domingo, 1 de noviembre de 2020

La Versión Extranjera

 


Del Campo, Florencia. 2019. La Versión Extranjera. Pre-Textos.

La novela ofrece dos versiones de la misma historia: la primera en forma de diario, la segunda en forma de monólogo interior. Y podría haber muchas más, porque estas dos son tan sólo las versiones que la narradora escribe tras un viaje a Estados Unidos para visitar a su madre y su hermano, pero podría haber otras muchas más realizadas en el pasado o por realizar en el futuro, o las múltiples versiones de su hermano y de su madre en diferentes momentos de sus vidas. 

La historia familiar es la más nuclear de nuestras vivencias, y está siempre viva, nunca cerrada y sellada. En diferentes momentos de nuestras vidas la revivimos, la recreamos, la rehacemos, la reescribimos, la reinventamos desde diferentes puntos de vista. De la misma forma que cuando releemos un libro al cabo de los años y lo vemos desde una perspectiva diferente y lo vivimos quizás de forma contrapuesta, el relato de nuestra propia vida se va metamorfoseando dependiendo de las nuevas experiencias vividas o de los cambios que nuestra memoria realiza a lo largo de los años. Nuestra memoria no es más que un relato que vamos construyendo indefinidamente, de forma que llega el momento que nadie puede estar seguro de la realidad de lo sucedido, y el presente se fusiona con el pasado y el futuro de una manera imposible de desentrañar (1). Esta ambigüedad e incertidumbre es la que recrea el libro de forma magistral, pues nunca estamos seguros de la verdad de los hechos, ni la propia narradora lo está por completo, pues a esta enésima versión de lo sucedido en un momento crucial de su vida se une el hecho de que en esta ocasión la realidad se ve empañada y desdibujada por recrearse durante una visita a un país extranjero, cuya lengua y cuya cultura contribuyen a terminar de hacer imposible la salida del laberinto de los propios recuerdos. 

"No hay tecnología para las preguntas, para la amnesia, para la memoria, para la duda" (p.11). 

"Es como no sabe elegir la versión de un pasado" (p.18) 

"Tengo serias dudas de que sea cierto lo que cuento, no controlo lo que digo, es lengua ajena. Tampoco sé cuál es el idioma que sabe la verdad" (p. 19). 

La confusión que producen la lengua y la cultura extranjeras ya ha aparecido en otras novelas analizadas aquí (Mimoun, The Sheltering Sky). La realidad es inaprensible, pero aún lo es más en el contexto de estupor y desorientación que producen las palabras emitidas en otro idioma. El inglés, a pesar de ser un idioma aprendido desde pequeña por la narradora en las academias de su país (Argentina) por ser el pasaporte necesario para obener un trabajo digno y una posición social adecuada, no deja de ser un mundo nuevo que confiere una nueva personalidad a su hermano y su madre, que ya llevan un tiempo viviendo en Estados Unidos y han asimilado una realidad diferente. 

"¿Él es hermano cuando habla en inglés? ¿Sabría hablar de mí o de la infancia en ese idioma? ¿Y en español?" (p.55)

"Soñé con hermano. Él y yo teníamos lengua en común. Hablábamos. Quiero que vuelva al español. El idioma materno es como sexo. Quiero regresar a algo muy originario" (p. 65) 

Hay una cita clave que aparece en la segunda parte del libro: "En el idioma extranjero las palabras no tienen infancia" (2). La lengua extranjera carece de las vivencias del periodo más profundo de nuestra vida, por lo que es prácticamente imposible revivir en una nueva lengua lo vivido en aquella etapa, y si se intenta, necesariamente se hará de otra manera, en una versión diferente: la versión extranjera.  

"Me empieza a parecer que es un lenguaje extraño el que me exige este viaje, hable con quien hable, sea en español o en inglés" (p. 19) 

"Un idioma que sólo sirve para construir realidades inventadas en lugar de acudir primero a las verdades para luego verbalizarlas. Un trayecto contrario al habla que exige la descripción. Inverso. Del revés. Alterado. Como vivir un recuerdo en lugar de recordar una vida" (p. 84) 

La lengua extranjera va consiguiendo que incluso la lengua materna comience a parecer confusa y extraña, y el vértigo ante la realidad ya se produce en ambas versiones, que se mezclan confundiéndolo todo. Esta extraña sensación (que reconocerá perfectamente todo aquel que alguna vez haya permanecido por un tiempo en suelo extranjero) es otro componente más que se añade a la duda sobre qué versión de la realidad es la verdadera y cuál es la ilusoria. 

