viernes, 11 de septiembre de 2020

Noche y Océano


 Taranilla, Raquel. 2020. Noche y Océano. Seix Barral (Editorial Planeta) 

Noche y Océano es un libro sobre las ilusiones perdidas. La narradora es una profesora universitaria hastiada de su vida profesional y el vacío que se esconde tras la investigación académica. Encuentra algo de aliciente que añadir a su anodina vida en la pasión desbordada de un tal Quirós, obsesionado por la vida y obra de Murnau, enloquecidamente entregado a investigar y recrear el periplo del director alemán por los mares del Sur. La narradora piensa que es posible que sea el autor del robo del cráneo del alemán (noticia real con la que empieza la novela). La novela narra la epopeya personal de Quirón por cumplir su sueño, que se pierde entre latas de películas que aparecen como pecios de naufragios que no ofrecen ninguno de los tesoros que prometían, o viajes en los que no se encuentra nada del brillo con el que se soñaban. 

"Todo esto es muy bello, aunque la primera impresión sea de desencanto porque las cosas nunca resultan ser como las esperábamos, como las leímos como las soñamos. Para mí, la constelación de la Cruz del Sur siempre fue símbolo de la exhuberancia tropical. Me parecía que su tamaño y su resplandor debían ser dignos de un cuento, que era la marca distintiva de todas las películas de aventureros, descubridores y piratas. Marca distintiva de las novelas de Melville, de Stevenson, de Conrad. Así que imaginad mi desilusión... se ve algo en el horizonte que parece ser un cruz --algo nebuloso, aburrido, sin brillo, nada romántico -- . Por un momento, un dolor físico (doloroso como el despertar de un sueño demasiado bello)" (pp. 387-388)

Estas son palabras del propio Murnau, que experimenta la desilusión que produce el contraste entre la ilusión y la realidad. Exactamente lo mismo le ocurre a Quirós cuando recrea el viaje de Murnau para realizar un documental sobre su obra y ve los barcos mercantes que entran y salen del puerto de Tahití llenos de contenedores y cajas de gasoil y comprueba lo que es en realidad la vida en el "paraíso"  de la Polinesia: 

"Puede que la vida en la Polinesia sea, antes que nada, la lucha organizada, muy en precario, contra los efectos del sol, del viento y del agua salada: la desilusión es la hermana pequeña de la erosión, parece decir a cámara el casco desconchado del Cobia" (p. 392) 
 
Tanto Murnau como Quirós van a la Polinesia guiados por la visión paradisíaca de un sueño, del mismo modo que los expedicionarios del Siglo de Oro deliraban por los Mares del Sur guiados por la estrella de los Reyes Magos, como describe Juan Gil es su fascinante libro Mitos y Utopías del Descubrimiento (1). Murnau, al toparse con la realidad, no encuentra otro camino que embellecerla, apartándose así del plan inicial ideado junto con Flaherty, optando por crear un lugar artificial, "una Polinesia simulada más fotogénica que la de verdad" (p.400).  La dicotomía Murnau-Flaherty es en el fondo la misma que la de Lumiere-Meliés: el cine como vehículo que intenta captar la realidad tal cual sin adornarla, o el cine como artificio falsificador de lo real y productor de sueños e ilusiones (ver El Cine o el Hombre Imaginario de Edgar Morin). 

Un tema recurrente a lo largo del libro es el del turismo de masas (ya que la narradora imparte una asignatura sobre este tema) como creador de paraísos artificiales. Los turistas se dejan llevar por los lugares exóticos para hacerse fotografiar con falsos tiburones de plástico. La Polinesia de los sueños puede ser encontrada en realidad en Alemania, en el paraíso artificial llamado Tropical Islands, "otra formulación alemana del paraíso,,, una versión domesticada y democrática del edén" (p. 193): 

" ... una grandísima piscina que representaba las aguas cristalinas de la laguna de un atolón, con un pequeño poblado polinesio en medio y con palmeras y arena fina de la que se escurre entre los dedos mucho más sedosamente que la arena de playa normal y corriente y, al fondo, un plafón desmedido que imitaba el cielo  -- no un cielo cualquiera, sino el arquetipo del cielo, el cielo perfecto, el cielo conceptual, el Greta Garbo de los cielos--, un trampantojo lleno de nubes esponjosas... " (p. 194) 

Es un mundo artificial parecido al de El Show de Truman, donde los turistas creen por unos momentos encontrarse en el paraíso perdido, como los pubs de Inglaterra que recrean el ambiente polinesio: 

"Una sala amplia con suelo de moqueta de colores intensos y murales que simulan vistas al océano al atardecer, ambientada con decoración marina (lo típico: un mascarón de proa, redes, estrellas de mar), mesas y sillas de caña de bambú, árboles de pega, plantas de interior y un falso volcán en erupción... locales ambientados como lo hubiera estado el paraíso si el día de la creación dios no hubiera tenido al alcance el agua, la tierra y el cielo, sino galones de polietileno, PVC y otros plásticos fosforescentes" (p.46-47). 

Es decir, si el paraíso no existe, podemos fabricar una imagen del mismo y vivir durante un rato en una realidad virtual tan propia de nuestra época. Porque finalmente, parece que tanto los habitantes de la Polinesia como nosotros preferimos que nos cuenten una mentira a asomarnos a la realidad. Para demostrarlo, Quirós le cuenta a la narradora la deliciosa anécdota que le ocurrió a Flaherty en uno de sus viajes a la Polinesia cuando les proyectó a los nativos su película documental Nanuk el Esquimal:

"Uno podría pensar que los nativos iban a sentirse cautivados ante la primera película de Flaherty, que iban a verse reflejados en Nanuk y hermanados con el pueblo esquimal, tan distinto pero a la vez tan semejante al suyo, siempre en contacto íntimo con la naturaleza, pero al contrario el film les aburrió muy pronto. Les encantó, en cambio, El Golem, la película de Carl Boese y Paul Wegener que se había rodado pocos años antes. A los samoanos el monstruo de arcilla les alucinó de tal manera y vieron la peli tantas veces, dijo Quirós soltando una carcajada, que en la isla pronto hubo una hornada de bebés llamados Golem" (pp. 43-44) 

Esta fascinación por lo falso, lo inventado y creado, frente a lo natural y real, es el tema de fondo que recorre toda la novela. Por la misma razón, Matisse, cuando acudió al estreno de Tabú, sintió un placer que le hizo volver a ver la película en varias ocasiones: 

"De entre todas las Polinesias posibles, la mejor, a su juicio, era la de Murnau. Era mucho más placentera que la Polinesia real, tal vez porque la de Murnau es finita, abarcable y se puede disfrutar desde una butaca, antes de cenar" (p. 406). 

Quizás por el mismo motivo buscamos completar nuestra vida con la vida de otros, razón por la que Murnau viaja a la Polinesia, Quirós analiza la vida de Murnau, la narradora se deja arrastrar por la pasión de Quirós, o todos nosotros viajamos, leemos o vemos películas: "¿Qué ausencia o que lesión sufre nuestra alma para vernos obligados a buscar la sustancia que la complete en la vida y la obra ajenas? " (p. 243) 

Todo somos Nosferatu: vampiros de sueños, devoradores de ilusiones. 

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(1) No es causalidad que Quirós fuera el nombre del piloto mayor sucesor de Álvaro de Mendaña, el explorador que puso en marcha una expedición hacia el Pacífico Sur en 1567 en busca de las Minas del Rey Salomón guiado por la estrella de los Reyes Magos. Quirós creyó haber encontrado allí la Utopía del Reino de Dios en la Tierra. 










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