martes, 29 de diciembre de 2020

Black Mass


 Gray, J. 2008. Black Mass. Apocalyptic Religion and the Death of Utopia. Penguin Books. 

Gray comienza el libro haciendo un análisis del milenarismo y la religión apocalíptica, basándose en sus raíces cristianas. El cristianismo es el origen de la visión teleológica de la historia, es decir, dirigida hacia un fin. Ahí se encuentra el origen de las religiones políticas modernas como el jacobinismo, el nazismo o el bolchevismo. 

"Millenarian beliefs are symptoms of a type of cognitive dissonance in which normal links between perception and reality have broken down" (p. 8)

Gray comienza por las enseñanzas de Jesús, claramente escatológicas, hasta llegar a Joachim de Flora, que en el siglo XIII  resucitó el milenarismo al dividir la historia humana en tres etapas: la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo, a la que supuestamente estamos encaminados. Este pensamiento tuvo un profundo impacto en Hegel, Marx, Comte y finalmente, en los nazis (que por algo llamaron a su periodo el Tercer Reich). 

La primera parte del libro me ha recordado en muchos momentos al libro El Principio Esperanza de Ernst Bloch por su análisis de las utopías (con la diferencia de que éste las defiende): los Begghards (en la España del siglo XII), los Anabaptistas (en la Alemania del siglo XVI), la Utopía de Thomas More (1515), el socialismo utópico de Charles Fourier (siglos XVIII y XIX). En todas hay un punto en común: la búsqueda de una armonía perfecta, irreal e imposible de conseguir. Para Gray, las utopías conducen al desastre, pues no se basan en la realidad, ya que el conflicto está en la base de la conducta humana. 

"Utopias are dreams of collective deliverance that in waking life are found to be nightmares" (p.24). 

En la segunda parte del libro, Gray estudia cómo el pensamiento utópico milenarista se ha apoderado del pensamiento ilustrado y del liberalismo, al hacer creer que estamos en el fin de la historia y que el capitalismo global es la última etapa de la Historia humana, en la que todos los pueblos del mundo se rendirán al pensamiento único. Los neoconservadores americanos han llegado a creer que el régimen estadounidense es el supremo y universal que todos los demás han de emular. Gray analiza las teorías de Fukuyama, influenciado por Alexander Kojeve y Vladimir Solovyev. Según ellos, hemos llegado a un momento en el que ya no hay dudas ni debate sobre qué régimen es el que debe imponerse ( terminará haciéndolo): el capitalismo global. 

Según Gray, es utópico pensar que este modelo puede imponerse en el mundo entero. La democracia liberal no puede establecerse por la fuerza, por ejemplo, en Oriente Medio, donde actualmente la única elección posible está entre el despotismo secular o la regla islámica. La invasión de Iraq fue un intento utópico de llevar a cabo esa imposición que terminó con un país destrozado que aún no ha conseguido restablecerse. 

"The neo-conservative project of regime change in Iraq is a classic example of the utopian mind at work. For the neo-conservatives who masterminded the war democracy would come about simply through the overthrow of tiranny... By imposing regime change, the Bush administration created a failed state, with a fragile government heavily dependent on the Shia militias " (p. 218). 

De aquella guerra proviene el uso de la tortura en Abu Ghraib, y de la de Afganistán proceden los campos de concentración de Guantánamo. Este tipo de intervenciones son la versión liberal del imperialismo. La ideología subyacente es que los estados occidentales y sus regímenes democráticos están no solo autorizados, sino obligados a imponer sus valores a todo el mundo, incluso si es necesario con el uso de la fuerza. Es una nueva Cruzada. Gray intenta demostrar que ésta es una misión imposible. Las democracias occidentales han llegado a ser factibles a partir de la consolidación de las naciones-estado, cuya gestación ha tenido un proceso arduo y tremendamente violento. En muchos casos la única alternativa al despotismo es la anarquía y el caos, como se ha demostrado en los países invadidos.

Los resultados de la guerra de Iraq dieron el golpe definitivo a la fe en el progreso y la democracia universal. Es iluso pensar que ésta puede ser impuesta, pues los resultados son la violencia, la destrucción y el caos. Siguiendo a Spinoza, hay que concluir que el ciclo de orden y anarquía no terminará nunca. Lo que se gana es fácilmente perdible. Hay que sustituir el pensamiento utópico por el realismo. 

"Human knowledge tends to increase, but humans do not become any more civilized as a result. They remain prone to every kind of barbarism" (p. 265). 

 "Realists should reject teleological views of history. The belief that humanity is moving towards a condition in which there will be no more conflict over the nature of government is not only delusive but also dangerous" (p. 276) 

 Tal y como dijo Jonathan Swift, el único lugar donde la Utopía podría llevarse a cabo es en el reino de los caballos, no en el de los seres humanos. Según Gray, no debemos dejarnos seducir por las narrativas de los utópicos. Hemos de admitir que es imposible que haya un modelo único de gobierno y de sociedad, o una sola forma de civilización, como pretende la globalización. Estas son las lecciones que, según Gray, hemos de aprender, que serán desarrolladas más tarde en su libro Straw Dogs

¿Realmente hemos de huir de las utopías? Como dice Muñoz Molina, tras leer a John Gray uno se siente desasosegado y desesperanzado, ya que nos convence de que no nos encaminamos a ningún futuro establecido o prometedor. Pero por otro lado, ¿es tan "inverosímil la convicción de que las cosas pueden ir gradualmente a mejor para la mayoría de los seres humanos"? (1) 

 (1) Testigos del derrumbe (Muñoz Molina) 


Review (THE GUARDIAN)

Descrédito de la profecía (Muñoz Molina) 

Why this crisis is a turning point in history (John Gray) 

domingo, 27 de diciembre de 2020

Últimas Noches del Edificio San Francisco


 Riestra, Blanca. 2020. Últimas Noches del Edificio San Francisco. Algaida. 

La fascinación por el Norte de África viene dada por la inquietud que crea enfrentarse a una realidad diferente, un mundo desconocido y quizás peligroso que está tan sólo a unos kilómetros de distancia. Allí se desarrolló la esclavitud desde tiempo inmemoriales y posteriormente el colonialismo occidental de los siglos XIX y XX, una de las páginas más vergonzantes de la Historia y de donde provienen muchos de los males y problemas que nos aquejan hoy en día. Europa se apropió de lo que no era suyo con la excusa de civilizar a los salvajes y dejó sembrada la semilla del más feroz racismo, desigualdad, crueldad y muerte. De ellos somos testigos por la obra de periodistas como Kapuscinski o Vicente Romero, o novelas como El Sueño del Celta, de Vargas Llosa.  

Por otro lado, África siempre fue paraíso soñado de lugares ignotos y quizás edenes perdidos. La ilusión de encontrar las fuentes del Nilo es una de esas aventuras en las que el hombre occidental se empeñó, como bien narra el libro El Sueño de África de Reverte, o la búsqueda de las Minas del Rey Salomón. Hay una intuición que tiene el hombre occidental de que en África se hallan sus orígenes, y quizás por ello el internarse en el continente es el viaje hacia el corazón de nuestro manantial primigenio. 

"La leyenda cuenta que Hércules desgarró África de Europa con sus dos manos creando el estrecho de Gibraltar. Aquí se quedó a vivir después de derrotar a Aenteus, el marido de Tingis. Dicen que, a partir de las columnas de Hércules se abre el mar incógnito y después, quizás, los abismos y el vacío... Los antiguos situaban en esta zona del norte de África el jardín de las Hespérides. Decían que por eso Hércules nunca quiso irse. Es y será siempre un lugar paradisiaco" (p. 112). 

Esa búsqueda del paraíso, que ha llevado a tantos lugares, también ha terminado a veces en Canarias, donde se decía que había sido localizada San Borondón, la isla mítica. 

"-- Dicen que ayer fue fotografiada por primera vez la isla de San Borodón en el archipiélago de las Canarias... Se trata de una isla fantasma -- le explicó Paul--. Los antiguos la creían a la deriva, y la situaban en un espacio tan amplio como es el que va desde el sureste de Irlanda al suroeste de las Canarias... San Borondón aparece de vez en cuando pero todos los que intentan viajar a ella fracasan en su empeño... La llaman la Non Trobata, la Encubierta, La Perdida.... En ella estaba la puerta del paraíso, dicen. Muchos se perdieron tratando de encontrarla" (p. 305) 

Desgraciadamente, ese viaje a la utopía suele terminar mal, y el europeo o americano "civilizado" suele encontrar más bien el abismo que el paraíso, al toparse contra un muro que para él es el horror, el estupor o la estupefacción, como evidencian novelas como El Corazón de las Tinieblas, El Cielo Protector, El Extranjero o Mimoun.  

España fue país colonizador durante la época del Protectorado de Marruecos, entre los años 1912 y 1958. En la ciudad de Tánger se unió durante un tiempo Oriente y Occidente, el Norte y el Sur, el cristianismo y el islamismo, creándose una comunidad internacional en la que se experimentó con la posibilidad de convivencia entre los "nesnaris" (los cristianos extranjeros) y los "muslims". Esa amalgama de civilizaciones, etnias y concepciones del mundo atrajo a numerosos escritores, por su cercanía con Europa, y allí se alojaron durante un tiempo Paul y Jane Bowles, William Borroughs, Truman Capote, Tennesse Williams, Alan Gringsberg y otros miembros de la generación Beat, así como españoles como Carmen Laforet o Emilio Sanz. 

