jueves, 28 de noviembre de 2019

La Muerte en Venecia


Mann, Thomas. 2002. La Muerte en Venecia. EL PAÍS, S.L. (Título original: Tod in Venedig. 1913)


Visconti, Luchino. 1971. Muerte en Venecia.

¿Dónde está el ideal de belleza? ¿En qué mundo platónico se encuentra? ¿Es posible alcanzarlo si no es a través de los sentidos? La novela de Mann (y su adaptación al cine de Visconti) describen la tragedia de un hombre que aspira a encontrar ese ideal, pero se da de bruces con la realidad. No hay mejor acompañamiento para la historia que el Adagietto de la "Quinta" de Mahler.

El escritor Gustav Aschenbach (un compositor en la película, trasunto de Gustav Mahler) va a Venecia intentando huir de su vida cuadriculada y anodina. Pero Venecia, que es también un ideal de belleza, no existe en un mundo ideal platónico. Qué pena que Venecia no sea solo una bella colección de monumentos y estatuas: la habitan personas que se interponen en su estado de contemplación ideal. Personas que Aschenbach ve como serviles, mundanas, groseras, rastreras, ruines. Él se halla por encima de todo eso, en una ensimismada soledad en la que el contacto con los demás es una necesidad insoslayable, pero despreciable. Además, para colmo, Venecia se ensucia con la llegada de la enfermedad del cólera, que no es otra cosa que la realidad llamando a las puertas de la belleza ideal. ¿Dónde se encuentra entonces el paraíso?

El paraíso pretende encontrarlo Aschenbach en un adolescente, Tadzio, aún no tocado por las impurezas de la edad, un inocente efebo parecido a un ángel al que convierte en el ideal de belleza, inocencia y pureza. Al menos, en principio, porque todo eso se transforma cuando pasa a ser una obsesión. Aschenbach se ve atrapado en la red de una amor platónico que no podría ser más imposible, pues a la homosexualidad del asunto se le une la pederastia, encerrando así los peores males y tabúes. La lucha interior se torna infernal; por un lado, la sublimación de la belleza a través del espíritu, que Aschenbach intenta anteponer a todo, pero por otro lado el mar de fondo de las bajas pasiones asociadas a la carne y al deseo que tienen que ser reprimidos, ahuyentados y mantenidos a raya. Es la lucha entre el ideal y la realidad.

Aschenbach empieza a comportarse como un adolescente y pretende lo imposible: aparentar menos edad de la que tiene, sometiéndose a sesiones de peluquería y estética que lo único que consiguen es rebajarlo al más penoso de los ridículos. El peluquero le engaña con la mayor de las ilusiones: "Y ahora, el caballero puede enamorarse sin ningún temor". Aschenbach, iluso, persigue al muchacho a escondidas entre las calles de la decadente ciudad, temeroso de ser visto, llegando enfermar en cuerpo y alma por su inalcanzable obsesión. Es digno de compasión cuando cae en medio de una plaza abandonada rodeado de inmundicia, a la intemperie, víctima de su sueño de irrealidad. En sus momentos de delirio, recuerda al Fedro de Platón, y se da cuenta de que el que busca el ideal de belleza no puede hacerlo en un mundo etéreo, sino que necesariamente lo hace a través de los sentidos y se ve avocado al abismo de la realidad, que se inmiscuye en forma de instinto, pasión, embriaguez, deseo.

Venecia y Tadzio, no existen como ideales, son ilusiones inalcanzables, espejismos ante los que la realidad se interpone. Aschenbach se rebela, no quiere admitirlo, porque según dice en la película, "la realidad nos distrae y nos degrada". Pero finalmente, no cabe sino la rendición: el cólera se adueña de todo, el tinte del pelo desaparece y Tadzio se difumina en el horizonte del delirio, pues a la realidad hay que acatarla y aceptarla, siempre vence.


Thomas Mann: Eros en Venecia (EL CULTURAL) 

Thomas Mann: el problema del artista frente a la vida (CERVANTES VIRTUAL)

Comparación de libro y película (EL PAÍS)

Enlace a película completa


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