miércoles, 29 de agosto de 2018

El Lápiz del Carpintero


Rivas, Manuel. 2018 (4ª ed). El Lápiz del Carpintero. Alfaguara

Se han cumplido 20 años de la primera edición de esta novela, y Alfaguara la ha reeditado en una edición especial. El argumento es una bella historia de amor entre el médico republicano Daniel da Barca y Marisa Mello, hija de una familia de derechas, con el trasfondo de la guerra civil. Está basada en la verdadera historia del doctor Comesaña, al que Manuel Rivas admiraba. Es un excelente retrato de las dificultades y trabas que una guerra civil impone en la vida de las personas, y una reflexión sobre la acechanza de la muerte y la forma en la que a veces la esquivamos o nos enfrentamos a ella.

Dejando aparte la línea argumental principal, lo que aquí nos interesa es la filosofía que dice seguir el médico Daniel da Barca en el primer capítulo: la teoría de la realidad inteligente, expuesta por el doctor Nóvoa Santos: "La realidad  inteligente, sí, señor. Todos soltamos un hilo, como los gusanos de seda. Roemos y nos disputamos las hojas de morera, pero ese hilo, si se entrecruza con otros, si se entrelaza, puede hacer un hermoso tapiz, una tela inolvidable" (p.16).

Roberto Nóvoa Santos fue un médico, pensador y político gallego que destacó en la práctica de la medicina en Galicia a principios del siglo XX, que además supo trascender esta práctica y fue un humanista en el más amplio sentido de la palabra. El protagonista de la novela se declara seguidor de su doctrina, que expone con más claridad un poco más adelante: "¡Un momento! Yo no soy materialista. Sería una vulgaridad por mi parte, un desaire a la materia que tanto hace por salir de sí para no aburrirse. Yo creo en una realidad inteligente, en un ambiente, por así decirlo, sobrenatural. A ras de tierra, el mutante erecto le devolvió la risotada al chimpancé. Reconoció el escarnio. Se sabía defectuoso, anormal. Y por eso también tenía el instinto de la muerte. Era a la vez animal y planta. Tenía y no tenía raíces. De ese trastorno, de esa rareza, surgió el gran ovillo. Un segunda naturaleza, otra realidad. Eso que el doctor Nóvoa Santos llamaba la realidad inteligente" (p.30)

He estado indagando sobre esta teoría por la curiosidad que me produce eso de la "segunda realidad". El lugar donde mejor la he encontrado explicada es en el artículo que Domingo García-Sabell publicó en EL PAIS el 27/9/1983 bajo el título "Nóvoa Santos, o las dos fidelidades". Domingo García-Sabell fue también un médico, escritor y político gallego admirador de Novóa Santos, por lo que ya tenemos en fila a cuatro personas o personajes ( tres reales y uno de ficción) que en el fondo son uno solo: la figura del médico humanista, escritor y con compromiso político, una persona de una pieza, íntegro, con mente racionalista e inquieta, enamorado de su profesión, y buscador de curas no sólo del cuerpo sino también del alma.

García-Sabell nos transmite en su artículo la inquietud del médico humanista que no consigue aceptar que somos solo materia, sino que sigue  buscando en algún recóndito lugar algo parecido a lo que se viene llamando el "alma". Dice en su artículo: " Le preocupó a Nóvoa Santos la incógnita del engarce entre el cuerpo y el alma. Y la incógnita de la muerte. Y la de la vejez. Y la de la significación última de la saudade, esa compleja realidad del alma gallega y portuguesa...el gallego confiaba, inquieto y al tiempo esperanzado, en la existencia de tres realidades humanas. Una, la realidad inteligente: los contenidos de la conciencia, los engramas, que está íntimamente ligada al cuerpo, esto es, a la organización. Una segunda realidad, la extracorpórea, ya desasida, con la muerte del soporte orgánico. Ésta es como el testimonio actuante e impalpable de las gentes muertas. Es, en suma, la primera forma del más allá de la organización. Es lo que puede sobrevivir, lo que, ciertamente, sobrevive. Pero, en última instancia, cabe preguntar si por ventura existe una tercera realidad espiritual. Algo "con fuerza autóctona, genéticamente distinta de la inteligencia que se manifiesta en el mundo organizado."