La novela de Blanca Riestra narra el período final de la colonia y la dificultad de acercamiento entre dos mundos tan diferentes. Los escritores occidentales vivían en una burbuja en la que se divertían bañados por el exotismo, el orientalismo y el egocentrismo provocado por la creencia íntima de pertenecer a una civilización superior que intentaba comprender a los aborígenes sin llegar a tocarlos demasiado. El choque de culturas provocaba una sensación similar a la borrachera o la toma de estupefacientes, impregnada de aventura, colorido, peligro y alucinación. Dice el español Emilio Sanz, uno de los protagonistas:

"Hablé de cómo las murallas de la casba son un monumento al mar, de cómo Samuel Pepys y su higuera e Ian Fleming, el espía, tuvieron razón al decir que Tánger no pertenece a Marruecos, sino a los reinos de la imaginación y que todos los que nos aferrábamos allí a aquella inexistencia evidente lo hacíamos porque queríamos ser ricos, ser hermosos, y sobre todo convertirnos en personajes de novela. Y estábamos convencidos de que era posible. Y esa, amigos, era una vida más eterna que la comunión de los santos y Pentecostés juntos" (p. 208). 

Mohamed, al que le niegan la posibilidad de relacionarse con Sophie por ser marroquí y pobre, en cambio, ve a Tánger de otra manera: 

"Desde hace un tiempo, Tánger sólo consigue ser una ciudad de vino triste, de kif triste, de pobres campesinos tristes, de ladrones desamparados, de putas borrachas con el corazón roto" (p. 287).  

El amor imposible de Sophie y Mohamed es el exponente del coche entre esos dos mundos: 

"Su vida (la de Sophie) llena de glamur ciudadano parecía cada vez más distante de la sórdida existencia de provincias que él (Mohamed) llevaba. No eran celos lo que sentía, ni siquiera amor, era una rabia sorda, la haine de la segregación social. Notaba el corazón hecho añicos por esa distancia insalvable que nadie podía acortar nunca. El pobre nace pobre; el rico, aunque lo pierda todo, sigue siendo excepcional a los ojos de los otros" (p. 289). 

Cherifa, la marroquí cuidadora y amante de Jane Bowles, representa todo ese mundo mágico, seductor y magnético pero a la vez inaccesible e incomprensible para los occidentales. A veces la vemos como superviviente y guerrera, a veces como bruja y asesina. 

"Es capaz de pelear, de ser más fuerte que el otro, es capaz de no permitir que la abandonen, es capaz de golpear ella primero. Eso es digno de admiración viniendo de un pueblo acostumbrado a ser esclavo" (p. 283). 

Cherifa le dice a Emilio Sanz, el narrador, ya al final de la novela: 

"Los nesranis creéis que sois vosotros los únicos que tenéis vida, que solo importa  vuestra vida, pero también tienen vida los hijos del pueblo y también es trágico si ellos la pierden. También su vida es la única vida que tienen. Ellos cuentan solo con una oportunidad como vosotros. Es igual de trágica la muerte de un muslim que la muerte de un nesrani... Creéis que nosotros somos los comparsas de vuestras existencias y no se os ocurre que quizás seáis vosotros las comparsas de las nuestras" (p.332). 

¿Es una ilusión vana creer que esas dos realidades puedan entenderse y aceptarse? 

Reseña (ABC) 


sábado, 26 de diciembre de 2020

La Sal de la Tierra

 


Wenders, W. y Salgado, J.R. 2014. La Sal de la Tierra. Decia Films. 

He vuelto a ver esta película (creo que por cuarta vez) aprovechando que la han incluido en una plataforma televisiva, y vuelve a emocionarme tanto o más que las veces anteriores. La voz de Sebastiao Salgado y su rostro reflejado sobre sus propias fotografías a la vez que las comenta, destripando las historias detrás de cada una de ellas, dan lugar a uno de los documentales más sobrecogedores que he visto sobre la actividad de un fotógrafo profesional. 

"Somos un animal muy feroz, un animal terrible, nosotros los humanos. Nuestra historia es una historia de guerras, una historia sin fin, una historia de locos". 

Su misión ha sido ser testigo de la realidad de la forma más veraz y cercana, a veces desgarradora y terrible, de forma similar a Kapuscinski con el periodismo. En realidad el relato que nos cuenta es un descenso a los infiernos, hasta que llegó el momento en el que tocó fondo y Salgado tuvo que reconocer que no podía más, que le era imposible seguir retratando la crueldad de los tiempos que le había tocado vivir. A través de su cámara nos enfrentamos a momentos terribles como la guerra de Uganda entre hutus y tutsis, la guerra de los Balcanes, las hambrunas de África, las migraciones forzadas. Es un testimonio sobre el sufrimiento humano en toda su profundidad y extensión, hasta el punto en el que el fotógrafo se rinde y admite que no puede soportar más la realidad que intenta fotografiar. Ese es el momento en el que renuncia a fotografiar más dolor y se dedica a la naturaleza, único lugar que le ofrece consuelo y algo de esperanza, con la reforestación de zonas desertizadas de Brasil. 

De la misma forma que Conrad se adentra en África hasta llegar al corazón de las tinieblas, y las únicas palabras que puede pronunciar son "el horror, el horror", Salgado hace el mismo viaje y llega al mismo centro del espanto, donde vislumbra lo peor de la condición humana. A pesar de todo, la médula de su trabajo como fotógrafo es el ser humano, "la sal de la tierra".


jueves, 24 de diciembre de 2020

Las Barbas del Profeta

 


Mendoza, Eduardo.2020. Las Barbas del Profeta. Seix Barral.

Eduardo Mendoza ofrece una visión personal de la madre de todas las ficciones: la Biblia, o mejor dicho, la Historia Sagrada. Para muchas generaciones en España, la Historia Sagrada fue la primera fuente de relatos portentosos que poblaban la imaginación infantil, junto con los cuentos de hadas (1) y los libros de aventuras. Mendoza nos regala su particular digestión de las asombrosas historias que fueron su primer contacto con la literatura y le sumían en la estupefacción. 

"No exagero al afirmar que la Historia Sagrada que estudié en el colegio fue la primera fuente de verdadera literatura a la que me vi expuesto. La califico así porque, como toda literatura genuina, a diferencia de las lecturas dirigidas y controladas a las que entonces tenía acceso, suscitaba más preguntas que respuestas y, en lugar de ofrecer ejemplos o enseñanzas, producía estupor" (p.14) 

Esas lecturas iniciaron a Mendoza en el mundo de la ficción y le "enseñaron a distinguir entre lo imaginario y lo real, si por real entendemos el escuálido mundo material que nos limita" (p. 12). Ese fue su caso, porque en otros muchos, se da la situación inversa: los relatos bíblicos nos introducían cuando niños en un laberinto confuso pero enormemente satisfactorio y placentero en el que la ficción y la realidad no tenían límites claros, ya que se nos contaban no como meras historias sin más, sino como la Historia con mayúsculas, la Explicación de la Realidad, la Gestación del Universo, la Teoría del Todo.  

"Es una historia sin sentido, pero con voluntad de abarcarlo todo. Una forma turbulenta y perfectamente inadecuada de explicar el mundo desde sus orígenes hasta el final" (p. 16) 

La diferenciación entre lo que es ficción y lo que es realidad se produce generalmente una vez que el niño evoluciona y termina su etapa de pensamiento mágico, de forma que durante un tiempo, al menos desde mi experiencia, esas historias se creen a pie juntillas. En una época en que todo estaba impregnado por lo religioso, la Biblia había que recibirla como Palabra de Dios, Certeza Plena, sin incertidumbre ni duda alguna, por muy increíble que fuera lo narrado. Por eso la niñez era la mejor etapa en la que podía ser digerida, ya que el niño permite saltarse el uso de la razón. El mundo de la niñez es un mundo en el que la fantasía es la dueña de la vida, ya que es imposible decodificar y entender la realidad sólo con la razón. 

"La fantasía no depende de la invención. Es parte de la naturaleza humana, tanto de los que leen como de los que no. Existe en forma de sueño, de temores, de ilusiones, de esperanzas y de elucubraciones"  (p. 12). 

Esa amalgama onírica que se cuece en forma de magma en la mente del niño necesita algún cauce que le de un poco de forma y sentido. Esa es la función de la ficción, y en ella ocupaba un lugar principal la Historia Sagrada. 

"La ficción selecciona y estructura las fantasías y las encuadra, bien que mal, en nuestra contradictoria y confusa realidad" (p. 12) 

La Historia Sagrada era uno de esos primeros cauces, quizás uno de los más importantes. El lector disfrutará ante la narración de aquellos hechos vistos a través del prisma de Mendoza, y se sentirá identificado con la fascinación que ejercían las ilustraciones de los libros bíblicos para niños y sus relatos acerca de la mágica creación a partir de arcilla, el hipnotismo de la serpiente, el asesinato de Abel y la condena de Caín, el arca de Noé, la Torre de Babel, el espeluznante intento de sacrificio de Isaac por su padre Abraham, la destrucción de Sodoma y Gomorra y las estatuas de sal, las relaciones de José y sus hermanos, los milagros de Moisés y las plagas de Egipto, el paso del Mar Rojo, la Tierra Prometida, David y Goliat, Salomón, Sansón, Jonás... Todas estas historias alimentaron nuestra imaginación infantil durante generaciones, colmando la necesidad de explicaciones sobre el nacimiento y la muerte, las relaciones familiares, el sentido de la vida, hasta que la realidad fue ofreciéndonos relatos más científicos y verosímiles.  

