jueves, 25 de julio de 2019

El Libro del Desasosiego


Pessoa, F. 2016. El Libro del Desasosiego. Alianza Editorial

Oculto tras el heterónimo de Bernardo Soares, Pessoa escribe este libro inolvidable, que es un tratado sobre la Realidad frente a la Ensoñación. La Realidad como cárcel, como abismo, como vértigo, y la Ensoñación como bálsamo, como consuelo, como liberación, pero a la vez también como desilusión y decepción. Y entre ambas, el desasosiego permanente. Porque el ensoñamiento de Soares/Pessoa es una actitud lúcida; a pesar de vivir en un mundo imaginario, es perfectamente consciente de su elección. No se trata de un estado ilusorio en el que se haya perdido la cordura. Es una decisión premeditada, una huida consciente de la realidad, un mundo elegido en el que sobrevivir, pero sin dejar de saber dónde se pisa. Soares/Pessoa nunca abandona por completo la Rua de Douradores, ni Lisboa, ni su oficina. Su trabajo no puede ser más prosaico: oficinista contable. Y no lo desprecia, todo lo contrario, pues sabe que es su conexión con la realidad, a la que una mente lúcida no quiere perder nunca totalmente de vista.

Soares/Pessoa defiende los sueños y la imaginación como alternativa frente a la realidad; pero es un sueño propio, personal e intransferible, un derecho individual. El autor descree del sueño colectivo, de la ilusión metafísica, religiosa o incluso científica. No quiere ilusiones fosilizadas o heredadas, ni utopías comunitarias. En sus palabras se condensa todo el hambre de irrealidad del ser humano del que venimos hablando en las páginas de este blog, pero sin abandonar la lucidez y la conciencia: de ahí el desasosiego. Sus aforismos son tan certeros y están tan bellamente esculpidos que no queda otra opción que simplemente ofrecer una selección a continuación, sin posibles comentarios.

"Me escondo detrás de la puerta, para que la Realidad, cuando entre, no me vea. Me escondo debajo de la mesa, donde de manera súbita doy sustos a la Posibilidad. De modo que aparto de mí, como si fueran los dos brazos de un abrazo, los dos grandes tedios que me ahogan: el tedio de poder vivir solo lo Real y el tedio de poder concebir solo lo Posible. Triunfo así de toda Realidad" (p.63).

"Desde los pequeños malentendidos con la realidad, construimos las creencias y las esperanzas y vivimos de las cortezas que llamamos panes, como niños pobres que juegan a ser felices" (p.64).

"La civilización consiste en otorgar un nombre que no le compete a algo para luego ponerse a soñar sobre el resultado. Y realmente el nombre falso y el sueño verdadero crean una nueva realidad. El objeto se convierte en otro, porque nosotros lo convertimos en otro. Manufacturamos realidades" (p.65).

"En el fondo, lo que hay en nosotros de doloroso es lo que no somos en realidad y nuestras mayores tragedias corresponden a la idea que tenemos de nosotros mismos" (p.70).

"Pura solo tú, Señora de los Sueños, que puedo concebirte como amante sin concebir la mancha, puesto que eres irreal. Te puedo concebir, madre, adorándote, porque jamás te manchaste ni del horror de ser fecundada, ni del horror de parir" (p.79)... "Si tuviese la certeza de lo que eres, crearía una religión sobre el sueño de amarte. Eres lo que falta a todo. Eres lo que falta a cada cosa para poder amarla para siempre. Llave extraída de las Puertas del Templo, camino encubierto del Palacio,
Isla lejana que la bruma nunca deja ver..." (p.83)

"Lo cierto es que las cosas que amamos más, o creemos amar más, sólo tienen valor verdadero mientras las soñamos simplemente" (p.92)

"No poseemos un cuerpo ni una verdad, ni una ilusión siquiera. Somos fantasmas de las mentiras, sombras de la ilusión, y nuestra vida está vacía por fuera y por dentro. ¿Conoce alguien las fronteras de su propia alma, para poder decir yo soy yo?" (p.122)

"Vivir la vida en sueños y en falso es también vivir. Renunciar es también hacer algo. Soñar es confesar la necesidad de vivir, sustituyendo la vida real por la irreal, y de esta manera es una compensación de la inalienabilidad del querer vivir" (p.133)

"Los personajes imaginarios tienen más empaque y verdad que los reales. Mi mundo imaginario siempre ha sido el único mundo verdadero para mí. Nunca he disfrutado de amores tan reales, tan llenos de vigor, de sangre y vida como los que mantuve con quien yo mismo creé" (p.152)

"No puedo encarar la realidad frente a frente. El propio sol ya me desanima y me llena de desolación. Sólo en la noche, en la noche a solas conmigo, ajeno, olvidad, perdido --sin ligarme con la realidad ni formando parte de la utilidad-- me encuentro y me conforto" (p.176).

