sábado, 2 de enero de 2021

El Miedo de los Niños


 Muñoz Molina, A. 2020. El Miedo de los Niños. Seix Barral. 

La fantasía de los niños está plagada de fantasmas y monstruos. El miedo los crea y la fantasía los enaltece hasta que cobran vida propia. Este relato de Muñoz Molina procede de esos miedos y fantasías que toda persona ha tenido en su niñez. Sus raíces son las mismas del Frankenstein de El Espíritu de la Colmena o el monstruo de El Laberinto del Fauno. En este caso, los fantasmas son imágenes corrompidas de unos personajes de posguerra, los tísicos, enfermos que necesitaban transfusiones de sangre, idea que prendió en la mente de los niños de esa época y los transformó en una especie de vampiros que vagaban buscando personas  para sacarles la sangre. 

El libro tiene un epílogo muy interesante sobre el proceso de gestación del relato, y la forma en la que la realidad se va tornando ficción en la mente del escritor. 

"La experiencia se transforma en ficción en un espacio oscuro de la mente, con frecuencia muy despacio, bajo el efecto doble de la memoria y del olvido, un poco a la manera en la que la materia vegetal se transforma en suelo fértil en la oscuridad y el encierro de la compostadora. Una materia prima fundamental de la ficción es el recuerdo: pero un recuerdo alterado, modificado por el paso del tiempo, por las inexactitudes inevitables de la memoria, por su mera repetición" (p.104)

Ya sabemos que la memoria es todo lo contrario a un disco duro que se limita a reproducir sin cambios lo grabado (The Memory Illusion). La memoria corrompe, altera, modifica, crea, y ese material alterado es una de las raíces de la ficción. La otra raíz es la misma que genera los sueños. 

De una experiencia de niño y de una noche de insomnio de Muñoz Molina procede el relato, aunque es un tema que él mismo confiesa que siempre le ha acompañado de manera recurrente. La historia es inventada, pero los detalles son reales. Cuando la historia va tomando forma en la mente del autor, se confunde la realidad de los recuerdos con la ilusión de la ficción. 

"Yo inventaba la historia como si la estuviera recordando. El instante mayor de casi sonambulismo fue esa carta que uno de los protagonistas recibe y lee al final, y en la que encuentra una clave de lo sucedido en su infancia lejana. Tendido en la oscuridad yo imaginaba esa carta palabra por palabra, como si estuviera escribiéndola, como si acabara de abrirla y estuviera leyendo, estremecido por un descubrimiento. Era como un estado de trance que no terminó esa noche" (p. 109). 

La creación literaria, efectivamente, es como un estado alterado de conciencia en el que realidad y ficción se confunden creando una situación única, una mezcla de placer y dolor onírico, como de realidad aumentada, "uno de esos lugares a los que solo se puede volver en los cuentos y en los sueños" (p.109). 




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