Me pregunto qué tipo de historias cumplen ahora esa función en la imaginación de los niños actuales. Probablemente muchos de ellos no han oído hablar de ninguno de estos mitos, ni los escucharán nunca, ni conocerán el deleite que otorgaba la credulidad ante narraciones tan sobrenaturales que te dejaban con la boca abierta. La fantasía es necesaria y sin duda ya habrá encontrado otros cauces por donde fermentar y desarrollarse. 

_________________________________

(1) Ver Bettelheim, Bruno. 1983. Psicoanálisis de los Cuentos de Hadas


Reseña (EL DIARIO VASCO)


lunes, 21 de diciembre de 2020

Conversación en Princeton y La Realidad de un Escritor

 


Vargas LLosa, M. (con Rubén Gallo). 2019. Conversación en Princeton. Debolsillo.


Vargas LLosa, M. 2020. La Realidad de un Escritor. Triacastela. 

Son dos libros complementarios, imprescindibles para conocer las entrañas del proceso de escritura, donde Vargas Llosa revela los secretos de la trastienda de sus novelas. 

La Realidad de un Escritor, aunque publicado en 2020, en realidad es la traducción corregida y ampliada de una obra aparecida en 1988, A Writer's Reality, fruto de un seminario en la Universidad de Syracuse. En ella se analizan las crónicas sobre el nacimiento del Perú y las ficciones de Borges, dos precedentes fundamentales en la obra del escritor, y se profundiza en la escritura de La Ciudad y los Perros, La Casa Verde, Pantaleón y las Visitadoras, La Tía Julia y el Escribidor, La Guerra del Fin del Mundo y La Historia de Mayta

Conversación en Princeton continúa a partir de ese momento y es el fruto de las conversaciones mantenidas en la Universidad de Princeton con Rubén Gallo y otros intelectuales en 2010. En él asistimos a la revelación de las costuras de Conversación en la Catedral, ¿Quién mató a Palomino Molero?, El Pez en el Agua y La Fiesta del Chivo, además de Historia de Mayta, que es la única novela que aparece repetida en los dos libros. 

La unión de los dos tomos nos ofrece una autobiografía literaria del escritor, un auténtica colección de lecciones y talleres sobre la creación literaria, una fascinante intromisión en los entresijos del laberinto de la mente del creador desde que siente el germen de una idea hasta que la desarrolla en forma de novela, uniendo su realidad con la ficción en una mezcla donde se confunde dónde empieza una y acaba la otra. 

Si a estas dos obras le unimos sus estudios sobre García Márquez (Historia de un Deicidio,1971), sobre La Casa Verde (Historia Secreta de una Novela, 1971), sobre Don Quijote (Una novela para el siglo XXI, 2005), sobre Madame Bovary (La Orgía Perpetua, 1975) más su compendio de reseñas sobre sus novelas favoritas (La Verdad de las Mentiras,1990), y su discurso de aceptación del Nobel ("Elogio de la lectura y la ficción", 2010), tendremos un material inigualable para comprender qué es la literatura y su mezcla de ficción y realidad. 

Mi particular predilección por la obra de Vargas Llosa viene dada precisamente por su obsesión por intentar desentrañar el laberinto donde se unen la ficción, los sueños, las ilusiones, las utopías y la realidad. Incluyo aquí algunos párrafos relevantes al respecto: 

La Realidad de un Escritor 

"La necesidad de ficción humana dio lugar a la infiltración de múltiples fantasías en las crónicas de Indias... De ahí se deriva la dificultad para distinguir ficción y realidad, tan dañina para la política en América Latina y tan benéfica para sus novelas del siglo veinte" (p. 20) 

"No se publicaron novelas en América Latina hasta las guerras de la Independencia... Pero aún suprimiendo las novelas durante tres siglos no se pudo lograr el objetivo de los inquisidores: una sociedad sin influencia de la ficción. No se habían dado cuenta de que el ámbito de la ficción era mucho más amplio y profundo que el de la novela. Tampoco pudieron imaginar que el atractivo de la mentira -- es decir, la huida de la realidad objetiva a través de las ilusiones -- está anclado en el espíritu humano de una forma tan poderosa y honda que, si no pueden usarse las novelas para satisfacerlo, las sustituye invadiendo todas las disciplinas..." (p.33) 

"No estoy diciendo que la literatura esté totalmente desconectada de la realidad. Lo que digo es que las verdades de la literatura no son nunca las que ha experimentado personalmente el escritor ni el lector. La literatura no es una trasposición de la experiencia vivida. Siempre aporta un conocimiento real e importante sobre la realidad, pero a través de mentiras, distorsionando lo real y transformándolo con la imaginación y el uso de la palabra. Por eso fracasa la novela que intenta describir la realidad de forma objetiva y precisa" (p. 125) 

"La novela no se inventó para transcribir la realidad sino para transformarla, para hacer algo distinto, para convertir la realidad auténtica en una ilusión, en otro tipo de realidad" (p. 126) 

"Esta transformación que independiza el libro del mundo real, de las fuentes que sirvieron como punto de partida a la invención y la creatividad, es lo que lo convierte en una novela" (p. 127)

"Desde el punto de vista de la novela, es literario cualquier lenguaje que tiene la capacidad de sacar al lector de la verdadera realidad y llevarlo a una realidad ficticia, separarlo de la realidad" (p.155)

"Siempre he tenido una obsesión por el realismo; necesito dar la impresión, la sensación, de que una novela tiene vínculos serios y profundos con la experiencia vital, con la vida real... Me siento más cómodo escribiendo un libro que simula la realidad que escribiendo otro que simule la irrealidad" (p.164) 

"Un escritor serio es aquel que puede distorsionar la realidad a partir de una obsesión o creencia personal y presentar esa distorsión de una manera tan convincente que el lector la percibe como una descripción objetiva del mundo real" (p. 170)

"Cuando se escribe una novela, no se tiene la obligación de ser verdadero y exacto; la única obligación que se tiene es la de ser convincente... Para ello se está obligado a transformar, a distorsionar la realidad, a mentir, a inventarse algo que no es cierto" (p. 206)

"La ficción es negativa y tiene consecuencias sociales e históricas negativas cuando no se percibe como ficción, cuando se disfraza de conocimiento objetivo, cuando pretende ser una descripción objetiva de la realidad; por el contrario, la ficción es positiva y útil para la sociedad, la historia y el individuo cuando se percibe como ficción, cuando se lee una novela o un poema sabiendo que esa idea de experimentar algo real es una ilusión" (p. 209)


Conversación en Princeton 

"Nunca he admirado la vida del escritor que sólo es escritor, que vive completamente encerrado con sus fantasmas, con un mundo mental que lo distancia de la realidad cotidiana, de la vida de todos los días, de esa experiencia que es el común denominador de la gente. Quizás por eso soy un escritor realista y no un escritor fantástico. Yo nunca trato de crear un mundo completamente soberano, independiente del mundo real... Para mí el periodismo ha sido una forma de mantener siempre un pie en el mundo real" (p.53) 

"Las versiones literarias de la historia muchas veces se superponen a la realidad y la reemplazan, como ocurre con La Guerra y la Paz. Es una novela tan absolutamente extraordinaria que los lectores llegan a creer que así ocurrieron las cosas en la realidad... la fuerza persuasiva de la novela es tan grande que transforma la mentira en la verdad. Esto es lo que hace la literatura: transformar la realidad" (p. 167) 

"Lo que distorsiona profundamente la visión objetiva de la realidad es la ideología: los prejuicios y las convicciones de tipo político. Hay unos esquemas por un lado y la realidad por el otro. Y cuando la realidad no encaja en estos esquemas, son éstos los que prevalecen" (p. 173)

"Los historiadores falsean la realidad tanto como un novelista... Los historiadores fabrican héroes siguiendo los mismos procedimientos que el escritor usa para crear a sus personajes" (o.184)

El denominador común de todas estas citas es que la creación literaria es el fruto de una tensión continua entre realidad y fantasía: se debate en el difícil equilibro entre ser fiel a la realidad y a la vez distorsionarla y separarse de ella. 


martes, 8 de diciembre de 2020

La Guerra del Fin del Mundo


 Vargas Llosa, Mario. 1981. La Guerra del Fin del Mundo. Círculo de Lectores. 

A punto de cumplirse los treinta años de la aparición de esta novela, la releo tras la aparición de un artículo en EL PAIS donde Vargas Llosa comenta el proceso de escritura (artículo perteneciente al libro La Realidad de un Escritor, recientemente publicado por Triacastela). Con el paso de los años, me sobrecoge aún más la hercúlea labor de escritura realizada para completar esta novela. Creo que es el ejemplo perfecto de cómo unir realidad y ficción, la mezcla exacta de relato histórico, periodismo y literatura de ficción. Basada en hechos reales, tiene una impresionante labor de documentación detrás que cubre pormenorizadamente un acontecimiento histórico alucinante de la historia de Brasil. El narrador parte de la realidad para crear un mundo de personajes inolvidables que nos hacen vivir los acontecimientos mejor que cualquier manual de historia. 

