miércoles, 2 de diciembre de 2020

Elogio de la Infelicidad


 

Lledó, Emilio. 2020. Elogio de la Infelicidad. Austral

La palabra felicidad, para Lledó, se encuentra perdida "en ese horizonte de sueños, ideales, deseos, utopías, amenazas y dolores. Nos hace pensar que estar en el mundo es estar en la insuficiencia, en la insatisfacción" (p.7, introducción). Es decir, es una palabra que se encuentra más en el reino de la ilusión que en el de la realidad. Por otro lado, presupone "una energía expresa y constante hacia lo mejor" (p.9). Es decir, nos mueve hacia la utopía. ¿Es su búsqueda entonces fútil o necesaria? 

Lledó, para responder a esa pregunta, parte del lenguaje. El lenguaje saca al ser humano del ámbito inmediato de lo real, "crea un espacio nuevo, un territorio en el que su verdad es la verdad del universo lingüístico creado, del mundo que levantan las palabras más allá del cerrado ámbito de sus fugaces referencias. Ese espacio es, precisamente, el espacio de lo cultural, el territorio de lo humano" (p.26). Es decir, el lenguaje crea una segunda realidad que es la específicamente humana. "Las palabras que emitimos, el lenguaje que hablamos, constituye, en realidad, lo que somos" (p.55). 

La máxima de "Conócete a ti mismo" en realidad se puede traducir en "mira las palabras". "El mundo ideal qe conforman las palabras y que, en ellas, se vislumbra, es, pues la más certera realización de la inscripción délfica... "Conócete a ti mismo" es decirte a ti mismo lo que piensas, lo que deseas, lo que te propones, lo que eres. No hay otra posibilidad de mirada, o sea, de consciencia de sí, que no se haga presente en el espejo lingüístico" (p.66). 

Conocemos la realidad a través del lenguaje, la reconstruimos con nuestros sueños, ilusiones, aspiraciones y utopías. "Ese proyecto mantiene vivo, como ideal utópico y, paradójicamente, real, el sueño de un espacio de solidaridad al que el tiempo futuro no debe renunciar" (p.69). Es decir, Lledó no renuncia a la utopía que construimos a través del lenguaje, porque cree que esa aspiración es la que nos hace verdaderamente humanos. Somos "seres indigentes que únicamente pueden vivir, si son capaces de sentir el amor y la amistad, si son capaces de soñar, de inventar lo que se quiere y que, en ese querer, les completa y realiza" (p.79).  Amar, soñar, inventar: estas son los verbos que, según Lledó, nos hacen humanos. Y estos otros: "Decir, hablar, narrar, escribir, es estar en la luz" (p.98). Son todos verbos que hace alusión a la creatividad, a la confección de otros mundos diferentes del ya existente. 

Nuestra esencia es la insuficiencia, la imperfección. "Estar en el mundo es un estar partido... La realidad humana es incompleta en indigente" (pp.108-9). La vida es una búsqueda. Vivimos por ello en una tensión constante. "La tensión entre esa ideal y las edificaciones reales, las formas políticas de vivir, son una tensión sin sosiego, una continua aspiración sin definitivo logro. Y esa es la vida humana: la lucha por mantener siempre orientada la flecha que tensa ese arco, templado en la forja de la teoría y la praxis y que jamás llegará al blanco, porque el blanco era la flecha misma, porque el camino era ya el andar" (p. 120). Esa tensión entre la realidad y la ilusión es otra de las características consustanciales del ser humano. 

Esta es la realidad humana, y es la que debemos elegir, como hizo Ulises cuando Calipso le ofreció la inmortalidad. Ulises escoge la muerte, elige el tiempo, elige los sufrimientos del regreso, elige la vejez, elige la finitud frente a la vida de dios que le ofrece Calipso en un momento crucial de la Odisea. Querer salir de ahí es vivir en el engaño.  "La proyección ideal hacia esa trascendencia sin tiempo que Calipso ofrece, se sale del territorio de la elección humana y es la raíz de todas las alineaciones y engaños" (p.128). Ulises elige la inmanencia, la mundanidad, el humanismo. Eso somos, y eso hemos de elegir, esa soledad descarnada que es nuestra condición. Lo cual no quiere decir, que una vez aceptada nuestra realidad, tengamos que renunciar a la utopía y la "ideal aspiración hacia lo "mejor"... desde las isla de los feacios hasta los felices lotófagos, va apareciendo junto a la dura realidad la fuerza ideal para superarla" (p. 131) . Esa tensión entre lo real y lo ideal es la médula de lo humano. 

"Al rechazar la propuesta de inmortalidad de Calipso, Odiseo aceptó el tiempo humano, sus limitaciones y tensiones, asumió el dolor y el sufrimiento; pero también la alegría y el gozo, el amor y la amistad, la realidad y su esperanza. Un mundo que había que pensar y construir; unos valores que, por muy utópicos que fueran, había que buscar. Esta alegre aceptación de las condiciones reales de la historia fue, en esa explosión de conceptos, de ideas e imágenes de la ciudad de las palabras, una parte viva y fecunda del legado ateniense" (p. 137) 

La alegre aceptación de lo real, y a la vez, la aspiración legítima de mejorarlo: entre esos dos polos se desenvuelve nuestra vida. Lledó termina haciendo un alegato conta el conformismo: "la libertad no admite conformismo alguno" (p.155). El ser humano, a través de la cultura, tiene "esa posibilidad de vivir otros mundos, de sentir otros sentimientos, de pensar otros pensares que los reiterados esquemas que nuestra mente se ha ido haciendo en la inmediata compañía de la triturada experiencia social" "(p. 157). "La literatura nos enseña a mirar mejor este mundo de las cosas aún no bien dichas... de las trampas para conformarnos a vivir con la desesperanza de que lo que hay ya no da más de sí" (p. 158).  


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