miércoles, 7 de agosto de 2019

14 kilómetros


Olivares, Gerardo. 2007. 14 kilómetros.

"Seguirán viniendo y seguirán muriendo, porque la historia ha demostrado que no hay muro capaz de contener los sueños" (Rosa Montero)

Con esta frase extraída de un artículo de Rosa Montero (ver enlace abajo), termina la película de Gerardo Olivares. Si hay alguien que puede llevar la antorcha del mayor portador de sueños en el mundo actual, son los migrantes o los refugiados. Depositarios de sueños, ilusiones y esperanzas, huyen de la terrible realidad sin mirar atrás. No son algo nuevo, siempre han existido. "Somos una especie en viaje, no tenemos pertenencias, sino equipaje" como dice la canción de Drexler. Hemos sobrevivido a lo largo de la historia gracias a haber estado en movimiento, huyendo de sequías, hambrunas, cataclismos, terremotos, holocaustos, miserias, con la esperanza de la Tierra Prometida, Shangri-lá, el Jardín del Edén, Utopía.

14 kilómetros narra la odisea de dos personas provenientes del África subsahariana para llegar al estrecho y cruzar a Europa. De la misma forma que en la película Casablanca vemos un mapa que nos señala la trayectoria que seguían los europeos que huían de la guerra camino de Marruecos, aquí seguimos un mapa que nos guía en el sentido inverso, desde el corazón de África hacia el norte. Es el mapa del tesoro para miles de personas que no pueden más y aspiran a una vida mejor.

Europa es el sueño para los africanos, de la misma forma que África lo ha sido para los europeos, pero por razones muy diferentes. Entre los europeos que sueñan con África, están los viajeros románticos que aspiran a encontrar las fuentes del Nilo, fascinados por lo desconocido, huyendo de la asfixia del mundo "civilizado" y buscando encontrar los orígenes de la vida a la vez que se encuentran a sí mismos. Este sueño y estos viajeros están perfectamente descritos en el fascinante libro de viaje de Jesús Reverte El Sueño de África o en la novela The Sheltering Sky de Paul Bowles. Por otra parte, están los cooperantes, religiosos y no religiosos, evangelizadores o pertenecientes a ONG, que intentan echar una mano para levantar aquel caos. También están los periodistas y reporteros como Kapuscinski o Vicente Romero, que intentan dar testimonio de lo que se encuentran. Y finalmente, y los he dejado para el final por ser los más importantes, están los europeos que siempre han vivido África como un sueño de explotación y codicia, donde la avaricia y la ambición más infames han troceado todo el continente como si fuera un gran pastel. Ahí está, por ejemplo, la terrible historia del Rey Leopoldo II de Bélgica en el Congo descrita por Vargas Llosa en El sueño del Celta o la incursión en los infiernos de Heart of Darkness de Conrad.

Pero Europa es un sueño muy diferente para los africanos. Representa la riqueza, el fin de la miseria y el hambre, un territorio en paz y donde (supuestamente) se respetan los derechos humanos. Europa es una ilusión, una esperanza de una vida nueva. En un momento crucial del camino, un tuareg le dice a Buba, el protagonista de la película, que no huya, que debería quedarse en África e intentar levantar aquello y no marcharse, que la emigración es una sangría constante que está debilitando el continente ya que los jóvenes, los fuertes y los optimistas se van: "Nadie quiere vivir aquí en África. Si el esfuerzo y todo el dinero que os gastáis en llegar a Europa lo utilizarais aquí, las cosas cambiarían. Con vuestra huida hacéis que África se desangre".

La conversación entre el tuareg y Buba es para mí el momento central de la película, pues ambos representan las dos posturas que llevamos analizando permanentemente en este blog. La filosofía del tuareg es de la de la aceptación de la realidad, sin que ello signifique no querer cambiarla. No sueña con paraísos ni utopías; es feliz con su familia y sus cabras en el desierto. No quiere huir a ninguna parte ni tiene esperanzas depositadas en cambios súbitos ni tierras prometidas. Buba representa lo contrario: la ilusión por pisar otro mundo, la esperanza por vivir otra vida, la lucha por la utopía, la huida hacia adelante. Ambas posturas son humanas y comprensibles, y en ambas se resumen los dos caminos que el ser humano intentar seguir con un mismo objetivo: la conquista de la felicidad. El camino del tuareg es el de la sabiduría serena: no se ve en la película nadie más feliz y sosegado que él. Pero la inquietud y ambición de Buba es humana: es la inercia de la vida, la ruptura del que se va porque ya no puede más, porque ha perdido la esperanza en poder cambiar toda una estructura basada en la explotación y el colonialismo en una generación, y no se conforma con lo que tiene.

Por supuesto, la llegada a la Tierra Prometida no es fácil. Bloch desarrolla bien la idea en su obra El Principio Esperanza: "el Edén se halla detrás de un cinturón de horror, y un cinturón de horror rodea el Edén" (tomo II, p. 346). Llegar al Edén no es fácil, todos los mitos de la Tierra Prometida están rodeados de una franja poblada de monstruos y dificultades. "El miedo se halla muy próximo a la dicha. Los griegos situaban sus lugares imaginados llenos de dicha en la proximidad de lugares colmados de horror. A la vera de praderas aromáticas acecha toda especie de monstruos; en torno a las islas de los feacios y de los Bienaventurados se extiende un mar lleno de peligros. Muy especialmente en torno a esta última: más allá de las columnas de Hércules se encuentra el terrible mare coagulatum, es decir, el mar coagulado" (P. 343), escribe Bloch. Estamos, por tanto, ante un mito revivido: las columnas de Hércules son la puerta del cielo, y a la vez, del infierno.

A Europa le llega, a través de las columnas de Hércules, sólo una ínfima parte de lo que debería recibir tras toda una historia de abominable explotación de África, comenzando por una de las mayores atrocidades de la historia de la humanidad que fue la trata de esclavos, que como muy bien dice Kapuscinski en Ébano dejó sumido al continente en un permanente complejo de inferioridad y falta de confianza en sí mismo. Europa ahora le cierra las puertas de forma vergonzante alegando que no es su problema. El libro La sociedad de la Externalización demuestra que sí es nuestro problema, en primer lugar porque somos los causantes y en segundo lugar porque no cesan de llegar, porque siguen llegando; seguiremos levantando muros, vallas más altas con navajas más afiladas, fosos más profundos, pero seguirán viniendo, contra viento y marea, contra puertos cerrados; seguirán llegando, porque, como dice Rosa Montero, no hay nada capaz de contener los sueños.

Fronteras (Rosa Montero)

Reseña (ACNUR)

Reseña (FOTOGRAMAS)

Notas del director

Análisis: 14 kilómetros. Los derechos fundamentales de la población migrante



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