domingo, 8 de septiembre de 2019

Mitos y Utopías del Descubrimiento: El Pacífico


Gil, Juan. 1989. Mitos y Utopías del Descubrimiento. 2. El Pacífico. Alianza Universidad.

Este año se conmemora el inicio de la expedición que culminaría con la primera vuelta al mundo, emprendida por Magallanes y terminada por Elcano. El interés por este acontecimiento se ha unido casualmente a la lectura del libro de Bloch El Principio Esperanza. Uno de los principales capítulos de ese libro repasa el papel de las utopías geográficas en la historia de la humanidad, y la forma en la que la fantasía por encontrar lugares míticos y fabulosos ha movido al hombre con una energía y una fe que la simple realidad no habría nunca podido conseguir.

La unión de los dos temas me ha llevado a conocer esta fascinante obra del profesor sevillano Juan Gil, que hace un análisis pormenorizado de la forma en la que los mitos y utopías se convirtieron en el combustible primordial que puso en marcha la era de los descubrimientos. Juan Gil demuestra que tanto Colón como Magallanes iban en busca de Ofir, la mítica isla bíblica con playas auríferas de donde el rey Salomón obtenía las riquezas que le permitieron construir su fabuloso templo. El autor se basa en distintas biografías (1) para retratar a Magallanes como un ardiente misionero y fanático religioso que se vio conmovido por las conversiones en masa de los indígenas, una auténtica "embriaguez de bautismos": "cuando se sucedían estos bautismos sin cuento, que parecían preludiar la segunda parusía de Cristo, el hombre más cuerdo parecía perder la cabeza: alucinaciones semejantes habían de trastornar a los religiosos, fueran franciscanos o jesuitas, en tiempos y parajes muy diversos" (p.21). Magallanes llega a delirar y creerse un enviado de Dios, un nuevo apóstol protegido por Cristo, y es precisamente este exceso de fe el que lo llevó a la muerte.

Los navegantes de la época estaban imbuidos de una poderosa fe mesiánica, creyendo que estaban cumpliendo una misión profética y que se hallaban cerca de las utopías de Tarsis y Ofir, que según la tradición, además de ser el lugar donde estaban las minas del rey Salomón, también eran la cuna de donde procedían los tres Reyes Magos. Álvaro de Mendaña puso una flota en marcha el 19 de noviembre de 1567 con dos naves, una de las cuales se llamaba "Los Tres Reyes", hasta que el 1 de enero de 1568 fueron guiados por una estrella, la estrella de los Reyes Magos, y es por ello que tuvieron el profundo convencimiento de que habían arribado a las islas de Salomón, de donde procedían los tres Reyes. "La estrella de los Reyes se distinguía de las demás del firmamento en que no había sido creada conjuntamente por ellas, sino en el tiempo fijado del nacimiento de Cristo, y que no se encontraba en el octavo cielo, sino en medio del aire o muy cerca de la Tierra. Esta doctrina, que venía a ser la enseñanza oficial de los jesuitas, podía muy bien ser recordada incluso por los rudos marineros que creían pisar la tierra de los Magos y se sentían voceros de Cristo en en los últimos confines del mundo habitado" (p.93).

Los españoles se sentían el pueblo elegido, protegidos y guiados por una estrella diferente a las del resto del firmamento. El país bienaventurado al que conduce la estrella no está al alcance de cualquiera, aspecto en el que coinciden todos los mitos (Perseo llegando con sandalias aladas al lugar encantado de los Hiperbóreos, Ulises llegando a la tierra de los Cíclopes, San Brandán llegando a la isla "Perdida", p. 94). Mendaña se añade a sí mismo a la lista de elegidos, y nombra a la bahía como bahía de la Estrella, y posteriormente todos conocen a las islas como las islas Salomón. "Con esta denominación se cierra el círculo: la flota va en busca de las minas bíblicas bajo la advocación de los Reyes Magos, y éstos con su estrella por guía los conduce a Saba, su isla" (p.96)

El sucesor de Mendaña fue Pedro Fernández de Quirós, su piloto mayor, que tomó posesión de todas las tierras descubiertas y por descubrir hasta el polo sur el 14 de mayo de 1606  "en nombre de la Santísima Trinidad, de la Iglesia Católica, de las Ordenes de San Francisco, de San Juan de Dios y del Espíritu Santo y por último de Su Majestad" (p.117). Allí Quirós cree a pie juntillas que está por fin construyendo su utopía. "Pocas veces se había estado tan cerca de inaugurar en la tierra el tercer y definitivo período de la historia, la era del Espíritu Santo, culminación de los períodos del padre y del Hijo, según la conocida concepción trinitaria del visionario abad calabrés Joaquín de Fiore, esa edad de oro en la que todos los hombre serían hermanos y la esclavitud abolida después del triunfo absoluto de la pobreza franciscana" (p. 118).

Juan Gil sigue desgranando la sucesión de delirios y ensueños australes levantados por Magallanes, Mendaña y Quirós, que continúan hasta bien entrado el siglo XVII. Tras la paz de Westfalia (1648), las quimeras no se esfuman, sino todo lo contrario. Con la crisis del imperio, los fantasmas que han guiado a los españoles aún se hacen más presentes, "acostumbrados a oír a Olivares decir que Dios era español" (p. 220). Hasta que por fin, en el siglo XVIII, tras los viajes de Cook, "la Religión y la Fe son sustituidas por el Progreso, , en cuyo altar se ofrendan ahora nuevos sacrificios y se inmolan gustosas víctimas" (p.357). Es a partir de entonces cuando se pone fin el ensueño de la existencia de un continente austral y se desvanece la quimera de "la posesión de las islas del rey Salomón, que habían de iniciar con su oro mágico el período definitivo de la Historia Universal. Por la consecución de esta idea --y con el tiempo, de otras afines y derivadas,-- habían rivalizado durante siglos los más intrépidos navegantes del mundo" (p. 357)

La creencia en los Reyes Magos, pues, no es simplemente cosa de niños. Su estrella ha guiado a los hombres a conquistar sueños y delirios imposibles, creyendo en esa ilusión  como pura realidad.
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(1) Por ejemplo, Benson, E.F. 1930. Ferdinand Magellan. Harper.


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