendre le pouvoir", p.91). El hombre postmoderno, con tal de justificar su poder absoluto, cambia su realidad histórica y biológica y crea una nueva.

La segunda parte del libro analiza el proceso de destrucción del concepto de ser humano. Tal y como Vergely la llama, la generación "Je le droit" está dispuesta a destruir cualquier "opresión" o barrera  moral, religiosa o política por conseguir sus derechos: el derecho a no morir y a aumentar su poder todo lo posible, todo lo que la ciencia y la técnica permita, según advierte Laurent Alexandre en su libro La Mort de la Mort, uno de los más citados a lo largo de toda la obra. Nos remontamos al Gran Inquisidor del libro de Dostoïevski Los Hermanos Karamazov, que prioriza lo pragmático sobre lo espiritual: es necesario controlar el poder para satisfacer las necesidades y deseos primarios. Siguiendo a La Mettrie, el hombre se considera una máquina, y por tanto hay que ocuparse de los vientres y no de la ilusoria libertad. Frente a la inteligencia profunda, toma la dirección la inteligencia reptiliana, depredadora, astuta (según la dicotomía de Bergson). De esta forma, todo se reduce a la manipulación de los datos para conseguir los efectos perseguidos. La inteligencia artificial toma las riendas. Ya desde Hobbes, la ciencia es la base de la política y empieza a gestarse el Estado-Máquina, un estado totalitario y todopoderoso cuyo fin es la dominación total y sin límite, justificando cualquier tipo de transgresión, como hace Pierre-André Taguieff con la clonación, liberándonos de los prejuicios de lo "sagrado". Nada es sagrado, toda barrera puede ser rota, nada está prohibido: una vez que un robot ha sido reconocido con estatus de ciudadano en Arabia Saudita, iremos siendo testigos de la desaparición de la escuela, de una parte de la medicina, y en definitiva de la sustitución de lo humano por la inteligencia artificial. Nos aseguran que la enfermedad y la muerte serán vencidas, y por fin el mito de Frankenstein se hará realidad, como ya preconizó Auguste Comte con el positivismo en el siglo XIX. El transhumanismo es el nuevo evangelio de los ingenieros de Google como Ray Kurzweil. Como dice Harari, la humanidad corre el riesgo de dividirse en dos partes: una pequeña casta de superhombres y una vasta casta de inútiles.

Por último, Vergely analiza la destrucción de la verdad: el proceso por el cual la imitación, el simulacro y lo virtual sustituyen a la realidad. Todo es posible, la vida es un sueño, la realidad es múltiple e intercambiable, todo es ilusión y simulacro, nada nos ata, nada es sólido. Nuestro mundo es un teatro, un cine, un universo de imágenes, puro espectáculo. "Notre desin est d'être des enfants et de jouer. On a lá la philosophie cachée des nouvelles technologies qui ne cessent de parler de rève, d'utopie, de jeu, sur fond d'in univers déréalisé propement fascinant comme peut l'ètre le monde de Walt Disney" (p. 217) (ver El Estilo del Mundo y Pinocho). Hemos llegado a las puertas de conseguir el fin último, según el utilitarismo de John Stuart Mill: la búsqueda del placer y la ausencia de dolor. No importa si para ello nos basamos en la mentira: hay razones de tipo humanitario, político y jurídico, siguiendo a Michel Onfray y Benjamin Constant: la verdad no puede ser un deber absoluto, hay otras cuestiones prioritarias. Vivimos en un flujo de información (siguiendo a Deleuze) y hemos de dejarnos llevar por el fluir de conexiones, sin estar atado ni apegado a nada, pues en la locura está la sabiduría: "Traditionnellement la philosophie invite a être détaché en étant sage. Deleuze propose d'ètre détaché em étant fou... On est sage, c'est-a-dire détaché, quand on sait jouer avec le plis du réel. Follement." (p.256).

Un mundo feliz.


Entrevista (L'EXPRESS)

Entrevista (RCF Radio) 

Entrevista (PHILITT)

Vamos a ser inmortales (LA VANGUARDIA)


jueves, 1 de noviembre de 2018

Birdman


Inárritu, A. 2014. Birdman o La Inesperada Virtud de la Ignorancia

Excelente reflexión sobre nuestra incapacidad para vivir la realidad tal cual es y disfrutar de las personas que nos rodean, anteponiendo nuestro ego y nuestras fantasías acerca de nuestro pasado o nuestro futuro frente al presente desnudo. Riggan es un actor venido a menos atrapado entre su pasado como estrella de película de super héroes y el futuro que le gustaría tener como actor de teatro serio y consagrado en Broadway. Mientras tanto, su familia, sus amigos, su vida real, se le escapa de las manos y se descompone lentamente. El encargado de llevar a cabo lentamente esa descomposición, su torturador permanente, su incesante acosador, es esa voz interior, el fantasma de Birdman, que no le deja descansar ni reposar en la realidad, reclamando su atención minuto a minuto como si de un canto de sirena se tratase.

Reproduzco varios párrafos de la reseña de Luis martínez en El Mundo, por ser muy relevantes para la temática de la que nos ocupamos en este blog:

"Rodada sin cortes aparentes en un largo, trucado y muy brillante plano-secuencia, la idea es acercar la cámara lo más posible a lo que la realidad tiene de espejismo de sí misma. Nos explicamos. Nada tan tramposo, vulgar y falso como eso que entendemos por real. La realidad no es más que el precipitado de todas las ficciones, mentiras, mitos y símbolos que la explican, que la dan sentido. Iñárritu, hasta la fecha, había jugado de forma tan espectacular como aturullada a romper la ficción para volverla luego a montar. Recuerden 'Babel'. Pues bien, ahora se trata de lo contrario. O, mejor, de lo mismo, pero al revés.
(...)
La historia de un hombre lanzado al laberinto del 'backstage' de su propia obra (su existencia quizá) ofrece al espectador un enfebrecido juego de espejos en el que, en efecto, no es difícil verse reflejado. La enfermedad de un hombre en conflicto entre lo que quiso ser y lo que necesariamente es se antoja demasiado parecido al padecimiento de cualquiera.
(...)
Keaton es una especie de Quijote incapaz de poner orden entre sus sueños y sus miserias; entre la realidad y el deseo. De paso, él y su personaje se alzan como testigos y clara evidencia de la pérdida de sentido hoy de la ficción, del cine quizá, de la cultura en última instancia. No hablamos del entretenimiento sino de esa herramienta que permite conocer. La realidad sin más, sin una historia que la dé sentido, no existe. Pero eso es otra historia.
Sea como sea, y como le demostraría con gesto severo Diógenes a Platón: nada nos distingue de un pollo desplumado."