viernes, 7 de mayo de 2021

Utopía. Historia de una Idea


Claeys, Gregory. 2011. Utopía. Historia de una Idea. Siruela. 

Título original: Searching for Utopia. The History of an Idea.  

Claeys realiza un recorrido por el pensamiento utópico que tiene muchos puntos en común con el monumental estudio de Bloch El Principio Esperanza. Es un recorrido por los ideales y sueños del ser humano, una de cuyas principales características es la imposibilidad de conformarse con la realidad, y la necesidad de crear paraísos donde acudir y agarrarse para sobrevivir a la dureza del camino. 

Claeys divide el pensamiento utópico en tres etapas: la mítica, la religiosa y la positiva o institucional. Las dos primeras enlazan esta vida con otra posterior, mientras que la tercera intenta conseguir la utopía en esta vida. Claeys comienza por delimitar el concepto de utopía, circunscribiéndolo a aquello que consideramos deseable pero también plausible, distanciándolo así de los deseos, los sueños, la esperanza o la ciencia ficción. 

Para Claeys, la utopía "explora el espacio entre lo posible y lo imposible... Es un lugar en el que hemos estado y del que a veces hemos huido, y un lugar todavía ignoto que aspiramos a visitar. Sin él, la humanidad  nunca habría avanzado en su lucha por mejorar. Es una estrella polar , una guía, un punto de referencia en el mapa común de una búsqueda eterna de la mejora de la condición humana " (p.15). 

Comienza el viaje por la era clásica, con los mitos y las edades de oro, como la que cita Hesíodo en Los Trabajos y los Días, Homero en la Odisea, u Ovidio en las Metamorfosis. Visitamos la Atlántida, la Arcadia, o la República de Platón. Después viene el cristianismo, con el Edén como cuna de la humanidad y fin del creyente, y las creencias milenaristas: la Ciudad de Dios de Juan, la Tercera Edad de la Humanidad de Joaquín de Fiore, Thomas Munzer y los anabaptistas. Dante retrata el paraíso en la Divina Comedia y Milton su pérdida en El Paraíso Perdido

Pero no solo Europa crea paraísos. La Epopeya de Gilgamesh también habla de una mítica edad de oro, o el Libro de los Muertos, de la época egipcia clásica. El Taoísmo tiene su Tierra Pura, el Corán su Jardín, Confucio y Lao zi diseñan sociedades ideales, y el hinduismo hace referencia a las eras védicas en el Mahabarata

Un capítulo completo está dedicado a la Utopía de Tomás Moro, preguntándose cuáles eran las intenciones del autor, si una mera crítica social de tono pesimista o un intento esperanzado de diseño de sociedad ideal. 

Otro capítulo está dedicado a los Viajes al Nuevo Mundo y más allá: Avalón, la Amazonia, las tierras fabulosas del Preste Juan, las minas del Rey Salomón, el Dorado o el Pacífico (ya comentamos aquí el interesantísimo libro sobre los Mitos y Utopías del Descubrimiento de Juan Gil). 

Continuamos el viaje por la era de Defoe y Swift, titulado "Sátiras e isla desiertas". Con los Viajes de Gulliver comienza un giro escéptico y pesimista hacia la distopía, al ser cada vez más evidente la distancia entre el primitivismo y la vida sencilla y la creciente complejidad de la civilización europea. La idea de que la modernidad trae consigo desasosiego e infelicidad está cada vez más extendida, y la fascinación por el primitivismo y el culto al "buen salvaje" crece. 

Con la Ilustración, la utopía toma un carácter secular y se orienta hacia el progreso y deja de mirar con nostalgia al pasado. La revolución francesa da lugar posteriormente al Terror, evidenciando uno de los mayores peligros de las utopías que se quieren imponer por la fuerza. 

Hay un capítulo dedicado a la arquitectura y su contribución al diseño de ciudades ideales, desde Camelot a la Nueva Jerusalén, pasando por la Ciudad del Sol de Campanella, Cristianópolis de Andreae, Icaria de Étienne Cabet o ciudades futuristas como Brasilia. Por otro lado, está la utopía como comunidad, pasando revista a los menonitas, los shakers, los zoaritas, los amish, los MORMONES, las comunas de Robert Owen y de Charles Fourier, o los hippies. 

Llega la segunda era revolucionaria con pre-marxistas como Henri de Saint-Simon o positivistas como Auguste Comte, y por fin Karl Marx  y su Manifiesto Comunista, ideales que terminarían en el totalitarismo staliniano, otro ejemplo del terrible fin de las utopías implantadas como un rodillo. El anarquismo también tuvo una enorme fuerza como movimiento utópico, especialmente en España.  

Finalmente, llega la invención del tecnología y la fe ciega en el progreso, la fascinación por las máquinas, la eugenesia, el optimismo radical del cientificismo y la vez la aparición de miedos y distopías como Frankenstein de Mary Shelley, o Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. Hay una reacción utópica a este progreso desmedido con Thoreau (Walden o La vida en los Bosques) o pintores como Gauguin y su fuga al supuesto paraíso de la Polinesia. 

Los últimos capítulos están dedicados a la ciencia-ficción (Verne, H.G. Wells), las distopías (Huxley, Orwell) y el papel del cine y el imaginario creado por películas como Metrópolis de Fritz Lang hasta la Guerra de las Galaxias de Lucas pasando por 2001: Una Odisea del Espacio de Stanley Kubrick o Blade Runner de Ridley Scott. 

Terminamos con un párrafo incluido en el último capítulo, sobre el propósito general del libro: 

"En este libro hemos trazado una distinción entre la tradición de imaginar visiones finales, paradisíacas o en ocasiones apocalípticas del destino último de la humanidad, y la tradición en la cual la naturaleza humana, si se mejora, se asemeja a la conducta humana real lo bastante como para que su descripción idealizada siga siendo verosímil. El segundo de estos dos ámbitos, que está entre lo posible y lo imposible, es la utopía: no es la perfectibilidad ni tampoco es impecable, completa, final o total; no exige virtud pura y constante; no anuncia la salvación ni alguna forma de "emancipación" definitiva o de "fin de la Historia". Cuando la utopía aspira a tales metas, deviene cada vez más intolerante y forzosa y se transforma en distopía. Y es que entonces demanda la salvación en vez de la mejora, y luchar por la salvación en esta vida conduce inevitablemente a la impaciencia y por ende a la violencia contra los herejes y los fracasados. En una visión así, los refugiados de la utopía pronto superan en número a sus habitantes" (p. 204) .  

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