Los equívocos caminos de la ilusión y la realidad a través de la filosofía, la literatura, el cine, el arte, el periodismo y la ciencia
jueves, 2 de abril de 2020
Ética de Spinoza
Spinoza, Baruch. 2019. Ética. Alianza Editorial (Edición de Vidal Peña). Primera edición: 1987.
Russell lo llamó "the noblest and most lovable of all philosophers. Ethically, some others have surpassed him, but ethically he is supreme" (1). Stuart Hampshire dijo de él que "es el más ambicioso e inflexible de todos los filósofos modernos" (2). Comte-Sponville (3) lo tiene como uno de sus filósofos de cabecera, así como Frederic Lenoir (4). El neurocientífico Antonio Damasio también lo elige como precedente de las actuales tendencias en la psicología y neurociencia da las emociones (5). Y al filósofo Vicente Serrano le sirve para reflexionar sobre la posmodernidad y tendencia del hombre a creerse Dios (6). Es indudable la trascendencia y actualidad de Spinoza, y la relevancia de su obra desde múltiples puntos de vista.
En su libro Ética expone sus ideas sobre Dios, la realidad, el ser humano, la libertad, los afectos, las emociones y la razón. Es un libro impresionante por su esfuerzo por establecer una visión general del universo y nuestro lugar en él. Por ser el objeto de nuestro interés, vamos a centrarnos en la relación de Spinoza con la realidad. La idea clave de Spinoza es que existe una sola substancia dentro de la cual está todo inmerso. A esa substancia él la llama Dios, pero numerosos autores la han identificado con la Naturaleza. Nosotros la identificamos con la Realidad: la absoluta pluralidad, la absoluta indeterminación, aquello que no depende de nada y se basta a sí mismo, que es infinito e inabarcable, que no puede definirse ni limitarse, que es todo y no es nada determinado; la Realidad, que no es ordenada ni confusa, ni bella ni fea, ni buena ni mala; que no tiene principio ni fin. Esa realidad "idiota", por usar el término de Clement Rosset (7), sin sentido ni propósito, es el Dios de Spinoza. En absoluto es el Dios antropomórfico de las religiones convencionales, pues ni nos ama, ni nos protege. Es, simplemente, la Realidad, indiferente hacia nosotros: residimos en ella, somos parte de ella, y nuestra felicidad dependerá de nuestra capacidad para sintonizar con ella, pues nada existe fuera de ella.
"Todos los prejuicios que intento indicar aquí dependen de uno solo, a saber: el hecho de que los hombres supongan, comúnmente, que todas las cosas actúan, al igual que ellos mismos, por razón de un fin, e incluso tienen por cierto que Dios mismo dirige todas las cosas hacia un fin, pues dicen que Dios ha hecho todas las cosas con vistas al hombre, y ha creado al hombre para que le rinda culto"(p.109).
"La naturaleza no tiene fin alguno prefijado, y todas la causas finales son, sencillamente, ficciones humanas" (p.112).
En la definición sexta de la parte segunda, Spinoza define la realidad: "Por realidad entiendo lo mismo que por perfección" (p.123). Es decir, si Dios es la perfección, y la Realidad es la perfección, podemos concluir por tanto que Dios es la Realidad para Spinoza. Por tanto, cada vez que hable de Dios, podemos sentirnos autorizados a sustituirlo por la palabra Realidad. Spinoza fue considerado ateo y su doctrina monstruosa, pues privaba a Dios de las características que el judaísmo o el cristianismo le otorgan. De hecho, su filosofía es perfectamente asumible por un agnóstico o un ateo, en tanto en cuanto se puede sustituir en todo momento la palabra "Dios" por la palabra "Naturaleza" o, como nosotros preferimos, por la palabra "Realidad".
Por tanto, cuando Spinoza dice "El supremo bien del alma es el conocimiento de Dios, y su suprema virtud, la de conocer a Dios" (p.340) , nos permitiremos decir: "El supremo bien del alma es el conocimiento de la Realidad, y su suprema virtud, la de conocer la Realidad". Lo mismo podemos hacer con el siguiente párrafo de la página 398, donde ya hemos sustituido la palabra "Dios" por "Realidad":
"En la vida es útil, sobre todo, perfeccionar todo lo posible el entendimiento o la razón, y en eso sólo consiste la suprema felicidad o beatitud del hombre, pues la beatitud no es otra cosa que el contento de ánimo que surge del conocimiento intuitivo de la Realidad, y perfeccionar el entendimiento no es otra cosa que conocer la Realidad" (p.399).