La temática es también recurrente en la narrativa del autor: la forma en la que el ser humano escapa de la realidad cuando le resulta insoportable y crea paraísos imposibles. La mente de los iluminados distorsiona la realidad, y les hace creer en utopías inverosímiles  y luchar por ellas hasta la muerte. Este tema es tratado por Vargas Llosa en ensayos como La llamada de la Tribu y es analizado con minuciosidad por autores como John Gray (Straw Dogs, Black Mass), críticos con el poder devastador de las utopías, o Ernest Bloch (El Principio Esperanza), defensores de las mismas como propulsoras de cambio hacia un mundo mejor. 

El ser humano prefiere en muchos casos la explicación más inverosímil, siempre que sea más reconfortante. La doctrina del Consejero, epítome del milenarismo y de todos los iluminados del mundo, llega con más fuerza que ninguna otra a una población desesperada y hundida en la miseria. La realidad es para ellos tan intragable y feroz que una explicación ordinaria de la misma no puede ser convincente. "Esa explicación era demasiado ordinaria para los vecinos, a quienes lo sobrenatural era más creíble que lo natural" (p.108). 

La esperanza en un mundo mejor es un bálsamo contra la miseria. El Padre Joaquim admira por esa razón a los miserables de Canudos: 

"Y sin embargo, pese a la miseria, esa gente es feliz...la más feliz que he visto, señor. Es difícil admitirlo, también para mí. Pero es así, es así. El les ha dado una tranquilidad de espíritu, una resignación a las privaciones, al sufrimiento, que es algo milagroso" (p. 255) 

Lo curioso es que la fe ciega en la ciencia o en el cambio social revolucionario puede convertirse también en una religión, siendo esa la razón por la que extremos como el de Galileo Gall, anarquista y frenólogo, y el Consejero, se tocan. Ambos creen en la posibilidad de construir el Paraíso. La historia tiene para ellos un fin y un sentido, una línea clara que terminará en un mundo mejor. 

"Al final de la guerra ya no habrá ricos, o mejor dicho, no se notaría, pues todos serían ricos. Estas piedras se volverían ríos, esos cerros sombríos fértiles y el arenal que era Algodones un jardín de orquídeas como las que crecían en las alturas de Monte Santo. La cobra, la tarántula, la sucuarana serían amigas del hombre, como hubiera sido si éste no se hubiera hecho expulsar del Paraíso. Para recordar estas verdades estaba en el mundo el Consejero" (p. 229). 

Por otro lado, Galileo Gall, cree en el mismo sueño, aunque desde el punto de vista del anarquismo y la revolución secular: 

"Una ciudadela libertaria, sin dinero, sin amos, sin policías, sin curas, sin banqueros, sin hacendados, un mundo construido con la fe y la sangre de los pobre más pobres... ¿No había dicho el viejo santón, hacía un momento, creyendo hablar de Dios cuando en realidad hablaba de la libertad, que en Canudos desaparecerían la miseria, la enfermedad, la fealdad? ¿No era ése acaso el ideal revolucionario?... Creo en eso como otros creen en Dios. Hace mucho tiempo que muchos se hacen matar para que sea posible" (pp. 229-230). 

El fundamentalismo religioso así como el revolucionario se funden en la misma devoción ciega por  conseguir los fines sin calibrar los medios. Es la semilla de las peores guerras y matanzas ocurridas en la humanidad, paradójicamente impulsadas desde creencias que sostienen estar haciendo el bien. Es el pensamiento utópico el que lleva a las mayores aberraciones. De esta tendencia no se escapan los que se oponen a Canudos y lo masacran creyéndose también dueños de la verdad, desde el pensamiento ilustrado y republicano que se obstina en imponer un sistema político en lugares donde es también utópico establecerlo, por chocar contra sus tradiciones y creencias. Epanimondas, el republicano antimonárquico, ejemplo paradigmático del maquiavelismo en política, urde falsos complots e inventa noticias falsas porque también cree a pie juntillas en su modelo ideal. Todos luchan denodadamente por ideas que nada tienen que ver con la realidad.

El único que se salva en la novela del idealismo aburdo es el Barón de Cañabrava, que los observa a todos atónito: 

"El Barón reconoció ese tono: era el de los predicadores capuchinos de las Santas Misiones, el de los santones ambulantes que llegaban a Monte Santo, el de Moreira César, el de Galileo Gall. El tono de la seguridad absoluta, el de los que nunca dudan... El Barón tuvo un estremecimiento; era como si el mundo hubiera perdido la razón y sólo creencias ciegas, racionales, gobernaran la vida" (p. 247) . 

El Barón es el único personaje en la novela vacunado contra el idealismo y la utopía. No comprende la sinrazón de los idealistas, y quizás por ese motivo se siente fascinado por ellos. Así habla del Coronel Moreira César, el Cortapescuezos: 

"No le interesan el dinero, ni los honores y acaso ni siquiera el poder para él. Lo mueven cosas abstractas: un nacionalismo enfermizo, la idolatría del progreso técnico, la creencia de que sólo el Ejército puede poner orden y salvar a este país del caos y la corrupción. Un idealista a la manera de Robespierre... como ocurre con muchos idealistas, es implacable cuando quiere materializar sus sueños" (pp.248-249). 

Por supuesto, Galileo Gall no entiende al Barón: "¿Qué podía entender de sus ideales un terrateniente arsitócrata que vivía como si la Revolución Francesa no hubiera tenido lugar? ¿Alguien que consideraba "idealismo" una mala palabra?" (p. 261). 

Por el contrario, esta es la opinión del Barón sobre Galileo Gall: "El pobre diablo estaba convencido que Canudos es la fraternidad universal, el paraíso materialista, hablaba de los yagunzos como correligionarios políticos. Era imposible no sentir ternura por él..." (p. 281).  "Confunde la realidad y las ilusiones, no sabe dónde termina una y comienza la otra... Puede ser que cuente esas cosas con sinceridad y las crea al pie de la letra. No importa. Porque él no las ve con los ojos sino con las ideas, con las creencias" (p.307). 

Las creencias ciegas de sus seguidores pueden hacer ver en los excrementos del Consejero óbolos con los que celebrar la comunión. Así lo vive el Beatito, otro de los personajes principales de la novela, mano derecha del Consejero: 

"Es su esencia lo que corre por ahí, es parte de su alma, algo que está dejándonos." Lo intuyó en el acto, desde el primer momento. Había algo misterioso y sagrado en esos cuescos súbitos, tamizados, prolongados... "Son óbolos, no excrementos."Con dichosa inspiración se adelantó, estiró la mano entre las beatas y se los llevó a la boca, salmodiando: "¿Es así como quieres que comulgue tu siervo, Padre? ¿No es esto para mí rocío?" Todas las beatas del Coro Sagrado comulgaron también, como él" (p.495) 

¿Puede haber un mejor ejemplo de la locura a la que induce la confusión y mezcla de ilusión y realidad: confundir la mierda con el rocío? 


lunes, 7 de diciembre de 2020

La Flor de mi Secreto


 Almodóvar, Pedro. 1995. La Flor de mi Secreto

¿Leemos y escribimos para entender la realidad o para escapar de ella? ¿Es el arte y la literatura un medio para entender lo que ocurre a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos o es una vía de escape ante la imposibilidad de aceptar y conformarse con lo real? Este es uno de los temas de una de las mejores películas de Almodóvar, que ahora cumple 25 años desde su estreno. 

La protagonista de la película es una escritora de novelas rosa, Leo Macías (interpretada por Marisa Paredes), que escribe bajo el seudónimo de Amanda Gris, que está atrapada en el torbellino de la ruina de su matrimonio y la inevitable separación que no quiere ni puede aceptar. En este momento le es imposible escribir nada que no esté teñido de dolor, tristeza y vértigo, debido al desastre vital en que se encuentra. La editorial le pide más del exitoso material del que siempre ha escrito, pero ahora a ella le resulta imposible. La conversación entre Leo Macías y su editora es digna de ser transcrita literalmente: 

- Hombre, Leo, por fin, mira, la segunda edición ya...

- Sí, que bien...

- Pensé que no ibas a venir nunca...

- He estado ocupada. ¿Recibísteis la novela? La envié la semana pasada. 

- Sí, claro que la hemos recibido. 

- ¿Y? 

- Leo, lo que has mandado no es una novela de Amanda Gris. ¿A qué viene este cambio? 

- Supongo que estoy evolucionando. 

- ¿Por qué? 

- Quizás porque estoy viva. 

- No, quiero decir, ¿por qué cambias si las ventas no bajan? Leo, bonita, olvidas que nuestra colección se llama "Amor verdadero". Pero, ¿cómo se te ocurre venirnos con la historia de una madre que descubre que su hija ha matado al padre después de que éste intentara violarla, y para que nadie se entere la madre lo hiberna en la cámara frigorífica del restaurante de un vecino? 

- No es fácil desembarazarse de un cadáver y lo importante para la madre es salvar a la hija. ¿No harías tú cualquier cosa por salvar a tu hijo? 

- No estamos hablando de hijos, sino de novelas. Los hijos solo sirven para quitarnos la vida, y las novelas para recuperar la ilusión de vivirla... Cuando alguien compra un libro nuestro, quiere olvidarse de la sordidez en la que vive... soñar con un mundo mejor, aunque sea mentira... ¿Café? 

- No, gracias. 

- ¿Quién va a soñar con una gente que vive en un barrio miserable, jubilados prematuros, auténticos muertos vivientes...? ¿Quién se va a identificar con una protagonista que se ocupa de limpiarle la mierda a los enfermos de un hospital, que por si fuera poco tiene una suegra yonki y un hijo maricón, al que además le gustan los negros? ¿Te has vuelto loca, Leo? 