 "Mi garganta se ha jodido. Incluso el español se me planta ajeno, irreconocible; es artificio, es una lengua materna que sangra" (p. 47) 

Su hermano la avisa: está fabricando un pasado inexistente. Pero esa advertencia no deja de pertenecer a otra versión. la de su hermano. 

"Hermano diciéndome que vuelva a medicarme porque confundo recordar con inventar. Una versión con otra. De verdad, nada de eso pasó" (p. 52)

¿Dónde está la verdad? Como Hamlet, la narradora se sumerge en un mar de dudas provocado por las diferentes versiones de la realidad. 

"Recordar lo que no existe, permanentemente, permanentemente, permanentemente, permanentemente. Nada es como en el recuerdo" (p.89). 

"Nada, no pasa nada. Tal vez no pasó nunca nada. Recordar sin pasado. Vivir sin un presente distinto a lo anterior. De pronto hoy todo me parece una copia de la copia. Una repetición permanente. Esta rutina de hambre y comidas y comida sin hambre. Esta lengua seca, autónoma de lo que se consume, que se va durmiendo. Una lengua natal de muerte; una lengua madre de huérfanos" (p.99). 

Es la imposibilidad del lenguaje de expresar lo oculto, lo subconsciente. Como bien dice Rosset, lo que no se puede poner en palabras, en realidad no existe, es sólo un fantasma (3). Quizás al hurgar en el pasado estamos buscando sólo fantasmas, pues el pasado ya no existe, o sólo existe en las versiones que le damos en el presente. Esa regresión al pasado es la misma que realiza el personaje de Fresas Salvajes, la película de Ingmar Bergman que la narradora menciona en un momento dado de la novela. 

"Buscar donde no hay... Buscar lo que ni siquiera es y aún así no encontrarlo, ¡increíble!, y aún así no encontrarlo" (p. 101). 

La paz quizás se encuentra cuando se deja de hurgar y de intentar contrastar versiones, deteniendo el flujo de pensamientos sin fin y la enloquecida corriente de conciencia, porque a la última y definitiva versión nunca se llega, como al final del arco iris. 

"Y no tener voz, y no curarme, y no tomar el jarabe, y quedar muda, y quedar sin inglés, y quedar sin habla, y quedar sin lengua materna, y quedar sin madre, y quedar sin hermano, también, me calma. Como una mano tendida que tranquiliza" (p. 110). 

La segunda parte de la novela, el monólogo interior, habría que citarla completa, pues es un prodigio de sucesión de reflexiones y pensamientos sobre la imposibilidad de tener éxito a la hora de dar una versión por definitiva, siendo la única opción la aceptación de la incertidumbre. Selecciono entre todos el siguiente párrafo: 

"Al salir está hermano en la cocina, inquieto, esperándome porque quiere hablar conmigo y yo tiemblo por un instante y también me ilusiono, en realidad es la ilusión de que hoy sea el día real, sea el día, el único, el que ahora que todo lo que puede pasar ya ha pasado -- en cualquiera de sus versiones o en todas a la vez -- sé que no va a llegar porque no existe, porque la calma no es el alivio final, la calma también termina, entonces la condena es ésta: estar en la historia una y otra vez en una versión y en otra, con este detalle puesto, con este foco desplazado, con esta pincelada borrada, con este grito callado, con esta palabra tachada, con esta verdad agregada, con esta mentira quitada..." (p. 145) 

La ilusión de creer que podemos llegar al fondo de la verdad, al corazón de la realidad.

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(1) Sobre este tema, ver el libro The Memory Illusion de Julia Shaw.

(2) La Lengua de mi Madre de Emine Sevgi Ózdamar. 

(3) La Elección de las Palabras de Clement Rosset. 


Reseña (EL PLACER DE LA LECTURA) 

Entrevista (HERALDO DE ARAGÓN) 


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