domingo, 31 de marzo de 2019

Capharnaüm


Labaki, Nadine. 2018. Capharnaüm.

Algunos críticos han tildado esta película de "pornografía emocional":  "Alegato contra las condiciones de vida que sufren los niños en los barrios pobres de Beirut, pasa la mayor parte de su metraje ofreciendo escenas cada vez más explícitas de sufrimiento infantil. Vemos a bebés encadenados, a niñas que son dadas en matrimonio a cambio de unas gallinas, a niños que se mueren de hambre y son toqueteados y golpeados y vendidos y revolcados en la mugre. Su inenarrable abuso de la pornografía emocional convierte 'Capernaum', a juicio de este cronista, en una de las peores películas proyectadas en Cannes en los últimos 15 años" (1). 

¿Puede el cine mostrar la realidad descarnada? ¿Debe hacerlo? ¿Dónde está la frontera entre el cine y el documental? ¿Cuando una película muestra la realidad, la convierte inevitablemente en "show mediático", haciéndola pornográfica? ¿Nos acerca el cine a la realidad o nos aleja de ella, porque la convierte en "hiperrealidad"? ¿Es la principal función del cine la evasión y la ficción, o el realismo?

Todas estas cuestiones han sido removidas por la última película de Nadine Labaki, película que nos acerca a una de las tradiciones más antiguas del cine. El cine nació con los hermanos Lumiere y sus prosaicos y realistas cortos de obreros saliendo de la fábrica o trenes llegando a estaciones (como vemos en el delicioso documental ¡Lumiere!, Comienza la Aventura), pero muy pronto tomó el camino de la fantasía con George Melies (retratado por Scorsese en Hugo). Caphernaum nos recuerda al más puro "cine ojo", al "cinema verité", al "free cinema", a la "nouvelle vague", al "neorrealismo italiano". Al ver Caphranäum es imposible no recordar Los Cuatrocientos Golpes de Truffaut, en la que también un niño huye de casa víctima de la negligencia de sus padres, o Ladrón de bicicletas, por la realista descripción de la vida de un niño pobre en las calles de una ciudad.  Algunos opinan que es una traición mostar todo esto, ya que al mostrarlo se hace uno cómplice de lo mostrado y la única utilidad que tiene es la recreación sentimental en el sufrimiento ajeno, que termina una vez que hemos echado unas lágrimas de cocodrilo en la sala de cine, y volvemos de nuevo a nuestra burbuja cotidiana. ¿O es un deber aprovechar este medio para llevar al espectador a realidades que de otra forma nunca conocería, para hacerle consciente de ellas?

Según Clement Rosset, "el cine es el arte que mantiene menos relaciones con la realidad: por pertenecer esencialmente no al dominio de lo real, sino al universo de sus dobles... El cine está debilitado por su propia potencia expresiva... de lo real, el cine no puede ofrecer más que duplicaciones sin originalidad y representaciones sin sorpresa" (2). Es decir, el problema del cine, según Rosset, es su peligrosa proximidad a lo real. Nos hace creer que nos muestra la realidad, cuando no hace más que presentarnos un doble que es, necesariamente, falso. Por eso, dice Rosset, sólo el cine fantástico nos permite evocar lo real, o en el polo opuesto el cine que él llama "realismo integral", de cineastas como Jean Vigo, Robert Flaherty o Jean Luc Godard.

Es precisamente esa proximidad a lo real, sin ser lo real, lo que hace que algunos vean el cine realista como pura pornografía. Pero la idea que motivó la invención del cine fue precisamente la de reproducir fielmente la realidad. Según André Bazin, "el mito que dirige la invención del cine viene a ser la realización de la idea que domina confusamente todas las técnicas de reproducción de la realidad que vieron a la luz en el siglo XIX, desde la fotografía al fonógrafo. Es el mito del realismo integral, de una recreación del mundo a su imagen, una imagen sobre la que no pesaria la hipoteca de la libertad de interpretación del artista ni la irreversibilidad del tiempo" (3). El libro de Bazin es un ensayo clásico sobre la esencia del cine y su relación con la realidad y las demás artes, así como la Teoría del Cine de Krakauer, que pone el énfasis en la principal característica del cine: "el cine está singularmente dotado para registrar y revelar la realidad, y, por, consiguiente, desplaza hacia allí su centro de gravedad" (4). Ambos libros son dos apasionantes tratados sobre el laberinto de la relación entre el cine, la realidad y la ilusión.

