viernes, 5 de julio de 2019

Visión Fantástica o Asmodea


Goya, Francisco de. 1819-1823. Visión fantástica o Asmodea.

Volví a visitar el Prado hace poco, y la sala de las pinturas negras de Goya sigue siendo el espacio más sobrecogedor que encuentro en el museo. Hay en esa sala una extraña mezcla entre realidad y fantasía que es difícil encontrar en ninguna otra. El genial pintor se adelanta a su tiempo, al Romanticismo, al Expresionismo, al Surrealismo. No se evade por completo de la realidad, todo lo contrario, se enfrenta a ella cara a cara, a su dureza y horror, sin encontrar más salida para comprenderla que la imaginación que le da forma de monstruos, brujas y diablos.

El cuadro que he elegido entre todos tiene varios nombres: algunos lo llaman Visión fantástica, otros Al Aquelarre, otros Asmodea. Asmodeo es el diablo que aparece en el Libro de Tobías del Antiguo Testamento, que a su vez procede de la cultura persa. Esta figura mítica inspiró a Luis Vélez de Guevara para su obra El Diablo Cojuelo (1641), personaje volador que lleva por el aire a don Cleofás para introducirlo en la intimidad de las personas y poder observar sus vicios privados. Esta interpretación que identifica a los personajes voladores del cuadro con este mito procede de la primera catalogación que hizo Antonio de Brugada. Otros, como Diego Angulo, ven en esos personajes a la diosa Minerva y Prometeo volando hacia el monte Cáucaso. Para otros son, simplemente, dos brujos volando.

Sea cual sea la interpretación, el cuadro muestra tres zonas. La parte baja es la realidad: una escena bélica donde unos soldados franceses en primer plano apuntan a los jinetes del fondo, describiendo la guerra de la que Goya fue testigo y de la que nos dejó otros testimonios como Los Fusilamientos del Dos de Mayo. Pero esta obra va más allá de la mera descripción de la guerra. En la parte intermedia, vemos los dos personajes volando, que pueden ser simplemente la representación de la necesidad de escapar de la realidad. Volar es imposible, una fantasía, pero no hay otra salida. Esas dos personas no son más que la encarnación del ansia de huir, de buscar otro mundo, una salida a la locura de este. Sus rostros indican miedo, y uno de ellos se cubre para no ser descubierto en su imposible huida.

El dedo de uno de ellos señala hacia la tercera zona del cuadro. Allí vemos una mole irreal, una montaña imposible de escalar, con una especie de pueblo encima. La única forma de llegar allí es volando. Desde mi punto de vista, esa mole representa la irrealidad, la utopía, el mundo de los sueños y las ilusiones, por encima de la cruda realidad, inaccesible al menos para personas de carne y hueso, y solo conquistable por la imaginación y la magia.

El movimiento que nos sugiere Goya en el cuadro empieza pues abajo a la derecha, en la realidad, sigue la dirección de los fusiles, que nos llevan al centro con los dos personajes volando (la huida), y a su vez el dedo de uno de ellos nos remite a la parte superior derecha, la fantasía.

La sala de las pinturas negras de Goya tiene otras obras que van desde la más cruda realidad, como el Duelo a Garrotazos o el Perro Semihundido hasta visiones míticas como el terrible Saturno devorando a sus hijos o Judith y Holofernes. Y entre ellos, personajes a mitad de camino entre la realidad y la fantasía, intentando escapar de la primera y huir a otra dimensión, como los del Gran Cabrón o el Aquelarre, o La romería de San Isidro.

Todos estos cuadros acompañaron a Goya en su casa de la Quinta del Sordo, que adquirió en 1829 y pintó sobre sus muros, sin ninguna intención comercial ni comunicativa, por lo que reflejan el mundo interior del pintor de forma totalmente libre. Por todo ello, son un reflejo único y genial de la mente humana y cómo ésta se debate entre la realidad y la fantasía.


Enlace al programa "Mirar un cuadro"


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