- Tal vez, pero la realidad es así, Alicia...

- ¡La realidad! ¡Bastante realidad tenemos ya cada una en nuestra casa! La realidad es para los periódicos y la televisión... y mira el resultado. ¡Por culpa de tanta realidad el país está a punto de explotar. ¡La realidad debería estar prohibida!

_______________________________________________________________

El argumento de la novela escrita por Leo lo utilizará más tarde Almodóvar para su película Volver (2006). Almodóvar es, en el fondo, Leo, y su listado de escritoras fetiche es por tanto también el propio listado de Almodóvar: "Mujeres sobre todo, aventureras, suicidas, dementes tipo Djuna Barnes, Jane Bowles, Dorothy Parker, Jean Rhys, Flannery O'Connor, Virginia Wolf, Edith Barton, Isak Dinesen, Janet Frame...

Esto da para peli de Almodóvar (IGNOTO GRACIA) 

La Flor de mi Secreto: 10 curiosidades en su 25 aniversario (FOTOGRAMAS) 

De La Flor de mi Secreto a Dolor y Gloria (ICON- EL PAÍS)


miércoles, 2 de diciembre de 2020

Elogio de la Infelicidad


 

Lledó, Emilio. 2020. Elogio de la Infelicidad. Austral

La palabra felicidad, para Lledó, se encuentra perdida "en ese horizonte de sueños, ideales, deseos, utopías, amenazas y dolores. Nos hace pensar que estar en el mundo es estar en la insuficiencia, en la insatisfacción" (p.7, introducción). Es decir, es una palabra que se encuentra más en el reino de la ilusión que en el de la realidad. Por otro lado, presupone "una energía expresa y constante hacia lo mejor" (p.9). Es decir, nos mueve hacia la utopía. ¿Es su búsqueda entonces fútil o necesaria? 

Lledó, para responder a esa pregunta, parte del lenguaje. El lenguaje saca al ser humano del ámbito inmediato de lo real, "crea un espacio nuevo, un territorio en el que su verdad es la verdad del universo lingüístico creado, del mundo que levantan las palabras más allá del cerrado ámbito de sus fugaces referencias. Ese espacio es, precisamente, el espacio de lo cultural, el territorio de lo humano" (p.26). Es decir, el lenguaje crea una segunda realidad que es la específicamente humana. "Las palabras que emitimos, el lenguaje que hablamos, constituye, en realidad, lo que somos" (p.55). 

La máxima de "Conócete a ti mismo" en realidad se puede traducir en "mira las palabras". "El mundo ideal qe conforman las palabras y que, en ellas, se vislumbra, es, pues la más certera realización de la inscripción délfica... "Conócete a ti mismo" es decirte a ti mismo lo que piensas, lo que deseas, lo que te propones, lo que eres. No hay otra posibilidad de mirada, o sea, de consciencia de sí, que no se haga presente en el espejo lingüístico" (p.66). 

Conocemos la realidad a través del lenguaje, la reconstruimos con nuestros sueños, ilusiones, aspiraciones y utopías. "Ese proyecto mantiene vivo, como ideal utópico y, paradójicamente, real, el sueño de un espacio de solidaridad al que el tiempo futuro no debe renunciar" (p.69). Es decir, Lledó no renuncia a la utopía que construimos a través del lenguaje, porque cree que esa aspiración es la que nos hace verdaderamente humanos. Somos "seres indigentes que únicamente pueden vivir, si son capaces de sentir el amor y la amistad, si son capaces de soñar, de inventar lo que se quiere y que, en ese querer, les completa y realiza" (p.79).  Amar, soñar, inventar: estas son los verbos que, según Lledó, nos hacen humanos. Y estos otros: "Decir, hablar, narrar, escribir, es estar en la luz" (p.98). Son todos verbos que hace alusión a la creatividad, a la confección de otros mundos diferentes del ya existente. 

Nuestra esencia es la insuficiencia, la imperfección. "Estar en el mundo es un estar partido... La realidad humana es incompleta en indigente" (pp.108-9). La vida es una búsqueda. Vivimos por ello en una tensión constante. "La tensión entre esa ideal y las edificaciones reales, las formas políticas de vivir, son una tensión sin sosiego, una continua aspiración sin definitivo logro. Y esa es la vida humana: la lucha por mantener siempre orientada la flecha que tensa ese arco, templado en la forja de la teoría y la praxis y que jamás llegará al blanco, porque el blanco era la flecha misma, porque el camino era ya el andar" (p. 120). Esa tensión entre la realidad y la ilusión es otra de las características consustanciales del ser humano. 

Esta es la realidad humana, y es la que debemos elegir, como hizo Ulises cuando Calipso le ofreció la inmortalidad. Ulises escoge la muerte, elige el tiempo, elige los sufrimientos del regreso, elige la vejez, elige la finitud frente a la vida de dios que le ofrece Calipso en un momento crucial de la Odisea. Querer salir de ahí es vivir en el engaño.  "La proyección ideal hacia esa trascendencia sin tiempo que Calipso ofrece, se sale del territorio de la elección humana y es la raíz de todas las alineaciones y engaños" (p.128). Ulises elige la inmanencia, la mundanidad, el humanismo. Eso somos, y eso hemos de elegir, esa soledad descarnada que es nuestra condición. Lo cual no quiere decir, que una vez aceptada nuestra realidad, tengamos que renunciar a la utopía y la "ideal aspiración hacia lo "mejor"... desde las isla de los feacios hasta los felices lotófagos, va apareciendo junto a la dura realidad la fuerza ideal para superarla" (p. 131) . Esa tensión entre lo real y lo ideal es la médula de lo humano. 

"Al rechazar la propuesta de inmortalidad de Calipso, Odiseo aceptó el tiempo humano, sus limitaciones y tensiones, asumió el dolor y el sufrimiento; pero también la alegría y el gozo, el amor y la amistad, la realidad y su esperanza. Un mundo que había que pensar y construir; unos valores que, por muy utópicos que fueran, había que buscar. Esta alegre aceptación de las condiciones reales de la historia fue, en esa explosión de conceptos, de ideas e imágenes de la ciudad de las palabras, una parte viva y fecunda del legado ateniense" (p. 137) 

La alegre aceptación de lo real, y a la vez, la aspiración legítima de mejorarlo: entre esos dos polos se desenvuelve nuestra vida. Lledó termina haciendo un alegato conta el conformismo: "la libertad no admite conformismo alguno" (p.155). El ser humano, a través de la cultura, tiene "esa posibilidad de vivir otros mundos, de sentir otros sentimientos, de pensar otros pensares que los reiterados esquemas que nuestra mente se ha ido haciendo en la inmediata compañía de la triturada experiencia social" "(p. 157). "La literatura nos enseña a mirar mejor este mundo de las cosas aún no bien dichas... de las trampas para conformarnos a vivir con la desesperanza de que lo que hay ya no da más de sí" (p. 158).  


jueves, 26 de noviembre de 2020

El Salario del Miedo

 


Clouzot, Henri-Georges. 1953. El Salario del Miedo

Los protagonistas de la película son dos franceses que viven atrapados en la realidad claustrofóbica de un país latinoamericano de la que no saben como salir. La primera parte de la película se dedica a retratar esa realidad. Varados en una situación sin salida, se agarran a sueños e ilusiones para conseguir sobrevivir al tedio y la desesperanza. El personaje al que da vida Yves Montand, Mario, tiene sus sueños colgados en la pared de su infame dormitorio. Son fotos de chicas blancas francesas que presenta a su amigo Jo de la siguiente manera: 

"Estas son mis chicas, mis sueños para pensar en ellas mientras me estoy tirando a una negra" (minuto 27). 

A pesar de tener cerca a una mujer que lo adora, Mario la desprecia y maltrata, prefiriendo sus fotos que no son más que falsas ilusiones. Las fotos rodean el mayor tesoro, la mayor ilusión: un ticket del metro de París, que tiene enmarcado como si de una obra de arte se tratase. Es un simple trozo de papel, pero fue el último billete de metro que cogió en París antes de subirse al tren y luego al barco que le llevó hasta donde se encuentra. En ese pedazo de cartulina sin ningún valor real tiene Mario encarnadas todas sus ilusiones, pues representa el lugar que abandonó y ahora ve como el paraíso perdido. 

La segunda parte de la cinta narra el terrorífico viaje que ambos emprenden para conseguir el dinero que les hace falta para intentar salir de su infierno: el transporte de una peligrosa carga de nitoglicerina necesaria para apagar un pozo de petróleo incendiado. En una conversación mantenida en las escenas finales cuando Jo está a punto de morir (2h:13), éste le revela a Mario la imagen que se le viene a la mente por encima de todas las demás de su vida:  la calle en la que vivía en París, donde había una tapia de la que nunca supo lo que había detrás. Mario conocía el lugar y se lo revela: 

"No hay nada. Es un solar

Entonces Jo insiste incrédulo y dice sus últimas palabras antes de expirar: 

"Esa tapia. ¿Qué hay detrás de esa tapia?

A lo que Mario le vuelve a responder: 

"Ya te lo dije. Nada". 