En el fondo, esta doble realidad nos lleva al dualismo de Descartes, que creía que vivimos en dos realidades diferentes, la del cuerpo y la del alma, lo contrario de Spinoza, que pensaba que todo es una unica realidad, una única sustancia. La necesidad de inmortalidad de Nóvoa Santos le lleva a negarse a aceptar que somos solo materia: "Nóvoa Santos fue un atormentado ante el problema de la pervivencia más allá de la muerte. En esto se empareja con don Miguel de Unamuno. Pero así como el vasco pedía á gritos la inmortalidad concreta, la de su persona, "con mi chaqueta y mi chaleco", le oí decir un día -y no recuerdo si hasta así lo escribió-, el gallego confiaba, inquieto y al tiempo esperanzado, en la existencia de tres realidades humanas... La vida de la segunda realidad, testimonio existencial y profundo de otra realidad inasequible. La realidad lejana que los sabios de hoy sospechan y, en el fondo, acatan". 

Daniel da Costa, Novóa-Santos: médicos, científicos, que apelan a otra realidad. Los relaciono con una figura como la de Carl Jung, que partiendo de la medicina, continuó por la psicología y terminó en el misticismo, la alquimia, el gnosticismo y el espiritismo y el ocultismo. ¿Cómo es posible que se fundan en una misma persona la ciencia y el ocultismo, la pasión por conocer la realidad de manera objetiva, y la creencia en lo sobrenatural? Daniel da Costa cree en esa otra realidad, y vive en ella, a pesar de su sólida formación científica. Así, cuando le preguntan si cree en la Santa Compaña, responde: "Creo en la Santa Compaña porque la ví"(p.31).

Quizás sea Galicia la que vive desde tiempo inmemorial una especial relación con la Muerte, con los muertos y con el Más Allá (ver abajo el artículo "El agridulce laberinto de la muerte", donde también se cita a Nóvoa Santos). Quizás todos sus habitantes estén imbuidos de esta segunda realidad, y por eso ni los científicos ni los escritores escapan de ella. Pero en la novela, quien más vive en esa segunda realidad es el guarda Herbal, que odiaba y admiraba a la vez al doctor Da Barca (de la misma manera que Salieri lo hacía con Mozart), con celos patológicos y un profundo complejo de inferioridad. Este personaje, que es el doble en negativo del doctor, con personalidad esquizofrénica, es el que mejor parece conocer la "segunda realidad", pues en su mente habitan el pintor, que le habla a través de su lápiz, y el Hombre de Hierro: "A veces, el difunto descabalgaba de la montura de la oreja, se le iba de la cabeza y tardaba en volver... La del crespúsculo era, por alguna razón, la hora preferida por el pintor para visitar la cabeza del guardia Herbal. Se le posaba en la oreja con firme suavidad, a horcajadas, como el lápiz del carpintero... Durante las ausencias del difunto, el Hombre de Hierro pugnaba por ocupar el lugar en la cabeza del guarda" (capítulo 13).

¿Son entonces los locos los que mejor pueden comprender la llamada "segunda realidad"? Al principio del libro, el pintor va a un manicomio a pintar a los locos, atraído por una "fascinación abismal": "El miedo ante el loco precede a la compasión, que a veces nunca llega. Quizás, creía él, porque intuimos que esa enfermedad forma parte de una especie de alma común y anda por ahí suelta, escogiendo a uno u otro cuerpo según le cuadre... el pintor quería retratar las heridas invisibles de la existencia" (p. 41). Puede que esa "segunda realidad" no sea otra cosa que una locura, una invención para soportar la existencia de la verdadera y única realidad.

Reseña 

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