sábado, 29 de septiembre de 2018

Crematorio


Chirbes, R. 2007. Crematorio. Anagrama.

Rafael Chirbes tiene la capacidad de ver la realidad desde múltiples puntos de vista. Transformismo, personalidad múltiple, neuronas espejo, empatía absoluta... llámese como se quiera, pero esta capacidad  para convertirse en cada uno de sus personajes (de la misma forma que Zelig de Woody Allen se convierte en un doble de la persona que se le acerca) es lo que hace de Crematorio una novela fascinante.

Dice Chirbes en una entrevista (ver enlace abajo) que "está hueco" y por eso "caben en él todos los personajes", de la misma forma que un actor se mete en la piel del personaje que representa. Esto hace que la novela no tenga una dirección fija, ni predecible, ni intente demostrarnos nada, ni tengamos la sensación de ser llevados de la mano a ninguna parte. El lector se encuetra simplemente abrumado, perplejo, al escuchar el torrente de pensamientos, juicios, puntos de vista, valoraciones y sentimientos contrapuestos de cada personaje, siendo testigo asombrado de lo poliédrico de la realidad y de la forma tan diferente en que cada uno vivimos lo que aparentemente es la misma historia.

Este tipo de novelas, en las que encontramos múltiples narradores o un mismo narrador que adopta diferentes puntos de vista (como As I Lay Dying o The Sound and the Fury de Faulkner) hace al lector muy consciente de esa segunda realidad de la que habla Watzlawick en su libro. Hay una primera realidad en Crematorio, objetiva, que es el crecimiento urbanístico sin limite en las ciudades costeras, pero esa realidad es percibida y valorada de forma diferentes por cada personaje. El gran valor es saber meterse en la cabeza de cada uno, con sus luces, sus sombras, sus prejuicios. sus valores y sus miserias.

El personaje más redondo es sin duda, Rubén, el constructor. Con él empieza y termina el libro. Chirbes confiesa que es el personaje que más le atrae, pues es un tipo como el usurero Torquemada, el de la novela de Galdós, egoísta y avaro, pero a la vez realista, resolutivo y coherente.

Uno de los temas de fondo del libro es la dicotomía realismo / idealismo, representados por Rubén y su hermano Matías, respectivamente. Dice Silvia, su hija, de Rubén:

"Para él siempre hay un pastoso principio de realidad envolviéndolo, aplastándolo todo, y que, en sus aspectos más positivos, le concede el milagroso optimismo de corte pedestre que lo mantiene con tanta vitalidad a sus más de setenta años, pero que esconde también una cara odiosa. Realidad. Una palabra que sirve para explicarlo todo, para justificarlo todo" (p.121)... Claro que la realidad se cuela por todas partes, a veces de manera violenta, no te escapas de ella. Pero ¿qué es la realidad? Decir realidad es una forma de no decir nada, es hablar de conformismo, desviar tu propia responsabilidad en el curso de las cosas" (p.122)... "La vida le había puesto eso que él llama realismo, esa actitud que no admite las exageradas muestras de dolor ni de alegría, porque el dolor se lo espera uno, da por supuesto que ha de venir, y la alegría ya sabemos que durará poco. Pragmatismo.Silvia está convencida de que ese realismo que lo tira todo a ras de suelo arraiga en la vieja miseria de la comarca. en los restos nunca suficientemente lavados del franquismo. Aceptación aceptar el destino, fatalismo, el mundo es como es y yo no soy quién para cambiarlo" (p. 270)... "Para él, sobre todo desde que murió su mujer, la realidad es, cada vez más, un barrizal en el que todo el mundo hoza queriéndose llevar su parte, se pelea por su parte; t en el que tú debes hacerte con la tuya procurando pelear lo menos posible" (p. 271)

En cambio, Matías, su hermano, que también ha pisado tierra y conocido la realidad tal y cual es, tiene otra visión de las cosas: "Trabajo de hombre: representar e iluminar, romper la oscura normalidad, el mutismo de lo natural, su falta de sentido. Comportarse con esa forma de artificio que transmite sentido, iluminar durante un rato lo que es oscuro, en eso consiste la moral; incluso la vida civilizada, sin más, consiste en eso" (p. 279).

Utilizar la realidad y el realismo para justificar la acción cruel y violenta, la opción egoísta y despiadada, es un error grave, pues la realidad efectivamente es así, indiferente al dolor y el sufrimiento, amoral e impasible, pero los seres humanos podemos añadirle compasión y sentimiento. Una cosa es la evolución de las especies y lucha por la selección natural en la naturaleza, y otra aplicar esa misma realidad a las sociedades humanas como quiso hacer el darwinismo social o el nazismo. La frase de aquella canción "La vida es así, no la he inventado yo", es el ejemplo más claro de cinismo, la vertiente negativa del realismo mal entendido.

Para Rubén, su hermano Matías es un idealista que no ha madurado cuando debería haberlo hecho. Porque, según Rubén, lo normal en el proceso de maduración es "darle una patada en el culo a Peter Pan. La juventud -- lo cuentan las novelas de Dostoievski -- encuentran sentido en lo trágico, en lo violento, en un destructivo globo que estalla y cubre de basura cuanto hay bajo él, porque eso, un montón de basura, es en lo que se convierte el cadáver de lo más hermoso; de eso es de lo que Matías -- que, poco más que un niño, vivió con curiosidad aquellas ilusiones de mis amigos y mías, y luego mantuvo el contacto con Brouard-- no quiso enterarse" (p.377)

Termino con una frase lapidaria de Rubén: "Se lo dije en su momento a Matías, se lo dije a mi hija: Cuando las ideas no te dejan ver la realidad, no son ideas, son mentiras". (p.378).

¿Por quién se decanta Chirbes? Por ninguno. Que el lector decida.



Entrevista ABC

Entrevista EL PAIS

El lento suicidio de Rafael Chirbes (La Vanguardia) 

Necrológica 

Reseña 


sábado, 22 de septiembre de 2018

¿Es Real la Realidad?


Watzlawick, P. 1979. ¿Es Real la Realidad? Herder

Nuestra percepción de la realidad es, indudablemente, limitada. En primer lugar, por su infinitud, por su extensión y su complejidad. En segundo lugar, por lo imperfecto de nuestros sentidos. En tercer lugar, por nuestra necesidad de poner orden en ella y dotarla de sentido. En cuarto lugar, por nuestro afán por coincidir con las opiniones establecidas desde lo que consideramos la autoridad y la fuente de verdad. Todas estas limitaciones y deseos nos llevan en muchos casos a dudas, contradicciones, paradojas y a un estado de confusión tal que puede dejarnos paralizados.