De la misma forma que Kane, al morir, recuerda a Rosebud y con él toda su infancia, Jo recuerda el misterio de una simple tapia a la que siempre quiso asomarse pero nunca pudo. Esa tapia es la metáfora de la inquietud y la curiosidad, de la necesidad de entender y comprender qué es lo que hay detrás de las apariencias de la realidad, la necesidad de encontrar un significado oculto tras la superficie de las cosas. Es la ilusión por encontrar algo tras el muro opaco que le de sentido a todo lo que ocurre. Pero su pregunta sólo tiene una respuesta: no hay nada. 

Review (CHICAGO TRIBUNE)


lunes, 23 de noviembre de 2020

Moby Dick





Melville, Herman. 1972. Moby Dick. Penguin Classics. 

(Traducción al español de Juan Gómez Casas, 2004)


"There she blows!" "Por allí resopla!"

Al principio del libro, el padre Maple cuenta desde el púlpito la historia de Jonás, de cómo éste quiso huir de Dios y se perdió, para que sirva de aviso a navegantes. Jonás se convierte en un fugitivo, buscando un lugar donde Él no reine. ¿Pero es ésto posible? ¿Existe ese lugar? Pronto se encuentra en los intestinos de una ballena, un animal todopoderoso e inefable, un símbolo de la omnipotencia de Dios, y ambos, metáforas de la Realidad. Es imposible escapar de ella. 

Ahab no tolera que la Ballena se haya impuesto sobre él y quiere vengarse a toda costa. Su lucha personal es la imposible guerra del hombre contra su destino, la rebeldía ante aquello que se interpone contra su voluntad. Es la soberbia del ser humano, que no comprende que haya algo más poderoso que él, algo que no puede doblegar a su antojo. Por eso emprende una lucha titánica contra el Monstruo: 

    "It was Moby Dick that dismasted me; Moby Dick that brought me to this dead stump I stand on now... Aye, aye! it was that accursed white whale that razeed me; made a poor pegging lubber of me for ever and a day!...Aye, aye! and I'll chase him round Good Hope, and round the Horn, and round the Norway Maelstrom, and round perdition's flames before I give him up" (p.261) 

      "Fue Moby Dick quien me desarboló; a Moby Dick le debo este muñón muerto sobre el que me     sostengo ahora... ¡Sí, sí, fue esa maldita Ballena Blanca!¡Ella me dejó como un pobre impedido para     toda la vida! ...  ¡Sí, sí, la he de perseguir más allá del cabo de Horbis, y más allá del de Buena Esperanza, y aún más allá del Maelstrom de Noruega, más allá de los fuegos del infierno, antes de renunciar a capturarla!" (p.224) 

Moby Dick, al igual que la realidad, al ser inabarcable e incomprensible en su grandeza y poderío, se ve rodeada de supersticiones que agrandan aún más su soberanía majestuosa, haciéndose ubicua e inmortal, sobrenatural, sobrecogedora, plagada de fabulosas narraciones. Starbuck, el contramaestre, se escandaliza por esa obsesión dirigida contra una bestia irracional. Pero todos los lectores de Moby Dick, generación tras generación, comprenden secretamente la rebeldía de Ahab, aunque sea una rebeldía irracional que no lleva a ningún sitio, y por eso se ha convertido en un libro inmortal: ¿por qué hemos de soportar los seres humanos callada y humildemente los azotes de la vida? En el fondo, Ahab es como Job, un ser vilipendiado y humillado por los infortunios. Job se rebela contra Dios, Ahab contra la Ballena. Es una lucha que los destroza por dentro, porque no consiguen asumir que hay algo por encima de ellos que rige el destino de sus vidas. Esa rebeldía es una semilla dentro de todo ser humano, que aparece desde las primeras historias del Génesis cuando Adab y Eva se resisten a obedecer sin rechistar. 

    "Small reason was there to doubt, then, that ever since that almost fatal encounter, Ahab had cherised a wild vindictiveness against the whale, all the more fell for that in his frantic morbidness he at last came to identify with him, not only all his bodily woes, but all his intellectual and spiritual exasperations. The White Whale swam before him as the monomaniac incarnation of all those malicious agencies which some deep men feel eating in them, till they are left living on with half a heart and half a lung" (p.283)

    "No era, pues, extraño que, desde la fecha de aquel choque mortal, Ahab acariciara un loco deseo de venganza contra la ballena, más todavía si se tiene en cuenta que, en su insano frenesí, llegó a atribuirle no solamente sus sufrimientos corporales, sino todas sus cuitas intelectuales y morales. Veía a la ballena nadando antes sí como la representación monomaníaca de todas aquellas potencias maléficas que algunas personas sienten, como consumiéndoles el corazón y lo órganos" (p.248) 

La guerra contra la Realidad degenera en locura, pues está perdida desde el principio. Es la misma lucha de Don Quijote, que no puede aceptar la vida al cual es. Ahab, en vez de crear una realidad paralela, se obstina en luchar contra la primera y única posible. En lugar de buscar paz y aceptación en el fondo de su alma, se deja dominar por el odio y se aventura en el océano de la titánica batalla contra el monstruo. 

    "For this appalling ocean surrounds the verdant land, so in the soul of man lies one insular Tahiti, full of peace and joy, but encompassed by all the horrors of the half known life. God keep thee! Push not off from that isle, thou canst never return!" (p.381) 

    "Del mismo modo que este espantoso Océano rodea la tierra verdegueante, en el alma del hombre hay una insular Tahití, llena de paz y alegría, pero rodeada de todos los horrores de una vida semidesconocida. ¡Dios te guarde! ¡No te aventures fuera de esa isla; podrías no volver a ella jamás! (p.364) 

Ahab no se resigna a la paz impuesta y sale del Edén, pues no consigue aceptar que hay algo más poderoso que él. En él nos vemos reflejados cuando a lo largo de nuestras vidas nos encontramos acorralados por el azar y la desgracia y emprendemos una feroz batalla contra ellos, cuando no aceptamos que no hay otra salida que acatar la Realidad.  

Reseña 


martes, 17 de noviembre de 2020

Un Autobús Verde Sale de Alepo

 

Dost, Jan. 2020. Un Autobús Verde Sale de Alepo. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. 

He recordado a Pedro Páramo leyendo este libro, traducción del original escrito en sirio. Es tan habitual la muerte en Alepo a finales de 2016 que ya es imposible distinguir los vivos de los muertos, como en Comala. El mismo protagonista duda de su propia existencia. 

"¿Dónde estoy? ¿Cómo hemos pasado de una autobús lleno de desplazados de Alepo, combatientes y civiles, a un autobús que tan solo transporta a mi familia? ¿He muerto yo también? ¿Han vuelto Maysún y Nazli a la vida? ¿Subieron a la vez que yo, y no me di ni cuenta? ¿Esto es real o se trata de una pesadilla? ¿Es una alucinación de las que he tenido los últimos días en Alepo?¿Una ilusión?" (p. 127)

El anciano Abu Leila lleva encima tanto sufrimiento debido a la guerra de Siria que ha perdido la noción de la realidad. Es tan fuerte el desgarro por la pérdida de todos sus seres queridos que habla con ellos en su imaginación poblada de fantasmas. No hay otra salida ante tanta crueldad que la pérdida de la cordura y la entrada en un mundo de ultratumba en el que los muertos siguen aferrándose a la vida a través del espanto de sus historias, que quieren seguir contando indefinidamente. Como Pedro Páramo en Comala, Abu Leila los escucha con una mezcla de compasión, horror y aturdimiento, enajenado por no saber con claridad el terreno que pisa. La guerra conduce a la realidad más terrible, imposible de aceptar. El anciano permanece sentado en uno de los autobuses verdes que el régimen de Al Asad utiliza para evacuar a los rebeldes tras la caída de Alepo, que se ha convertido en un inmenso cementerio derruido. Mira tras los cristales sin estar seguro de si el autobús que lo transporta es quizá su propio féretro. 

 Entrevista (EL MUNDO)


jueves, 5 de noviembre de 2020

Rifkin's Festival

 


Allen, Woody. 2020. Rifkin's Festival

La última de Woody Allen bien podría tener por título "Las películas que habito". El protagonista, escritor y estudioso del cine, se ve envuelto en una serie de situaciones durante su estancia en el Festival de San Sebastián, y para cada una de ellas se apoya en sueños o ensoñaciones que son escenas de sus películas favoritas. Con esta excusa, recorremos los momentos clave de Ciudadano Kane, Ocho y Medio, Fresas Salvajes, El Séptimo Sello, Jules et Jim o El Ángel Exterminador. Woody Allen se permite así el lujo de entrar en las escenas de las películas de sus directores fetiche, como Bergman, Fellini, Godard, Welles o Buñuel. Ya lo había hecho con Fresas Salvajes en Delitos y Faltas, pero aquí se inmiscuye literalmente dentro de las películas, para su disfrute y el del cinéfilo que comparta sus mismas preferencias por el cine de autor.

El cine, al igual que la literatura, han construido una realidad paralela que descansa sobre la realidad material. En nuestra mente, las historias de las películas se fusionan con los personajes reales y cobran una existencia de un valor similar a los recuerdos o los sueños. Los protagonistas de las películas se convierten en referentes de tanta o más importancia que los personajes reales, de forma que en el imaginario colectivo puede ser tan fuerte la presencia de los detectives interpretados por Humphrey Bogart (1) como la de Napoleón Bonaparte, o la de Harry Potter como la de Greta Thunberg. ¿Acaso no son igual de reales unos que otros una vez que entran en el reinado de nuestra imaginación? 

