miércoles, 27 de febrero de 2019

El Mundo de Hoy


Kapuściński, R. 2008. El Mundo de Hoy. Autorretrato de un Reportero. Anagrama


En la introducción del libro se hace alusión a El Mundo de Ayer, de Stefan Zweig, por la actitud de absoluto desconocimiento de la realidad circundante que aquel autor reconoce cuando analiza a posteriori los acontecimientos que darían lugar a la Segunda Guerra Mundial. Es increíble cómo podemos vivir de espaldas a la realidad, metidos en nuestra burbuja de cristal diaria, protegidos por nuestro caparazón de rutinas, lugares seguros, amistades y actividades cerradas.

Es justo lo opuesto que reivindica este libro: tener los ojos bien abiertos para verlo todo y ser testigo de todo cuanto ocurre a nuestro alrededor. Se trata de una selección de textos que ofrece un collage de la atenta mirada de Kapuscinski a la realidad del mundo que le tocó vivir y su reflexión sobre la misma: miradas sobre Africa, Asia, Europa, Rusia, América Latina, provenientes de una exhaustiva bibliografía entre cuyos título se encuentran, por supuesto, Ébano y Un Día Más con Vida .

Kapuscinski hace un análisis muy similar al de Vicente Verdú en el libro El Estilo del Mundo. A partir del fin de la guerra fría "se desarrolló algo muy provechoso para los intereses del gran capital: una ideología del consumo" (p.119). Las desgracias fuerona arrinconadas para "dar lugar al entretenimiento; una fiesta interminable, un turismo plácido, culebrones frívolos, compras navideñas... en una palabra, se creó una ilusión de que vivíamos en un mundo sin problemas, sin desgracias, sin conflictos" (p. 119). Ya le hemos dado nombre a esto: el capitalismo de ficción.

Pero la realidad es obstinada, y afortunadamente hay gente como Kapuscinski para hacernos salir del espejismo. Su experiencia como reportero por todo el mundo le lleva a una conclusión opuesta a la de Pinker, según el cual nuestro mundo evoluciona en un línea de progreso continuo. La aproximación a la realidad de ambos no puede ser más diferente, así como su metodología: Pinker hace una estudio histórico y comparativo basado en estadísticas, y Kapuscinski viaja, se mezcla con la gente, observa y se adentra en la realidad hasta la médula de la misma. Por eso concluye: "El mundo es un lugar profundamente injusto. Y esta injusticia no para de aumentar. La paradoja del progreso del siglo XX consiste en que a medida que avanza el desarrollo del mundo, más desigual se vuelve el reparto de sus frutos. El propio desarrollo ahonda en la injusticia" (p.218). El progreso, la técnica y la economía no han conseguido frenar las desigualdades, sino que por el contrario, las han exacerbado, de manera que "la actual estructura del reparto de las riquezas es tal que un cambo radical resulta muy difícil" (p. 226). Por tanto, su conclusión es más parecida a la de Zizek en su último libro, ya que también advierte de la injusta y desigual realidad de nuestro mundo, poniendo el foco en Asia, el Islam y los fenómenos migratorios como algunas de las realidades a las que más atención hay que prestarle en el mundo de hoy.

Vivimos en un mundo tan complejo y que se transforma a una velocidad tan vertiginosa que Kapuscinski cree que la única forma de retratarlo es a retazos, a base de citas, textos breves y abiertos, instantáneas, reflexiones fugaces. Según el reportero, la literatura --la novela-- ya no puede cumplir esa misión: "La literatura, en su acepción más al uso: de la novela "clásica"-- gusta de escribir estados inalterables, fijos; sociedades formadas de una vez paa siempre. Tal como alguien ha dicho --un tanto vulgar pero acertadamente-- "lo mejor que le sale a la literatura es describir el cadáver". Y es cierto: la novela plasma a la perfección estados petrificados, claramente definidos, inequívocos. Como, por ejemplo, Los Buddenbrook" (p. 82)