Este estado de confusión y perplejidad es analizado en la primera parte del libro. Las paradojas con las que convivimos diariamente proceden de la incapacidad para atar los cabos sueltos que se quedan cuando luchamos por dar coherencia a la realidad, intentando compatibilizar lo que vemos, lo que creemos y lo que pensamos que deberíamos ver. Esta confusión genera un estado de incertidumbre e inseguridad tal, que nuestro cerebro se pone en marcha para construir una segunda realidad que esté de acuerdo con nuestras convicciones y creencias. Ya vimos cómo el cerebro se las ingenia para sobrevivir a esta confusión, engañándonos con ilusiones que nos permiten ponernos en marcha para salir de la parálisis (ver libros de Cornelia Fine o Francisco Rubia).

Toda esta confusión se ve acrecentada por la dificultad de comunicar a otros nuestra visión de la realidad, y a esto está dedicada la segunda parte del libro: la desinformación. En primer lugar está el problema del lenguaje, que no sólo es un filtro en nuestra percepción de la realidad, sino también fuente de malentendidos. En segundo lugar, incluso cuando la comunicación es correcta y exitosa, si nuestra visión de la realidad no coincide con la que nos ha sido comunicada, nos obstinamos en buscar explicaciones y argumentos que sostengan nuestra visión, en vez de intentar corregir la misma a pesar de la evidencia: "Si, tras larga búsqueda y penosa incertidumbre, creemos haber hallado al fin la solución de un problema, nuestra postura, lastrada de una fuerte carga emocional, puede ser tan inquebrantable que preferimos calificar de falsos o irreales los hechos innegables que contradicen nuestra explicación, antes que acomodar nuestra explicación a los hechos" (p.69).

Es una experiencia cotidiana en nuestras vidas comprobar cómo un mismo acontecimiento puede tener lecturas e interpretaciones tan distintas, ya que cada uno se agarra a sus creencias, convicciones y prejuicios. Este fenómeno ha sido tratado más de una vez por la literatura, como por ejemplo el relato En el bosque de Akutagawa, en el que se inspira la película de Kurosawa Rashomon, en el que en lugar de un narrador omnisciente que cuenta la realidad como única y objetiva, se nos muestran los puntos de vista de cuatro personajes que perciben un mismo suceso  de forma totalmente diferente, de forma que al final el lector no sabe cuál de las cuatro realidades es la verdadera (es lo mismo que hace Faulkner en The Sound and the Fury).

La dificultad para hacer compatibles las diferentes visiones de la realidad se complica aún más cuando hay poca intención de comunicación, o lo que es peor, hay mala intención y lo que se busca es, precisamente, la desinformación, la ocultación de la verdad y la propagación de una realidad falsa. En este sentido se analizan los rumores, las falsas profecías, las explicaciones inverosímiles pero aceptadas, y ya en su máxima expresión, la creación de códigos encriptados y la invención de dobles realidades en el mundo del espionaje. También se analizan las consecuencias y las paradojas a las que nos vemos abocados cuando por alguna razón hay absoluta falta de comunicación y debido a ellos tenemos que especular sobre la forma en la que la realidad es vista por los demás, sin tener acceso a ello ("lo que yo pienso que él piensa que yo pienso") (p.113).

Todo esto nos hace conscientes de la dificultad para llegar al fondo de la realidad. Pero, ¿quiere esto decir que la realidad no existe? ¿Debemos concluir que no hay una realidad objetiva y que todo depende del punto de vista? El autor habla de dos conceptos diferentes de realidad: "El primero de ellos se refiere a las propiedades puramente físicas (y por ende objetivamente constatables) de las cosas y responde, por lo tanto, al problemas de la llamada "sana razón humana" o del proceder científico objetivo. El segundo afecta exclusivamente a la adscripción de un sentido y un valor a estas cosas y en consecuencia a la comunicación" (p.149) La primera es la "realidad de primer orden" y la segunda la "realidad de segundo orden".

Es muy importante diferenciar entre ambas. Según el autor, "lo verdaderamente ilusorio es suponer que hay una realidad "real" del segundo orden" (p.150). Esta afirmación lleva implícito que sí hay una realidad de "primer orden". Esta diferenciación es clave, pues si llevamos al extremo el escepticismo, podemos llegar a la conclusión de que la primera realidad, la de "primer orden", es también ilusoria. Desde mi punto de vista, ese es el peligro al que puede llevarnos el título del libro: "¿es real la realidad?", pues tan peligroso es creerse en posesión de la verdad como llegar a pensar que todo es relativo y nada es real, sino que depende el punto de vista. Este escepticismo extremo fue el de Pirrón, el filósofo griego que afirmaba que sólo tenemos acceso a las apariencias y las convenciones, y que por tanto debemos suspender todo juicio sobre la realidad objetiva. Todo es cuestión de opinión, no hay posibilidad de descubrir la verdad ni aprehender la realidad. No podemos saber cómo es realmente el mundo, nunca podremos conocer la naturaleza última de la realidad. ¿Debemos entonces rendirnos?

El objetivo del libro es hacernos conscientes de que "creer que la propia visión de la realidad es la realidad misma, es una peligrosa ilusión. Pero se hace aún más peligrosa si se la vincula a la misión mesiánica de sentirse en la obligación de explicar y organizar el mundo de acuerdo con ella, sin que importe que el mundo lo quiera o no" (p.9). Es  totalmente cierto que debemos vacunarnos contra el dogmatismo, y estar siempre alerta pues en cualquier momento podemos ser víctimas de engaño, ya sea de forma inocente o malintencionada.  "Como este libro ha intentado mostrar, las hipótesis, suposiciones, dogmas, premisas, supersticiones, esperanzas y cosas semejantes pueden llegar a ser más reales que la realidad y pueden generar aquel tejido de ilusiones que la filosofía india llama maya" (p.243). Efectivamente, la clave está en ser consciente de todas estas dificultades y admitir que quizás nunca lleguemos al final de la comprensión total de la realidad, pero la postura no está en rendirse, sino entrenarnos para lograr el mayor grado de concentración, observación y lucidez para acercarnos el máximo posible a la percepción de las cosas tal y como son. Por lo tanto, mi respuesta a la pregunta "¿es real la realidad?" es sí: hay una realidad de primer orden independiente de nuestra percepción e interpretación y nuestra aspiración debe ser conocerla y acercarnos a ella, siendo conscientes de nuestras limitaciones.


