domingo, 17 de enero de 2021

eLaberinto




 Jiménez Casero, Antonio. 2020. eLaberinto. Extravertida. 

Svetlana Sokolova, profesora de literatura, blogera y política rusa, protagonista de esta novela, intentaba conseguir un mundo mejor. Pero sabemos que no lo ha conseguido, pues la narración comienza con su cortejo fúnebre. Sabemos desde el principio que no ha podido sobrevivir a un mundo cruel y despiadado, el de la Rusia de Putin, el nuevo Stalin, por un lado, y la vieja y decadente Europa de los populismos por otro. Y como telón de fondo, la nueva realidad de Internet, las redes sociales y las fake news corrompiéndolo todo. Frente a todo eso, ella encarna la idealización del ser humano a los ojos del narrador, Valentín, un antiguo colaborador de la KGB y los Servicios de Inteligencia, que fue su amante y ahora se dispone a preparar su venganza. Svetlna Sokolova representa la utopía y la esperanza. El narrador, por el contrario, es el realismo y la desesperanza total, y por eso la amaba: ella es lo único en lo que creía. 

"Somos barro con memoria de una culpa primigenia que nos alejó de un paraíso, un mundo sin dolencias donde todo era posible... Somos un delirio de barro que se proyecta hacia el futuro, un afán de progreso interminable y un sueño de eternidad que nos defiende de la evidencia de nuestra propia finitud... barro aplastado bajo la necesidad enfermiza y obsesiva de ser feliz un día... Sospecho que, incluso con ella, la felicidad habría sido una meta inalcanzable. Nadie la alcanza nunca. Es un engaño más con el que espoleamos nuestra vida cansina" (p. 71). 

A lo largo del transcurso del libro, se manifiesta la tensión entre la ilusión de Svetlna y su creencia en la posibilidad de construir un mundo mejor, y el absoluto descreimiento del narrador, que solo cree en el amor de ella. 

"Quise decirle: "Un día te lo advertí; la democracia es muchas veces un juego de apariencias, una envoltura, puro nombre que justifica terribles injusticias por razones de Estado. No hay argumento más indigno ni más indiscutible". Pero guardé silencio"  (p. 127) 
" -- La manipulación es una constante de nuestra especie, Svetla. Cada religión nació con la pretensión de manipular las conciencias. Y cada mito, cada poema épico, cada libro de historia. Seguramente, cada uno de esos libros que tú guardas en tu librería se habrá escrito con esa pretensión: manipular. 
Ella negó con la cabeza" (p. 129). 

Svetla no lo da todo por perdido. En un mundo donde las redes sociales han tomado el control alimentando el miedo, las frustración y el odio, aún queda, según ella, un resquicio de esperanza. Europa es víctima sobre todo, del miedo: miedo a perder su vida segura y cómoda, "y miedo a los desplazados, a los que huyen de las guerras y a los pobres verdaderos del mundo que mendigan la oportunidad de seguir vivos... Ese vacío lo están llenando en cualquier parte del mundo los profetas del miedo, oportunistas, gente mezquina a la que la democracia marginó en su día. Ha llegado su tiempo y lo están aprovechando" (p. 164). Pero para Svetla aún hay un remedio: la educación. 

En cambio, para el narrador, esta idea tan bella y Svetla misma son "como el vuelo de una mariposa sobre las flores de un jardín" (p. 167) y quizás esa es la razón más profunda por la que la ame sin fisuras, porque él también necesita algo a lo que agarrarse. Pero él no cree en las utopías: 

"Las utopías se transforman en dictaduras cuando los que las concibieron llegan a la conclusión de que no serán posibles. Eso explica en muy pocas palabras la historia de la Revolución" (p. 179). 

Svetla, aunque es consciente de que no hay una solución definitiva, no renuncia a la esperanza. Dice en su blog: 

"No podemos aspirar al paraíso; si acaso a una sociedad más inclusiva y solidaria. Y eso supone una batalla incierta contemplando el punto de partida. Pero es peor observar el deterioro sin ofrecer resistencia; eso conduce al pesimismo y nos arrebata el principal motor de nuestros actos, la esperanza de ser felices en grado razonable" (p. 185). 

En diferentes momentos de la novela asistimos a conversaciones donde se analizan las trampas del mundo globalizado, del capitalismo y los mercados; el laberinto de las religiones y nacionalismos; el odio a los inmigrantes y refugiados; el deterioro de las democracias por el avance de los populismos. La banlieu parisina es la imagen perfecta de todos estos males, el caldo de cultivo ideal para las frustraciones, los odios y la violencia, el lugar que termina por llevarse a Svetla por delante. Europa se ha rendido, sus países "han decidido hace poco que es prioritario levantar otra frontera... Tenemos muros, concertinas y alambradas en el interior de la cabeza. Rechazamos al que llega con las manos vacías.... Es ese rechazo el que genera su violencia. Saben que rechazamos su pobreza, que nos molesta su presencia en nuestras calles... los mares de Europa se han convertido en la fosa común más grande del planeta" (pp. 336-337). 

Todo este mundo ha podido con Svetla, que se ha perdido irremisiblemente en su laberinto. Y para el narrador sólo queda un camino: la venganza. 

Probablemente, Antonio Jiménez Casero se debatía dentro de sí entre esos dos polos: la ilusión por avanzar hacia un mundo más justo y la decepción y la destrucción de todas las utopías. 



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