Pero, ¿acaso este problema no le ocurre también al periodismo? Esta realidad cambiante a ritmo vertiginoso, fluida, efímera como nunca, ¿permite un análisis detenido y riguroso desde algún punto de vista, ya sea literario, periodístico o filosófico? Veamos dos ejemplos extraídos del libro que muestran lo difícil que es realizar un análisis sereno de la realidad. El primero: Kapuscinski menciona que "sólo el dos por ciento de (a lo sumo cinco) de la población mundial tiene acceso a la Red. ¡Esta es la realidad!" (p.225) Esto lo escribió el 4 de junio de 2000. Pues bien, 18 años después, ese porcentaje ya supera el 50% (ver enlace abajo). Los datos varían por completo en poco tiempo, estamos sometidos a una revolución informativa que nos confunde con su tsunami de titulares y fake news a través de redes sociales que retransmiten en directo todo lo que ocurre y mienten sin cesar.
Segundo ejemplo: dice Kapuscinski refiriéndose a los atentados del 11 de septiembre que en aquel momento se interrumpió el sueño color rosa del capitalismo y la época del entertainment: "El 11 de septiembre cambió completamente la situación y, como muy bien tituló un columnista neoyorkino, fue "El fin de las vacaciones de la historia" (p.129). Poco tiempo después sabemos que esa época no sólo no acabó, sino que el capitalismo de ficción se propagó como un virus aún más potente por los ordenadores y smartphones del mundo entero, creando una nueva realidad virtual en la que todos estamos inmersos sin alternativa alguna.

¿No habría que aplicar al periodismo actual la misma frase que Kapuscinski le dedica a la novela? ¿Cómo conseguir analizar esta realidad líquida y confusa en la que vivimos? ¿Podrá tomar el relevo un nuevo Kapuscinski en el siglo XXI, o ya un reportero como Kapuscinski es sólo historia, uno más de los Buddenbrook?


Más de la mitad de la población mundial ya se conecta a Internet, según la UIT

Reseña (El corresponsal de los desheredados) 

Sobre Kapuscinski (LETRAS LIBRES)



martes, 26 de febrero de 2019

El Crimen Perfecto


Baudrillard, J. 2016 (5ª ed.) El Crimen Perfecto. Anagrama


1. La Hiperrealidad

La retransmisión en directo del doble atentado de las torres Gemelas de 2001 no sólo no fue el fin de la época del "entertainment", como creyeron algunos (1), sino su glorificación. Desde entonces sabemos que todo lo que no se ve por las pantallas no termina de tener certificado de realidad. Y eso que el mayor acontecimiento mediático de la era moderna fue retransmitido por un medio pre-digital, pero que ya se hallaba en todos los hogares del mundo: la TV. Aún había de darse un salto cualitativo de primera magnitud: los espectadores dejarían de tener un papel pasivo para convertirse en productores de imágenes con el desarrollo planetario de Internet, las redes sociales 2.0. y el principal artefacto de nuestra era Matrix: el smartphone.

Una realidad virtual y aumentada ha tomado el control y sólo lo que ocurre en ella ocurre realmente: el mundo está lleno de productores y consumidores de imágenes, de forma que se crea permanentemente una segunda realidad que es la que ha tomado el relevo de la realidad subyacente. Baudrillard fue el primer en hacerse consciente de este nuevo mundo que se estaba creando, pero ni él mismo llegó a imaginarlo tan perfecto, tan omnipresente, tan poderoso: la Hiperrealidad. Así llamó él a este fenómeno; el crimen perfecto, pues la realidad había sido eliminada para dejar en su lugar a su doble, de forma que parece que sigue existiendo, cuando lo que hay en su lugar ya es otra cosa. Baudrillard cita para explicarlo el mapa perfecto de Borges o a los iconólatras de Bizancio.