Quince maneras de engañarte

¿Es real la realidad? (Enrique Miret Magdalena)

viernes, 14 de septiembre de 2018

Hamlet


Shakespeare, W. 1982. (edited by Harold Jenkins). Hamlet. The Arden Edition (Methuen).


Shakespeare, W. 1982. Hamlet. Otelo. Bruguera (traducción de Luis Astrana Marín)

A veces la realidad puede ser tan cruel y despiadada que nos deja paralizados. Intentamos entenderla,  aceptarla, pero nos resulta imposible. Nos confunde, no creemos que sea posible la existencia de tanta maldad, nos sumimos en la perplejidad, y nos quedamos paralizados.

Este es, desde mi punto de vista, el tema principal de Hamlet: nuestras dudas ante la realidad, que no conseguimos creer o aceptar cuando se nos presenta descarnada, fría, desnuda. Cuando la vemos, dudamos de nosotros mismos, y no sabemos si somos perfectamente lúcidos o por el contrario, nos estamos volviendo locos. Son los momentos en los que la lucidez y la locura se tocan, y somos un mar de confusión pues no sabemos si lo que percibimos es la realidad o una ilusión.

Hamlet no termina de dar por cerrado el duelo por su padre muerto, y su tío, el nuevo rey, le hace ver que una mente sabia debe aceptar la realidad tal cual es:

"........to persever
in obstinate condolement is a course
of impious stubbornness, 'tis unmanly grief,
it shows a will most incorrect to heaven,
a heart unfortifies, a mind impatient,
an understanding simple and unschool'd" (p.185, Act I, Scene II)

¿Qué ocurre cuando este consejo te lo da la persona de la que más dudas, la que consideras culpable de todas tus desgracias? Este es el otro gran tema de Hamlet: el engaño, la desconfianza ante la realidad que se empeñan en presentarnos como cierta y que deberíamos aceptar, pero ante la que nos rebelamos porque sentimos que vivimos en un perpetuo engaño de unos hacia los otros.

Le aconseja Polonio a su hijo, como principal máxima de esta vida, lo siguiente:

"This above all: to thine own self be true,
and it must follow as the night the day
thou canst not then be false to any man."  (p.203, Act I, Scene III)

Es justo lo opuesto de lo que ocurre a lo largo de toda la obra, en la que permanentemente se están engañando unos a los otros. Hamlet solo ve una forma de participar en esta farsa: hacerse el loco para intentar mantener la cordura, de forma que él es el primero que finge, engaña y distorsiona la realidad. Así, le dice a su amigo Horacio:

"How strange or odd some'er I bear myself--
as I perchance hereafter shall think meet
to put an antic disposition on--" (p.226, Act I, Scene IV)

De esta forma, Hamlet también se dispone a participar en el juego, haciéndose pasar por loco. Pero Hamlet no está loco, al revés, su problema es su lucidez, pues es bien consciente de la tempestad de sus pensamientos, de la agonía de sus dudas, de lo insoportable de su visión de la realidad:

"Denmark is a prison..
... there is nothing
either good or bad but thinking makes it so. To me
it is a prison...
O God, I could be bounded in a nutshell and count
myself a king of infinite space -- were it not that I
have bad dreams." (p.250, Act II, Scene II)

Hamlet define con ironía su supuesta locura:

"I am but mad north-north-west. When the wind is
southerly, I know a hawk from a handsaw." (p. 258, Act II, Scene II)

La única forma que encuentra Hamlet para disipar todas sus dudas y asegurarse de que todo lo que cree es real y no está solo en sus pensamientos, es precisamente la ficción. Hamlet utiliza el teatro como medio de evidenciar la realidad de la que sospecha y no sabe cómo sacar a la luz.  El uso de la ficción, el teatro, la literatura, como forma de llegar al corazón de la realidad, es otro de los grandes temas de esta obra. Puede parecer un contrasentido, pero a veces la realidad puede ser tan inverosímil y dificil de creer y aceptar, que la manera de acceder a ella puede ser la ficción, que nos libera de la necesidad de verosimilitud y puede llevarnos al corazón de la lucidez.

"The play's the thing
wherein I'll catch the conscience of the King" (p. 273, Act II, Scene II)

Cuando ya se hace evidente la culpabilidad del rey, gracias al artificio de la obra de teatro, y este mismo reconoce su culpa, Hamlet ya sabe que sus sospechas son ciertas. Pero ahora continúa la duda ante la acción que debe llevar a cabo, presente en el más famoso soliloquio de la obra:

"To be, or not to be, that is the question:
whther 'tis nobler in the mind to suffer
the slings and arrows of outrageous fortune,
or to take arms against a sea of trouble
and by opposing end them. To die -- to sleep,
no more; and by a sleep to say we end
the heart-ache and the thousand natural shocks
that flesh is heir to: 'tis a consummation devoutly to be wish'd" (p.277, Act II, Scene I)

¿Qué hacer cuándo ya estamos seguros de estar viendo la realidad tal cual es? ¿Luchar contra ella? ¿Aceptarla? ¿Rendirnos? ¿Morir? Estos son los momentos de mayor sufrimiento, cuando la duda ante el camino a seguir nos atormenta. ¿Conformarse? ¿Actuar? ¿Luchar?

Este es el corazón del dilema de Hamlet, y de cualquier ser humano cuando se enfrenta a los momentos de su vida en los que la realidad parece sobrepasarle.

