Los equívocos caminos de la ilusión y la realidad a través de la filosofía, la literatura, el cine, el arte, el periodismo y la ciencia
jueves, 12 de marzo de 2020
La Peste
Camus, Albert. 1997. La Peste. Pocket Edhasa.
(Publicada originalmente en 1947)
La novela de Camus ha sido interpretada de múltiples maneras, según el momento histórico. Una gran parte de la crítica la ha identificado con una alegoría del nazismo y la ocupación de Francia por el Tercer Reich. Cada época y cada persona puede verlo desde el punto de vista de su propia trayectoria social y vital, pues la obra en sí no refleja más que la actitud de los seres humanos ante una realidad que les es adversa. Esta realidad hace que el ser humano se sienta como confinado, como en una prisión, ya sea de un tipo o de otro, como aparece en la cita de Defoe que prologa el libro (1). Puede tratarse de un naufragio, una epidemia, una guerra, un terremoto o un tsunami: todas estas situaciones tienen en común que ponen en relevancia la insignificancia del ser humano ante una realidad que le supera, que le humilla y le arrastra, y las diferentes maneras de situarse ante ella sin perder la dignidad. Esas diferentes actitudes están representadas en el libro a través de varios personajes protagonistas, pero la frase clave la dice un personaje secundario, un viejo asmático, al final de la novela: "¿Qué quiere decir la peste? Es la vida y nada más" (p.283). La peste no es más que la realidad, la realidad que se impone, que manda; la "taciturna realidad", que diría Lucrecio, silenciosa, sin sentido, más allá del bien y del mal, a la que cada uno se enfrenta como puede y sabe. Desde mi punto de vista, podemos cambiar las palabras "peste y "plaga" por la palabra "realidad" a lo largo de toda la novela.
En un principio, como siempre, el ser humano no la quiere ver, mira para otro lado, no la acepta, de la misma manera que ocurre en La Muerte en Venecia, de Thomas Mann. "La plaga no está hecha a la medida del hombre , por lo tanto el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar" (p.40). Poco a poco, no queda otro camino que la aceptación de lo que ocurre. "Entonces comprendíamos que nuestra separación tenía que durar y que no nos quedaba más remedio que reconciliarnos con el tiempo. Entonces aceptábamos nuestra condición de prisioneros, quedábamos reducidos a nuestro pasado, y si algunos tenían la tentación de vivir en el futuro, tenían que renunciar muy pronto, al menos, en la medida de lo posible, sufriendo finalmente las heridas que la imaginación inflige a los que se confían en ella" (p. 70) No cabe, pues, abandonarse en brazos de la esperanza o la imaginación, postura que no lleva a ninguna parte. Algunos se refugian en el sueño del pasado o del futuro, sin querer mirar de frente lo que ocurre: "El mundo exterior que siempre puede salvarnos de todo, no querían verlo, cerraban los ojos ante él, obcecados en acariciar sus quimeras" (p. 72). Muchos ciudadanos se alivian con la creencia en profecías, recurriendo a Nostradamus y Santa Odilia . "Lo que había en común en todas las profecías es que, en fin de cuentas, eran todas tranquilizadoras. Solo la peste no lo era" (p. 205.206)
La postura más cabal la vemos en el doctor Rieux, que encuentra la dignidad en el trabajo diario, en la dedicación para afrontar la peste, sin más objetivo que ayudar y paliar los efectos de ésta: "Lo esencial era hacer bien su oficio" (p.43). Rieux quiere afrontar la plaga con lucidez y sentido común, sin grandes aspavientos ni falsas ilusiones: "El mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad" (p. 124). Su única ambición es actuar como un ser humano con otros seres humanos, sin ningún tipo de trascendencia o filosofía que vaya más allá de la mera humanidad y ayuda. "Yo me siento más solidario con los vencidos que con los santos. No tengo afición al heroísmo ni a la santidad. Lo que me interesa es ser hombre" (p. 236), le dice a Tarrou.
Tarrou quiere encontrar el camino hacia la paz interior y la santidad en medio del horror. "Lo único que me interesa es encontrar la paz interior" (p.31). Su camino se encuentra en la voluntad y la atención, pues es la única manera de hacer frente a la realidad con integridad y dignidad. Cuando se confiesa a Rieux, le dice: "lo que es natural es el microbio. Lo demás, la salud, la integridad, la pureza, si usted quiere, son un resultado de la voluntad, de una voluntad que no debe detenerse nunca. El hombre íntegro, el que no infecta a casi nadie, es el que tiene el menor número posible de distracciones. ¡Y hace falta tal voluntad y tal tensión para no distraerse jamás!" (p.234). La de Tarrou es, pues, una actitud vigilante y combativa que empuja a la solidaridad con los que sufren: "Sé únicamente que hay en este mundo plagas y víctimas y que hay que negarse tanto como sea a uno posible a estar con las plagas" (p. 235). Tarrou no es religioso, pero sí le da una importancia absoluta a la vía del compromiso con uno mismo para llegar al compromiso con los demás: "En resumen, lo que me interesa es cómo se puede llegar a ser un santo" (p.236).