El 15 de marzo un terrorista supremacista blanco entró en una mezquita de Nueva Zelanda y mató a 17 personas, mientras retransmitía en directo la carnicería por redes sociales. Todo, desde lo más terrible a lo más banal, se actualiza al momento a través de las redes, todo el mundo es ya una estrella de los medios. Millones de personas de todo el planeta renuevan de forma obsesiva y permanente su actualidad diaria en Facebook e Instagram, haciendo al mundo partícipe de su última fiesta de cumpleaños o excursión a la playa. Nada tiene ya sentido si no es retransmitido. Cuando se presencia un accidente, la primera reacción de muchas personas ya no es ayudar, sino captarlo con el móvil. Así ocurrió en un trágico accidente de una española en París el pasado verano. El principal objetivo del turismo es llegar y hacerse el selfie: Vini, vidi, selfie. Si no hay selfie, no hay vida. Cada vez muere más gente en busca del autorretrato perfecto. Legiones de turistas, móvil en mano, visitan los lugares que aparecen en Juego de Tronos para verse a ellos mismos como extras de la misma serie. Otros muchos turistas van con el móvil cazando pokemons frente a monumentos centenarios, de forma que algunos museos y lugares como el Museo del Holocausto y Auschwitz han tenido que prohibir su uso.

El consumo obsesivo de series de televisión ha aumentado de forma exponencial, de forma que cada vez se extiende más el fenómeno de darse atracones de cientos de horas de serie (según Netflix, 8.4 millones de personas en todo el mundo devoran una serie el día de su estreno). Los adolescentes ya pasan más de 9 horas al día usando los medios, es decir, un tercio de sus vidas, o la mitad del tiempo que permanecen despiertos. Los casos de hikikomori (jóvenes que se recluyen en sus habitaciones, en las que permanecen enganchados a videojuegos o a Internet) ya son un fenómeno conocido en Japón, pero comienzan a darse casos por todo el mundo  El consumo de pornografía a través de las redes es cada vez mayor por los adolescentes, de forma que se convierte en la primera herramienta de "educación sexual", creando en la mente de los adolescentes un mundo falso e hipersexualizado que confunden con la realidad.

Baudrillard lo vio pero se quedó corto. Esta segunda realidad es aún más potente de lo que imaginó, es más atractiva que la realidad "real", menos mugrienta, más estilizada, más segura, aumentada, perfecta. Se ha establecido en un tiempo récord y ha llegado para quedarse. Es más interesante que la realidad de verdad, más manejable, se puede poner en modo pausa, rebobinar y embellecer con photoshop. Ya la hemos analizado a través de la lectura de otros libros como El Estilo del Mundo de Verdú o La Destrucction du Réel de Vergely, pero su mayor profeta ha sido Baudrillard, que fue el primero en atisbarlo:

"La realidad ha sido expulsada de la realidad (p.15) ... vivimos en un mundo en el que la más elevada función del signo es hacer desaparecer la realidad, y enmascarar al mismo tiempo esa desaparición (p.17)... El crimen perfecto es el de una realización incondicional del mundo mediante la actualización de todos los datos, mediante la transformación de todos nuestros actos, de todos los acontecimientos en información pura: la solución final, la resolución anticipada del mundo por clonación de la realidad y exterminación de lo real a manos de su doble" (p. 41).


2. La Ilusión y la Realidad

Hasta aquí, la parte por la que Baudrillard es conocido, por la invención del concepto de hiperrealidad. Pero ¿cuál es su visión de la realidad? Baudrillard no critica la hiperrealidad porque nos aleje de la realidad, sino todo lo contrario, porque nos hace creer que la realidad es más real de lo que es. Para Baudrillard, la realidad no es más que ilusión, y así hemos de aceptarla. Su visión de la misma recuerda mucho a la idea de Maya en las filosofías orientales. Estas son algunas frases del libro que resumen la idea que Baudrillard tiene sobre la realidad:

"La ausencia de las cosas por sí mismas, el hecho de que no se produzcan a pesar de lo que parezca, el hecho de que todo se esconda detrás de su propia apariencia y que, por tanto, no sea jamás idéntico a sí mismo, es la ilusión material del mundo.... No soportamos el vacío, ni el secreto, ni la apariencia pura. ¿Y por qué tenemos que descifrarlo, en lugar de dejar que irradie su ilusión como tal, en todo su esplendor?"  (p.13)

"La realidad es una perra. ¿Qué tiene de asombroso, por otra parte, ya que ha nacido de la fornicación de la estupidez con el espíritu de cálculo --desecho de la ilusión sagrada entregada a los chacales de la ciencia?" (p.14)

"Menos mal que vivimos bajo la forma de una ilusión vital, bajo la forma de una ausencia, de una irrealidad, de una no inmediatez de las cosas. Menos mal que nada es instantáneo, ni simultáneo, ni contemporáneo. Menos mal que nada está presente ni es idéntico a sí mismo. Menos mal que la realidad no existe. Menos mal que el crimen nunca es perfecto"(p.19).