Hamlet se convierte en odio, odio hacia su tío, odio hacia su madre, que intenta reprimir, odio hacia Ofelia, a la que maltrata, odio hacia todo lo que le rodea. Sólo dos personas se salvan de este odio: Horacio, la representación de la amistad pura, y Yorik, el bufón de la corte, su antiguo compañero de juegos en la infancia, el que quizás hizo el verdadero papel de padre, a quien recuerda con cariño (1).
Mientras que su padre se le aparece a Hamlet en forma de espectro, Yorik retorna en forma de calavera. Su padre pertenece al mundo de la ilusión, mientras que Yorik es pura realidad, pues fue el único con el que Hamlet jugó en su infancia. Le dice, Hamlet, mirando a su calavera:

"Alas, poor Yorik. I knew him, Horatio, a fellow of infinite jest, of most excellent fancy. He hath bore me on his back a thousand times, and now --how abhorred in my imagination it is! My gorge rises at it. Here hung those lips that I have kiss'd I know not how oft." (p.386, Act V, Scene I)

Hamlet lo ve tal cual es, sin ninguna fantasía espectral o fantasmal. Tal y como dice Clement Rosset,
"la calavera es indudablemente la imagen de mi rostro, y aun su fiel imagen: solo que un poco estilizada, un poco banalizada, un poco simplificada. Soy yo, sin duda, aquél a quien percibo en el espejo de la muerte, pero reducido a mi más simple expresión, es decir, a mi cuerpo... ese doble de mí mismo que me ofrece mi cadáver es un doble absoluto, perfecto, irrecusable, la imagen más fiel que pueda tener de mí mismo" (Rosset 2008, p.152)

Cuando Hamlet le habla a la calavera ya ha llegado al corazón de la realidad y ha abandonado el mundo de las dudas y los fantasmas.


______________________________________

(1) He tomado esta idea de Yorik como "segundo padre" o "padre pragmático" de Harold Bloom en su libro Genius (2002,Warner Books, page 28).

Rosset, C. 2008. Principios de Sabiduría y de Locura. Marbot Ediciones

Lawrence Olivier's Hamlet

Kenneth Branagh's Hamlet

La locura de Hamlet

El fantasma del padre de Hamlet

Shakespeare y Cervantes (Carlos Fuentes) 

Hamlet y el Quijote frente al espejo

Actúa, cerebro. Una aproximación al nihilismo de Hamlet

Hamlet y el poder de las creencias para transformar la realidad

El fantasma en Hamlet

El síndrome de Hamlet



domingo, 9 de septiembre de 2018

El Objeto Singular


Rosset, Clément. 2007. El Objeto Singular. Sexto Piso

(El título original es L'objet singulier. 1979. Les Editions de Minuit)

Clément Rosset comienza por la cuestión del doble, analizando la duplicación de lo real en los mitos, donde encontramos por un lado a los guerreros y por otro a los dioses que combaten a su lado. Parece como si el ser humano se empeñara en no creer a los ojos, no creer que lo que ve es único. Quizás la razón es que lo real es invisible, y la única manera de aprehenderlo es a través del doble que fabricamos.

"El objeto real es en efecto invisible, o más exactamente incognoscible e inapreciable, precisamente en la medida en que es singular, esto es, en la medida en que ninguna representación puede sugerir su conocimiento por medio de la réplica. Lo real es lo que no tiene doble, o sea una singularidad inapreciable e invisible por no tener espejo a su medida" (p.19).

Lo real es único, inaprensible, no identificable, insólito, sin características asignables, solitario, singular. Nuestra única relación posible con lo real es, por tanto, de ignorancia (y yo añadiría de humildad). Pretender conocerlo es una ilusión, y si pretendemos que sea como habíamos imaginado, nos encontraremos con una desilusión, pues lo real es "culpable de ser tal y solamente tal" (p.33).

De esto se deduce que todo intento de buscar un ser etéreo independiente de la existencia es vano: lo real es instantáneo, provisional, fugaz. Por tanto, ese ser independiente imaginado no deja de ser un doble de lo real, pero no lo real. Cuanto más nos acercamos a lo real, y más intensamente lo sentimos, mas se vuelve "indescriptible y oscuro" (p.44).  Quizás por ello produce perplejidad, o comicidad, cuando nos hacemos conscientes de su absurdidad: "toda cosa es cómica (y regocijante) ante todo y simplemente por el hecho de que existe" (p.46). De la misma forma, lo real también produce miedo y terror, por la imposibilidad de identificarlo y clasificarlo, lo cual nos hace dudar con respecto a su identidad. Ante lo real, sentimos ambigüedad, incertidumbre, miedo a lo desconocido. "Lo que aterroriza es, antes bien, lo real: no solamente en tanto que es singular, sino también en tanto que le corresponde ser terrorífico por su misma singularidad" (p.51)

Rosset continúa investigando la relación de las artes con la realidad. Cuando analiza el arte  cinematográfico, afirma, en contra de lo que podría pensarse, que "de todas las artes el cine es el que mantiene menos relaciones con la realidad: por pertenecer esencialmente no al dominio de lo real, sino al universo de sus dobles" (p.63). Paradójicamente, quizás una de las mejores vías que tiene el cine para evocar lo real es lo "fantástico" ("porque señala la singularidad de lo real en la exacta medida en que sobresale para sugerir sus eventuales duplicaciones, sus monstruosas alteraciones". (p.68)). La otra vía es la "realista integral" (como hacen Jean Luc Godard o Flaherty): "pues se trata de evocar lo real en su singularidad, es decir, precisamente en la imposibilidad de representarlo" (p.69).

Por el contrario, el objeto musical es el más cercano a la realidad, porque no imita nada, no evoca nada, no esconde nada, no habla de nada ni a nadie, no tiene mensaje: "La música es así creación de lo real en estado salvaje, sin comentario ni réplica; y único objeto de arte que presenta lo real como tal. Ello por una razón muy simple: la música no imita, agota su realidad en una sola producción" (p.76). El lenguaje musical es totalmente diferente al lenguaje articulado ya que no remite a ningún significado, pues "es imposible determinar jamás de qué habla exactamente" (p.91).

El reconocimiento de la simplicidad de lo real puede llevar al nihilismo, ya que "un mundo que no es más que el mundo, que no existe más que por y ante él , aparecería como una especie de monstruo, o sea, algo a la vez profundamente prodigioso y contrario a la naturaleza" (p.115) . También nos puede llevar a la invención de una segunda realidad, trascendente y eterna, que nos consuele. De aquí "la función apaciguante de la metafísica, de amortizar en la medida de lo posible la brutalidad de lo real" (p.117).

