jueves, 5 de noviembre de 2020

Rifkin's Festival

 


Allen, Woody. 2020. Rifkin's Festival

La última de Woody Allen bien podría tener por título "Las películas que habito". El protagonista, escritor y estudioso del cine, se ve envuelto en una serie de situaciones durante su estancia en el Festival de San Sebastián, y para cada una de ellas se apoya en sueños o ensoñaciones que son escenas de sus películas favoritas. Con esta excusa, recorremos los momentos clave de Ciudadano Kane, Ocho y Medio, Fresas Salvajes, El Séptimo Sello, Jules et Jim o El Ángel Exterminador. Woody Allen se permite así el lujo de entrar en las escenas de las películas de sus directores fetiche, como Bergman, Fellini, Godard, Welles o Buñuel. Ya lo había hecho con Fresas Salvajes en Delitos y Faltas, pero aquí se inmiscuye literalmente dentro de las películas, para su disfrute y el del cinéfilo que comparta sus mismas preferencias por el cine de autor.

El cine, al igual que la literatura, han construido una realidad paralela que descansa sobre la realidad material. En nuestra mente, las historias de las películas se fusionan con los personajes reales y cobran una existencia de un valor similar a los recuerdos o los sueños. Los protagonistas de las películas se convierten en referentes de tanta o más importancia que los personajes reales, de forma que en el imaginario colectivo puede ser tan fuerte la presencia de los detectives interpretados por Humphrey Bogart (1) como la de Napoleón Bonaparte, o la de Harry Potter como la de Greta Thunberg. ¿Acaso no son igual de reales unos que otros una vez que entran en el reinado de nuestra imaginación? 

Las (buenas) películas nos sirven de apoyo para comprender e interpretar el mundo. Habitamos sus escenas como si pudiéramos entrar en ellas, y por un rato nos convertimos en héroes entrando en el papel de Atticus en Matar a un Ruiseñor , o en villanos metiéndonos en la piel del Joker. Cada uno tiene su propio repertorio de personajes y escenas que viven para siempre en su imaginación con la misma fuerza --o aveces más-- que los recuerdos. Como dice Morin en su libro El Cine o el Hombre Imaginario

"Como todo onirismo, los filmes son proliferaciones de la espera, ectoplasmas para mantener el alma en calor; eso es el cine: imagen desordenada, entregada a los deseos impotentes y a los temores neuróticos, su estallido canceroso, su plétora mórbida. La verdadera vida está ausente. El mundo al alcance de la mano, el hombre sujeto del mundo no es más que un programa de ilusión. El hombre sujeto del mundo no es aún, y tal vez no será nunca, otra cosa que una representación, un espectáculo del cine" (p. 187)

"Ha habido que esperar al cine para que los procesos imaginarios sean exteriorizados original y totalmente. Al fin podemos visualizar nuestros sueños porque se han lanzado sobre la materia real" (p. 193). 

Rifkin's Festival es un homenaje al papel que el cine juega en nuestras vidas, por la terapia y ayuda que nos ofrece al representar nuestros sueños, deseos, ilusiones, temores y miedos.   

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(1) Woody Allen ya habitó el mundo de Humphrey Bogart en la inolvidable Sueños de un Seductor (Play it Again, Sam, 1972) 

Reseña (EL PERIÓDICO) 



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