"Lo real es el hijo natural de la desilusión. No es más que una ilusión secundaria. De todas las formas imaginarias, la creencia en la realidad es la más baja y trivial" (p.25)

"Hay que devolver su fuerza y su sentido radical a la ilusión, tantas veces rebajada al nivel de una quimera que nos aleja de lo verdadero: de aquello con que se disfrazan las cosas para ocultar lo que son. Pero la ilusión del mundo es la manera que tienen las cosas de ofrecerse para lo que son, cuando no son en absoluto" (p.31)

"La creencia en la realidad forma parte de las formas elementales de la via religiosa. Es una debilidad del entendimiento, una debilidad del sentido común, y la última trinchera de los celadores de la moral y de los apóstoles de lo racional" (p. 131)

"El mundo real, entre todos los mundos posibles, es impensable salvo como superstición peligrosa. Debemos distanciarnos de él de la misma manera que el pensamiento crítico se distanció hace tiempo (¡en nombre de lo real!) de la superstición religiosa. ¡Pensadores, un esfuerzo más!" (p. 134).

"La realidad es una ilusión, y cualquier pensamiento debe intentar desenmascararla...el propio mundo debe revelarse no como verdad, sino como ilusión" (p.137)

Por tanto, según Baudrillard la hiperrealidad no es negativa por alejarnos de la realidad, sino por aumentarla y deificarla, cuando la realidad no es más que otra forma de ilusión.

Totalmente de acuerdo con los peligros de la hiperrealidad: un camión real puede arrasarnos mientras estamos abstraídos y secuestrados por la pantalla de nuestro móvil. Pero cuidado con confundir realidad con ilusión : el mismo camión puede pasar por encima de nosotros si seguimos cruzando ante él porque creemos que es sólo una invención de nuestra mente.


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(1) Por ejemplo, Kapuscinski dice, refiriéndose a los atentados del 11 de septiembre,  que en aquel momento se interrumpió el sueño color rosa del capitalismo y la época del entertainment: "El 11 de septiembre cambió completamente la situación y, como muy bien tituló un columnista neoyorkino, fue "El fin de las vacaciones de la historia" (p.129).


Reseña

Entrevista (EL CULTURAL)

Entrevista (MUY INTERESANTE)

Entrevista (LA NACIÓN)

Sacando de la tumba a Baudrillard

Murió Jean Baudrillard, crítico feroz de los medios y el consumo

Patafísica de Jean Baudrillard

Baudrillard cree que el mundo se ha convertido en una gran Disneylandia

Jean Baudrillard, el filósofo de la seducción

Jean Baudrillard, el filósofo que alertó sobre la 'era matrix'

martes, 12 de febrero de 2019

Función de noche


Molina, Josefina.1981. Función de Noche.

Lola Herrera ha vuelto a interpretar Cinco Horas con Mario de Miguel Delibes muchos años después de sus primeras representaciones. Volver a verla en el teatro en el papel de Carmen Sotillo ha sido conmovedor. Es un caso único de unión absoluta entre una actriz y un personaje de ficción que la persigue durante toda su vida, una historia apasionante en la que se entremezclan a diferentes niveles la ficción y la realidad.