¿Estamos entonces ante un callejón sin salida? Rosset encuentra una: la experiencia de la alegría, esto es, la "aprobación de la existencia que consiste en estimar, si no en contra, al menos independientemente de toda razón o legitimidad, que lo real es "suficiente" -- es decir, que se basta a sí mismo, y basta además para colmar cualquier espera concebible de dicha" (p.117). Frente al nihilismo, que nos lleva a la desazón o nos deja sin energía, o la metafísica, que inventa otros mundos para escapar de éste, "la alegría es el único estado de ánimo a favor del cual es lícito encontrarse en esta disposición particular consistente en no desear nada más" (p.117)

Todos, en definitiva, tenemos que enfrentarnos más tarde o más temprano con lo real. El camino oscila entre dos polos: o una "perfecta toma en cuenta (de lo real), donde culmina la alegría, y de una absoluta negación, donde encalla el disgusto de vivir" (p.122).

"La alegría no es solo un saber de lo real, sino que además implica una aprobación de lo que descubre con ayuda de este saber. Es un saber que ama, que aprueba lo real más que reconocerlo por vía de lo cómico, que se contenta en suma de sacar al día lo real y de encontrar en esta aparición un motivo de regocijo" (p.124).

La alegría por tanto es el amor a lo real, es falta de ausencia, es presencia, aprobación de todo lo que existe: la eliminación del doble. 


Clément Rosset: El amor por lo singular

Resumen (contraportada)


El Coronel no Tiene Quien le Escriba


García Márquez, G. 2017. El Coronel no Tiene Quien le Escriba. Debolsillo

La esperanza es el tema principal de esta novela. La esperanza, ya lo hemos comentado en otra ocasión, puede considerarse como una actitud positiva o todo lo contrario. En esta novela, se presenta en su más absoluta crudeza: aquí la esperanza es, en lugar de aquello que nos mueve, aquello que nos inmoviliza, pues va asociada al miedo e impide actuar sobre la realidad de manera inteligente y decisiva.

"Durante cincuenta y seis años -- desde cuando terminó la última guerra civil -- el coronel no había hecho nada distinto de esperar" (p.7). He aquí el problema del coronel: no hace nada, solo espera, y esa espera provoca miedo y una ansiedad paralizante. Cada vez que llega el correo donde se supone debe aparecer la carta anunciando la concesión de su pensión, siente lo mismo: "Cada vez que lo hacía, el coronel experimentaba una ansiedad muy distinta pero tan apremiante como el terror" (p.21)

El coronel es consciente de lo pueril de esa actitud esperanzada, por eso no la reconoce cuando le preguntan: "El coronel se sintió avergonzado. -- No esperaba nada -- mintió. Volvió hacia el médico una mirada enteramente infantil--. Yo no tengo quien me escriba" (p. 23)

El médico, un poco más adelante, asocia la esperanza con la ingenuidad y le advierte: "No sea ingenuo, coronel -- dijo el médico. Ya nosotros estamos muy grandes para esperar al Mesías" (p.23). De la misma forma, el cartero también le indica, ante su tozuda esperanza, la realidad: "Lo único que llega con seguridad es la muerte, coronel" (p.62). Pero el coronel no hace caso a estas advertencias, no renuncia a la esperanza.

La esperanza también se asocia en otro momento con la desazón, la frustración: "Acuclillado en la plataforma de tablas sin cepillar experimentó la desazón del anhelo frustrado" (p.26) "Se sentía defraudado. Habría preferido permanecer allí hasta el viernes siguiente para no presentarse esa noche ante su mujer con las manos vacías".(p.37). Todos estos sentimientos van acumulándose en el corazón del coronel, y ninguno es positivo. Es cierto que hay un momento en el que la espera se asocia a una virtud positiva: la paciencia. Una de las veces que el coronel vuelve sin la esperada carta, su mujer le dice: "Se necesita tener esa paciencia de buey que tú tienes para esperar una carta durante quince años" (p.37). La paciencia conectada a la esperanza: más adelante volveremos a ella.

La única acción que el coronel emprende para intentar salir del estado de miseria en el que se encuentran él y su mujer es la crianza de un gallo de pelea, pero en el fondo también se trata de otra espera más, puesto que el gallo no le da nada ahora, es solo una ilusión del futuro, cuando tal vez pelee y pueda sacar dinero de él. "Dentro de tres meses será la pelea y entonces podremos venderlo a mejor precio" (p. 49). Su mujer, más realista, se empeña en que lo venda ya, aunque haya que malvenderlo. En este diálogo encontramos a la esperanza asociada a otras dos palabras: ilusión y milagro:

"--Es un gallo contante y sonante --dijo. Hizo cálculos mientras sorbía una cucharada de mazamorra --. Nos dará para comer tres años. 
-- La ilusión no se come-- dijo ella. 
-- No se come, pero alimenta -- replicó el coronel--. Es algo así como las pastillas milagrosas de mi compadre Sabas" (p. 64)

En otro lugar, encontramos una reflexión que asocia el estado de esperanza a la falta de paz y de sosiego: "Necesitó medio siglo para darse cuenta de que no había tenido un minuto de sosiego después de la rendición de Neerlandia" (p.69). El estado de esperanza, por definición, trae consigo el desasosiego, puesto que la esperanza es la cara de una moneda en cuya cruz están inscritos el miedo, la preocupación y la incertidumbre.

Cuando, por enésima vez, su mujer espera que el coronel haya emprendido alguna acción y al menos se hay decidido a vender el gallo, aparecen más sentimientos asociados a la esperanza: "La momentánea frustración de sus proyectos le produjo una confusa sensación de vergüenza y resentimiento". La frustración y la vergüenza ya han sido mencionadas antes, pero aquí aparece otro sentimiento aún más negativo: el resentimiento, el rencor, inevitable a la larga, pues a algo o a alguien habrá que culpar cuando se espera y nunca llega lo que se espera -- culparemos a los que nos rodean, al gobierno, a la realidad o a Dios.

Ansiedad, vergüenza, ingenuidad, ilusión, paciencia, falta de sosiego, rencor: estas son las palabras que encontramos en el libro asociadas a la esperanza. De todas ellas, la paciencia es la única claramente positiva. En su tercera acepción del diccionario de la RAE, se define así la paciencia: "Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho". De hecho, la paciencia es lo único que puede hacer sobrellevable la esperanza, porque si unimos la esperanza a la impaciencia, el resultado necesariamente es la ansiedad.

No obstante, lo ideal es el uso de la paciencia según la primera acepción que tiene en el diccionario: "Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse". Es decir, la paciencia no como espera del cumplimiento del deseo, sino como aceptación de la realidad sin esperar nada de ella: sólo así podremos cambiarla.

