domingo, 13 de enero de 2019

El Coraje de la Desesperanza


Zizek, S. 2018. El Coraje de la Desesperanza. Crónicas del año que Vivimos Peligrosamente. Anagrama.

(2017. The Courage of Hopelessness. Chronicles of a Year of Acting Dangerously. Allen Lane)

Tras leer Enlightenment Now, de Pinker, resulta muy interesante leer este libro de Zizek: en lugar de poner el foco en lo que va bien, hace exactamente lo contrario. Zizek analiza los problemas de "nuestro paraíso capitalista global" en cuatro niveles: la amenaza fundamentalista-terrorista, las tensiones geopolíticas, los movimientos radicales emancipadores y el flujo de refugiados. Su visión es pesimista: "el auténtico coraje no consiste en imaginar una alternativa, sino en aceptar el hecho de que no existe una alternativa claramente discernible...el auténtico coraje consiste en admitir que la luz que hay al final del túnel probablemente es el faro de otro tren que se acerca en dirección contraria" (p.12). De aquí el título del libro, tomado de una frase de Giorgio Ambagen.

Zizek cita autores como Alex Honneth para entender por qué la creciente insatisfacción que genera el capitalismo global tan sólo se convierte en furia pero no se articula en un proyecto político que no sean los fundamentalismos religioso-nacionalistas o los populismos de Le Pen o Trump.A lo largo del libro, nos encontramos con otras muchas referencias interesantes, como En el Mundo Interior del Capital, de Peter Sloterdijk, que "demuestra que en la globalización actual el sistema mundial ha completado su desarrollo" (p.29). El capitalismo separa a los que están protegidos bajo su cúpula de los que no lo están. "Nuestro deber ético-político no consiste tan solo en ser conscientes de la realidad que hay fuera de nuestra cúpula, sino en asumir plenamente nuestra corresponsabilidad por los horrores que hay fuera" (p.30)

De la misma forma que Vicente Verdú nos muestra a Celebration como la ciudad ideal del capitalismo, o Vicente Serrano elige Las Vegas, Zezik pone como ejemplo a Songdo, nueva ciudad construida cerca del aeropuerto de Seúl, en Corea del Sur, "una especie de supremo manifiesto ideológico en piedra", la "ciudad sin alma" descrita por Francesco Martone:

"Caminar entre esos altos edificios de acero y cristal, por esas carreteras semidesiertas que esperan llenarse de coches, es como vivir en un show de Truman de liberalismo sin límites" (1). Todas estas ciudades representan lo mismo: "el esfuerzo por crear un remanso de paz y protegerlo del enloquecido mundo exterior que genera ese mismo mundo del que intentamos protegernos" (p.31)

Zizek también cita, por supuesto, a Pankja Mishra, quien, como él, afirma justo lo contrario de Pinker con respecto al supuesto progreso de nuestro mundo globalizado:  "En el siglo XXI, el antiguo hechizo del progreso universal --ya fuera a través del socialismo estilo occidental, o el capitalismo y la democracia --ha quedado decididamente roto. Resulta imposible mantener el supuesto, que se remontaba al siglo XIX, de que estas ideologías y técnicas universalistas vayan a taer un crecimiento infinito y estabilidad política"(p.34).

 Según Zizek, "deberíamos reconocer el fracaso de la civilización occidental como modelo global y el fracaso de las naciones descolonizadas que intentaron emularlo (p.35)... No debería darnos miedo llegar hasta el final: el sistema legal del capitalismo global es, en sí mismo, la corrupción generalizada" (p.42).... La democracia es la democracia de los mercados, el permanente plebiscito de las fluctuaciones del mercado" (p.45).  Está, pues, justo en las antípodas de lo que mantiene Pinker, cuyas ideas son claramente criticadas con estas palabras: "Los defensores del capitalismo a menudo señalan que, a pesar de todas las profecías críticas, el capitalismo en su conjunto, desde una perspectiva global, no está en crisis, sino que progresa más que nunca..., y la verdad es que no puedo sino estar de acuerdo con ellos... Definitivamente no está en crisis... quien está en crisis es la gente que se ve atrapada en su explosivo desarrollo" (p.52)

El capitalismo nos envuelve, y nos hace vivir su realidad como la única posible. En este sentido, Zizek menciona a otros autores como Jeremy Rifkin, Gerhard Schulze o Mark Slouka, que hablan de la última etapa del capitalismo como "capitalismo cultural" o "sociedad de la experiencia", en la misma línea que Vicente Verdú habla de "capitalismo de ficción": "queremos poseer cada vez más "experiencias vitales" y nos hemos convertido en consumidores de nuestras propias vidas" (p.50). El capitalismo tiene como pilar el crecimiento sin límites y la expansión constante, ignorando todos los daños colaterales (estamos en el período que Peter Sloterdijk denomina "Antropoceno", en el que ya no somos capaces de controlar nuestra actividad productiva)(2)

