lunes, 4 de marzo de 2019

Dr Jekyll and Mr Hyde


Stevenson, R.L. 1994, The Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde. Penguin Popular Classics


La fascinación que sigue ejerciendo el clásico de Stevenson se debe a que se adentra en mitos e ilusiones atávicas de los seres humanos e intenta asomarse a la realidad de nuestra naturaleza.

En primer lugar, le novela  describe la necesidad de un científico, el Dr Jekyll, por avanzar en el conocimiento de lo que somos utilizando la ciencia y la investigación. Esta loable empresa siempre se ha visto entorpecida a lo largo de la historia de la humanidad por las creencias religiosas, los prejuicios, o simplemente por el miedo a llegar a perder el control de los conocimientos adquiridos. Es el temor del ser humano a llegar a equipararse con Dios, miedo ancestral que se encuentra en el mito de Prometeo o en la novela de Frankenstein, y que sigue estando de plena actualidad debido a los increíbles avances de la ciencia y la tecnología en las últimas décadas (y que trata, entre otros, Harari en su libro Homo Deus). Este mito / temor nos hace preguntarnos si es bueno saber más de la cuenta, si la curiosidad del hombre por conocer su realidad debe tener algún tipo de freno. Es un miedo tan antiguo que ya aparece en el Génesis en la expulsión del hombre del paraíso por querer probar el fruto del árbol del bien y del mal o en la construcción de la torre de Babel. ¿Es bueno saber o es mejor no saber? ¿Es bueno intentar aproximarse a la verdad o es más conveniente permanecer en la inocencia y la ilusión? Este es el primer pecado por el que el Dr Jekyll es castigado, por no querer permanecer en la ignorancia.

En segundo lugar, la novela destroza la ilusión del alma humana como espíritu inmaterial, vislumbrando el camino hoy ya totalmente confirmado por la ciencia de que no existe tal alma, sino que somos fruto de la física y la química de nuestro cerebro, órganos, hormonas y fluidos. Esta ilusión del alma, que es en el fondo la misma que sustenta la creencia en fantasmas, ha sido uno de los más duros golpes atizados a la soberbia del ser humano, en su creencia ciega de ser de naturaleza distinta a la del resto de los animales.

De la misma forma, se hace añicos la ilusión del libre albedrío. No somos de una sola pieza, no tenemos el control de nuestras acciones, pues éstas dependen de las intrincadas combinaciones de nuestra genética y nuestra azarosa existencia. Nuestro comportamiento puede ser fácilmente alterado por la química. No hay en nuestro interior un solo director, no somos solo uno. En el caso de las personas "normales", hay un coro de al menos tres voces, según Freud (superego, yo y ello), pero puede llegar a haber muchas, "contenemos multitudes", como subraya Eagleman en su libro Incógnito parafraseando el poema de Walt Whitman. Permanecemos en la cordura cuando sabemos manejar ese vocerío interior sin que se desmadre ninguna voz rebelde, y cuando no lo conseguimos aparecen las demencias y las enfermedades mentales.

El objetivo al que quiere llegar el Dr Jekyll, que no es otro que erradicar el mal de nuesto interior, es decir, todo aquello que nos lleva a la autodestrucción y la infelicidad, ha sido perseguido por la medicina y la psiquiatría de diversas formas -- y lo sigue haciendo: el uso de la lobotomías, la administración de drogas y estupefacientes, la ingesta de antidepresivos y ansiolíticos, la castración química, etc. Esta lucha del hombre por dominar aquellos impulsos y tendencias que se escapan a su poder sigue estando plenamente vigente.

Dice el Dr Jekyll: " I hazard the guess that man will be ultimately known for a mere polity of multifarious, incongruous and independent denizens...I learned to recognize the thorough and primitive duality of man; I saw that, of the two natures that contended in the field of my consciousness, even if I could rightly be said to be either, it was only because I was radically both; and form an early date, even before the course of my scientific discoveries had began to suggest the most naed possibility of such a miracle, I had learned to dwell with pleasure, as a beloved daydream, on the thought of the separation of these elements" (p.70).

("Me atrevo a aventurar que llegarán a descubrirse en el hombre multitud de facetas, incongruentes e independientes... Aprendí a conocer la total y primitiva dualidad humana; vi que había dos naturalezas que contendían en el campo de mi conciencia; sin faltar a la verdad, podía asegurarse que cualquiera de las dos era la mía propia, ya que, en realidad, aunque fuesen contradictorias, ambas eran mías. Desde el principio, aun antes de que el curso de mis experiencias científicas llegase a sugerir la más remota posibilidad de tal milagro, yo había aprendido a pensar con placer, como en un agradable soñar despierto, en la idea de la separación de ambos elementos.")(1)

Ahí estuvo su verdadero error: no en derribar mitos e ilusiones, no en querer conocer la naturaleza humana, sino en no aceptarla y querer cambiarla. Abandonando un espejismo, se dejó hipnotizar por otro: la ilusión vana de querer deshacernos de nuestra parte animal y del monstruo que todos llevamos dentro. Por querer dominar, prohibir y expulsar a una parte de sí mismo, consiguió lo contrario, darle protagonismo y preponderancia. De hecho, es lo que siempre han intentado los ascetas que se flagelan y mortifican para combatir su demonio interior, práctica que finalmente conduce a la locura.

Solo el conocimiento y la aceptación de nuestra naturaleza puede traernos calma, consuelo y remedio.

_______________________________________________

(1) Traducción de Carlos Silvi (Ediciones Orbis SA, 1982)

Entry (Encyclopaedia Britannica)

Wikipedia 

De doctores y monstruos: la ciencia como transgresión en Dr Faustus, Frankenstein y Dr Jekyll and Mr Hyde (Beatriz Villacañas)

Enlace a la película de Victor Fleming de 1941

Libro completo en español


No hay comentarios:

Publicar un comentario