viernes, 18 de septiembre de 2020

Un Verdor Terrible


 Lababut, Benjamin. Un Verdor Terrible. Anagrama (Narrativas Hispánicas) 

El libro ahonda en el mito de Prometeo y Frankenstein a partir de los colores azul de Prusia y verde esmeralda, bellos para nuestros ojos pero producidos por pigmentos que terminan convirtiéndose en cianuro y arsénico a través de la experimentación química. La ciencia de la Química, hija de la Alquimia, produce monstruos como el gas zyclón con el que se lleva a cabo el exterminio de millones de personas. Los sueños azulados de Johann Conrad Dippel (quizás el personaje real que inspiró el Frankenstein de Mary Shelly) y los verdosos de Carl Wilhelm Schelle han dado lugar a los fertilizantes que han salvado a millones de personas de morir de hambre pero a la vez han teñido juguetes asesinos de niños, decorado paredes venenosas o asesinado a miles de personas con bombas de gas. El libro escudriña alucinantes historias de obsesiones científicas, que llevan al hombre a jugar con la realidad y creerse dios por acariciar la certeza de haber llegado al corazón de las leyes que rigen el universo. Es un juego peligroso, que ha hecho avanzar a la humanidad hasta el lugar en el que estamos pero a la vez nos ha mostrado los mas terribles horrores, jamás imaginados. 

El libro también viaja al centro de la mente de los matemáticos que se aventuran en un mundo ideal y platónico que les aleja de la realidad y les hace perder toda conexión con el sentido común. El mismo callejón sin salida es el que ha tomado la física cuántica, que ha llegado a confundirse con la metafísica. Asistimos a la lucha entre mentes privilegiadas que se niegan a admitir que el azar pueda ser la única ley que rija el universo con otras que afirman que no hay más que dados jugando sin cesar de forma aleatoria. Einstein desarrolló una teoría para explicar la realidad que terminó rebelándose contra su propio padre al llegar a conclusiones imprevisibles: la existencia de un punto, la singularidad, donde todas las leyes eclosionan y ninguna es válida, pues allí desaparecen todas nuestras teorías sobre el espacio y el tiempo. De la misma forma, cuando se hace el viaje a lo infinitamente pequeño, se llega a la terrible conclusión de que no hay nada fijo ni estable, y que es imposible llegar a conocer el corazón de la realidad, pues siempre estaremos adoptando una perspectiva que excluye otras igualmente válidas. 

Cuando Heisenberg y Borg presentaron sus teorías en 1927, dejaron al mundo sin punto de apoyo cuando anunciaron los resultados de sus investigaciones: 

"La realidad, le dijeron a los presentes, no existe como algo aparte del acto de observación ... Un electrón no está en ningún lugar fijo hasta que se lo mide; solo en ese instante aparece... Entre una medición y otra, no tiene ningún sentido preguntar cómo se mueve, qué es ni dónde está. Como la luna en el budismo, una partícula no existe; el acto de medición la vuelve un objeto real...El quiebre que planteaban era brutal. La física ya no debía preocuparse de la realidad, sino de lo que podemos decir sobre la realidad" (p. 187). 

El misterioso jardinero nocturno del último capítulo, que no es otro que un portentoso matemático retirado al asomarse al abismo de las conclusiones a las que estaba llegando, paró en seco al darse cuenta de que estaba aproximándose al punto de "no entender que significa ser humano... los propios científicos han dejado de entender el mundo... La física cuántica está detrás de internet, de los teléfonos celulares, y ofrece la promesa de un poder computacional solo comparable a la inteligencia divina.. y sin embargo, no hay una alma en este planeta, nadie vivo o muerto que realmente la entienda. La mente no puede lidiar con sus paradojas y sus contradicciones. Es como si la teoría hubiese caído a la Tierra al igual que un monolito proveniente del espacio" (p. 209) . 

Al final de un largo viaje, seguimos como los monos de 2001, Una Odisea del Espacio, dando vueltas alrededor del monolito, porque está en nuestra naturaleza intentar averiguar de qué va todo esto. ¿Es posible llegar al corazón de la realidad? ¿O una vez más seremos castigados como Prometeo por nuestra insolencia? 






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