En primer lugar está la novela en sí, en la que una mujer, Carmen Sotillo, revela toda la verdad de su vida a su esposo ya difunto durante el velatorio. ¿Es posible vivir una vida entera de espaldas a la realidad, sin conocer lo que realmente ocurre a tu alrededor? Totalmente posible, esa es la verdad que revela la novela: Mario, encerrado en su erudición y sus libros, vive ajeno a la vida real, y su mujer, preocupada por las apariencias y el mantenimiento de sus estatus, se encarga muy bien durante toda su vida de ocultársela. Se trata de un monólogo desgarrador sobre la forma en la que nuestra realidad circundante se hace invisible a nuestros ojos, por un lado debido a nuestra desidia, nuestro conformismo, nuestra comodidad; por otro lado debido a los prejuicios y condicionantes sociales y culturales, y por otro, por la ocultación de la verdad debido a la falta de comunicación y el engaño mantenido con que nos obsequiamos unos a otros.

En segundo lugar está la obra de teatro que interpreta Lola Herrera, que a fuerza de repetir el monólogo una y otra vez, interioriza el mundo de Carmen Sotillo de tal forma que llega a confundirlo con su propa historia: gracias a esa voz que a  fuerza de repetirse se va interiorizando, la actriz descubre su propia verdad. De la misma forma que ocurre en Hamlet, la ficción y el teatro son el vehículo para llegar al corazón de la realidad. En lugar de ser un velo o una distracción, nos permiten llegar al meollo del asunto, al cual nunca accederíamos a través de la razón, ya que ésta no nos permitiría reconocer los monstruos ocultos tras nuestras primeras capas, el Mr Hyde que todos llevamos dentro.

En tercer lugar, está la película Función de Noche, que trata sobre una actriz, Lola Herrera, que tras muchos años repitiendo la misma función, entra en crisis, y años después de su divorcio, se enfrenta con su ex-marido en un escena sin precedentes en el cine, pues nunca llegamos a saber si lo que está ocurriendo allí es real y espontáneo o fingido. Sea realidad o ficción, es desgarradora la forma en que dos seres humanos se desnudan y llevan a cabo un ejercicio de sinceridad que roza en la crueldad, dignísimo del mejor cine de Ingmar Bergman. De la misma forma que Carmen Sotillo revela la realidad pura y dura a su difunto marido, lo hace Lola Herrera con su ex-marido en la vida real, con la diferencia de que éste no está muerto, pero se queda muerto al escuchar lo que escucha.

¿Cine? ¿Teatro? ¿Ficción? ¿Documental? ¿Reality-show? ¿Terapia de pareja filmada? Sea lo que sea, asistimos perplejos ante un genial juego de espejos y una poderosa reflexión sobre los límites entre la ilusión, realidad y ficción.


Secretos de un matrimonio español

Reseña (Sabre producciones) 

Reseña (EL PAIS)

Reseña (CINEMALDITO)

Debate Muestra de Cine y Mujeres de Pamplona



domingo, 10 de febrero de 2019

Breve Historia de la Mentira


Bettetini, M. 2002. Breve Historia de la Mentira. De Ulises a Pinocho. Cátedra

(Breve Storia de la Bugia. Da Ulise a Pinocchio)


La mentira nos ha acompañado siempre. Es la forma de ocultar la realidad a nosotros mismos y a los demás por motivos muy diversos, desde los más nobles (para no hacer sufrir) hasta los más abyectos (para hacer sufrir). Este libro intenta definirla y acotarla, analizar la forma en que ha sido entendida y valorada en la Historia, ver su vertiente negativa y prohibida así como su parte necesaria y positiva, incluso su parte divertida.

La obra parte del análisis que hace San Agustín de la mentira es su obra De Mendacio (359 d.C.)(p.20), para quien la mentira es siempre ilícita, y ahí comienza un recorrido literario que pasa por Los Viajes de Gulliver (Swift, 1726)(p.29), Alicia a Través del Espejo (Carroll, 1865)(p.31), Gelsomino en el País de los Mentirosos (Rodari, 1958)(p.32), Otelo (Shakesperare,1662)(p.34) o Pinocho (Collodi, 1883)(p.39).