El cine ha tomado muchos derroteros, pero indudablemente uno que continúa presente es aquel que intenta ser fiel a la realidad, aquel que intenta capturar la realidad lo más objetivamente posible. Es cierto que esto es inalcanzable de manera absoluta, pues una vez que se decide contar una historia y no otra, o poner la cámara en un lugar y no en otro, ya estamos viendo una imagen distorsionada de la realidad, pero no la realidad. No obstante, hay que ocasiones en que el intento merece la pena, pues tenemos la sensación de estar asomados a una ventana desde la que estamos siendo testigos de la realidad tal cual es. Esto ocurre en películas como Caphernaüm, Alma mater, o Obey, por mencionar las últimas que hemos visto este año. Estas películas nos ofrecen una oportunidad única de presenciar una realidad que, de no ser así, nos estaría vedada.





________________________________________

(Precisamente esta semana ha muerto Agnes Varda, una de las precursoras de la Nouvelle vague y una pionera en traspasar las fronteras entre el cine de ficción y el documental).


Todas las reseñas en FilmAffinity

(1) Reseña de El Periódico

(2) El Objeto singular (pp.63-64)

(3) Bazín, A. 1990. ¿Qué es el Cine?. Rialp. (p.37)

(4) Krakauer. 1989. Teoría del Cine. La Redención de la Realidad Física. Paidós. (p.50)

viernes, 8 de marzo de 2019

La Inteligencia Fracasada


Marina, J. A. 2004. La Inteligencia Fracasada. Teoría y Práctica de la Estupidez. Anagrama.

Con la lectura del libro sobre la Historia de la Estupidez Humana, vimos multitud de ejemplos que ilustran la falta de lucidez de nuestra inteligencia a lo largo de la Historia. Ya entonces nos preguntábamos por las causas de estos fracasos de la inteligencia. A ello dedica Marina este libro, que es complementario del de Voltes.

"La inteligencia fracasa cuando es incapaz de ajustarse a la realidad", dice Marina en la introducción. Efectivamente, la capacidad de ver la realidad tal cual es para poder ajustarse a ella es uno de lo más importantes medidores de la inteligencia. Una de las causas de este fracaso es "la intervención de un módulo inadecuado, que ha adquirido una inmerecida preeminencia por un fallo de la inteligencia ejecutiva" (p.23). Ninguna objeción a esta primera causa. Más adelante, se especifica otra causa diferente, que se define como "la elección del marco equivocado": "El marco superior de jerarquía para el individuo es su felicidad. Es un fracaso de la inteligencia aquello que le aparte o le impida conseguir la felicidad" (p.29). Esta idea es más problemática, pues según esto, cabría preguntarse: ¿es más inteligente entonces ser un tonto feliz que un lúcido infeliz? Marina vuelve a este asunto al final del libro.

Marina hace un inventario de fracasos de la inteligencia que se podría esquematizar de la siguiente forma:

1. Fracasos cognitivos: prejuicio, superstición, dogmatismo, fanatismo. Estos fracasos lo son porque "bloquean una de las funciones de la inteligencia, que es conocer la realidad... Si pudiéramos vivir en un mundo de fantasía, sería estupendo, pero no podemos" (p.42)

2. Fracasos afectivos: vanidad, aburrimiento, envidia, resentimiento. "Los sentimientos son sólo experiencias que nos informan acerca de cómo se están comportando nuestros proyectos o deseos en su enfrentamiento con la realidad. Dejan de cumplir esta función cuando informa sesgada o falsamente de esa situación" (p.64)

3. Fracasos de la comunicación ("los lenguajes fracasados"):  habla interior errónea, ausencia de comunicación, automatismos, equivocación hermenéutica, mecanismos de género. Aquí Marina hace alusión a los estudios de la Escuela de Palo Alto -- Watlawick)

4. El fracaso de la voluntad: deseo deficiente, impulsividad, procrastinación, indecisión, rutina, inconstancia, obcecación. En general, estos fracasos se deben a los fallos en las cuatro habilidades de que se compone la voluntad: inhibir el impulso, deliberar, decidir, mantener el esfuerzo.

5. El fracaso en la elección de metas: elección errónea de metas personales (imposibles, contradictorias, destructivas), errónea coordinación de metas con otras personas, errónea coordinación de metas con las impuestas por la sociedad (individualismo insolidario). En este caso, la inteligencia va unida a la moral, de forma que, según Marina, "la maldad es el gran fracaso de la inteligencia".

Finalmente, se incluye un capítulo que sobrepasa el ámbito individual para explorar la estupidez colectiva, basada en las creaciones de la "inteligencia comunitaria, como el lenguaje, las morales, las costumbres, las instituciones: "Hay un minucioso trabajo de invención, reflexión, crítica, reelaboración, contrastación, puesta a prueba, proselitismo, iteración, rechazo, vueltas atrás, utopías, reivindicaciones, condenas, inquisiciones, librepensadores, científicos, estúpidos, santos, malvados, gentes del común, víctimas, verdugos, que sufriendo bandazos con frecuencia sangrientos, gracias a la inclemente pedagogía del escarmiento y a la gloriosa del placer y la alegría, produce una consistente segunda realidad. Los teóricos que hablan de la construcción de la realidad, frecuentemente con exageración, se refieren a la obra de estos telares infinitos y anónimos" (p.143).