El coronel no cambia nada, no actúa, solo espera. Por eso, cuando su mujer le pregunta "Y mientras tanto, qué comemos", sólo le sale una respuesta: "Mierda", última palabra del libro asociada a la esperanza.

Reseña 

Proyecto para resitutir la memoria del abuelo de García márquez, que inspiró la novela



miércoles, 5 de septiembre de 2018

La Vida es Bella


Benigni, R. 1997. La Vida es Bella.

La realidad es indiferente, no es ni bella ni fea, ni justa ni justa ni injusta, ni cruel ni compasiva, simplemente es. En ocasiones nos parece tan cruel e increíble que nos negamos a aceptarla, como le ocurre a aquellos a los que se les diagnostica una enfermedad incurable (Do No Harm), aquellos a los que le toca vivir una situación especialmente cruel (Shoah), aquellos cuyos deseos o ideales son diametralmente opuestos a lo que les rodea (Don Quijote), aquellos que han sufrido un trauma tan profundo que no pueden salir del abismo en el que entraron (síndrome de resignación) y otros muchos casos.

Es lógico que queramos proteger a nuestros hijos de todas estas situaciones. Es difícil aceptar el sufrimiento, pero menos aún en un niño. Nos resulta impensable e inviable la posibilidad de poner al niño cara a cara con la cruda realidad y comunicarle que no hay salida, que lo que hay es lo que hay. ¿Quién podría ser tan cruel? Esta salida es posible con un adulto, como por ejemplo cuando el médico comunica un cáncer incurable, sin paños calientes. Con un niño esto es implanteable.

El adulto tiene sólo dos formas de enfrentar al niño con una realidad difícil. La primera es no ocultársela, pero mostrarle que hay una salida posible: esta es la vía de la esperanza, aunque sea una falsa esperanza. La segunda es ocultar la realidad directamente, hacerla desaparecer, ponerle al niño una venda en los ojos, engañarle aprovechando la confianza que tiene en nosotros.

Esta es la opción que sigue Guido Orefice, judío, en la película La Vida es Bella, cuando se ve obligado a entrar con su hijo pequeño en un campo de concentración. El padre utiliza la inocencia, la ilusión y la fantasía del niño para engañarle e ilusionarle, haciéndole creer que está participando en un juego en el que debe ganar puntos para obtener un premio final: un carro blindado.

Este falseamiento de la realidad es aceptado y comprendido por cualquiera porque tiene sus raíces en el amor y la compasión. El niño es capaz de entrar en este juego por dos razones: en primer lugar por la confianza absoluta que tiene en el adulto, al que no cree capaz de engañarle, y en segundo lugar porque su pensamiento aún no es racional y está imbuido de magia y fantasía. Si un adulto pudiera ser engañado de tal forma, lo tendríamos por loco (como es el caso de Don Quijote) o por tonto (como es el caso de Sancho).

La Vida es Bella nos resulta tan conmovedora y cercana porque este camino de la ocultación y del engaño ha sido transitado en algún momento por todo padre y madre, que en circunstancias menos extremas por supuesto, intenta alejar siempre que sea posible a su hijo de la dureza de la realidad, para que no sufra. Esto también es lo que se hace a veces con un adulto al que consideramos débil e incapaz de aceptar una situación dolorosa, y le mentimos para aliviarle el dolor (lo que llamamos la mentira piadosa).

Por tanto, las raíces de la ilusión están, a veces, en el amor o la compasión. En estos casos, la ilusión no puede ser despreciada o combatida, sino todo lo contrario.


"La Vida es Bella": Una lectura filosófica

La Vida es Bella: el amor fati de Nietzsche en el cine (pdf)



martes, 4 de septiembre de 2018

Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas


Bettelheim, B. 1983 (6ª ed.) Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas. Crítica

(El título original es The Uses of Enchantement. The Meaning and Importance of Fairy Tales. Alfred A. Knoff)

La infancia es la etapa en la que se alimentan todas nuestras ilusiones y fantasías. De allí proviene la petición de deseos en los cumpleaños, la ilusión de la noche de Reyes, la creencia en animales con alma o hadas como el Ratón Pérez o Tooth Fairy, el ángel de la guarda o los cuatros angelitos que guardan la cama, la fe ciega en el Príncipe Azul o la confianza en que "seremos felices y comeremos perdices". Y también la creencia en ogros, monstruos, fantasmas, demonios y tipos malencarados como el coco o el hombre del saco.

¿Por qué atiborramos el cerebro de los niños con todas estas creencias? ¿Es necesario? ¿No son muchas de ellas la causa de las futuras decepciones, desengaños, miedos, incapacidad para ver la realidad tal cual es? ¿No sería mejor que no se hubieran alimentado tantas mentiras, tantas falsas esperanzas, tantas distorsiones, tantos engaños y velos que en algunas ocasiones se quedan ahí falseando la realidad toda la vida? (1)

Buscando alguna respuesta a estas preguntas, he vuelto a leer este libro, un clásico de los años 70 donde el psicólogo y psicoanalista Bruno Bettelheim realizó un análisis pormenorizado de los cuentos de hadas y una apología de su utilización. Según este autor, los cuentos de hadas transmiten sentidos ocultos y ayudan al niño a comprender inconscientemente los impulsos y contradicciones internas que vive durante su crecimiento: "Este es el mensaje que los cuentos de hadas transmiten a los niños, de diversas maneras: que la lucha contra las serias dificultades de la vida es inevitable, es parte intrínseca de la existencia humana; pero si uno no huye sino que se enfrenta a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, llega a dominar todos los obstáculos alzándose, al fin, victorioso" (p.15). Es decir, los cuentos de hadas, no solo no alejan de la realidad, sino que son un instrumento para ayudar a los niños a comprenderla y aceptarla, y vencer los contratiempos.

Los personajes de estas historias no son ambivalentes; son buenos o malos, porque el niño no podría comprender todas las complejidades y contradicciones de las personas reales. En estos cuentos, el malo siempre pierde y los buenos terminan viviendo juntos y felices para siempre. Según Bettelheim, esto "no engaña al niño haciéndole creer que es posible vivir eternamente.. Esto indica que lo único que puede ayudarnos a obtener un estímulo a partir de los estrechos límites de nuestra existencia en este mundo es la formación de un vínculo realmente satisfactorio con otra persona" (p.19).