Zizek llega al corazón del sistema, a aquello que consideramos intocable: nuestra Democracia, de la que dice, siguiendo a Alain Badiou, que ha sido convertida en un fetiche, un intocable Absoluto: "es como si, al enfrentarnos a la realidad de la dominación y la explotación, de las luchas sociales brutales, siempre pudiéramos añadir: sí, pero tenemos democracia... Es la "ilusión democrática", la aceptación de los mecanismos democráticos como si estos proporcionaran el único marco posible, lo que impide la transformación radical de la sociedad" (p.61). Las democracias occidentales han sido raptadas por el capital, tal y como se demuestra con lo ocurrido con Grecia: "la deuda es el instrumento con el que controlar y regular al deudor...el auténtico objetivo de prestar dinero no es que te reembolsen la deuda con un beneficio, sino que la deuda se eternice para que el deudor se mantenga en una situación permanente de dependencia y subordinación" (p.91). Zizek compara las democracias occidentales con la situación en China, que según él se refleja a la perfección en las películas de Jia Zhangke. China también ha abrazado el capitalismo salvaje, integrándolo en una extraña mezcla de socialismo y confucianismo.

Para comprender la dificultad que tenemos para ver la realidad que nos rodea, Zizek acude al concepto de "transparencia" de Thomas Metzinger (3):  "la transparencia es así una forma de especial de oscuridad: no somos capaces de ver algo porque es transparente; o más bien, vemos a través de ese algo" (p.118). Analizando la forma en la que la religión se interpone entre nosotros y la realidad, Zizek hace un buen resumen de tres posiciones epistemológicas posibles:

" 1- El absolutismo ontológico dogmático de la verdad (la verdad es directamente accesible a nuestra mente); 2- el relativismo histórico y cultural (la verdad es una construcción cultural y contingente); 3- eñ subjetivismo trascendental  (existe una verdad universal y necesaria a priori, pero es la verdad de un sujeto trascendental lo que enmarca nuestro acceso a la realidad, no la verdad de la propia realidad" (p. 182)

La modernidad se basa en el relativismo subjetivista (desde que Descartes otorgó primacía a la epistemología sobre la ontología), por lo que las formas dogmáticas de ver el mundo son una salvación ante la inseguridad de la visión subjetivista. De esta forma, hay conexiones entre el materialismo dialéctico o la ortodoxia cristiana o musulmana, pues "son en definitiva reacciones tradicionalistas a la modernidad" (p.183). Zizek analiza el papel del islam en el mundo actual; el problema de los refugiados;  la revolución LGTB (que se expande hasta LGTBTQIIAAP: Lesbiana, Gay, Bisexual, Transgénero, Queer, Indeterminado, Intersexual, Asexual, Aliados, Pansexual) y su total inmersión en el capitalismo global; la tentación de los populismos, Trump y el Brexit; el papel de la izquierda (citando especialmente a Frédéric Lordon (4) , que se basa en Spinoza como "el pensador capaz de emanciparnos de las ilusiones del libre albedrío y de la elección individual sin ataduras" (p.307)).

La conclusión del libro es la opuesta a la de Piker: la situación actual del mundo, según Zizek, nos lleva a la aceptación de la amenaza como nuestro destino: "si seguimos como hasta ahora estamos condenados, por muy prudentes que seamos... La solución consiste en ser plenamente conscientes de la explosiva serie de interconexiones que hacen que toda situación sea peligrosa. Una vez hecho esto, una vez que abracemos el coraje que acompaña a la desesperanza, debemos embarcarnos en la difícil y prolongada labor de cambiar las coordenadas de toda nuestra situación" (p.376)

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(1) http://www.other-news.info/2016/06/song-do-the-global-city-without-soul/

(2) Sloterdijk, P. 2018. ¿Qué sucedió en el siglo XX? Ed. Siruela

(3) Metzinger, T. Being No One; The Self-Model Teheory of Subjectivity. Cambridge MIT Press.

(4) Lordon, F. 2014. Willing Slaves of Capital: Spinoza and Marx on Desire. Verso Books.


Reseña (LA RAZON)

La valentía de la desesperanza (artículo de Zizek en EL MUNDO)

Para entender la relación de Zizek con Pinker o Harari:
 "Feminismo, ideología y violencia: las razones detrás de la batalla detrás de los últimos bestsellers mundiales de la filosofía"

miércoles, 9 de enero de 2019

Incógnito

Eagleman, D. 2013. Incógnito. Las Vidas Secretas del Cerebro. Anagrama

(2012. Incognito. The Secret Lives of the Brain. Vintage)

Eagleman nos desmonta una de nuestras principales ilusiones: el libre albedrío. Esta ilusión ya ha sido analizada por otros neurocientíficos como Antonio Damasio, sobre todo. El autor nos recuerda cómo el hombre ha ido siendo destronado de ilusiones previas, por Galileo, Darwin, la física cuántica o la estructura del ADN, siendo la última la ilusión de que somos libres y dueños de nuestros actos: "La neurociencia ha demostrado que la mente consciente ya no es la que lleva el timón de nuestra vida. Apenas cuatrocientos años después de nuestra caída del centro del universo, hemos experimentado la caída del centro de nosotros mismos" (p.233).

