Los equívocos caminos de la ilusión y la realidad a través de la filosofía, la literatura, el cine, el arte, el periodismo y la ciencia
domingo, 29 de marzo de 2020
El Cuarto de Atrás
Martín Gaite, 2018. Carmen. El Cuarto de Atrás. Cátedra.
Carmen Martín Gaite dedica su libro a Lewis Carroll, por consolarla de tanta cordura y acogerla en su mundo al revés. Es lógico, pues la cordura no es más que la visión y la aceptación de la realidad tal cual es, y la novela es un canto a la fantasía, la ficción, la memoria y los sueños como los lugares de escape de esa realidad para la que necesitamos consuelo. El mundo tal cual es puede llegar a ser intolerable, y a veces es necesario darse la vuelta y verlo todo desde otra perspectiva. La protagonista tiene como libro de cabecera Introducción a la Literatura Fantástica de Todorov, y la novela se convierte en un apología de este tipo de literatura. "Hay un punto en que la literatura de misterio franquea el umbral de lo maravilloso, y a partir de ahí, todo es posible y verosímil: vamos por el aire como una ficción de Lewis Caroll, planeando sobre los tejados de una ciudad..." (p.235).
El cuarto de atrás es el rincón de la casa donde los niños son libres y no esclavos de la realidad, el lugar donde reina el caos y el desorden, donde es posible imaginar, fantasear y encontrar los objetos más insospechados. Aunque llega un momento en el que la realidad también aparece por allí en su afán de dominarlo todo, y lo convierte en despensa. "Luego vinieron los embutidos colgados del techo, y la manteca y, a partir de entonces, hasta que dejamos de tener cuarto para jugar, porque los artículos de primera necesidad desplazaron y arrinconaron nuestra infancia, el juego y la subsistencia convivieron en una convivencia agria, de olores incompatibles" (p. 258). La imaginación es la reina de la infancia hasta que la realidad se van inmiscuyendo y apartándola sin remedio.
El cuarto de atrás se convierte entonces, en la adolescencia, en la isla de Bergai, ese lugar inventado donde poder escaparse cuando la realidad te va arrinconando mientras te vas haciendo adulto. "A Bergai se llegaba por el aire. Bastaba con mirar a la ventana, invocar el lugar con los ojos cerrados y se producía la levitación" (p. 48). Es el lugar compartido por los amigos íntimos, construido fuera del mundo, un paraíso secreto al que solo pueden acceder los que comparten sus coordenadas. " Al día siguiente, inauguramos las anotaciones de Bergai, cada una en nuestro diario, con dibujos y planos; esos cuadernos los teníamos muy escondidos, solo nos los enseñábamos una a otra. La isla de Bergai se fue perfilando como una tierra marginal, existía mucho más que las cosas que veíamos de verdad, tenía la fuerza y la consistencia de los sueños... Mi amiga me lo había enseñado, me había descubierto el placer de la evasión solitaria, esa capacidad de invención que nos hace sentirnos a salvo de la muerte" (p.262).
¿Dónde quedan el cuarto de atrás y la isla de Bergai cuando por fin nos convertimos en adultos? Sobrevive en un lugar secreto al que solo tenemos acceso de cuando en cuando: es el lugar del cerebro donde vuelan las fantasías y los sueños, y donde la memoria desordenada mezcla enloquecidamente recuerdos fidedignos con historias inventadas, el lugar donde bebe la ficción y donde la irrealidad puede vencer de alguna forma a la realidad. El cuarto de atrás es "como un desván del cerebro, una especie de recinto secreto lleno de trastos borrosos, separado de las antesalas más limpias y ordenadas de la mente por una cortina que solo se descorre de vez en cuando; los recuerdos que pueden darnos alguna sorpresa viven agazapados en el cuarto de atrás, siempre salen de allí, y solo cuando quieren, no sirve hostigarlos" (p. 169).
La otra forma de escapar de la realidad de los adultos es la esperanza. Esa era una de las formas de sobrevivir al horror de la postguerra española, la creencia en que aquello tenía que acabar alguna vez.
"Yo sé esperar -- decía un bolero--,
como espera la noche a la luz,
como esperan las flores
que el rocío las envuelva.
