lunes, 12 de julio de 2021

Llamadme Ismail

 


García López, Miguel. 2021. Llamadme Ismail. Extravertida Editorial. 

Llamadme Ismail, mi primera novela, es una novela de aventuras, en el sentido más profundo del término. Aventura, del latín "aventura", del verbo "advenire", lo que está por venir, la incertidumbre de lo no acontecido. De ahí su título, que inmediatamente nos transporta a una de las más importantes novelas de aventuras de todos los tiempos, Moby Dick, con sus terribles peripecias marinas. Hoy en día, si hay una aventura digna de ser llamada así, en toda la extensión de la palabra, es la que emprenden los refugiados al abandonar sus hogares por la fuerza y emprender la búsqueda de un lugar donde vivir en paz. Esa aventura también fue narrada en la Odisea, otro libro de aventuras, donde se narra el periplo de Odiseo para volver a casa tras la guerra de Troya. La mezcla de todas estas historias se funde en Llamadme Ismail, la historia de un refugiado que huye de la guerra de Siria e intenta alcanzar Europa y un lugar donde emprender una nueva vida, pero primero debe volver para salvar a su familia. 

La novela se desarrolla en forma de conversaciones, la primera la mantenida entre Germán, un profesor sevillano, y María, una periodista cordobesa. La segunda, la que se establece entre Germán y Hamza, el hijo de Ismail, que ha emprendido la búsqueda de su padre desaparecido. La tercera, la que se lleva a cabo entre Germán y el mismo Ismail, la más larga, en la que éste le cuenta todo su periplo. La cuarta, la que transcurre en Izmir entre Ismail y los miembros de la casa de acogida que le recibe en Turquía. Las conversaciones se van superponiendo, abriendo y cerrando a lo largo de la novela. La inspiración para darle esta estructura a la novela la tomé de Conversación en la Catedral, de Vargas Llosa, donde el personaje principal, Santiago Zavala, se hace la famosa pregunta: "¿En qué momento se jodió el Perú?", de la misma forma que Llamadme Ismail empieza con la pregunta: ¿"En qué momento se jodió Europa?".

La novela está profundamente apegada a la realidad, y se basa en los terribles acontecimientos provocados por la guerra de Siria iniciada en 2012 y la crisis de los refugiados que provocó y que alcanzó su punto álgido en 2016, cuando Europa decidió dar un portazo y terminar con los más elementales derechos de refugio y acogida. Los refugiados se debaten entre la cruel realidad que les empuja a huir y la esperanza de encontrar un lugar donde ser acogidos. Esa búsqueda de la tierra prometida es otro de los temas recurrentes de la novela:  

"Este lugar, llamado de muy diferentes formas en todas las culturas, Paraíso, Edén, Reino de los Cielos, Tierra Prometida, Campos Elíseos, El Dorado, Utopía, Xanadú, Shangri-La, Shambala… no está en realidad en ningún sitio, pero a la vez está en el fondo de todos nuestros corazones, y tenemos la ocasión de vislumbrarlo en los mosaicos de la Mezquita de Damasco" (p.154). 

Para más información sobre la novela, se puede visitar el blog: 

https://llamadmeismail.blogspot.com/



domingo, 4 de julio de 2021

La Vida Pequeña

 

González Sainz. J.Á. 2021. La Vida Pequeña. El Arte de la Fuga. Anagrama. 

González Sainz reivindica en este ensayo la búsqueda de un lugar donde amar, un lugar donde contemplar y un lugar donde sentir, incluso el dolor. Para ello es necesario aprender a mirar, pararse ante las cosas y reparar en ellas, y en definitiva, asistir a la realidad y asombrarse de todo lo que existe. 

Cuando sabemos mirar y apreciar, surge la verdadera alegría. González Sainz es un defensor de esta alegría, la misma que siempre ha valorado Clement Rosset: la alegría que proviene del amor a lo real. En un principio, la realidad puede producir desengaño, desfallecimiento o desgaste. Puede dejarte derrumbado pero hay que quedarse en ella y huir de las ilusiones y del engaño, huir "a donde se está, huir de lo que nos impide estar donde estamos" (p. 57)

Esto es difícil, porque "somos insensibles y parecidos a sombras, sentenció Hölderlin, y nuestra propensión es al engaño" (p. 58). En muchas ocasiones, el ser humano, se refugia en la ensoñación, no quiere ni siquiera rozar la realidad; solo desea soñar a su antojo, viviendo en una abstracción de belleza y justicia. 