Por otro lado, el Padre Paneloux se refugia en la oración y en la plegaria, viendo en todo un plan divino. En un principio ve la peste como un castigo divino. Según él, la única salida es la esperanza cristiana y el amor, y "Dios haría el resto" (p. 95). En su segundo sermón avanza en su visión de la actitud que el cristiano ha de tener hacia la plaga, y proclama que ésta ha de ser de aceptación absoluta. "El cristiano se abandonará a la voluntad divina aunque le sea incomprensible. No se puede decir decir: "Esto lo comprendo, pero esto otro es inaceptable" (p. 209). Tarrou le da la razón: "Cuando la inocencia puede tener los ojos saltados, un cristiano tiene que perder la fe o aceptar tener los ojos saltados. Paneloux no quiere perder la fe: irá hasta el final" (p. 212). La fe ofrece un camino de aceptación ciega de la realidad, pues no tenerla llevaría al creyente a una confrontación con los planes divinos cuando estos son incomprensibles para el hombre. No es una actitud lúcida, pero sí reconfortante.
Para otros, como Rambert. el único objetivo es salir de la ciudad y volver a reunirse con su esposa, huir hacia el lugar donde se encuentra la felicidad. Grand encuentra consuelo en el arte, en la escritura, y pone todo su empeño en la redacción de un manuscrito cuya perfección le obsesiona. Matiza la misma frase una y otra vez, meticulosamente, cambiando adjetivos sin llegar nunca a estar contento. Quiere encontrar en la literatura la perfección que no encuentra en la realidad, quizás. El viejo asmático cree que lo que hay que hacer es, simplemente, no hacer nada: "En el descenso los días del hombre ya no le pertenecían, porque le podían ser arrebatados en cualquier momento, que por lo tanto no se podía hacer nada con ellos y que lo mejor, era, justamente, no hacer nada" (p. 112). Es el representante de la actitud fatalista ante la realidad. Finalmente, Cottard, personaje extraño que comienza con un intento de suicidio, termina por adaptarse bien a la plaga, pues al vivir en la desgracia y la infelicidad, se consuela al ver que ésta abunda por todas partes. "Prefiere estar sitiado con todos los otros a estar preso solo" (p. 181).
En muchos momentos del libro se expresa la idea de que para la mayoría de la gente la única manera de sobrevivir a la dura realidad es la esperanza. "No había sitio en el corazón de nadie más que para una vieja y tibia esperanza, esa esperanza que impide a los hombres abandonarse a la muerte y que no es más que obstinación de vivir" (p. 241). Algunos la perdían, y "caían en un escepticismo profundo del que ya no podrían deshacerse. La esperanza no podía prender en ellos" (p. 250). Otros, en cambio, se agarraban a ella de tal manera que los hacía consumirse de ansiedad: "El viento de la esperanza que se levantaba había encendido una fiebre y una impaciencia que les privaban del dominio de sí mismos" (p. 250). Finalmente, otros, preferían no abusar de ella y dejarla para cuando la salida fuera más segura, aunque ya empezaba a vislumbrase el final de la plaga. "Éstas concebían también esperanzas, es cierto, pero hacían de ellas un depósito que dejaban en reserva y al que se proponían no tocar hasta tener verdaderamente derecho. Esta espera, esta vigilia silenciosa a mitad del camino entre la agonía y la alegría, les resultaba aún más cruel en medio del júbilo general" (p.252). La esperanza, ese arma de doble filo de la que ya nos hemos ocupado en otras muchas ocasiones (2), que puede llevar a la creación de espejismos, pero que a veces es la única vía de escape del hombre común y corriente ante la realidad.
Casi al final del libro, Rieux reflexiona sobre la esperanza en un párrafo que merece la pena citar en su totalidad.
"Todo lo que el hombre puede ganar al juego de la peste y de la vida es el conocimiento y el recuerdo. ¡Es posible que fuera a eso a lo que Tarrou llamaba ganar la partida!... Pero si eso era ganar la partida, qué duro debía ser vivir únicamente con lo que se sabe y con lo que se recuerda, privado de lo que se espera. Así era, sin duda, como había vivido Tarrou, y con la conciencia de lo estéril que es una vida sin ilusiones. No puede haber paz sin esperanza y Tarrou... había vivido en el desgarramiento y la contradicción y no había conocido la esperanza. ¿Sería por eso por lo que había buscado la santidad y la paz en el servicio de los hombres?" (p. 269).
Quizás la renuncia a la esperanza esté sólo en manos de los sabios y los santos, que saben convivir con la realidad tal cual es, sin ilusiones de ningún tipo.
" Qu'est-ce que ça veut dire, la peste? C'est la vie, et voilà tout".
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(1) "Tan razonable como representar una prisión de cierto género por otra diferente es representar algo que existe realmente por algo que no existe". La cita proviene del libro Serious Reflections During the Life and Surprising Adventures of Robinson Crusoe: With his Vision of the Angelick World, de Daniel Defoe.
(1) El Coronel No Tiene Quien le Escriba, Esperando a Godot, La Felicidad, Desesperadamente, El Principio Esperanza, El Mito de Sísifo, De l'Autre Côté de Désespoir, entre otros.
Introducción y análisis del libro en la edición de la Colección Antares (LIBRESA)
Review (THE GUARDIAN)
Review 2 (THE GUARDIAN)
Review 3 (THE GUARDIAN)
El hombre rebelde de la peste (NOCTURNARIO)
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