De esperar se trataba, pintaba esperanza. Y aprendimos a esperar, sin esperar que la espera pudiera ser tan larga. Esperábamos dentro de las casas, al calor del brasero, en nuestros cuartos de atrás..." (p.225).
La novela nos recuerda a Niebla de Unamuno porque los personajes de ficción cobran vida, y los reales se convierten en personajes de ficción. También está muy relacionada con Travels in the Scriptorium de Paul Auster, por tratar sobre el proceso de escritura y la forma en la que realidad y ficción se mezclan en la mente del escritor, que hace un repaso de sus obras, personajes y lugares tanto reales como inventados. Tanto el libro de Auster como esta novela de Carmen Martín Gaite comienzan igual que terminan, de forma que el libro se ha ido escribiendo a la par que lo hemos ido leyendo.
El Hombre de Negro hace la función del conejito de Alicia que transporta a la escritora a otro mundo donde las leyes no son las mismas que las que gobiernan la realidad. En este caso es el personaje que saca de su bolsillo una cajita dorada con pastillitas, minúsculas píldoras de colores que invitan a la protagonista a jugar a un juego desconocido, de la misma forma que hace Alicia en el cuento. El Hombre de Negro es también el diablo, el mismo diablo negro que aparece en el grabado de la "Conferencia de Lutero con el Diablo" que la protagonista tiene en su cuarto. "¿Pero a dónde se han ido volando esas dos niñas? -- preguntaría (el profesor de religión) con la boca abierta--, vayan a buscarlas, tienen el diablo en el cuerpo" (p.235).
Los recuerdos aparecen a saltos, desordenados, como fotos fijas, de la misma forma en la que vivimos el tiempo. Sólo así pueden aparecer en una biografía, porque al ordenarlos ya estarían siendo víctimas de una lógica artificial e impuesta. "El tiempo transcurre a hurtadillas, disimulando, no le vemos andar. Pero de pronto volvemos la cabeza y encontramos imágenes que se han desplazado a nuestras espaldas, fotos fijas, sin referencia de fecha, como las figuras de los niños del escondite inglés, a los que nunca se pillaba en movimiento. Por eso es tan difícil luego ordenar la memoria, entender lo que estaba antes y lo que estaba después" (p. 192). Así es también como se desencadena el pensamiento y el proceso de escritura, a saltos, sin orden ni concierto, por asociación de ideas, y así se va desarrollando la novela.
La escritura, sin duda, también tiene una conexión directa con el mundo onírico. Todo lo que acontece en la novela tiene la apariencia de sueño porque ocurre en una noche de insomnio, por la forma misteriosa en que se desarrolla, por la consistencia fantasmal de los personajes, de los que nunca llegamos a estar seguros de su realidad. Todo está rodeado de un halo de irrealidad, ambigüedad e incertidumbre que nos coloca en la línea que divide la vigilia del sueño, que es el lugar que la autora reivindica como fuente de creatividad, pero que a la vez es frágil e huidizo, imposible de aprehender. "En cuanto veo mi letra escrita, las cosas a las que se refiere el texto se convierten en mariposas disecadas que antes estaban volando al sol. Es precisamente lo que pasa cuando me despierto de un sueño: lo que acabo de ver lo abarco como un mensaje fundamental, nadie podría convencerme en esos instantes, de que existe una clave más importante para entender el mundo de la que el sueño, por disparatado que sea, me acaba de sugerir, pero es moverme a buscar un lápiz y se acabó, ya nada coincide ni se mantiene, se ha roto el hilo que enhebraba las cuentas del collar" (p.196).
La otra gran fuente de inspiración para entrar en el cuarto de atrás de nuestros pensamientos y nuestros sueños es la conversación. La novela es en el fondo una larga conversación entre la protagonista y el Hombre de Negro, que como si se tratara de un terapeuta, la anima en su aventura imaginaria y de profundización en sus memorias a través de preguntas, al estilo de la mayéutica socrática. De hecho, ese el tesoro que la protagonista guarda celosamente en sus manos al terminar: la cajita dorada que le regaló el Hombre de Negro.
El Cuarto de Atrás: intertextualidad, juego y tiempo (DUNIA GRAS)
Reseña (REVISTA DE LETRAS)
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