lunes, 24 de febrero de 2020

Le Réel. Traité de l'idiotie

                                                      

Rosset, Clément. 2016. Le Réel. Traité de l'idiotie. Les Editions de Minuit.

(Publicada originalmente en 1977 y traducida al español como Lo Real. Tratado de la Idiotez, por Editorial Pre-Textos en 2004).

Comenzamos el viaje acompañando al Cónsul de Bajo el Volcán (novela de Malcom Lowry, versión actual del viaje del Dante según su autor) en su deambular por una realidad que no es más que una selva de caminos: "une réalité qui n'est plus qu'un infini entrecroisement de routes, un impénétrable forêt de chemins" (p.13). El azar le va llevando necesariamente a un lugar, fortuito, pero necesariamente ese lugar y no otro. "Nous appellerons "insignifiance du reel" cette propriété inhérente à tuoute realité d'être toujours indistinctement fortuite et déterminée, d'être toujours à la fois anyhow et somehow: d'une certaine façon, de toute façon" (p.14). Esta confusión de caminos es propia de la realidad, y ya aparece en Antígona de Sófocles: "Ayant tous les chemins, sans chemins il marche vers rien" (p.15). El hombre tiene a su disposición todos los caminos, pero ninguno le conduce a ninguna parte. Esta confusión de caminos es diferente a la del laberinto, pues en el laberinto hay al fin y al cabo un sentido, un camino que es el verdadero. La confusión de la que hablamos se parece más bien a la del olvido, que se produce no cuando los recuerdos desaparecen, sino cuando todos aparecen a la vez sin diferenciar los falsos de los verdaderos (como le pasa a los borrachos, y al Cónsul en concreto): "une vision indistincte de toutes choses, doublée d'une incapacité à en saisir aucune... Cette paralyse lucide est, on le sait, celles des personnages de Samuel Beckett" (p.22).

En algunas ocasiones esta falta de sentido de lo real, se disfraza de un aparente orden, como ocurre con los eclipses, que pueden ser perfectamente predichos, pero que cuya ocurrencia no deja de ser puro azar, como ocurre con los número primos o la secuencia del número pi: secuencias por un lado necesariamente obligatorias, pero puro azar sin sentido. Descubrimos reglas o secuencias, y creemos estar encontrando un sentido encubierto o un mensaje oculto, como ha ocurrido con el descubrimiento de la secuencia del ADN: "Et pourtant la tentation est parfois forte de prendre le code génétique pour un livre e d'y chercher un sens, un sorte de clef qui livrerait le "secret" de l'être humain" (p.32). Es difícil renunciar a la ilusión de que hay un secreto que descubrir, pero lo cierto es justamente lo contrario: "Non qu'à la limite l'homme n'ait rien à cacher; il a au contraire tojours au moins un secret qu'il protège toujours jalousement: précisément le failt qu'il n'a aucun secret, qu'il n'a rien à cacher" (p.33). "Le secret des choses, c'est qu'il n'y a pas de secret. Le message de fond n'est qu'un bruit, et nul ne me fait signe, et il n'y a pas de signal" (p. 34)

Continuamos nuestro viaje siguiendo al perro que persigue obstinadamente a M.Hulot (en Les Vacances de M.Hulot de Jacques Tati) guiado por un impulso todopoderoso y desconocido, pero absurdo y sin sentido, como la asfixia a la que conduce el juego de ajedrez cuando nos vemos obligados a hecer movimientos que no queremos pero que son forzosos y necesarios. "Cette coïncidence du nécessaire et du fortuit , qui fait rire dans Les vacances de M. Hulot ou qui dépite aux échecs, est le fait de toute réalité" (p.39). Si no nos reimos de la realidad, es porque normalmente le añadimos un sentido imaginario, un valor añadido. Este comportamiento, llevado al extremo, es el del delirio paranoico, que quiere ver en todo un valor escondido. La filosofía parece tener una tendencia a buscar estos significados ocultos, como hacen Platón, o Hegel, "le grand philosophe de la signification imaginaire" (p.42) (con la excepción del materialismo de Lucrecio o Epicuro, por ejemplo). Pero no hay ningún misterio que desvelar tras la realidad, salvo el misterio de la realidad en sí: "Il n'y a pas de mystère dans les choses, mas il ya un mystère des choses. Inutile de les creuser pour leur arracher un secret qui n'existe pas; c'est à leur surface, à la lisière de leur existence, qu'elles son incompréhensibles: non d'être telles, mais tout simplement d'être" (p.47).

