martes, 10 de marzo de 2020

Contra la Imaginación


Donner, Christope. 2000. Contra la Imaginación. Espasa.

(Título original: Contre l'imagination, 1998)

Es una pena cómo se ha desaprovechado el título de esta obra, que tanto prometía. La palabra ensayo le queda demasiado grande, incluso la palabra panfleto es seria para ella. El mismo autor la califica de "borrador de manifiesto", pero lo hace al final del todo, debiendo de habernos advertido desde el principio, por aquello de que el que advierte no es traidor. Dice Donner, también al final, que "un libro está terminado sencillamente por agotamiento, por lasitud del autor, o mudanza, muerte súbita...". Todas estas razones que él mismo aduce deben de ser las que hacen que éste sea un libro un libro malogrado a pesar del tema tan interesante del que trata.

La falta de respeto con la que habla Donner da vergüenza ajena. Así, califica las ideas de Gilles Deluze de "tontería", "estafa" (p.67), "chisme indigesto" (p.68) "maniobras fraudulentas" "cieno" (p.74); le otorga virtudes como "incompetencia", "falta de honestidad", "apesta a santurronería" (p.68), "estupidez" (p.72), "incultura" (p.74); y a él le llama "rufián" (p.69), "pobre hombre" (p.73) y "tipo semejante" (p.74). A Daniel Pennac y su libro Como una novela también lo despedaza con piropos semejantes. Una crítica sería no debe nunca basarse en insultos. Pero hagamos un esfuerzo por dejar aparte estas indecencias del libro.

El gran problema realmente es la falta de dirección y sentido. A veces creemos que el libro se titula en realidad "contra el pensamiento mágico"; otras, "contra la fantasía"; otras, "contra la ficción"; otras, "contra la novela". Quizás sea éste último el título que yo consideraría más apropiado, simplemente por ser el tema contra el que se escribe durante más tiempo. Donner no dedica ni un segundo a definir conceptos; lo da todo por sentado, y de ahí la confusión que el lector tiene permanentemente a lo largo del libro.

Pero obviemos también este error de base e intentemos quedarnos con el debate que intenta provocar Donner, el tema en sí, aquello que realmente nos interesa. ¿Es la ficción y la novela en concreto una vía de escape de la realidad, una falsedad, una huida y una cobardía, o por el contrario, es una manera de llegar a la verdad a través de la mentira? En el primer caso encontramos a Donner; como defensores de la segunda opción, estarían escritores como Vargas Llosa (La Verdad de las Mentiras, Elogio de la Lectura y la Ficción) o Marc Petit (Elogio de la Ficción).

Los argumentos de Donner son los siguientes. El arte ha de ofrecernos un reflejo de la vida, mientras que la imaginación favorece la hipnosis y procede de la ignorancia. Utilizamos la imaginación porque al no saber, nos inventamos las respuestas. También la utilizamos por cobardía, por salvar la piel, por utilizar máscaras, por maquillar la verdad a la que no queremos mirar de frente. Por eso dice Flaubert "Madame Bovary soy yo". Al ser humano le produce amargura la realidad, no la soporta, y se refugia en la imaginación y la ficción.

"Creamos en Dios o no, no podemos dejar de amar la realidad... La realidad está ahí, irreprochable, imperfectible, ofreciendo la belleza de lo que contiene, y la belleza humana, pues el hombre tiene su lugar dentro de lo real, un lugar que le es propio del que, paradójicamente, solo él pone en duda, es posible que debido a sus ojos; pues la única cosa que no puede ver es a sí mismo... y son sus dudas acerca de sí mismo, fermentos de su ignorancia, las que le mortifican, son nocivas y le empujan a la locura. La reconciliación con la realidad y la certeza de la realidad de uno mismo, aunque invivible a sus ojos, es lo que la imaginación pospone, echa a perder, veda..." (pp.25-26).

Este párrafo contiene el meollo de la cuestión. Considero muy acertado todo lo que dice sobre la realidad; es cierto que huir de la realidad conduce al sufrimiento y la locura, como bien aparece reflejado en Madame Bovary o Don Quijote. Es cierto que la ficción puede llevar al engaño, la desilusión y la frustración, y puede ser fuente de espejismos y engaños. Pero es precisamente esa incapacidad del ser humano para mirar a la realidad de frente, porque le aterra y deslumbra, la razón por la que utiliza la ficción: es una manera de mirar de soslayo, de intentar entender desde la penumbra de la cueva sin llegar a salir a la intemperie. La ficción no tiene por qué ocultar la realidad, puede ser una vía para acceder a ella; no una vía directa, efectivamente, pero sí dando rodeos.