Los cuentos de hadas tienen una conexión estrecha con la religión. "En los cuentos de hadas abundan los motivos religiosos; muchas historias de la Biblia son de la misma naturaleza que estos cuentos" (p.23). También están profundamente relacionados con los mitos y las fábulas. Pero, a diferencia de estos, "lejos de exigir nada, el cuento de hadas proporciona seguridad, da esperanzas respecto al futuro y mantiene la promesa de un final feliz... Los cuentos de hadas mantienen en los niños la esperanza de que algún día podrán aprovecharse del gigante, es decir, podrán crecer hasta convertirse en gigantes y alcanzar los mismos poderes. Esta es "la gran esperanza que nos hace hombres""(p.41) (citando el poema de A. Tennyson In Memoriam LXXXV).

El cuento de hadas revela al niño de forma indirecta que tendrá que hacer frente a gigantes y monstruos, duras pruebas y reveses, pero que puede llegar a dominarlos con esfuerzo, paciencia y tenacidad. Muchos de estos problemas vendrán de su interior, de las fuerzas ocultas de su inconsciente. Por eso, "lo más importante, puesto que el cuento de hadas garantiza una solución feliz, es que el niño no tiene por qué temer que su inconsciente salga a la luz gracias al contenido de la historia, ya que sabe que, descubra lo que descubra, "vivirá feliz para siempre" " (p.47) Es decir, el cuento de hadas es un soporte de tipo emocional para hacer frente a los miedos, cuando estos aún no se saben racionalizar o tratar con ellos de manera lógica.

Hay un capítulo completo dedicado a las relaciones de estos cuentos con los mitos. Ambos tratan con ritos de paso y fenómenos psicológicos arquetípicos (bien estudiados por Carl Jung), pero hay entre ellos una diferencia sustancial: "el final, que en los mitos suele ser trágico, mientras que en los cuentos de hadas siempre es feliz" (p.54) Este final feliz es totalmente necesario para los niños: "Desde los cuatro años hasta la pubertad, lo que más necesita el niño es que le proporcionen imágenes simbólicas que le aseguren la existencia de una solución satisfactoria a sus problemas edípicos... el cuento de hadas ofrece al niño materiales de fantasía que, de forma simbólica, le indican cuál es la batalla que debe librar para alcanzar la autorrealización, garantizándole un final feliz" (p.57) El héroe del cuento de hadas no es ningún ser sobrenatural, como en los mitos, por lo que permite al niños jugar con la fantasía, pero a la vez, saber que está tratando con personas de carne y hueso.

Hay un capítulo completo que se titula "El niño tiene necesidad de magia", donde se revisa a Piaget para recordarnos que el pensamiento del niños es animista hasta la pubertad. Si tenemos en cuenta el desarrollo evolutivo del pensamiento del niño (2), sabremos que las explicaciones racionales en el periodo pre-operacional son inútiles para el niño. "Desde un punto de vista adulto, y en términos de la ciencia moderna, las respuestas que ofrecen los cuentos de hadas están más cerca de lo fantástico que de lo real. De hecho, estas soluciones son tan incorrectas para muchos adultos --ajenos al modo en que el niño experimenta el mundo-- que se niegan a revelar a sus hijos esa "falsa" información. Sin embargo, las explicaciones realistas son, a menudo, incomprensibles para los niños" (p.68). Este es otro argumento, por lo tanto, muy importante, para entender el porqué de estas historias: el pensamiento mágico es la manera en la que el niño se aproxima a la realidad. Las explicaciones racionales no son realmente asimiladas por los niños, que "repiten automáticamente, como un loro, explicaciones que, de acuerdo con su propia experiencia del mundo, no son más que mentiras que han de creer como si fueran ciertas porque lo ha dicho un adulto" (p.69) .

La magia también ha sido el recurso del ser humano para explicarse la realidad antes de que empezara a utilizar la ciencia: "Los antiguos egipcios, al igual que las criaturas veían el cielo y el firmamento como un símbolo materno (Nut) que se extendía sobre la tierra para protegerla, cubriéndola serenamente a ella y a los hombres" (p.71) Esta misma necesidad de seguridad es otro argumento a favor del beneficio de los cuentos de hadas en los niños: "Despreciar una imagen protectora de este tipo, como simples proyecciones de una mente inmadura, es privar al niños e un aspecto de la seguridad y confort duraderos que necesita" (p.71). El individuo necesita repetir el mismo proceso que la humanidad ha seguido desde las proyecciones emocionales e infantiles hasta que han sido sustituidas por explicaciones racionales. "Traducidos en términos de conducta human, cuanto más segura se sienta una persona en el mundo, tanto menos necesitará apoyarse en proyecciones "infantiles"  -- explicaciones míticas o soluciones de cuentos de hadas para los eternos problemas vitales -- y más podrá buscar explicaciones racionales" (p.73).

Por lo tanto, los cuentos de hadas crean en los niños una ilusión necesaria que no tiene nada de malo, siempre y cuando al llegar a la edad adulta sepamos seguir el proceso opuesto que consiste en quitar todos esos velos que fueron imprescindibles para darnos seguridad en el inicio de nuestro caminar, pero que posteriormente habrá que reemplazar por la realidad. De momento, mientras se es niño, "los cuentos de hadas ofrecen personajes con los que externalizar lo que ocurre en la mente infantil, de una manera que el niño, además, puede controlar" (p.93).

Bettelheim hace en el libro un análisis interesantísimo de los principales cuentos de hadas, aclarando la forma en la que nos ayuda cada uno de ellos. Según él, los adultos debemos perder el miedo a contarles estas fantasías a los niños, pues son necesarias para manejar las tensiones y miedos de nuestro inconsciente: "El inconsciente es la fuente de materias primas y la base sobre la que el yo construye el edificio de nuestra personalidad. Dentro de este símil, nuestras fantasías son los recursos naturales que proporcionan y dan forma a estas materias primas, haciéndolas útiles para las tareas de construcción que el yo debe llevar a cabo. Si nos vemos privados de esta fuente natural, nuestra vida se queda a mitad de camino; si nos disponemos de fantasías que nos den esperanzas , tampoco tendremos la fuerza necesaria para enfrentarnos a las adversidades. La infancia es el período de nuestra vida en el que más deben alimentarse estas fantasías. " (p.173)

Nuestra necesidad de ilusión y fantasía proviene de la infancia, porque desde el momento en que nacemos, necesitamos aprehender e intentar comprender una realidad que se nos hace inabarcable, y esa es la única forma de conseguirlo: hemos de buscar atajos que nos den soluciones provisionales a nuestras dudas, inquietudes y ansiedades.


