domingo, 19 de noviembre de 2017

El Mundo de Ayer


Zweig. S. 2002. El Mundo de Ayer. Memorias de un Europeo. Acantilado

La lectura de Mendel el de los Libros y la película Stefan Zweig: Adiós a Europa me dieron a conocer a Zweig, y provocaron la curiosidad por conocer la autobiografía de un hombre que fue testigo de la montaña rusa que supuso la historia de Europa en el siglo XX. Vivió en lo más alto y lo perdió todo, teniendo que aprender a nacer varias veces. De ahí el interés por un relato vital que me ha resultado apasionante, sincero, honesto y lleno de sorpresas y reflexiones muy interesantes. Por ejemplo, sobre el progreso:

"El siglo XIX, con su idealismo liberal, estaba convencido de ir por el camino recto e infalible hacia "el mejor de los mundos"... esa fe en el "progreso" ininterrumpido e imparable tenía para aquel siglo la fuerza de una verdadera religión; la gente había llegado a creer más en dicho "progreso" que en la Biblia, y su evangelio parecía irrefutablemente probado por los nuevos milagros que diariamente ofrecían la ciencia y la técnica." (P.19)

 Sobre los judíos:

"En opinión generalmente aceptada, la verdadera y típica finalidad de la vida de un judío consiste en hacerse rico. Nada más falso. Para él, llegar a ser rico, significa solo un escalón, un medio para lograr el auténtico objetivo, pero nunca es un fin en sí mismo. El deseo propiamente dicho del judío, su ideal inmanente es ascender al mundo del espíritu, a un estrato cultural superior." (p.29)

"¿No era mi pueblo el que siempre era vencido por todos los demás pueblos, una y otra vez, y sin embargo, los sobrevivía gracias a una fuerza misteriosa, precisamente la de convertir la derrota en victoria por la voluntad de salir airoso de cada nueva catástrofe? (p.322-3)

Sobre la escuela:

"Porque, si he de ser sincero, toda mi época escolar no fue sino un aburrimiento constante y agotador que aumentaba de año en año debido a mi impaciencia por librarme de aquel fastidio rutinario... Para nosotros la escuela era una obligación, una monotonía tediosa, un lugar donde se tenía que asimilar, en dosis exactamente medidas, la "ciencia de todo cuanto no vale la pena saber", unas materias escolásticas o escolastizadas que para nosotros no tenían relación alguna con el mundo real ni con nuestros intereses personales." (p. 51)

Zweig analiza estos y otros muchos temas de la forma de vida de la primera mitad del siglo XX en el corazón de Europa: el mundo de las relaciones sexuales (p.122), el papel del arte o la creación (pp. 212, 440), la inflación (pp. 394,398), y sobre todo la guerras (vivió las dos guerras mundiales y la guerra civil española), siempre desde la perspectiva de la que sería la idea fundamental de su vida: "la unión espiritual de Europa" (p.411).

Es de sumo interés la galería de personajes que conoció y con los que trabó amistad: Theodor Herlz (139), Rudolph Steiner (156), Emile Verhaeren (162), León Bazzalgete (181) Rilke (194), Rodin (212) Romain Rolland (258,305,338), James Joyce (350) Gorki (427), Benedeto Croce (431), Richard Strauss (463) o Freud (526). Las descripciones están realizadas con una sutileza y un cariño que motivan a leer todas las biografías que escribió, de las cuales su preferida, la más "personal y privada", fue Erasmo, seguida de la obra de teatro sobre Jeremías. Gracias a la escritura de esta última sobrevivió al horror de la guerra, usando la creación y el arte como terapia:

"En medio de la guerra, mientras los demás se demostraban mutuamente la infalible victoria con prematuros gritos de triunfo, yo me precipité al más profundo abismo de la catástrofe y allí busqué la ascensión... Desde el momento en que intenté darle forma, dejé de sufrir con tanta intensidad la tragedia de la época." (p.323)

De todos los momentos del libro, me quedo con la descripción del día en que recibió la noticia de que los alemanes habían invadido Polonia. En ese momento se encontraba en Londres:

"Y sabía una vez más que todo lo pasado estaba prescrito y todo lo realizado, destruido: Europa, nuestra patria, por la que habíamos vivido, sería devastada más allá de nuestras propias vidas... El sol brillaba con plenitud y fuerza. Mientras regresaba a casa, de pronto observé mi sombra ante mí; se cernía sobre mis pensamientos noche y día; quizás su oscuro contorno se proyecta también sobre muchas páginas de este libro. Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y solo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, sólo éste ha vivido de verdad. " (p. 546)


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La vertiginosa épica del sentimiento

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