Tras analizar las enfermedades neuronales, nuestra química cerebral, nuestro inconsciente, Eagleman concluye:

"El quid de la cuestión es si todos sus actos ocurren fundamentalmente en piloto automático o si existe alguna pequeña área en la que seamos "libres" de elegir, independientemente de las reglas de la biología... pero no encontramos ningún lugar del cerebro que no sea impulsado por otras partes de la red. Por el contrario, todas las partes del cerebro están densamente interconectadas con otras partes del cerebro, e impulsadas por estas, lo que sugiere que no existe ninguna parte independiente y por tanto, "libre". Así pues, según nuestros conocimientos científicos actuales, no hay manera de encontrar el espacio físico en el que colocar el libre albedrío  --la causa incausada--, porque no parece haber ninguna parte de la maquinaria que no siga una relación causal con las otras partes" (p.201).

Se trata de un libro de neurocienciencia, pero no se dejan de citar numerosos filósofos para analizar cómo la filosofía ha ido poco a poco apuntando en esta dirección, hacia ese destronamiento, hasta llegar al desconcierto de algunos filósofos  producido por la falta de sentido a la que pueden llevar estas progresivas desilusiones: "Filósofos como Heidegger, Jaspers, Shestov, Kierkegaard y Husserl se esforzaron por abordar la falta de sentido que estos destronamientos parecían haber causado. Albert Camus, en su libro de 1942 El Mito de Sísifo, presentó su filosofía del absurdo, en la que el hombre busca sentido en un mundo básicamente sin sentido" (p. 235)

Pero Eagleman no ve este destronamiento como algo terrible, sino todo lo contrario: "Cada descubrimiento nos ha enseñado que la realidad supera con mucho la imaginación y las conjeturas humanas. Todos estos avances han rebajado el poder de la intuición y la tradición como oráculo de nuestro futuro, sustituyéndolo por ideas más productivas, realidades más grandes y nuevos niveles de sobrecogimiento" (p.236).

Llama la atención que Eagleman no cite a filósofos clásicos como Spinoza o actuales como Comte-Sponville, que le han dedicado tantas páginas al libre albedrío, y que han llegado a una conclusión similar: el libre albedrío no es más que una ilusión, y así hemos de aceptarlo: "El hombre, dice Spinoza, no es un "imperio dentro de otro imperio": formamos parte de la naturaleza, cumplimos su orden y nadie escapa de sí mismo, del mundo, ni tampoco de la verdad. "El alma y el cuerpo son una sola misma cosa" que no se elige, y los hombres solo se creen libres (conscientes de que lo son de sus acciones) cuando ignoran las causas que les hacen desear o querer: llaman "libre" a este efecto -- a su voluntad, del cual ignoran las causas. Pues son ignorantes de casi todo y, en primer lugar, de sí mismos, de su cuerpo y de su historia" (1)

Entre la ilusión y la realidad, el ser humano debe abrazar siempre ésta última sin sentir que avanza hacia su progresiva humillación, sino hacia el asombro y el conocimiento, huyendo de la ignorancia, con el objeto de ser engañado lo mínimo posible.

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(1) Comte-Sponvillle, A. 2009. Vivir. Tratado de la desesperanza y la felicidad/2. Mínimo Tránsito (p.88), citando la Ética de Spinoza.

Reseña (EL PAIS)

Review (The Guardian)

Review (The Independent)

Review (The Brain Blog)

David Eagleman webpage reviews



lunes, 7 de enero de 2019

Don Juan Tenorio


Zorrilla, J. 1979. (7ª ed.) Don Juan Tenorio. Taurus.

Clement Rosset afirma, cuando analiza las bases de la locura, que "tomar en consideración lo que no existe, actitud característica de la sensibilidad romántica, si se la considera en un sentido muy amplio e intemporal, es también y ante todo el principio general de toda locura" (1). La locura nos hace crear fantasmas, que son necesarios si queremos mantener la diferencia entre un hombre y su cadáver: "Tomad mi cuerpo, os pertenece; pero dejad de lado, os lo ruego, esta parte de mí que no está muerta y no os pertenece. No enterréis mi fantasma" (2).

