domingo, 24 de enero de 2021

Atonement


 McEwan, Ian. 2007. Atonement. Vintage Books. 

(Publicado en español por Anagrama como Expiación)

Ya hemos visto en este blog el poder y el placer que proporciona la ucronía (1): es la venganza del escritor contra la realidad. Ya que la realidad venció en su momento y nadie pudo hacer nada por remediarlo, la ficción permite cambiar el final de la historia si esta es demasiado dolorosa para soportarla. 

"How could that constitute an ending? What sense of hope or satisfaction could a reader draw from such an account?... Who would want to believe that, except in the service of the bleakest realism?" (p.371) 

La realidad es aún más dolorosa si es el mismo escritor el que está narrando los acontecimientos de su propia vida, como hace Briony, y las terribles consecuencias que produjo una actuación suya. Nunca pudo perdonarse lo sucedido, y la forma de expiar su culpa es a través de la ficción: narrando los acontecimientos de otra manera, como le habría gustado que hubieran sucedido. 

"No one will care what events and which individuals were misrepresented to make a novel" (p. 371) 

De esta forma, la ficción nos permite ser dios en cierta forma. Cuando pase el tiempo, nadie sabrá lo que ocurrió en realidad, y la única versión que sobrevivirá es la impresa, siempre y cuando se conserve una copia de la novela. Cuando los recuerdos reales se borren y se difuminen, solo quedará lo escrito, y en ese momento el escritor habrá vencido a la realidad. Lo que ocurrió de verdad se habrá perdido para siempre, pero la ficción permanecerá, de la misma forma que nos han llegado todas las historias del pasado. 

¿Quién sabe realmente lo que ocurrió en el pasado cuando éste se recompone con el paso del tiempo? Sólo nos quedan versiones de la realidad, falseadas, retocadas, recreadas, inventadas. Llega así un momento en que la realidad no es lo que realmente ocurrió, sino lo que nos llega en forma de historias. Ese el poder de la ficción. Nuestro cerebro se queda con lo bueno, con lo que nos conviene o con lo que nos reconforta. Al fin y al cabo, esa es una de las misiones de la literatura: crear mentiras piadosas que nos ofrezcan algún consuelo ante la inclemencia de la realidad. 

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(1) Ver Érase una vez en Hollywood


Review (THE NEW REPUBLIC)


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