Los orígenes del uso de la imaginación y la ficción están en la infancia, es cierto. Ya hemos visto esta necesidad del pensamiento infantil en libros como Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas. Dice Donner del niño que "cada vez aspira a saber más palabras, más cosas, y a deshacerse de las ilusiones, de las mentiras y de todo ese batiburrillo de imaginación que le ha servido para superar y paliar los sufrimientos de la ignorancia" (p.29). Él mismo concede a la imaginación la utilidad que tiene en esta época de la vida. La fantasía y la imaginación son necesarias, pues hay que cosas que no se pueden explicar en esta edad de otra manera. Donner opina que esto no lo hacen los niños por gusto, sino "movidos por la necesidad de responder a las preguntan que los abruman" (p.29). En efecto, es una necesidad. ¿Es por ello criticable? Donner critica el hecho de que la literatura infantil se cebe en esta necesidad. "Sin duda produce un efecto analgésico el acto de asistir siempre al mismo espectáculo, el hecho de leer siempre el mismo cuento y escuchar cien veces el disco de Pedrito y el lobo. Algunos de estos libros que se llaman mágicos ejercen sobre los niños un hechizo obsesivo y actúan como verdaderas drogas" (p. 32). Coincidimos aquí con Donner en que a veces hay un uso abusivo de la fantasía por parte de la industria de la ficción y del espectáculo, que puede conducir a que los niños no abandonen el necesario período de pensamiento mágico y pasen al mundo adulto demasiado tarde, y algunos quizás continúen creyendo en hadas madrinas para siempre, como Gepetto en el Pinocho de Disney: "una tendencia perezosa a producir y reproducir siempre las mismas imágenes ideales, y los mismos inevitables clichés" (p. 36)

Donner ve a la novela como la continuación de ese veneno que se inocula en la infancia. Critica que la novela se base en la imaginación y la ficción, y no en la realidad. Apoya a García Márquez cuando se decide a contarnos su vida o a Céline, Kafka, André Gide, cuando abandonan la novela y pasan a hablar de sí mismos. Para ello cita a Dostoievski en su Diario de un Escritor, que dice lo siguiente:

"Suele decirse que la realidad es aburrida, monótona; para distraerse, recurrimos al arte, a la fantasía, leemos novelas. par mí es lo contrario; ¿puede haber algo más fantástico e inesperado que la realidad? ¿Puede haber incluso algo más inverosímil que la realidad? Un novelista nunca propondrá imposibilidades tan imposibles como las miles que la realidad nos presenta cada día, disfrazadas de las cosas más comunes" (p. 40)

Donner propone que el escritor sea testigo de la realidad tal cual es, valientemente, sin las "coacciones, censuras, simulaciones y parábolas" (p.47) que son las dueñas de la novela. Critica especialmente la novela histórica, "el fruto más idiota en que puede convertirse el trabajo de los historiadores" (p. 49). La novela está encadenada a las convenciones sociales, presa del bautismo y la caracterización de personajes falsos de los que el escritor pretende adueñarse, en lugar de ser valiente y hablar de personas reales y auténticas, libres de su pluma. "Se han tomado toda clase de libertades con la realidad, y son esas libertades las que provocan el malestar, el aburrimiento, la duda en el lector, el recelo, que diría Nathalie Sarraute, esta autora ya dijo todo esto hace cerca de cincuenta años" (p. 57) (1).  El lector de novelas está continuamente intentando desmontar toda la ficción que el escritor le ha añadido a la realidad, deconstruyendo ardides, falsedades y adornos, e intentando averiguar qué persona de carne y hueso o lugar real inspiró al escritor. Éste, a su vez, se hace falso y se distancia de sí mismo, utiliza otra voz, otra persona, por "cobardía frente a lo social y a su censura" (p. 63), en lugar de seguir el camino que marca Conrad:"el descenso hacia uno mismo, esta región solitaria de esfuerzo y de lucha" (p. 86) (2).

Con respecto al cine, Donner tiene la misma opinión. Según él, el cine "no se ha salvado del veneno de la imaginación, que en la actualidad lo infesta de manera más terrible y general todavía. El cine de evasión, de imaginación, ha invadido las pantallas mucho más que la novela los estantes de las librerías" (p. 94). Donner recuerda con nostalgia la salida de la fábrica de los Lumiere, y aunque no lo menciona, con toda seguridad es un enemigo acérrimo de Melies (3). Esta determinación y rotundidad a favor de la captura de la realidad como principal misión de la literatura o el cine le lleva a decir que "la película del proceso y posterior ejecución de la pareja Ceaucescu se cuenta entre los momentos fundamentales de la historia del cine, y siempre estará por encima de cualquier adaptación, por "lograda" que sea, de Shakespeare" (p. 99). Que cada uno juzgue la pertinencia de esta comparación.

Según Donner, pues, toda literatura debe ser autobiográfica, como la Robert Antelme, que escribió su experiencia en los campos de concentración en su libro La Especie Humana, pero habría hecho un ridículo indecente si hubiera intentado escribir algo como La Decisión de Sophie: "La transcripción de la realidad no es una obsesión estilística, mucho menos la fuente de una corriente literaria, sino que constituye la esencia misma del arte, el deber de la literatura.. El arte tiene a su cargo la tarea de confirmar incansablemente nuestra existencia dentro de lo real, un trabajo noble y sin fin" (p.111).

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(1) Sarraute, N. 1967. La Era del Recelo. Ensayos sobre la Novela. Guadarrama.

(2) Prefacio a El Negro del Narciso, de Joseph Conrad.

(3) Ver Morin, E. 2001. El Cine o el Hombre Imaginario. Paidós.


Reseña (LA POSADA DEL LECTOR)

Contra la imaginación (VICENTE VERDÚ)

El Triunfo de la Imaginación (LA VANGUARDIA)

Contra la autoficción (DIARIO DE SEVILLA)

Historia de la Imaginación (Juan Arnau)

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