González Sainz quiere huir  justamente hacia el lado contrario: 

"Huir -- antirrousseaunianamente -- a lo real, desbrozar las fantasmagorías y la inacabable filfa del barullo de nuestros días para escabullirse a la ligereza del asiento de lo real" (p. 64). 

 Se trata, pues, de vivir, de vivir con conciencia, deteniéndose, haciendo un pausa para buscar "el fondo duro y rocoso que podamos llamar realidad, la reducción a lo más elemental" (p. 74). Para ello hay que estar en vela, despierto, y buscar la sencillez y la confianza en las horas corrientes de la vida diaria. González Sainz reivindica a Machado y Thoreau. "Solo amanece el día para el que estamos despiertos", decía Thoreau en Walden. 

Ese permanecer despierto y esa conciencia lúcida nos ayudará a mantener la calma porque la realidad está siempre cambiando de rumbo, a su antojo. 

"Todo es a veces su contrario; la felicidad tuerce en el momento menos pensado hacia la desdicha y los dolores que se nos hacían más insoportables franquean de repente sus lindes hacia un consuelo insospechado" (p. 81) "Lo más paradisíaco se vuelve infernal a renglón seguido" (p.82). 

Por ello, es necesario apearse de las Mayúsculas, de triunfo del Espíritu, del reino de la Idea, del Paraíso y la Tierra Prometida. Ya está bien de buscar islas inexistentes. 

"El mundo es sus entuertos y sus tropiezos, igual que uno mismo mal que nos pese.  O los tomas o los dejas, y sanseacabó. ¿Qué sería uno sin sus entuertos?, ¿qué sería el mundo? No seríamos; ni uno ni otro seríamos nada. Hasta Dios, al hacerse hombre, se apeó de su Mayúscula" (p. 85). 

González utiliza muchos verbos para indicar el camino: habitar el instante, templar, ajustar, reducir, sintonizar. Es algo tan difícil y tan sencillo como tener la mente en el lugar y el momento en el que estamos, y no en otro distinto. Liberarse de las ataduras de la Identidad y disfrutar de la alegría. De nuevo, Hölderlin: "la heroicidad que consiste en ser capaces de gustar la alegría" (p. 101). Y para ello, la mejor herramienta es la gratitud. Esa es la manera de preservar la gracia y saber distinguir lo que es bueno y darle valor, de afinar el criterio y el juicio: tener como guías la alegría y la gratitud

Como Montaigne, nuestra vida ha de transcurrir por un continuo estudio de uno mismo, pues en uno mismo está toda la humanidad. Auscultarse con atención, estudiarse, meditar, asombrarse, sorprenderse, decepcionarse. 

González Sainz también acude a Simone Weil, para quien la alegría es la plenitud del sentimiento de lo real. Hablando de Simone Weil, llega el párrafo que con más fuerza he subrayado en el libro: 

"Unos y otros, personas y momentos verdaderamente alegres, asientan sus reales en una aceptación de lo que las cosas son en cuanto que son lo que son y ya está. Lo aceptan y se llenan de ello, lo siente plenamente. La plenitud de ese sentimiento --recordemos-- es la alegría. Pero la alegría no acepta solo lo grato real, que eso lo aceptamos todos; hasta en el dolor, en los peores dolores o duelos y penurias, conservan los verdaderamente alegres el sentimiento de lo real, lo aceptan y asumen y encuentran siempre algo que lo hace más llevadero. La alegría hace llevadero o por lo menos más llevadero lo que es difícil de sobrellevar. Acepta lo lleno, y sobre todo, acepta el vacío. Y quien soporta el vacío ama la verdad; ya no tiene miedo... Saben además las personas verdaderamente alegres que en cada momento de realidad, sea cual sea, ya está todo; está tan lleno que su medida ya está colmada. A la alegría no le falta de nada; ya lo tiene todo, por eso irradia, la alegría se irradia" (p. 131) 

Desgraciadamente, frente a la realidad preferimos la ilusión y las creencias. En lugar de discernir y fijarnos, creemos, "en lugar de huir de los fantasmas nos refugiamos en ellos, encontramos refugio en la virtualidad a nuestro miedo a lo real" (p. 135). Preferimos vivir en la irrealidad y la retórica, en el espectáculo y la fantasmagoría. Hemos de hacer un esfuerzo por volver a lo bajo, a lo común y a lo cercano, al interior de uno mismo, al silencio. Aminorar el ritmo, bajar el volumen, quitarse las máscaras, adquirir la serenidad de una seta. Esa es la sabiduría: no buscar el Edén, sino habitarlo. 


 Reseña (MUÑOZ MOLINA)