Las (buenas) películas nos sirven de apoyo para comprender e interpretar el mundo. Habitamos sus escenas como si pudiéramos entrar en ellas, y por un rato nos convertimos en héroes entrando en el papel de Atticus en Matar a un Ruiseñor , o en villanos metiéndonos en la piel del Joker. Cada uno tiene su propio repertorio de personajes y escenas que viven para siempre en su imaginación con la misma fuerza --o aveces más-- que los recuerdos. Como dice Morin en su libro El Cine o el Hombre Imaginario

"Como todo onirismo, los filmes son proliferaciones de la espera, ectoplasmas para mantener el alma en calor; eso es el cine: imagen desordenada, entregada a los deseos impotentes y a los temores neuróticos, su estallido canceroso, su plétora mórbida. La verdadera vida está ausente. El mundo al alcance de la mano, el hombre sujeto del mundo no es más que un programa de ilusión. El hombre sujeto del mundo no es aún, y tal vez no será nunca, otra cosa que una representación, un espectáculo del cine" (p. 187)

"Ha habido que esperar al cine para que los procesos imaginarios sean exteriorizados original y totalmente. Al fin podemos visualizar nuestros sueños porque se han lanzado sobre la materia real" (p. 193). 

Rifkin's Festival es un homenaje al papel que el cine juega en nuestras vidas, por la terapia y ayuda que nos ofrece al representar nuestros sueños, deseos, ilusiones, temores y miedos.   

_____________________________________________

(1) Woody Allen ya habitó el mundo de Humphrey Bogart en la inolvidable Sueños de un Seductor (Play it Again, Sam, 1972) 

Reseña (EL PERIÓDICO) 



martes, 3 de noviembre de 2020

El Infinito en un Junco

 


Vallejo, Irene. 2019. El Infinito en un Junco. Siruela (Biblioteca de Ensayo) 

El libro, Premio Nacional de Ensayo 2020, cuenta la fascinante historia de la escritura en el mundo antiguo. La obra es un canto de amor a los libros que no decepciona a nadie que los ame también. Uno de los atractivos del libro es su ir y venir desde las apasionantes anécdotas de Egipto, Grecia y Roma a las novelas y películas más actuales, haciendo de la historia algo vivo y relevante para nosotros, lectores del siglo XXI. El ensayo transita por esa segunda realidad creada por la escritura en la que no existe la soledad, porque se basa en la permanente compañía de miles de almas que nos precedieron así como las contemporáneas, que nos dejaron y nos siguen dejando sus relatos de alegrías, descubrimientos, esperanzas y miedos. Los libros han sido el instrumento mágico para afianzar esa segunda realidad, la "librosfera", incomprensible para los que no pueden acceder a su código secreto. Es lo que le ocurre a los ángeles de la película El Cielo sobre Berlín de Wim Wenders, de la que la autora menciona el momento mágico en el que unos ángeles entran en una biblioteca y estudian el extraño comportamiento de los humanos mientras leen: 

 "Como los humanos no pueden verlos, los ángeles se acercan con libertad, se sientan a su lado o les colocan una mano en el hombro. Intrigados, se asoman a los libros que están leyendo. Acarician el lápiz de un estudiante, sopesando el misterio de todas las palabras que salen de ese pequeño objeto. Junto a unos niños, imitan sin comprenderlo el gesto de rozar las líneas con el dedo índice. Observan a su alrededor, con curiosidad y asombro, rostros ensimismados y miradas sumergidas en las palabras. Quieren entender qué sienten los vivos en esos momentos y por qué los libros atrapan su atención con tal intensidad. Los ángeles poseen el don de escuchar los pensamientos de las personas. Aunque nadie habla, captan a su paso un murmullo constante de palabras susurradas. Son las sílabas silenciosas de la lectura. Leer construye una comunicación íntima, una soledad sonora que a los ángeles les resulta sorprendente y milagrosa, casi sobrenatural. Dentro de las cabezas de la gente, las frases leídas resuenan como un canto a capela, como una plegaria "  (p.60). 
 
Lo más interesante es que veces esa segunda realidad es el único camino para poder entender la primera, ya que la primera es volátil, huidiza e impermanente. Irene Vallejo cita en este caso la película Memento de Christopher Nolan, para demostrar que a veces la escritura es la única forma de asegurarse el acceso a la realidad contra las trampas de la memoria. Escribimos porque necesitamos asegurar nuestra verdad ante la inevitabilidad del olvido. El protagonista sufre amnesia anterógrada debido a un trauma, de forma que no puede almacenar recuerdos, pero lucha por encontrar y vengarse del hombre que asesinó a su mujer:  

"Ha creado un sistema que le permite moverse por un mundo que se borra, sembrado de intrigas, manipulaciones y trampas: se hace tatuar en las manos, los brazos y el pecho la información esencial sobre sí mismo, y todos los días reencuentra allí su propia historia. Con una identidad amenazada por el olvido, solo la lectura de sus tatuajes le permite mantener su búsqueda y su propósito. La verdad del relato se nos escapa entre la maraña de mentiras de los personajes, incluido Leonard, de quien acabamos sospechando. La película está construida con la estructura de un puzle fragmentario, como la mente de su protagonista y como el mismo mundo contemporáneo. Indirectamente, es también una reflexión sobre la naturaleza de los libros: extensiones de la memoria, los únicos testigos —imperfectos, ambiguos pero insustituibles— de los tiempos y los lugares adonde no llega el recuerdo vivo" (p. 81). 

El ser humano es un devorador de historias, que necesita para ayudarle a comprender un mundo incomprensible. Antes de la escritura, por supuesto, esa segunda realidad ya existía: 

"Los poetas épicos conservaban el recuerdo del pasado porque desde la infancia crecían en un mundo doble —el real y el de las leyendas—. Cuando hablaban en verso, se sentían transportados al mundo del pasado, que solo conocían a través del sortilegio de la poesía. Ellos —como libros de carne y hueso, vivos y palpitantes, en tiempos sin escritura y, por tanto, sin historia— impedían que todas las experiencias, las vidas y el saber acumulado acabasen en la nada del olvido" (p. 96)

Esas historias pertenecen a un mundo de ficción, pero en ellas encontramos la verdad. Ahí radica el valor de estas mentiras, que son el camino que a veces necesitamos para comprender la realidad. Vallejo nos lo recuerda con esta bella anécdota de Hesíodo: 

"Hesíodo era un joven pastor que pasaba sus días en la soledad de la montaña, durmiendo en el suelo con el ganado de su padre. Mientras vagaba por los pastos de verano, se construyó un mundo imaginario hecho de versos, música y palabras. Un mundo interior a la vez celestial y peligroso. Un día, apacentando el rebaño al pie del monte Helicón, tuvo una visión. Se le aparecieron las nueve musas, le enseñaron un canto, le insuflaron su don y pusieron en sus manos una vara de laurel. Al adoptarlo, le dijeron una frase inquietante: «Sabemos contar mentiras que parecen verdades, y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad». Es una de las reflexiones más antiguas sobre la ficción —esa mentira sincera— y, tal vez, también una confesión íntima" (p. 121). 

Porque, ¿dónde se encuentra la verdad? Los libros nos recuerdan la imposibilidad de llegar al meollo de la realidad, siempre huidiza y esquiva. Ya lo veía así Heródoto, tal y como nos recuerda Vallejo: 

 "Tras años de viajes y conversaciones, Heródoto comprobó que los testigos a los que interrogaba le facilitaban relatos contradictorios sobre los mismos acontecimientos, olvidaban muchas veces lo sucedido y en cambio recordaban sucesos que solo ocurrieron en el universo paralelo de sus deseos. Así descubrió que la verdad es huidiza, que es casi imposible desentrañar el pasado tal y como sucedió porque solo disponemos de versiones diferentes, interesadas, contradictorias e incompletas de los hechos. En las Historias abundan frases como: «que yo sepa», «según creo», «de acuerdo con lo que averigüé por boca de…», «no sé si es verdad; solo escribo lo que se dice». Milenios antes del multiperspectivismo contemporáneo, el primer historiador griego comprendió que la memoria es frágil, evanescente, y que cuando alguien evoca su pasado deforma la realidad para justificarse o encontrar alivio. Por eso, como en Ciudadano Kane, como en Rashomon, nunca llegamos a conocer la verdad más profunda, sino solo sus atisbos, sus variantes, sus versiones, su alargada sombra, sus infinitas interpretaciones" (p.189). 