"Que los dioses, caso de ser justos en su justicia, nos conserven los sueños aunque sean imposibles, y nos ofrezcan buenos sueños, por más que sean corrientes. Hoy, cuando aún no soy viejo, me permito soñar con las Islas del Sur y con las Indias imposibles... cámbienme los dioses de sueños, pero no del don de soñar" (p.192).

"La mayoría de los hombres vive con espontaneidad una vida ficticia y ajena. "La mayoría de los hombres son otros hombres", dice Oscar Wilde, y tiene razón. Unos se pasan la vida en busca de algo que no desean; otros se emplean en la búsqueda de lo que desean y no les vale; otros, incluso, se pierden" (p.212).

"El cansancio de todas las ilusiones y de todo lo que incluyen las ilusiones --su pérdida, su inutilidad, el precansancio de tener que tenerlas para luego perderlas, la tristeza de haberlas tenido, la vergüenza intelectual de saber que las has tenido sabiendo cuál sería su fin... la conciencia de la inconsciencia de la vida es el más antiguo gravamen a la inteligencia" (p.232).

"Hay criaturas capaces de sufrir durante largas horas por no poder convertirse en el personaje de un cuadro o en la figura de un naipe de la baraja. Hay almas sobre las que pesa como una maldición el no poder travestirse en gentes de la Edad Media. Esto es lo que me ocurrió hace tiempo. Hoy ya no me ocurre" (p.235).

"Tomar el sueño por algo real, vivir demasiadamente los sueños me ha dado la espina de la rosa falsa de mi soñada vida: no me gustan ni siquiera los sueños, pues a todos les hallo defectos" (p.249).

"Yo crucé más mares que nadie. Yo he visto más montañas de las que hay en la tierra. He paseado por más ciudades de las que existen y los grandes ríos de ninguno de los mundos fluyeron, absolutos, bajo mis ojos contemplativos. Si viajase sólo encontraría un pobre remedo de lo que ya he visto sin viajar" (p.256).

"El sueño, no obstante, lo reemplaza todo. En él puede caber toda la noción de esfuerzo, pero sin el esfuerzo real. Dentro del sueño puedo batallar sin riesgo de miedos o de caer herido. Puedo razonar sin que esté previsto alcanzar alguna verdad y que me duela el no alcanzarla nunca... puedo cambiar de amante pero ella siempre será la misma" (p.303).

"La metafísica siempre me ha parecido una forma extendida de locura latente. Si conociéramos la verdad, la veríamos; todo lo demás es sistema y alrededores. Nos bastaría, pensándolo mejor, con la incomprensibilidad del universo; tratar de comprenderlo es ser menos que hombres, porque ser hombre es saber que no se puede comprender" (p.314.)

"Permaneceremos indiferentes a la verdad o mentira de todas las religiones, de todas las filosofías, de todas las hipótesis inútilmente verificables a que llamamos ciencia" (p.322)

"Reconocer la realidad como una forma de ilusión, y la ilusión como una forma de realidad, es tan necesario como inútil" (p.324)

"El soñador no es superior al hombre de activo porque el sueño sea superior a la realidad. La superioridad del soñador consiste en que soñar es mucho más práctico que vivir, y en que el soñador saca de la vida un placer mucho más vasto y variado que el hombre de acción. En mejores y más directas palabras, el soñador es el verdadero hombre de acción" (p.327).

"Para mí, solo mi conciencia es real; los demás son fenómenos inciertos en esa conciencia y a los que sería indiferente prestar una realidad muy verdadera" (p.335)

"De soñar nadie se cansa, porque soñar es olvidar, y olvidar no cansa porque es un sueño sin sueños mientras estamos despiertos. En sueños lo he logrado todo. Me he despertado después, pero ¿qué importa? ¡Cuántos Césares he sido!... ¡Cuántos Césares he sido aquí mismo, en la Rua dos Douradores! Los Césares que he sido aún viven en mi imaginación, pero los verdaderos están ya muertos y la Rua dos Douradores, es decir, la realidad no los puede conocer (p.341).

"No sólo es mejor, sino más auténtico, soñar con Burdeos que desembarcar en Burdeos" (p.359).