Todo este viaje nos lleva a caracterizar lo real como "idiota" en tanto que simple, particular, único, sin sentido alguno. Hay varias vías acceso a la idiotez de lo real: la percepción ebria, el desasosiego amoroso, el arte, la filosofía. Pero lo habitual es intentar llegar a lo real a través del doble, ya que muchos casos el contacto directo con la realidad es indeseable: "Las perception coutumière a besoin des ces doubles, besoin de se reposer sur l'image de ces reflets, chaque fois que le contact direct avec la chose se révèle indésirable" (p. 55). He aquí las funciones del Doble: práctica, metafísica y fantasmática. Buscamos el doble, ya que no nos conformamos con la naturaleza idiota y sin sentido de la realidad. La búsqueda de sentido se produce a través de vías diversas, como la del ilusionista y la del incurable. El ilusionista nos hace creer que el sentido está en otro lugar, diferido, desplazado. El incurable es el que se aferra a una idea y se encuentra incapaz de renunciar a ella a pesar de la evidencia (ejemplos son el dogmatismo y la devoción). Son, al fin y al cabo, mecanismos de defensa frente a la realidad.

La muerte nos pone cara a cara con la realidad tal cual es. Hay una vía para sobrevivir a ello, y es la gracia en su sentido mágico o teológico, que aporta una esperanza sobrenatural. Pero hay otra vía que no necesita ninguna intervención exterior o milagrosa, que es la alegría, es decir, el amor a lo real: "l'amour du réel, c'est-à-dire ni l'amour de la vie, ni l'amour d'une personne, ni l'amour de soi, ni à supposer qui'il existe l'amour de Dieu" (p.94). La alegría nos permite acceder a lo real tal cual es, sin adornos ni sentido alguno. Es por ello, la forma más pura de acceder a la realidad.

"Dans l'allégresse, le réel se présente tel qu'en lui-même, idiot, sans couleur de signification, sans effet de lointain. Présence du réel, qu'aucun regard sinon allègre n'est capable d'approcher de si près. En sorte que l'allégresse n'est pas seulement un mode de réconciliation avec la mort et l'insignifiance; elle est aussi un moyen de connaissance, une voie sûre d'accès au réel" (p.97)

El libro tiene dos capítulos al final, uno dedicado a la "escritura grandilocuente" , o la manera de huir de la realidad a través del lenguaje (se menciona para ello el monólogo de Addie en As I Lay Dying de Faulkner, donde la protagonista reflexiona sobre la impotencia de las palabras para captar la realidad: "C'est alors que j'ai appris que le mots ne servent à rien, que les mots ne correspondent jamais à ce qu'ils s'efforcent d'exprimer" p.141) y otro a la representación de la realidad (que puede ser anticipada o simultánea, conduciendo en este último caso al pánico: es lo que ocurre en el momento de la muerte, citándose para ello la escena cumbre de La Muerte en Venecia, p.171).

Hay dos apéndices al final de libro que se incluyen como post-scriptum a Lo Real y su Doble, el primero dedicado a la tontería y el segundo al fetiche robado o al original imposible de encontrar, un delicioso ensayo sobre el cómic La Oreja Rota de Hergé, que termina con este inolvidable párrafo:

"Bref: ne cherchez pas le réel ailleurs qu'ici et maintenant, car il est ici et maintenant, seulement ici et maintenant. Mais, si l'on ne veut pas du réel, il est préférable, en effet, de regarder ailleurs... n'importe où pourvu qu'on soit assuré de n'y jamais rien trouver. Car on n'y trouvera jamais rien d'autre que ce qu'on y cherchait réellement: c'est a dire, précisément, rien" (p.187).

Revoue (ARGOUL) 







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