jueves, 24 de diciembre de 2020

Las Barbas del Profeta

 


Mendoza, Eduardo.2020. Las Barbas del Profeta. Seix Barral.

Eduardo Mendoza ofrece una visión personal de la madre de todas las ficciones: la Biblia, o mejor dicho, la Historia Sagrada. Para muchas generaciones en España, la Historia Sagrada fue la primera fuente de relatos portentosos que poblaban la imaginación infantil, junto con los cuentos de hadas (1) y los libros de aventuras. Mendoza nos regala su particular digestión de las asombrosas historias que fueron su primer contacto con la literatura y le sumían en la estupefacción. 

"No exagero al afirmar que la Historia Sagrada que estudié en el colegio fue la primera fuente de verdadera literatura a la que me vi expuesto. La califico así porque, como toda literatura genuina, a diferencia de las lecturas dirigidas y controladas a las que entonces tenía acceso, suscitaba más preguntas que respuestas y, en lugar de ofrecer ejemplos o enseñanzas, producía estupor" (p.14) 

Esas lecturas iniciaron a Mendoza en el mundo de la ficción y le "enseñaron a distinguir entre lo imaginario y lo real, si por real entendemos el escuálido mundo material que nos limita" (p. 12). Ese fue su caso, porque en otros muchos, se da la situación inversa: los relatos bíblicos nos introducían cuando niños en un laberinto confuso pero enormemente satisfactorio y placentero en el que la ficción y la realidad no tenían límites claros, ya que se nos contaban no como meras historias sin más, sino como la Historia con mayúsculas, la Explicación de la Realidad, la Gestación del Universo, la Teoría del Todo.  

"Es una historia sin sentido, pero con voluntad de abarcarlo todo. Una forma turbulenta y perfectamente inadecuada de explicar el mundo desde sus orígenes hasta el final" (p. 16) 

La diferenciación entre lo que es ficción y lo que es realidad se produce generalmente una vez que el niño evoluciona y termina su etapa de pensamiento mágico, de forma que durante un tiempo, al menos desde mi experiencia, esas historias se creen a pie juntillas. En una época en que todo estaba impregnado por lo religioso, la Biblia había que recibirla como Palabra de Dios, Certeza Plena, sin incertidumbre ni duda alguna, por muy increíble que fuera lo narrado. Por eso la niñez era la mejor etapa en la que podía ser digerida, ya que el niño permite saltarse el uso de la razón. El mundo de la niñez es un mundo en el que la fantasía es la dueña de la vida, ya que es imposible decodificar y entender la realidad sólo con la razón. 

"La fantasía no depende de la invención. Es parte de la naturaleza humana, tanto de los que leen como de los que no. Existe en forma de sueño, de temores, de ilusiones, de esperanzas y de elucubraciones"  (p. 12). 

Esa amalgama onírica que se cuece en forma de magma en la mente del niño necesita algún cauce que le de un poco de forma y sentido. Esa es la función de la ficción, y en ella ocupaba un lugar principal la Historia Sagrada. 

"La ficción selecciona y estructura las fantasías y las encuadra, bien que mal, en nuestra contradictoria y confusa realidad" (p. 12) 

La Historia Sagrada era uno de esos primeros cauces, quizás uno de los más importantes. El lector disfrutará ante la narración de aquellos hechos vistos a través del prisma de Mendoza, y se sentirá identificado con la fascinación que ejercían las ilustraciones de los libros bíblicos para niños y sus relatos acerca de la mágica creación a partir de arcilla, el hipnotismo de la serpiente, el asesinato de Abel y la condena de Caín, el arca de Noé, la Torre de Babel, el espeluznante intento de sacrificio de Isaac por su padre Abraham, la destrucción de Sodoma y Gomorra y las estatuas de sal, las relaciones de José y sus hermanos, los milagros de Moisés y las plagas de Egipto, el paso del Mar Rojo, la Tierra Prometida, David y Goliat, Salomón, Sansón, Jonás... Todas estas historias alimentaron nuestra imaginación infantil durante generaciones, colmando la necesidad de explicaciones sobre el nacimiento y la muerte, las relaciones familiares, el sentido de la vida, hasta que la realidad fue ofreciéndonos relatos más científicos y verosímiles.  

Me pregunto qué tipo de historias cumplen ahora esa función en la imaginación de los niños actuales. Probablemente muchos de ellos no han oído hablar de ninguno de estos mitos, ni los escucharán nunca, ni conocerán el deleite que otorgaba la credulidad ante narraciones tan sobrenaturales que te dejaban con la boca abierta. La fantasía es necesaria y sin duda ya habrá encontrado otros cauces por donde fermentar y desarrollarse. 

_________________________________

(1) Ver Bettelheim, Bruno. 1983. Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas


Reseña (EL DIARIO VASCO)


No hay comentarios:

Publicar un comentario