lunes, 13 de agosto de 2018

Rayuela



Cortázar, J. 2017 (32ª ed.). Rayuela. Cátedra (Edición de Andrés Amorós)

Hay muchos temas en Rayuela, y uno de ellos es, sin duda, el de la realidad y la ilusión: la búsqueda de algo que no se sabe muy bien qué es, si una utopía, o el amor, o uno mismo quizás, algo que no se sabe cómo aprehenderlo y se escapa de las manos, algo que uno se obstina en encontrar en otro lugar, en otro cuadro del tablero de juego menos en el que uno está, y que nunca se alcanza: "Desde que te conozco no hacés más que buscar, pero uno tiene la sensación de que ya llevas en el bolsillo lo que andás buscando" (p.330).

Horacio Olivera es ese angustiado buscador, que siempre tiene la ilusión de estar a punto de alcanzar su kibutz, su paraíso, pero éste se desvanece continuamente como un espejismo por no saber estarse quieto. Nunca se llega al final del arco iris por más que uno se empeñe, querer llegar alli solo puede llevar a la locura: "Terrible tarea la de chapotear en un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna, por decirlo escolásticamente. ¿Qué se busca? ¿Qué se busca? Repetirlo quince mil veces, como martillazos en la pared. ¿Qué se busca? ¿Qué es es esa conciliación sin la cual la vida no pasa de una oscura tomadura de pelo?" (p.674).

El protagonista intenta llegar alli, a esa ilusión en la que cree, a través del amor (la Maga), a través de la música (el jazz) a través de la filosofía oriental (el zen) y a través de la literatura (su alter ego, Morelli), pero nunca llega, porque es un espejismo, "la última casilla, el centro del mandala, el Ygdrassil vertiginoso por donde se salía a una playa abierta, a una extensión sin límites, al mundo debajo de los párpados que los ojos vueltos hacia dentro reconocían y acataban" (p.482).

El contrapunto de Horacio es la Maga en París y sus amigos Traveler y Talita en Montevideo, personas con los pies en la tierra y en los cuales Horacio sabe que se encuentra aquello que él busca. Dice Horacio de la Maga: "Hay ríos metafísicos, ella los nada como la golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impulso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina...Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos" (p.234). Y después dice de Talita, el "doble" de la Maga en Montevideo: "Su amor por Traveler está hecha de cacerolas sucias , de largas vigilias, de una suave aceptación de su fantasías nostálgicas y su gusto por los tangos y el truco... Talita es muy feliz con Traveler, con el circo, poniendo al gato calculista antes de que salga a escena, llevando las cuenta del Director" (p.376). Dos mujeres que saben sumergirse en el río de la vida tal cual es, sin buscar ningún paraíso en la otra orilla. Esa es la capacidad y la paz que busca Horacio, pero que al no llegar, le conduce a la locura.

Hay múltiples citas sobre la realidad en el libro, pero los capítulos 28 y 99 están especialmente dedicados en gran parte a ella y la dificultad para aprehenderla tal cual es. Los amigos de Horacio lo consiguen en determinados momentos de lucidez, y así se lo intentan transmitir. En el capítulo 28 le dice su amigo Ronald: "Escuchá, Horacio: negar esta realidad no tiene sentido. Está aquí, la estamos compartiendo. la noche transcurre para los dos, afuera está lloviendo para los dos. Qué se yo lo que es la noche, el tiempo y la lluvia, pero están ahí y fuera de mí, son cosas que me pasan, no hay nada que hacerle" (p.312).  Y en el capítulo 99 le dice su amigo Etienne: "Lo que llamamos realidad, la verdadera realidad que también llamamos Yonder... esa verdadera realidad, repito, no es algo por venir, una meta, el último peldaño, el final de una evolución. No, es algo que ya está aquí, en nosotros. Se la siente, basta tener el valor de estirar la mano en la oscuridad. Yo la siento mientras estoy pintando" (p.618)

Pero Horacio no consigue entrar en la realidad; su mente cabalga siempre sobre la ilusión y el deseo, temas continuamente presentes en la novela:

"El deseo cada tantas horas, nunca demasiado diferente y cada vez otra cosa: trampa del tiempo para crear las ilusiones" (p.164)
"Oliveira, un poco borracho él también, sentía ahora que la verdad estaba en eso, en que Bessie y Hawkins fueran ilusiones, porque solamente las ilusiones eran capaces de mover a sus fieles, las ilusiones y no las verdades" (p.179)
"¿Por qué hemos tenido que inventar el Edén, vivir sumidos en la nostalgia del paraíso perdido, fabricar utopías, proponernos un futuro?" (p.311)
"Consintió en deplorar el espacio insalvable que le separaba de su kibbutz. Puesto que la esperanza no era más que una Palmira gorda, ninguna razón para hacerse ilusiones. Al contrario, aprovechar la refrigeración nocturna para sentir lúcidamente, con la precisión descarnada del sistema de estrellas sobre su cabeza, que su búsqueda incierta era un fracaso y que a lo mejor en eso precisamente estaba la victoria" (p. 355) 
" Se moriría sin llegar a su kibbutz pero su kibbutz estaba allí, lejos pero estaba y él sabía que estaba porque era hijo de su deseo, era su deseo así como él era su deseo y el mundo o la representación del mundo eran deseo, eran su deseo o el deseo, no importaba demasiado a esa hora" (p. 356)

He leido el libro en París. Era una de esas asignaturas pendientes en mis lecturas, y al ser tantas la expectativas, no sabía si me defraudaría. No lo ha hecho, las ha superado todas. Es un libro de esos que se quedan para siempre. 


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