La inteligencia colectiva tiene fracasos similares a la individual: cognitivos, afectivos y operativos- Por ejemplo, "la inteligencia social puede equivocarse en las metas. Por ejemplo, cuando crea mitologías a las que sacrifica los derechos individuales, la felicidad del ciudadano" (p.156).

En este sentido, Marina equipara felicidad a nivel individual con justicia a nivel político, siendo ambas las metas del comportamiento inteligente: "El triunfo de la inteligencia personal es la felicidad. El triunfo de la inteligencia social es la justicia... Son inteligentes las sociedades justas. Y estúpidas las injustas. Puesto que la inteligencia tiene como meta la felicidad - - privada o pública - -, todo fracaso de la inteligencia entraña desdicha. La desdicha privada es el dolor. La desdicha pública es el mal, es decir, la injusticia (P. 159)... Sabiduría es la inteligencia habilitada para la felicidad privada y para la felicidad política, es decir, para la justicia" (P. 170)

Como vemos, al final del libro, vuelven a enlazarse las ideas de inteligencia y felicidad. Marina desarrolla un argumento similar al de Pinker, que también critica a aquellos intelectuales y creadores para los que la felicidad es algo negativo, y en cambio el sufrimiento y la angustia son positivos. "Una esquinada idea de la naturaleza humana sobreentiende que la felicidad es pancista y boba, y que solo el sufrimiento es creador.. Heidegger defendió que sólo la angustia permitía revelar la verdadera realidad" (p. 168). Ya vimos cómo Pinker en su último libro arremete contra Nietzsche y su cohorte de seguidores, entre los que está Heidegger, por promover esa negatividad y pesimismo que, según él distorsionan la realidad.

Lo cierto es que la felicidad puede ser pancista y boba, y también ilusa, y egoísta, y también puede distorsionar la realidad. ¿Cuántas veces preferimos no ver ni saber para no arriesgar nuestro estado de placidez y bienaventuranza?  Por tanto la felicidad no es algo positivo en sí mismo, depende de los adjetivos que le pongamos detrás. Estoy de acuerdo plenamente con las tesis de Marina siempre que a la palabra felicidad le añadamos el adjetivo de "lúcida", o "felicidad en la verdad", como hace Comte-Sponville: "La sagesse? C'est un bonheur vrai, ou une verité heurese... la sagesse indique une direction: celle du maximum de bonheur dans le maximum de lucidité... si le philosophe a le choix entre une verité et un bonheur, il n'est philosophe, ou digne de l'être, qu'en tant qu'il choisit la verité. Mieux vaut une vraie tristesse q'une fausse joie (p. 14-16 de la versión francesa).

"¿La sabiduría? Es una felicidad verdadera o una verdad feliz... La sabiduría indica una dirección: la del máximo de felicidad en el máximo de lucidez... si el filósofo ha de eligir entre una verdad y una felicidad, es filósofo, o digno de serlo, solamente si elige la verdad. Más vale una verdadera tristeza que una falsa alegría (p. 18-19 de la versión española)

Eso sería, en mi opinión, lo contrario de la inteligencia fracasada: la felicidad lúcida.

__________________________________________________________

Comte-Sponville, A. 2000. La Bonheur, Désespérément. Editions Pleux Feux
                                  2001. La Felicidad, Desesperadamente. Paidós


Reseña (Página web de J.A. Marina) 

Reseña (EL PAIS)

Reseña (EL CULTURAL)

Reseña (Europa Press)





lunes, 4 de marzo de 2019

Dr Jekyll and Mr Hyde


Stevenson, R.L. 1994, The Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde. Penguin Popular Classics


La fascinación que sigue ejerciendo el clásico de Stevenson se debe a que se adentra en mitos e ilusiones atávicas de los seres humanos e intenta asomarse a la realidad de nuestra naturaleza.

En primer lugar, le novela  describe la necesidad de un científico, el Dr Jekyll, por avanzar en el conocimiento de lo que somos utilizando la ciencia y la investigación. Esta loable empresa siempre se ha visto entorpecida a lo largo de la historia de la humanidad por las creencias religiosas, los prejuicios, o simplemente por el miedo a llegar a perder el control de los conocimientos adquiridos. Es el temor del ser humano a llegar a equipararse con Dios, miedo ancestral que se encuentra en el mito de Prometeo o en la novela de Frankenstein, y que sigue estando de plena actualidad debido a los increíbles avances de la ciencia y la tecnología en las últimas décadas (y que trata, entre otros, Harari en su libro Homo Deus). Este mito / temor nos hace preguntarnos si es bueno saber más de la cuenta, si la curiosidad del hombre por conocer su realidad debe tener algún tipo de freno. Es un miedo tan antiguo que ya aparece en el Génesis en la expulsión del hombre del paraíso por querer probar el fruto del árbol del bien y del mal o en la construcción de la torre de Babel. ¿Es bueno saber o es mejor no saber? ¿Es bueno intentar aproximarse a la verdad o es más conveniente permanecer en la inocencia y la ilusión? Este es el primer pecado por el que el Dr Jekyll es castigado, por no querer permanecer en la ignorancia.