Me encanta el capítulo 76 por su visión de Platón, el "cazador cazado", como le llama Vallejo, ya que es uno de los más excelsos y prestigiosos promotores de la censura en un estado autoritario y hoy en día se solicita que salga de los programas filosóficos de algunas escuelas por su racismo y colonialismo, de forma que bebe de su propia medicina (p.213). En numerosas páginas Vallejo arremete contra la censura y la quema de libros, algo tan desgraciadamente habitual en la historia. ¿Cómo se puede arrebatar a los seres humanos la posibilidad de imaginar y fabular? Ese avidez de historias, de la que tan claramente nos convenció Harari en Sapiens, es la misma de la que habla Vallejo al recordar el libro de Monika Zgustova:

"En Vestidas para un baile en la nieve, su fascinante libro de entrevistas a mujeres que sobrevivieron al gulag, Monika Zgustova muestra hasta qué punto, incluso en los abismos de la vida, somos criaturas sedientas de historias. Por esa razón llevamos libros con nosotros —o dentro de nosotros— a todas partes; también a los territorios del espanto, como eficaces botiquines contra la desesperanza" (p. 241) 

Esos mundos imaginarios son los que salvan nuestras vidas en muchos momentos inquietantes de nuestra biografía, como revela la autora en una confesión sobre el bullying que sufría en su infancia: 

"Durante los años humillantes, además de mi familia, me ayudaron cuatro personas a las que nunca he visto: Robert Louis, Michael, Jack, Joseph. Más adelante descubriría que son más conocidos por sus apellidos: Stevenson, Ende, London y Conrad. Gracias a ellos aprendí que mi mundo es solo uno de los muchos mundos simultáneos que existen, incluidos los imaginarios. Gracias a ellos descubrí que podía almacenar fantasías acogedoras y guardarlas en mi habitación interior para buscar refugio cuando allá fuera arreciase el granizo. Esa revelación cambió mi vida" (p.244).

Ese mundo de ilusión y fantasía es a veces el único asidero, la única rendija por la que escapar, al menos transitoriamente, de la cruda realidad, o también para comprenderla y aceptarla. 
 

domingo, 1 de noviembre de 2020

La Versión Extranjera

 


Del Campo, Florencia. 2019. La Versión Extranjera. Pre-Textos.

La novela ofrece dos versiones de la misma historia: la primera en forma de diario, la segunda en forma de monólogo interior. Y podría haber muchas más, porque estas dos son tan sólo las versiones que la narradora escribe tras un viaje a Estados Unidos para visitar a su madre y su hermano, pero podría haber otras muchas más realizadas en el pasado o por realizar en el futuro, o las múltiples versiones de su hermano y de su madre en diferentes momentos de sus vidas. 

La historia familiar es la más nuclear de nuestras vivencias, y está siempre viva, nunca cerrada y sellada. En diferentes momentos de nuestras vidas la revivimos, la recreamos, la rehacemos, la reescribimos, la reinventamos desde diferentes puntos de vista. De la misma forma que cuando releemos un libro al cabo de los años y lo vemos desde una perspectiva diferente y lo vivimos quizás de forma contrapuesta, el relato de nuestra propia vida se va metamorfoseando dependiendo de las nuevas experiencias vividas o de los cambios que nuestra memoria realiza a lo largo de los años. Nuestra memoria no es más que un relato que vamos construyendo indefinidamente, de forma que llega el momento que nadie puede estar seguro de la realidad de lo sucedido, y el presente se fusiona con el pasado y el futuro de una manera imposible de desentrañar (1). Esta ambigüedad e incertidumbre es la que recrea el libro de forma magistral, pues nunca estamos seguros de la verdad de los hechos, ni la propia narradora lo está por completo, pues a esta enésima versión de lo sucedido en un momento crucial de su vida se une el hecho de que en esta ocasión la realidad se ve empañada y desdibujada por recrearse durante una visita a un país extranjero, cuya lengua y cuya cultura contribuyen a terminar de hacer imposible la salida del laberinto de los propios recuerdos. 

"No hay tecnología para las preguntas, para la amnesia, para la memoria, para la duda" (p.11). 

"Es como no sabe elegir la versión de un pasado" (p.18) 

"Tengo serias dudas de que sea cierto lo que cuento, no controlo lo que digo, es lengua ajena. Tampoco sé cuál es el idioma que sabe la verdad" (p. 19). 

La confusión que producen la lengua y la cultura extranjeras ya ha aparecido en otras novelas analizadas aquí (Mimoun, The Sheltering Sky). La realidad es inaprensible, pero aún lo es más en el contexto de estupor y desorientación que producen las palabras emitidas en otro idioma. El inglés, a pesar de ser un idioma aprendido desde pequeña por la narradora en las academias de su país (Argentina) por ser el pasaporte necesario para obener un trabajo digno y una posición social adecuada, no deja de ser un mundo nuevo que confiere una nueva personalidad a su hermano y su madre, que ya llevan un tiempo viviendo en Estados Unidos y han asimilado una realidad diferente. 

"¿Él es hermano cuando habla en inglés? ¿Sabría hablar de mí o de la infancia en ese idioma? ¿Y en español?" (p.55)

"Soñé con hermano. Él y yo teníamos lengua en común. Hablábamos. Quiero que vuelva al español. El idioma materno es como sexo. Quiero regresar a algo muy originario" (p. 65) 

Hay una cita clave que aparece en la segunda parte del libro: "En el idioma extranjero las palabras no tienen infancia" (2). La lengua extranjera carece de las vivencias del periodo más profundo de nuestra vida, por lo que es prácticamente imposible revivir en una nueva lengua lo vivido en aquella etapa, y si se intenta, necesariamente se hará de otra manera, en una versión diferente: la versión extranjera.  

"Me empieza a parecer que es un lenguaje extraño el que me exige este viaje, hable con quien hable, sea en español o en inglés" (p. 19) 

"Un idioma que sólo sirve para construir realidades inventadas en lugar de acudir primero a las verdades para luego verbalizarlas. Un trayecto contrario al habla que exige la descripción. Inverso. Del revés. Alterado. Como vivir un recuerdo en lugar de recordar una vida" (p. 84) 

La lengua extranjera va consiguiendo que incluso la lengua materna comience a parecer confusa y extraña, y el vértigo ante la realidad ya se produce en ambas versiones, que se mezclan confundiéndolo todo. Esta extraña sensación (que reconocerá perfectamente todo aquel que alguna vez haya permanecido por un tiempo en suelo extranjero) es otro componente más que se añade a la duda sobre qué versión de la realidad es la verdadera y cuál es la ilusoria. 

 "Mi garganta se ha jodido. Incluso el español se me planta ajeno, irreconocible; es artificio, es una lengua materna que sangra" (p. 47) 

Su hermano la avisa: está fabricando un pasado inexistente. Pero esa advertencia no deja de pertenecer a otra versión. la de su hermano. 

"Hermano diciéndome que vuelva a medicarme porque confundo recordar con inventar. Una versión con otra. De verdad, nada de eso pasó" (p. 52)

¿Dónde está la verdad? Como Hamlet, la narradora se sumerge en un mar de dudas provocado por las diferentes versiones de la realidad. 

"Recordar lo que no existe, permanentemente, permanentemente, permanentemente, permanentemente. Nada es como en el recuerdo" (p.89). 

"Nada, no pasa nada. Tal vez no pasó nunca nada. Recordar sin pasado. Vivir sin un presente distinto a lo anterior. De pronto hoy todo me parece una copia de la copia. Una repetición permanente. Esta rutina de hambre y comidas y comida sin hambre. Esta lengua seca, autónoma de lo que se consume, que se va durmiendo. Una lengua natal de muerte; una lengua madre de huérfanos" (p.99). 

Es la imposibilidad del lenguaje de expresar lo oculto, lo subconsciente. Como bien dice Rosset, lo que no se puede poner en palabras, en realidad no existe, es sólo un fantasma (3). Quizás al hurgar en el pasado estamos buscando sólo fantasmas, pues el pasado ya no existe, o sólo existe en las versiones que le damos en el presente. Esa regresión al pasado es la misma que realiza el personaje de Fresas Salvajes, la película de Ingmar Bergman que la narradora menciona en un momento dado de la novela. 

"Buscar donde no hay... Buscar lo que ni siquiera es y aún así no encontrarlo, ¡increíble!, y aún así no encontrarlo" (p. 101). 

La paz quizás se encuentra cuando se deja de hurgar y de intentar contrastar versiones, deteniendo el flujo de pensamientos sin fin y la enloquecida corriente de conciencia, porque a la última y definitiva versión nunca se llega, como al final del arco iris. 

"Y no tener voz, y no curarme, y no tomar el jarabe, y quedar muda, y quedar sin inglés, y quedar sin habla, y quedar sin lengua materna, y quedar sin madre, y quedar sin hermano, también, me calma. Como una mano tendida que tranquiliza" (p. 110). 

La segunda parte de la novela, el monólogo interior, habría que citarla completa, pues es un prodigio de sucesión de reflexiones y pensamientos sobre la imposibilidad de tener éxito a la hora de dar una versión por definitiva, siendo la única opción la aceptación de la incertidumbre. Selecciono entre todos el siguiente párrafo: 

"Al salir está hermano en la cocina, inquieto, esperándome porque quiere hablar conmigo y yo tiemblo por un instante y también me ilusiono, en realidad es la ilusión de que hoy sea el día real, sea el día, el único, el que ahora que todo lo que puede pasar ya ha pasado -- en cualquiera de sus versiones o en todas a la vez -- sé que no va a llegar porque no existe, porque la calma no es el alivio final, la calma también termina, entonces la condena es ésta: estar en la historia una y otra vez en una versión y en otra, con este detalle puesto, con este foco desplazado, con esta pincelada borrada, con este grito callado, con esta palabra tachada, con esta verdad agregada, con esta mentira quitada..." (p. 145) 

La ilusión de creer que podemos llegar al fondo de la verdad, al corazón de la realidad.

___________________________________________

(1) Sobre este tema, ver el libro The Memory Illusion de Julia Shaw.

(2) La Lengua de mi Madre de Emine Sevgi Ózdamar. 

(3) La Elección de las Palabras de Clement Rosset. 


Reseña (EL PLACER DE LA LECTURA) 

Entrevista (HERALDO DE ARAGÓN)