En el capítulo "La mentira prohibida" se estudia la mentira desde el punto de vista religioso, basándose en la tradición hebrea y cristiana. Es interesante la forma en la que en la Edad Media se sugieren formas de evitar mentir: el silencio, salirse por la tangente o el uso de términos equívocos (p.48). Kant, al igual que San Agustín, considera que la mentira nunca es lícita (p.54). Schopenhauer es el primero en plantearse el tema de la legítima defensa como argumento que justifica la mentira (p.56).

En el tercer capítulo, se analiza la parte positiva de la mentira. Sócrates le concede al mentiroso su parte de sabiduría, y lo coloca por encima del sincero que no tiene ni idea ni sabe (p.61), y Homero hace de un embustero el héroe de su Odisea (p.63), conviertiendo el mentir en un arte. Mienten los dioses (p.64), mienten los espíritus (p.66). El Decamerón (Bocaccio, 1349) hace de un mentiroso, Caparello, un personaje admirable (p.68). Erasmo afirma en su Elogio de la Locura (1511), que la veracidad solo es atributo del loco (p.71). Maquiavelo ve la mentira como un privilegio de los príncipes, que la necesitan para poder seguir gobernando (El Príncipe, 1513)(p.73). Tomás Moro escribe La Utopía (1516), sobre un lugar que no existe, que es una mentira en sí mismo (p.76). Se ensalza el disimulo como forma de sobrevivir (Galateo de Giovanni de la Casa (1551)(p.78). No es posible vivir sin máscara (El Disimulo Honesto, de Torquatto Accetto, 1641)(p.79).

En el Barroco se defiende la necesidad de "no querer ver" la caducidad y la fealdad de la realidad, lo cual será luego tambien entendido como estilo de vida por Nietzsche (Sobre Mentira y Verdad en Sentido Extramoral, 1873), ya que las "verdades son ilusiones cuya naturaleza ilusoria se ha olvidado"(p.82). Por tanto, más vale dejarse engañar a conciencia por el engaño justo que aportan los sueños, los mitos, el arte, que tras su engaño "regalan una iluminación, una serenidad y una rendición que afluyen sin cesar" (p.83).

Por último, se analizan las "mentiras piadosas", por ejemplo cuando el médico se pregunta si es conveniente que el paciente conozca la gravedad de su estado (ver Do No Harm). Vladimir Jankélévitch mantiene en su ensayo Sobre la Mentira (1942) que es un deber mentir al enfermo grave creándole una falsa esperanza.

El capítulo cuarto trata sobre las mentiras que han hecho historia. Por ejemplo, la Donación de Constantino, falsificación de un supuesto texto de 313 que regalaba Italia al papa Silvestre I (p.96); la Carta del Preste Juan, donde se describen las maravillas de un reino santo en el extremo de la tierra (p.97); el escrito de Lutero De los Judíos y sus Mentiras (1543) donde se les acusa de todo mal en el mundo y se urge a "quemar sus sinagogas y sus escuelas, y lo que no quiera arder habrá de ser recubierto de tierra y sepultado" (p.103); el programa expuesto por Adolf Hitler en Mein Kampf (1925); las mentiras del Pentágono sobre la guerra del Vietnam (analizadas por Hannah Arendt en La Mentira en Política, 1969)(p.106), o por último, las mentiras de la ciencia, dadas por la necesidad de confiar en una hipótesis.

Finalmente, se repasa la mentira divertida, aquella en la que nos deleitamos sabiendo lo que hacemos, pues sabemos que en el fondo todo discurso es mentira, como argumenta el sofista Gorgias (p.109). Aristóteles habla de la katharsis, cuando purificamos las pasiones mediante "la piedad y el terror" , permitiendo el distanciamiento de la realidad a los poetas (p.111). Nos complacemos en la mentira, queremos permanecer en ella, porque "la mentira es más "creíble" que la realidad, porque la mentira se construye "con arte", y es del todo verosímil, carente de contradicciones, cercana a las expectativas del que la recibe; en cambio, la realidad suele ser imprevisible, desestabilizadora y escandalosa" (p. 112). Esta es la función del arte, que ya intuyó Oscar Wilde en La Decadencia de la Mentira (1889) (p.114). De forma que "la única forma de comprender la verdad es contemplarla en el espejo de la mentira de un teatro que la imita, pero que se acerca a ella más que la vida" (p.122). Terminamos así en la este fascinante viaje por la mentira en la escena central de Hamlet, en la que la mentira de la obra de teatro es el único medio de desvelar la verdad.


