lunes, 9 de julio de 2018

Principios de Sabiduría y de Locura


Rosset, C. 2008. Principios de Sabiduría y de Locura. Marbot Ediciones (Traducción de Alberto E. Espinosa con la colaboración del autor)


"Hay que decir y pensar que lo que es es,
pues lo que existe existe, 
y que lo que no existe no existe: 
te invito a meditar sobre esto.
Nunca forzarás a existir lo que no existe."

Este texto de Parménides sirve a Clement Rosset para reivindicar una nueva lectura de este filósofo, totalmente opuesta a la que se ha hecho habitualmente. ¿Por qué se ha hecho una interpretación "platónica" de Parménides? Por la siguiente razón: "Estas sentencias tropiezan con un sentido común, o con una sensibilidad común que, en los hombres, están mucho más dispuestas a admitir que lo que existe no existe del todo, y que lo que no existe posee un vago crédito en relación con la existencia" (p.13).

Según Rosset, estas palabras de Parménides son "aterradoras porque confrontan al hombre con una realidad de la que no hay escapatoria ni alternativa posible" (p.14). "Ninguna realidad ha estado nunca sujeta a la alteración, al pasado o al devenir. Existir equivale a ser uno mismo y a serlo ahora -- no otro, ni antes, ni después, ni en otra parte: inalterable, inalterado, imperecedero, inmóvil" (p.23)

Esta afirmación, siguiendo a Rosset, no tiene nada que ver con la teoría platónica de las Ideas, según la cual lo real ha sido siempre real y lo verdadero siempre verdadero. Debemos quitar el ropaje platónico a Parménides, pues éste habla sólo del presente absoluto, que es en realidad lo único que existe.

Se utilizan ejemplos literarios sacados de Moliere (Trapacerías de Scapin) o de Joseph Conrad (Juventud),  películas como Besos Robados de Truffaut , óperas como Carmen de Bizet para mostrar la dificultad de los personajes en admitir que la existencia existe y aferrarse al pasado o a la alucinación de un futuro que se considera necesario. Cada uno de ellos es un "valioso ejemplo de la frenética curiosidad de nuestra naturaleza, que se divierte en ocuparse de las cosas futuras, como si no tuviera bastante con digerir las presentes" (Montaigne, p.45)

Rosset combate a Heidegger y a Rousseau , a los que acusa de "alucinación filosófica" (p.51) o "disociación fantasmal" (p.52) cuando intentan separar la existencia mística de la presencia de la realidad, de la misma forma que según él, también lo hacen los estoicos: "Esta distinción, casi esquizofrénica, entre una existencia buena por esencia y unas cosas existentes más o menos malas estaba ya presente, como es sabido, en la moral estoica" (p.55).

A continuación, Rosset analiza tres modos especialmente intensos de vivir afectivamente el sentimiento de la existencia: la náusea, el júbilo y la sorpresa, deteniéndose especialmente en este último: la extrañeza, el asombro, el estupor (yo también añadiría la palabra perplejidad) ante lo que existe. "Toda existencia, percibida en cuanto tal, en la extrañeza del propio hecho de existir, es en buena medida desconcertante y provoca un efecto de estupor pasajero, comparable al que nos relata Freud*, quien percibe bien que se asombra por la existencia de la Acrópolis" (p.81). Esta sensación de sorpresa, extrañeza y asombro por nada puede ser mejor representada que por la música: "Música y mundo tiene en común el no encomendarse a ninguna causa exterior a ellos mismos... esa es la razón de que Schopenhauer percibiera precisamente la música como la quintaesencia de la realidad, el modelo de existencia que evoca de la manera más aguda el misterio de toda existencia" (p.73).

Posteriormente Rosset analiza las bases de la locura: "Tomar en consideración lo que no existe, actitud característica de la sensibilidad romántica, si se la considera en un sentido muy amplio e intemporal, es también y ante todo el principio general de toda locura" (p. 83). Esta actitud o propensión no es algo característico de unos pocos, sino que es lo común en el ser humano: "El gusto por lo irreal constituye una chifladura que afecta a la mayoría de los seres humanos" (p.84). Este interés por lo que no existe ya fue analizado por Montaigne: "el vínculo que une la "diversión" y la incapacidad de desear, el marcado interés por lo que está en otro sitio es el exacto y triste reflejo de la escasez del interés que suscita lo que está aquí... la preferencia que se da al fruto imaginario con respecto al fruto que se come es el índice certero de una falta de apetito" (p.98). ¿Por qué no podemos aceptar, conformarnos, gozar con lo real? ¿Por qué no podemos dejarnos guiar por el cuerpo, como aconseja Montaigne?

De nuevo Rosset repasa ejemplos literarios de esta "pasión absoluta por codiciar un objeto absolutamente irreal" (p.104): Don Casmurro y El Alienista (Machado de Assis), Otelo y el Cuento de Invierno (Shakespeare), El Perro del Hortelano (Lope de Vega) o los personajes de las Memorias de Saint-Simon para demostrar "la necesidad de alimentarse de bienes imaginarios nacida de una incapacidad de satisfacerse de los bienes reales"(p.115).

Por último, Rosset analizar otra forma de tergiversar la verdad, que es la crápula, la existencia desdoblada, el doble: "el ser existe, pero es doble, posee tal plasticidad que puede, sin dejar de ser lo que es, set también totalmente otro" (p.117). Este tema, ya tratado por Rosset en Lo Real y su Doble, se centra aquí en la utilización crapulosa del doble, cuando se utiliza una forma de hablar contradictoria para recusarlo. Por ejemplo:  "En La Oreja Rota, el bandido Ramón ordena a su cómplice que ejecute a Tintín, pero se siente obligado a añadir: "Hazlo rápido, alonzo. Ya sabe' que detesto las ehecucione' capitale" (p. 119). Un tema íntimamente unido a la moral (Rosset asimila la moral kantiana a la de los truhanes o terroristas, p.165)

Se añaden varios apéndices de los cuales el más interesante es el llamado "El espejo de la muerte", donde tras identificar a nuestro cadáver como "un doble absoluto, perfecto, irrecusable, las imagen más fiel que pueda obtener de mí mismo" (p. 152), analiza la dificultad de aceptarlo, y esta no aceptación es "lo principal de la sustancia de la que están hecho los fantasmas. Nada más necesario, en efecto, si se desea mantener una diferencia entre el hombre y su cadáver, que la existencia de los fantasmas" (p. 155)

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* Freud, S. 1984. Psicología de las Masas. Más Allá del Principio de Placer. El Porvenir de una Ilusión. Alianza

Reseña

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