domingo, 15 de diciembre de 2019

El Cine o el Hombre Imaginario


Morin, Edgar. 2001. El Cine o el Hombre Imaginario. Paidós.

(Original en francés: Le cinéma ou l´homme imaginaire, publicado en 1956 por Les Éditions de Minuit.

Al leer este libro, he recordado otros que leí hace muchos años sobre la relación del cine con la realidad, como Teoría del Cine (La Redención de la Realidad Física) de Siegfried Kracauer o ¿Qué es el Cine? de André Bazín. Edgar Morin hace un estudio antropológico y psicológico del fenómeno cinematográfico y analiza la evolución del "cinematógrafo" al "cine": lo que comienza siendo un instrumento aparentemente perfecto para atrapar la realidad, se convierte en una máquina creadora de irrealidad y sueños. Morin enlaza con la religión, la magia y el arte para hacer una teoría antropológica del cine: la linterna mágica, la fantasmagoría, la antigua magia, los juegos de sombra, los cultos griegos de misterios son los precedentes que llevarán al cine por una camino apartado de la realidad. El hambre de irrealidad y de sueños del ser humano gana la batalla al conocimiento objetivo y científico: Meliès triunfa sobre Lumière, y así nace el cine. "Lo fantástico surge inmediatamente de la más realista de las máquinas, y la irrealidad de Meliès se despliega tan flagrante como la realidad de los hermanos Lumière. Al realismo absoluto (Lumiére) responde el irrealismo absoluto (Meliès). Admirable antítesis que hubera gustado a Hegel, de donde debía nacer y desarrollarse el cine, fusión del cinematógrafo Lumière y de la hechicería Meliès" (p.52)(1).

Tanto Meliés en Francia como George Albert Smith (Escuela de Brighton) en Inglaterra introducen los fantasmas, los dobles, la sobreimpresión, los trucos y el cine empieza a distanciarse de la realidad: "El film se ha lanzado, cada vez más alto, hacia un cielo de sueño, hacia el infinito de las estrellas --de las stars--, bañado de música, poblado de presencias adorables y demoníacas, escapando de la tierra de la que debía ser, según todas las apariencias, servidor y espejo" (p.14)

Ya le ocurrió lo mismo a la fotografía, que fue pronto aprehendida por el ocultismo, y se pensaba que captaba el alma y tenía una cualidad mágica de doble, de espectro y de inmortalidad, tal y como ya ocurría con las sombras y los fantasmas:  "El objetivo confiere a todo lo que se acerca un aire de leyenda, transporta fuera de la realidad todo lo que cae en su campo. ¿No es asombroso que la cualidad "legendaria", "surrealista","sobrenatural" sea resultado inmediato de la imagen más objetiva que se pueda concebir?" (p.24)

Morin también enlaza el cine con los espectáculos de sombras: "las sombras fundamentales del universo de los dobles se encuentran animadas, fascinantes, desde las cavernas de Java, las de los misterios helénicos y la mítica de Platón, hasta las salas oscuras" (p.41). Siguiendo la misma línea, vemos como el cine también conecta inmediatamente con el mundo de los muertos y de la inmortalidad. Obras como como La invención de Morel de Boy Casares (novela que "propone el mito cinematográfico final: la absorción del hombre en el universo desdoblado para que la eternidad le salve" (p. 47)), o La Eva Futura , de Auguste Villiers de L'Isle-Adam (que se centra en le tema de doble o copia perfecta), tratan el tema del poder del cine para crear la ilusión de la inmortalidad.

Por otra parte, el cine también encaja con el animismo, esa tendencia primitiva del ser humano que concede a todo un alma. En el cine todo cobra alma, todo objeto posee espíritu, y esa cualidad es la que ha hecho que el cine haya ido despegándose de la realidad y acercándose a la ficción. De la misma forma, la relación del cine con lo onírico y el mundo de los sueños, también ha impulsado ese viaje. "Las estructuras del filme son mágicas y responden a las mismas necesidades imaginarias que las del sueño; la sesión de cine revela caracteres parahipnóticos (oscuridad, hechizo por la imagen, relajación confortable, pasividad e impotencia física)" (p. 136)

Morin demuestra el fracaso de los intentos del cinematógrafo total (relieve, 3D, etc), que supone una superposición de aditamentos innecesarios, pues el cine ya ha conseguido solo con sus dos dimensiones simular nuestros sueños y deseos. Los personajes de la película "viven de la vida que nos es absorbida. Nos han tomado nuestras almas y nuestros cuerpos, los han ajustado a sus dimensiones y pasiones. Más bien somos nosotros quienes, en la sala oscura, somos su fantasmas o ectoplasmas espectaculares. Muertos provisionalmente, miramos a los vivos..." (p. 134)

Todo lo dicho previamente, ha provocado que el cine haya encontrado su destino en esa mezcla de ilusión y realidad. "Las originalidad revolucionaria del cine es la de haber disociado y opuesto, como dos electrodos, los irreal y lo real.... Esta irrealidad no destruye la realidad: la realidad aparente no se ve debilitada por saber que no es más que una ilusión. Esta realidad no disipa la irrealidad. Más aún: esta realidad está fabricada por las potencias de la ilusión, de igual modo que esas potencias de la ilusión han nacido de la imagen de la realidad" (p.141). "Ese es el extraño destino del cine: fabricar ilusión con seres reales, fabricar realidad con ilusión de cartón piedra" (p.143). "Esas transmutaciones y esos remolinos, en los que se sueldan sueño y realidad, uno renaciendo de la otra, son la especificidad del cine" (p. 151)

El último capítulo del libro se centra en la realidad semiimaginaria del hombre. Morin insiste en que somos inseparables de nuestras fantasías y nuestros delirios, de nuestras mentiras y nuestros sueños. Esas proyecciones imaginarias nos acompañan desde siempre, son parte de nuestra naturaleza: "Llevan todos los sueños imposibles, todas las mentiras que el hombre se dice a sí mismo, todas las ilusiones que se forja (espectáculos, artes). Los mitos y las religiones están allí para testimoniar su increíble irrealidad" (p.184). Morin concluye que la realidad del hombre es semi-imaginaria y por esa razón el cine también ha sido atrapado por lo imaginario.

"Como todo onirismo, los filmes son proliferaciones de la espera, ectoplasmas para mantener el alma en calor; eso es el cine: imagen desordenada, entregada a los deseos impotentes y a los temores neuróticos, su estallido canceroso, su plétora mórbida. La verdadera vida está ausente. El mundo al alcance de la mano, el hombre sujeto del mundo no es más que un programa de ilusión. El hombre sujeto del mundo no es aún, y tal vez no será nunca, otra cosa que una representación, un espectáculo del cine" (p. 187)

"Ha habido que esperar al cine para que los procesos imaginarios sean exteriorizados original y totalmente. Al fin podemos visualizar nuestros sueños porque se han lanzado sobre la materia real" (p. 193)

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(1) Esta misma dicotomía la analiza Kracauer en su libro, citando a Morin: "Si el cine surge a partir de la fotografía, también en él deben operar las tendencias realista y formativa... Y sus prototipos fueron Lumière, un realista estricto, y Meliés, quien dio rienda suelta a su imaginación artística. Los filmes que hicieron son algo parecido, por así decir, a la tesis y la antítesis en el sentido hegeliano" (p.53).

Bazín, A. 1990. ¿Qué es el Cine?. Ediciones RIALP
Kracauer, S. 1989. Teoría del Cine (La Redención de la Realidad Física). Editorial Paidós


Reseña (MAGAZINEMA)

La réalité semi-imaginaire de l'homme (L'OBSERVATOIRE)



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