En segundo lugar, la novela destroza la ilusión del alma humana como espíritu inmaterial, vislumbrando el camino hoy ya totalmente confirmado por la ciencia de que no existe tal alma, sino que somos fruto de la física y la química de nuestro cerebro, órganos, hormonas y fluidos. Esta ilusión del alma, que es en el fondo la misma que sustenta la creencia en fantasmas, ha sido uno de los más duros golpes atizados a la soberbia del ser humano, en su creencia ciega de ser de naturaleza distinta a la del resto de los animales.

De la misma forma, se hace añicos la ilusión del libre albedrío. No somos de una sola pieza, no tenemos el control de nuestras acciones, pues éstas dependen de las intrincadas combinaciones de nuestra genética y nuestra azarosa existencia. Nuestro comportamiento puede ser fácilmente alterado por la química. No hay en nuestro interior un solo director, no somos solo uno. En el caso de las personas "normales", hay un coro de al menos tres voces, según Freud (superego, yo y ello), pero puede llegar a haber muchas, "contenemos multitudes", como subraya Eagleman en su libro Incógnito parafraseando el poema de Walt Whitman. Permanecemos en la cordura cuando sabemos manejar ese vocerío interior sin que se desmadre ninguna voz rebelde, y cuando no lo conseguimos aparecen las demencias y las enfermedades mentales.

El objetivo al que quiere llegar el Dr Jekyll, que no es otro que erradicar el mal de nuesto interior, es decir, todo aquello que nos lleva a la autodestrucción y la infelicidad, ha sido perseguido por la medicina y la psiquiatría de diversas formas -- y lo sigue haciendo: el uso de la lobotomías, la administración de drogas y estupefacientes, la ingesta de antidepresivos y ansiolíticos, la castración química, etc. Esta lucha del hombre por dominar aquellos impulsos y tendencias que se escapan a su poder sigue estando plenamente vigente.

Dice el Dr Jekyll: " I hazard the guess that man will be ultimately known for a mere polity of multifarious, incongruous and independent denizens...I learned to recognize the thorough and primitive duality of man; I saw that, of the two natures that contended in the field of my consciousness, even if I could rightly be said to be either, it was only because I was radically both; and form an early date, even before the course of my scientific discoveries had began to suggest the most naed possibility of such a miracle, I had learned to dwell with pleasure, as a beloved daydream, on the thought of the separation of these elements" (p.70).

("Me atrevo a aventurar que llegarán a descubrirse en el hombre multitud de facetas, incongruentes e independientes... Aprendí a conocer la total y primitiva dualidad humana; vi que había dos naturalezas que contendían en el campo de mi conciencia; sin faltar a la verdad, podía asegurarse que cualquiera de las dos era la mía propia, ya que, en realidad, aunque fuesen contradictorias, ambas eran mías. Desde el principio, aun antes de que el curso de mis experiencias científicas llegase a sugerir la más remota posibilidad de tal milagro, yo había aprendido a pensar con placer, como en un agradable soñar despierto, en la idea de la separación de ambos elementos.")(1)

Ahí estuvo su verdadero error: no en derribar mitos e ilusiones, no en querer conocer la naturaleza humana, sino en no aceptarla y querer cambiarla. Abandonando un espejismo, se dejó hipnotizar por otro: la ilusión vana de querer deshacernos de nuestra parte animal y del monstruo que todos llevamos dentro. Por querer dominar, prohibir y expulsar a una parte de sí mismo, consiguió lo contrario, darle protagonismo y preponderancia. De hecho, es lo que siempre han intentado los ascetas que se flagelan y mortifican para combatir su demonio interior, práctica que finalmente conduce a la locura.

Solo el conocimiento y la aceptación de nuestra naturaleza puede traernos calma, consuelo y remedio.

_______________________________________________

(1) Traducción de Carlos Silvi (Ediciones Orbis SA, 1982)

Entry (Encyclopaedia Britannica)

Wikipedia 

De doctores y monstruos: la ciencia como transgresión en Dr Faustus, Frankenstein y Dr Jekyll and Mr Hyde (Beatriz Villacañas)

Enlace a la película de Victor Fleming de 1941

Libro completo en español