"Me repugna la vida real como condena; me repugna el sueño como una liberación innoble. Pero vivo lo más cotidiano y lo más sórdido de la vida real y lo más intenso y constante del sueño" (p.380).

"Toda la vida es sueño. Nadie sabe lo que hace, nadie sabe lo que quiere, nadie sabe lo que sabe... todos los movimientos y propósitos de la vida, desde la vida simple de los pulmones hasta la construcción de los imperios, los considero como una somnolencia, cosas como sueños o interrupciones de la consciencia, ocurridas involuntariamente en el intervalo entre una realidad y otra" (p.407).

"Por lo demás, ni sueño ni vivo, sino que sueño la vida real. Todas las naves son naves de sueño con tal de que exista en nosotros el poder de soñarlas. Lo que mata al soñador es no vivir mientras sueña; lo que hiere al que hace algo es no soñar cuando vive. Yo he fundido en un solo color de felicidad la belleza del sueño y la realidad de la vida... Matar el sueño es matarnos. Es mutilar nuestra alma. El sueño es lo que tenemos realmente nuestro, de impenetrable e inexpugnablemente nuestro" (p.408). 

"Tengo el cierto deber de soñar siempre, pues, no siendo más ni queriendo ser más que un espectador de mí mismo, tengo que ofrecerme el mayor espectáculo posible. Así me construyo a base de oros y sedas, en salones de mentira, escenario falso, decorado antiguo, sueño creado entre juegos de luces tenues y músicas invisibles" (p.465).

"Si, el tedio es eso: la pérdida por parte del alma, de su capacidad para ilusionarse, la carencia, en el pensamiento, de una escalera inexistente por donde ascender sólidamente hasta la verdad" (p.482).

"La mentira es, simplemente, el lenguaje del alma, pues, del mismo modo que nos servimos de palabras...de igual manera nos servimos de la mentira y de la ficción para entendernos los unos y los otros, lo que con la verdad, propia e intransferible, no se podría conseguir nunca" (p.484).

"Y tal cosa me hace soñar la pregunta de si no será todo en este mundo real un entremezclado de sueños y novelas, como cajas dentro de otras cajas mayores --unas dentro de otras y así hasta el final--, siendo todo una historia de historias, como Las Mil y Una Noches, recorriendo ficticiamente la noche eterna" (p.490).

"Saber no tener ilusiones es absolutamente necesario para poder tener sueños. Llegarás así al punto supremo de la renuncia soñadora, donde los sentidos se mezclan, los sentimientos se desbordan, las ideas se penetran entre sí" (p.530).

"Es humano querer lo que es necesario, pero es humano desear lo que, no siendo preciso, es deseable. Lo doloroso es desear con igual intensidad lo que nos es preciso y lo que nos es deseable, sufriendo por la imperfección de igual manera que sufrimos por no tener pan. El mal romántico es éste: el desear la Luna como si hubiera modo humano de conseguirla" (p.535).

"...ese episodio de la imaginación al que llamamos realidad" (p.571)

"La inacción consuela de todo. No hacer nada nos lo da todo. Imaginar lo es todo, siempre que no tienda a la acción. Nadie puede ser el rey del mundo salvo en sueños" (p.590).

"Todos los ideales y todas las ambiciones son un desvarío de verduleras hombres. No hay imperio que justifique el destrozar de una muñeca. No hay ideal que que merezca el sacrificio de un tren de hojalata. ¿Qué imperio es útil o qué ideal  provechoso? Todo es humanidad y la humanidad es siempre la misma --variable pero no perfeccionable, cambiante, pero sin moverse de sitio" (p.599).

"Cuanto más y mejor contemplo el espectáculo del mundo y el flujo y reflujo de la mutación de las cosas, más profundamente me compenetro con la ficción congénita de todo, con el prestigio falso y suntuario de todas las realidades" (p.615).

"Los campos son más verdes en su discurso que en su verdor" (p.616).

"Prefiero un Moreira al mundo astral; prefiero la realidad a la verdad; prefiero con mucho la vida al propio dios que la creó" (p.646).

"Mientras podamos considerar este mundo como una ilusión o un fantasma, podremos considerar todo cuanto nos ocurre como un sueño, algo que fingía ser porque estábamos dormidos. Entonces nace en nosotros una indiferencia sutil y profunda hasta todos los desaires y desastres de la vida" (p.654). 

"Que los dioses me conserven, hasta la hora en que acabe ese aspecto mío, la noción clara y solar de la realidad externa, el instinto de mi insignificancia, la comodidad de ser pequeño y pensar en ser feliz" (p.268)

Fernando Pessoa, filosofía del desasosiego




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