Los espectros aparecen para demostrarnos que hay algo más allá de la muerte, y nos recuerdan la existencia de otra vida diferente a esta. Don Juan, al igual que Hamlet, ve espectros. No uno, sino muchos. Y además, en un principio, les planta cara y no se amilana ante ellos. A diferencia de Hamlet, no es cobarde, ni depresivo, ni dubitativo, ni procrastinador, ni triste. Dice de él Camus:

"¿Don Juan es triste? No es verosímil. Apenas apelaré a la crónica. Esa risa, la insolencia victoriosa, esos saltos y la afición a lo teatral son claros y alegres. Todo ser sano tiende a multiplicarse. Así le sucede a Don Juan. Pero, además, los tristes tienen dos motivos para estarlo: ignoran o esperan. Don Juan sabe y no espera...Esta vida le colma y nada es peor que perderla. Este loco es un gran sabio" (El Mito de Sísifo).

La ristra de adjetivos que tanto Tirso de Molina como Zorrilla le regalan es opuesta a los que se le podrían atribuir a Hamlet, e infinita, como hace ver García Pavón en el prólogo a esta edición: "castigo de mujeres, engañador, gozador, cruel, burlador de España, langosta de mujeres, Lucifer, profanador, víbora, traidor, cobarde, vil caballero, desatinado, hijo inovediente, de maldad ligera, fiero enemigo, homicida de honras, alevoso, detestable, loco, pirata, diablo en carne mortal, peor que el fuego, aborto del abismo, jugador con ventura, monstruo, vil, audaz y malvado, orgullo necio de necio desenfreno, monstruo de liviandad, hijo de Satanás, libertino, sin alma, sin corazón, una furia, osado, hombre infernal, alma impura, calavera, escandaloso, engañador, atropellador de razón, escarnecedor de virtud, burlador de la justicia, vendedor de mujeres, orgulloso, demonio".

¿Cuál es el peor castigo que se le puede infligir a un ser así? Ya que no obedece por las buenas, habrá que volverle loco, hacerle confundir la realidad con la imaginación. Esa es la venganza que se ejerce sobre Don Juan. Es algo así como la lobotomía que se le practica a Randle MacMurphy, un espíritu libre que nada a contracorriente, en Alguien Voló sobre el Nido del Cuco o la tortura practicada sobre Winston Smith en 1984 hasta que declara su amor al Gran Hermano. Los tres son salvados a costa de hacerles perder su lucidez y su contacto con la realidad. Por eso es por lo que podemos llegar a sentir compasión por un ser tan vil y despreciable. Las palabras de Don Juan suplicándole al espectro de doña Inés reflejan el desconcierto y aturdimiento que siente ante la aparición de tantos espectros:

"Tente, doña Inés, espera. 
Y si me amas en verdad,
hazme, al fin, la realidad
distinguir de la quimera. 
Alguna más duradera 
señal dame, que segura
me pruebe que no es locura
lo que imagina mi afán, 
para que baje don Juan
tranquilo a la sepultura. 
Mas ya me irrita, ¡por Dios!
verme de todos burlado, 
corriendo desatentado
siempre de sombras en pos" (p. 366)

Más tarde, en el panteón, dice:

¡Jamás creí en fantasmas...! ¡Desvaríos!
Más del fantasma aquel, pese a mi aliento, 
los pies de piedra caminando siento, 
por doquiera que voy, tras de los míos. 
¡Oh! Y me trae a este sitio, irresistible, 
misterioso poder...
¡Falta de allí su estatua...! Sueño horrible, 
déjame de una vez... ¡No, no te creo!
Sal, huye de mi mente fascinada, 
fatídica ilusión... Estás en vano
con pueriles asombros empeñada
en agotar mi aliento subrehumano. 
Si todo es ilusión, mentido sueño, 
nadie te ha de aterrar con trampantojos; 
si es realidad, querer es necio empeño
aplacar de los cielos los enojos. 
No; sueño o realidad, del todo anhelo 
vencerle o que me venza; y si piadoso
busca tal vez mi corazón el cielo,
que le busque más franco y generoso. 
La efigie de esa tumba me ha invitado 
a venir a buscar prueba más cierta
de la verdad en que dudé obstinado...
Heme aquí, pues; Comendador, despierta" (p.374)

Don Juan es presa de la peor tortura: no consigue diferenciar ilusión de realidad, él, que ha sido el hombre más realista y apegado a la tierra. Actualmente, desde Freud, son voces internas las que nos torturan, como la de de Riggan en Birdman, o la de Herbal en El Lápiz del Carpintero. Antes, en el Romanticismo, eran espectros. Ante ellos, finalmente, Don Juan cede, pasa por el aro, se rinde y cree. Solo la locura le salva de ser condenado.

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(1) Rosset, C. 2008. Principios de Sabiduría y de Locura. Marbot Ediciones  (p. 83)
(2) Ibid., p.156


Don Juan, ante el milenio