Por lo tanto, la mayor aspiración del hombre debe ser conocer la Realidad y concordar con ella. En otro lugar, dice, utilizando en este caso la palabra "Naturaleza":
"Sobrellevaremos con serenidad los acontecimientos contrarios a las exigencias de la regla de nuestra utilidad , si somos conscientes de haber cumplido con nuestro deber, y de que nuestra potencia no ha sido lo bastante fuerte como para evitarlos, y de que somos parte de una naturaleza total, cuyo orden seguimos, Si entendemos eso con claridad y distinción, aquella parte nuestra que se define por el conocimiento, es decir, nuestra mejor parte, se contentará por completo con ello, esforzándose por perseverar en ese contento... en la medida en que entendemos eso rectamente, el esfuerzo de lo que es en nosotros la mejor parte concuerda con el orden de la naturaleza entera" (p.410).
Con respecto a la esperanza, otro tema que hemos tratado más de una vez en estas páginas por lo cercana que se encuentra a la palabra "ilusión", Spinoza tiene una visión claramente negativa. "No hay esperanza sin miedo ni miedo sin esperanza. En efecto: quien está pendiente de la esperanza y duda de la efectiva realización de una cosa, se supone que imagina algo que excluye la existencia de la cosa futura, y, por tanto, se entristece en esa medida; por consiguiente, mientras está pendiente de la esperanza, tiene miedo de que la cosa no suceda" (p. 289). Spinoza también asocia la tristeza y el padecimiento a las ideas inadecuadas producidas por nuestra imaginación. "La alegría y la tristeza y, consiguientemente, los afectos que se componen de ellas, o que de ella se derivan, son pasiones; ahora bien, nosotros padecemos necesariamente en cuanto que tenemos ideas inadecuadas y sólo en la medida que las tenemos; esto es, sólo padecemos necesariamente en la medida que forjamos imaginaciones" (p.276). Es decir, nuestro estado de ánimo fluctúa por causa de ideas producidas por nuestros miedos, nuestras esperanzas y nuestra imaginación. Si reposara en la realidad, se mantendría estable y sereno. "Así, cuanto más nos esforzamos en vivir según la guía de la razón, tanto más nos esforzamos en no depender de la esperanza, librarnos del miedo, tener el mayor imperio posible sobre la fortuna y dirigir nuestras acciones conforme al seguro consejo de la razón" (p.368). Por ello, la persona de ánimo fuerte "se esfuerza sobre todo por concebir las cosas tal como en sí, y por apartar los obstáculos que se oponen al verdadero conocimiento" (p.396). Es decir, nuestro objetivo debe ser intentar conocer la Realidad tal cual es, apartando las ilusiones.
En la última parte de la ética, Spinoza profundiza en la idea de conocimiento de Dios afirmando que la aspiración máxima no es ya sólo este conocimiento, sino, yendo más allá, el Amor a Dios, como vemos en las siguientes citas (recordemos que en todas ellas podemos sustituir "Dios" por "Realidad"):
"Quien se conoce a sí mismo y conoce sus afectos clara y distintamente se alegra y esa alegría va en él acompañada por la idea de Dios; por tanto, ama a Dios, y por la misma razón tanto más se conoce a sí mismo y conoce sus afectos" (p. 435).
"Ese amor a Dios es el supremo bien que podemos apetecer, según el dictamen de la razón" (p.437)
"Podemos concluir que el amor a Dios es el más constante de todos los afectos" (p.438).
"La suprema virtud del alma consiste en conocer a Dios" (p.445).
"El sabio... apenas experimenta conmociones del ánimo, sino que, consciente de sí mismo, de Dios y de las cosas con arreglo a una cierta necesidad eterna, nunca deja de ser, sino que siempre posee el verdadero contento del ánimo" (p. 463).
Según Spinoza, este camino es arduo y requiere esfuerzo, pero es el único camino hacia la cordura. Este amor a la realidad es el mismo que preconizan otros sabios y filósofos como Prajnanpad, Comte-Sponville, Clement Rosset, o el mismo Buda. ¿Es posible esta vía para el hombre común? ¿Es este camino un camino exclusivo para los sabios? ¿Puede el ser humano descansar en la Realidad tal cual es, o necesita, por el contrario escapar de ella?
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(1) Russell, Bertrand. 2005. History of Western Philosophy. Routledge.
(2) Hampshire, Stuart. 1982. Spinoza. Alianza Universidad.
(3) Comte-Sponville, André. 2002. Traité du Désespoir et de la Beatitude. Quadrige.
(4) Lenoir, Frédéric. 2017. Le Miracle Spinoza. Fayard.
(5) Damasio, Antonio. 2003. Looking for Spinoza. Joy, Sorrow and the Feeling Brain. Harcourt.
(6) Serrano, Vicente. La Herida de Spinoza.
(7) Rosset, Clement. 2004. Le Réel. Traité de l'Idiotie. Les Éditions de Minuit.
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