¿Por qué mentimos? (LA VANGUARDIA)

Discreto elogio del Embuste (EL PAIS)

domingo, 3 de febrero de 2019

Ordesa


Vilas, M. 2018. Ordesa. Alfaguara.

La realidad la tenemos ahí, permanentemente, delante de nuestros ojos, pero la mayor parte del tiempo simplemente no le prestamos atención. No tenemos recursos suficientes para atender a todo, ponemos el piloto automático, seleccionamos el punto de mira, y pasamos de puntillas por la mayor parte de lo que nos rodea cada día. Estamos cientos de horas al lado de otras personas de las que sólo conocemos la superficialidad y apenas arañamos un poco más allá de la piel. La incomunicación cierra puertas que no nos preocupamos por abrir, interesados por otras cosas. Cuando ya es tarde, y esas personas no están, queremos saber sobre ellas, nos hacemos preguntas pero ya no pueden responderlas, y no nos queda otra salida que intentar adivinar y especular. Entonces nos agarramos a una fotografía, a un recuerdo fugaz, a un objeto, para intentar entender aquello que ya es pasado y no está aquí. En ese momento sólo encontramos fantasmas que atraviesan nuestra imaginación desapareciendo como humo.

Esto ocurre sobre todo con nuestros padres, y luego con nuestros hijos. De esto va la novela, sobre los intentos desesperados de un hijo por recuperar las horas perdidas con sus padres. Vilas se adentra magistralmente en esas arenas movedizas de las relaciones paterno-filiales en primera persona, con una sinceridad, humor y compasión admirables. Es imposible no sentirse retratado en algún momento. El libro cautiva por la autenticidad que se respira tras cada confesión, porque el lector siente que lo que allí se cuenta le ha ocurrido a él, nos ha ocurrido a todos. No sabemos si el narrador coincide al cien por cien con el autor, pero no importa, pues todo lo que leemos destila una profunda verdad: lo poco que conocemos a las personas más importantes de nuestras vidas. Nunca llamamos a nuestros padres por sus nombres propios, sino por los apelativos papá o mamá, quizás porque lo único que nos ha importado de ellos ha sido su función, pero no ellos como personas. ¿Quiénes eran antes de que naciéramos, cuáles eran sus sueños, cómo sobrevivieron a su realidad?

"Al morir mis padres, mi memoria se volvió un fantasma iracundo, asustado y rabioso. Cuando tu pasado se borra de la faz de la tierra, se borra el universo y todo es indignidad. No hay nada más indigno que la grisura de la inexistencia. Abolir el pasado es abyecto. La muerte de tus padres es abyecta. Es una declaración de guerra que te hace la realidad" (p.30)

"Tenía muchas cosas que hacer, eso pensaba, cosas que no incluían la contemplación silenciosa de mi padre. Y ahora me arrepiento de no haber contemplado más la vida de mi padre. Mirar su vida, eso, simplemente. Mirar la vida de mi padre, eso debería haber hecho todos los días, mucho rato" (p.73)

"En realidad, yo nunca supe quién era mi padre. Fue el ser más tímido, enigmático, silencioso y elegante que he conocido en mi vida. ¿Quién fue?" (p. 209)

"Me gustaba ver la televisión a su lado. Estuvimos más de cuarenta años viendo juntos la televisión... Fueron pasando cientos de programas, de series, de películas, de telediarios, de documentales, de concursos, de debates, de informativos, fueron pasando los años, los lustros, las décadas. Todo estaba allí, en la televisión" (p.329)

Cuando leemos el libro, entra la urgencia de salir de uno mismo, del ensimismamiento; de quitarse las orejeras y mirar con un poco más atención a las personas que nos rodean antes de que sea demasiado tarde.


Reseña (EL PAIS)

Reseña (ABC)