domingo, 29 de diciembre de 2019

Fresas Salvajes


Bergman, Ingmar. 1957. Fresas Salvajes. (Snultronstället)

Esta obra maestra de Ingmar Bergman retrata como ninguna otra la viveza y realismo de los sueños y las ensoñaciones, sin duda la fuente principal de nuestras fantasías, nuestros fantasmas, nuestros deseos, nuestros anhelos y nuestros miedos. Los sueños se encuentran en la imprecisa frontera que separa la cordura de la locura, pues en ellos desaparecen todos los mecanismos de defensa y barreras que levantamos para protegernos de la realidad (1). Son fuente de inspiración y creatividad, y a la vez, fuente de horror y estremecimiento. Los vivimos como si fueran realidad, son pura realidad virtual. Creados por nuestra mente para cumplir funciones aún no aclaradas del todo por la ciencia, son necesarios para nuestra supervivencia.

Fresas Salvajes comienza con un sueño y termina con una ensoñación, y contiene otra ensoñación y otro sueño en la mitad de la película. El primero es una pesadilla de tipo surrealista en la que el protagonista, Isak Borg, anciano doctor de 78 años, se encuentra con su doble muerto (su doppelgänger, el doble fantasmagórico en la mitología germánica), lo cual constituye un augurio de muerte. Sin duda, el primer lugar de aparición de los fantasmas son los sueños, y quizás se encuentren ahí los orígenes de todas las creencias ancestrales en la vida de ultratumba y la pervivencia del alma y el espíritu después de la muerte.

La siguiente es una ensoñación que se produce durante una visita del protagonista a la casa de su juventud: "No sé cómo sucedió, pero el hecho es que la palpable realidad del día se eclipsó tras las vivísimas imágenes de mi memoria que aparecieron ante mis ojos con toda la fuerza de lo que existe realmente". No se trata de un flashback, pues las escenas que contempla el viejo Isak no pudieron ser vividas por él. Las crea su imaginación. Allí, observa a su joven prometida Sara, siendo cortejada por su hermano, y posteriormente entra en una fiesta de cumpleaños en el interior de la casa. La forma en la que se nos muestra el sueño es inolvidable: Isak se cuela por la casa como si fuera un fantasma, ocultándose tras las paredes y las puertas para no ser visto por los que la habitan, que permanecen allí como en un presente eterno, siendo él el único que ha envejecido y los contempla con nostalgia. En los sueños el pasado es tan presente como el presente real, la cronología desaparece y se nos permite viajar en el tiempo. Por eso permiten elaborar fantasías imposibles en las que se retorna al pasado y éste se revive con la misma fuerza que si fuera presente.

En el tercer sueño, Isak se encuentra de nuevo con la que fue su prometida, hablando esta vez con ella, y escuchando de sus labios con crudeza que no va a casarse con él, sino con su hermano. Ella le muestra sin compasión en un espejo su vejez y su soledad. Ahí no termina el vía crucis. El doctor se enfrenta a continuación a un examen de reválida de su profesión en la que termina siendo declarado incompetente, y además se le muestra el adulterio de la que fue su mujer (él ya es viudo) y las opiniones que ésta tenía sobre él, tachándolo de pusilánime, frío e insensible. De nuevo, él ve la escena oculto tras un árbol, como un fantasma que se protege de ser visto. En este sueño aparecen sus frustraciones, sus más íntimos temores con respecto a su vida profesional y marital, libres de restricciones y censuras. Los sueños son la caja de Pandora con la que a veces la realidad nos sacude y nos muestra todo lo que habitualmente nos negamos a ver en ella, mirando para otro lado: nuestros defectos, frustraciones, engaños, mentiras y máscaras.

Finalmente, la película termina con Isak en la cama en el momento justo antes de quedarse dormido, cuando tiene una ensoñación. En ella, es llevado por Sara hacia sus padres jóvenes, en un lugar de extrema placidez y felicidad, una escena bucólica y apacible de su infancia, posiblemente no real sino idealizada, que es la única que le trae verdadera paz y sensación de felicidad. La escena es claramente irreal, también creada por su imaginación, como todas las demás. En este caso, en lugar de monstruos, la mente divaga permitiendo la recreación en los anhelos y los deseos. El paraíso de la niñez, el espejismo de la infancia es el último cobijo donde el ser humano encuentra refugio, y es también revivido y recreado en los sueños, lugar donde la realidad puede ser vencida.

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(1) Ver capítulo dedicado a ellos en el libro ¿Enferman las Mariposas del Alma? 

Enlace a la película

Reseña en la página oficial de Ingmar Bergman

Introducción a la película (FILMAFFINITY)

Reseña (CINE DIVERGENTE)

Reseña (CINE Y PSICOLOGÍA)

Review (THE GUARDIAN)

Enlace al debate en QUÉ GRANDE ES EL CINE



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