_______________________________________________

(1) Los cuentos de hadas también son muy criticados por la concepción de la sociedad patriarcal que transmiten, estando plagados de estereotipos de género y valores conservadores y convencionales. Pero esta línea de análisis, muy interesante, no la vamos a tratar aquí. Para este tema, visitar estos enlaces:  

https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6202351.pdf 

http://www.quadernsdigitals.net/datos_web/articles/kikiriki/k25/critica.htm

 https://www.abc.es/familia-educacion/20150906/abci-princesas-machismo-educacion-201509031813.html


(2)  Nuestro cerebro sigue unas etapas de desarrollo, bien estudiadas por la Psicología Evolutiva, y no es capaz utilizar la razón de forma plena hasta edades más avanzadas. Durante el período denominado por Piaget "preoperacional" , entre los dos y siete años aproximadamente, el cerebro del niño trabaja con símbolos, y no es hasta el periodo de las "operaciones concretas" (7 a 11/12 años aproximadamente) que no empieza a usar la lógica (aunque todavía sin utilizar abstracciones), siendo  por fin a partir de los 11 o 12 años que puede empezar a razonar de forma abstracta y realizar hipótesis (período de las "operaciones formales").

Pulaski, M.A. 1975. Para Comprender a Piaget. Ediciones Península.






sábado, 1 de septiembre de 2018

Don Quijote de la Mancha


De Cervantes Saavedra, M. 2004. (Edición del IV Centenario). Don Quijote de la Mancha. RAE

No podía faltar Don Quijote en un blog dedicado a la ilusión y la realidad. He vuelto a leerlo con esta idea como brújula, ya que es uno de los temas más importantes en el libro. Don Quijote llega a la médula de una necesidad consustancial al ser humano: escapar de la realidad y construirse un mundo de ilusión para sobrevivir a ella.

La locura de Don Quijote viene dada por esa fractura radical con la realidad que le ha tocado vivir. Sueña con ese mundo ideal de la Caballería Andante, el Amor Perfecto, los Valores Sublimes, la Entrega Sin Medida, la Valentía Sin Límites. No tolera vivir en un mundo donde todo es exactamente lo contrario: soez, burdo, mentiroso, egoísta, rastrero, cobarde y ruín. Esa necesidad de vivir una ficción tan alejada de la realidad es lo que le lleva a la locura. ¿Cuántas personas no viven en una segunda realidad, ajena a la única que hay, por no tolerar el mundo tal cual es? ¿Cuántas no viven con la utopía de un mundo diferente, irreal, que no existe más allá de su imaginación, pero creen firmemente en él, ya sea en este mundo o en el otro? ¿Quién no se deja engañar, al menos de vez en cuando, por una imagen de sí mismo ideal, distorsionada, alejada de la realidad?  Por eso es tan profunda la empatía y solidaridad que sentimos por el bueno de Alonso Quijano y por su doble, Don Quijote. Porque representa nuestro doble "bueno", nuestro superyo, la imagen ideal de nosotros mismos.

Por otro lado, está Sancho, que vive apegado a su máxima ilusión, su Ínsula Barataria. Esta ilusión es de otra índole, no tiene los aires filantrópicos e idealistas de la de Don Quijote, es mucho más pedestre y de andar por casa. Sancho se deja llevar por un sueño imposible, pero esa ilusión le arrastra hasta tal punto que deja de ver la realidad también, a pesar de tratarse de una persona tremendamente realista y con los pies en el suelo. La Ínsula Barataria es la metáfora de todas nuestras ilusiones diarias, relacionadas con el estómago más que con los ideales, que van desde el sueño del décimo de lotería premiado, hasta la casa en la playa, el nuevo coche o el viaje ideal. Todos esos sueños, que al final no se cumplen o se cumplen a medias, o si se cumplen traen nuevos problemas consigo, porque la realidad siempre se interpone, son nuestras ínsulas baratarias, y por eso nos sentimos también tan cerca de Sancho, y lo comprendemos de una forma tan profunda.

Afortunadamente, Cervantes no los dejó ahí, en el mundo de la ilusión. Sancho, cuando conoce la vida como gobernador de la ínsula, víctima de un engaño, se cae de su idealización y vuelve a la realidad, que es donde realmente somos libres, aunque nos parezca lo contrario: "Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad: dejadme que vaya a buscar la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser gobernador ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieran acometerlas" (p.957). De la misma forma, Don Quijote, vuelve a su yo real, a hacerse humano, tan sólo Alonso Quijano, sin más aderezos: "Yo tengo ya juicio libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia que sobre él me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de caballerías. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengaño ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa leyendo otras que no sean luz del alma"(p.1100). Finalmente, todos, al igual que Don Quijote y Sancho, aunque también nos ilusionemos y nos permitamos algún engaño pasajero, regresamos a la cordura y a vivir en la realidad.

Se trata en ambos casos de una visión tan humana de lo que somos, un estudio tan profundo, compasivo y lleno de humor de nuestra naturaleza, de esa mezcla continua de ilusión y realidad, que no es de extrañar que se haya convertido en un libro inmortal.

________________________________________

La edición conmemorativa aporta unos interesantísimos anexos de Francisco Ayala, Martín de Riquer, Francisco Rico, José Manuel Blecua y otros, pero el que más me ha interesado desde el punto de vista que hemos comentado aquí es el escrito por Mario Vargas Llos, "Una novela para el siglo XXI", disponible en Internet.

Hace poco se ha estrenado en cine la versión de Terry Gilliam del Quijote, después de muchos años tras ello: The Man Who Killed Don Quixote.



La Ínsula Barataria de Sancho Panza (lugares con historia) 

La Ínsula Barataria: el viaje de Don Quijote (EL PAIS)

La extraña locura de Don Quijote

¿Cómo se diagnosticaría hoy la locura de Don Quijote? 

El concepto de locura en Don Quijote y en Hamlet

La locura de Don Quijote 

Realidad, ficción y juego en el Quijote: locura-cordura

La realidad y la ilusión: Cervantes en Freud