Los equívocos caminos de la ilusión y la realidad a través de la filosofía, la literatura, el cine, el arte, el periodismo y la ciencia
domingo, 10 de noviembre de 2019
Las Sabidurías de la Antigüedad
Onfray, Michel. Las Sabidurías de la Antigüedad. Anagrama (Colección Compactos)
La obra es una diatriba contra el platonismo y su dominio absoluto de la filosofía occidental. El autor, Michael Onfray, se rebela contra Platón y su reinado omnipresente en nuestro ideario colectivo de Occidente. Platón nos sacó de la supuesta cueva en la que nos hallábamos para mostrarnos lo que según él, es la auténtica realidad: un mundo puro de ideas, inventado, en el que existe la inmortalidad del alma, el odio al cuerpo y los sentidos, la aversión a la vida. Ya hemos visto en estas páginas otros autores que se niegan a creer en este mundo imaginario (Popper y Valverde, por ejemplo), y otros que le conceden una realidad tan evidente como al mundo material (filósofos como el alemán Markus Gabriel). Onfray está entre los primeros: huye de paraísos y tierras prometidas y se agarra a la realidad que vemos, intentando desenterrar la tradición de filósofos materialistas y hedonistas que han sido ninguneados y apartados por la corriente oficial. El espíritu de su libro se resume bien en el siguiente párrafo:
"Platón reina como maestro, pues el idealismo, al inducir a confusión entre la mitología y la filosofía, da ocasión para justificar el mundo tal como es, para invitar a alejarse de la vida terrenal, de este mundo, de la materia de la realidad, en beneficio de las ficciones con que se amasan esas historias para niños a lo que en última instancia se reducen todas las religiones: un cielo de ideas puras fuera del tiempo, de la entropía, de los hombres, de la historia, esto es, un trasmundo poblado de sueños a los que se atribuye más realidad que a lo real, un alma inmaterial que salva al hombre del pecado de la encarnación, una posibilidad para el Homo Sapiens que consagra escrupulosamente todo su ciclo vital a morir en vida, a conocer la felicidad angelical de un destino post mortem, y otras necedades que conforman una visión mitológica del mundo en la que todavía hoy mucha gente permanece atrapada" (p.19).
Onfray acude en esta obra a los filósofos de la antigüedad, que al contrario del "hambre de irrealidad" del que hemos hablado en muchas ocasiones en estas páginas, tienen un continuo "hambre de realidad". Son todos aquellos que él agrupa bajo el nombre de la "filosofía hedonista": materialista, sensualista, existencialista, utilitarista, pragmática, atea, corporal, encarnada..." (p.27). En esta nómina incluye a Leucipo de Mileto ("la alegría auténtica"), a Demócrito ("el goce del placer en uno mismo"), a Hiparco ("la vida más placentera posible"), a Anaxarco ("la naturaleza prendada del goce"), a Antifón ("el arte de combatir la tristeza), a Aristipo de Cirene ("el cosquilleo de la voluptuosidad"), a Diógenes ("el placer de los filósofos"), A Filebo ("la vida feliz"), a Euxodio ("el objeto de deseo para todos"), a Pródico ("la felicidad"), a Epicuro ("el placer supremo"), a Filodemo de Gadara ("la comunidad hedonista"), a Lucrecio ("la voluptuosidad divina") y a Diógenes de Enoanda ("la alegría de nuestra naturaleza).
Todos ellos tienen en común el hecho de partir de la materia y el cuerpo, basarse en la realidad primaria que percibimos a través de los sentidos y considerar a ésta como la única; huir de dioses, fantasmas e ilusiones que distraigan lo importante: aprender a vivir en esta vida tal cual es, con su alegrías y sus miserias, con el máximo de serenidad, autonomía y ausencia de turbaciones y sufrimiento. Incluyo a continuación una selección de párrafos que resumen esta filosofía.
"La realidad está constituida por átomos que se organizan en el vacío, La causalidad es inmanente y material; no hay razón divina; todo pasa, la eternidad es una ficción, o, en todo caso, lo único eterno es el cambio; los dioses no existen, ni tampoco la fortuna como modalidad de la trascendencia" (p.66)
"La verdad no tiene relación alguna con las ideas en sí, el mundo inteligible ni ningún mundo extraterreno, sino que es inmanente, material, concreta y niega toda trascendencia. Allí donde está el mundo, allí se encuentra lo verdadero. El fenómeno y la sensación: he aquí lo primero en todo acceso a la verdad" (p.70)
"El interés por lo que es debe ir acompañado del rechazo de lo que podría ser. No contentarse con lo que es y pensar en el futuro, apostar y contar con las potencialidades de un porvenir posiblemente extraordinario es motivo de demasiados desengaños. La desesperación se presenta cunado se ha esperado, la decepción aparece cuando se ha confiado; lección de sabiduría: no confiar, no esperar, no contar con..." (p.80)
"Nada de universo inteligible, criaturas ideales, dioses o conceptos, nada de otros mundos inaccesibles a los sentidos y únicamente concebibles por el alma, parte inmortal y eterna de un cuerpo mortal; la realidad coincide con toda exactitud con lo que se ve, se siente y se percibe, con lo que nuestros cinco sentidos nos enseñan" (p.184)
"Platón produce una mitología útil para mantener a los hombres en el temor, la angustia y el terror. Estos temores y temblores proporcionan una humanidad maleable, miedosa, fácil de conducir. Alienada, es cierto, pero dócil, disponible para la obediencia, la sumisión y el renunciamiento a sí misma" (p.187)
"El Jardín de Epicuro es la anti-República de Platón. La Ciudad del autor del Fedón es perfecta porque es ideal e inexistente; destella, pero con falsos oros, brilla, pero a la manera de decorados de teatro inhabitables... El epicureísmo crea realidad, aunque modesta, allí donde el platonismo produce ficción, y además grandilocuente..." (p.211)
"No son bien vistos los desgarradores de velos que dan por tierra con las ilusiones sobre las que la mayoría de seres humanos construye sus minúsculas existencias. Lucrecio asesina las ficciones y, con calma, mediante la razón razonable y razonante, aniquila las construcciones arbitrarias: el cielo habitado, los dioses vengadores, las religiones castradoras, las esperanzas en el más allá, la mecánica de los sentimientos, el prejuicio monogámico, la lógica amorosa. Tanto en la tierra como en el cielo, entrega las quimeras a la inmensa hoguera de su filosofía materialista y mecanicista" (p.251).
Pura hambre de realidad, la de estos filósofos.
Contrahistoria de la Filosofía (LETRAS LIBRES)
Filosofía proscrita (EL PAÍS)
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