viernes, 17 de mayo de 2019

El Sentido del Pensamiento



Gabriel, Markus. 2019. El Sentido del Pensamiento. Pasado y Presente.

Tercer libro de la trilogía sobre el Nuevo Realismo, que se centra en las características de nuestro pensamiento y lo que lo hace único: "Mediante nuestro pensamiento conectamos realidades distintas entre sí y, de esta manera, creamos nuevas realidades" (p.11). Esta es la idea central del libro: nuestro pensamiento nos permite conocer la realidad y a la vez crea realidades nuevas. "Nuestro pensamiento es parte de la realidad, es algo real en sí mismo, como lo son nuestros sentimientos" (p. 29). Somos parte de la realidad, podemos aproximarnos a ella y reconocerla, gracias a nuestros sentidos, y uno de ellos es el pensamiento.

Basándose en pensadores como Paul Boghossian, Gabriel sigue con su cruzada contra el posmodernismo y la idea de que "no existe ninguna verdad, hechos objetivos o la realidad" (p.13). Nuestro pensamiento es un acto sensorial, como la vista o el oído, que nos permite acceder a la realidad. Tiene un sustrato biológico y por ello solo los seres vivos tienen capacidad de pensamiento (Gabriel llama a esto externalismo biológico). No es simplemente procesamiento de información, como pretende hacernos creer la era digital y de la inteligencia artificial. Gabriel sigue arremetiendo contra el transhumanismo que quiere convertirnos en ciborgs o en inforgs, huyendo de nuestra verdadera realidad sin aceptarla. Solo el humanismo ilustrado puede guiarnos, reconociéndonos como seres espirituales. Debemos de huir del materialismo dominante en nuestros días, que considera que todo lo que existe es solo materia.

La realidad es algo muy complejo, donde se entrelazan infinitos campos de sentido. No hay ningún análisis que pueda abarcarla en su totalidad. Hay infinitud de realidades. Nuestro pensamiento nos permite orientarnos en esa infinitud. Es cierto que hoy en día, en la era de la información, la realidad se ha hecho aún más compleja en inabarcable, debido a la cantidad de información a la que tenemos acceso. Pero la realidad no la conocemos solo a través del empirismo, del cual reniega Gabriel. Pensamos, abstraemos, formulamos hipótesis, y así avanzamos. Nuestro pensamiento nos permite ir mucho más allá del universo de las cosas: "podemos pensar en números, dolores, justicia, pero también en partículas elementales o materia oscura" (p.69).

Gabriel se desmarca de nuevo del constructivismo, que afirma que nosotros construimos la realidad, y se apunta a lo que denomina seleccionismo perceptivo: gracias a los sentidos y a los conceptos percibimos y comparamos y "debido a nuestra dotación y a otras cuestiones, ciertos aspectos de la realidad que permanecen ocultos a otras personas y a otros seres vivos no humanos nos resultan accesibles a nosotros. Esto no significa que falseemos o distorsionemos la realidad a través de nuestros conceptos y registros. Por el contrario, significa que la percibimos tal como es, pero solo parcialmente" (p. 72).

El filósofo alemán se afana por diferenciar el pensamiento humano del supuesto pensamiento de la inteligencia artificial. Nuestro estado mental está compuesto de pensamientos y sentimientos, intenciones, sensaciones viscerales, emociones, con el apoyo de todo nuestro organismo biológico. Nuestra inteligencia no es un software instalado en el cuerpo de un primate. Gabriel ataca frontalmente el funcionalismo, que pretende que nuestra inteligencia es simplemente procesamiento de datos. No somos un sistema operativo, ni un dispositivo diseñado por nadie. Nuestra inteligencia funciona en modo analógico, bajo presión de tiempo, con un interés centrado en la supervivencia y basándose en un lenguaje que somos capaces de comprender por nuestra dotación biológica y el trasfondo cultural que compartimos.

Gabriel argumenta contra la digitalización utilizando los argumentos de Heidegger contra la técnica: "La esencia de la técnica es la idea de que la realidad, en su conjunto, es predecible y, en consecuencia, está disponible para nuestros fines; por lo tanto, deberíamos hacer que todo lo que existe fuera libremente accesible para el aprovechamiento del ser humano" (pp.189-190). Pero la frontera del conocimiento se desplaza de forma dinámica, y ese vacío que queremos llenar permanentemente de conocimiento genera miedo y vértigo, porque nunca deja de existir. No afrontar ese vacío no es más que escapismo de la realidad, que queremos simplificar como si fuera simplemente un conjunto de aparatos o un gran ordenador. Pero esto es falso, no podemos registrarlo todo, "sencillamente, no podemos analizar el espacio-tiempo más allá de lo que permite el Big Bang" (p.199).

Creemos actualmente que podemos crear un mundo feliz de algoritmos perfectos, pero no debemos caer en el peligro de delegar nuestras decisiones en programas informáticos (tema desarrollado por harari en sus libros Homo Deus y 21 Questions for the 21st Century). Se ha extendido la creencia de que nuestras percepciones no son más que una simulación o una ilusión, pero esto no es cierto: nuestros sentidos son algo real en contacto con lo real. La idea de la simulación, fomentada por el posmodernismo, tiene su mejor ejemplo en la película Matrix, pues formula de manera acertada la sospecha posmoderna de que la realidad es bastante deficiente" (p.269). (En otra entrada del blog analizamos las conexiones de Matrix con la filosofía). Gabriel habla de Black Mirror, Los Sims, y otras películas y series de ciencia ficción para devolvernos a la realidad y demostrar la falsedad de que vivamos en una simulación.

Markus Gabriel introduce en la realidad no solo la materia y lo empírico, sino todo lo que somos capaces de crear y pensar: "Los campos de sentido a los que nos da acceso nuestra imaginación y a los que podemos inferir carácter objetivo a través de obras de arte, videojuegos, novelas, fantasías e ideologías son en sí mismo algo real. en esto consiste el concepto de nuevo realismo" (p.259). Lo real es impredecible, infinito, por eso no es abarcable por la ciencia o la tecnología. Es algo mucho más complejo, contingente, no se puede reducir a partículas y a la materia, es heterogénea y de naturaleza variada. Es imposible querer saberlo todo, dominarlo todo. No somos omniscientes, pero tampoco somos esclavos del inconsciente ni víctimas de impulsos atávicos que determinan de forma cerrada nuestros pensamientos. Tenemos un componente biológico, sí, pero este no es una restricción absoluta. Podemos pensar, crear modelos, inventar, crear historias. No somos ni un animal condenado a seguir las pautas de la evolución, ni tenemos que crear un Superhombre, fantasía creada por el transhumanismo, que "aspira a una forma más elevada de existencia humana en forma de información pura que vive en una infoesfera que ya no es biológica" (p.309). Esto no es más que una ilusión que desprecia profundamente nuestra condición humana.

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El libro contiene una bibliografía muy amplia e interesante, pero hay tres citas que me han llamado especialmente la atención:

1) "Sigmund Freud diagnostica en su libro El Malestar de la Cultura un rechazo general del ser humano hacia la imposición de la realidad" (pp.122-123)
2) "...David Chalmers que en 1966 publicó un sensacional libro titulado La Mente Consciente (The Conscious Mind...)"(p.139)
3) En su libro Movilización Total el filósofo italiano Maurizio Ferraris argumenta la revolución digital a través del hecho de que Internet asume una función, en última instancia, militar" (p.146)


Reseña (LA VANGUARDIA)

Reseña (EL DEBATE DE HOY)

Entrevista (EL PAIS)


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