sábado, 29 de febrero de 2020

La Oreja Rota


Hergé. 1965. La Oreja Rota. Editorial Juventud

El Tratado de la Idiotez de Clément Rosset tiene un último capítulo dedicado a esta aventura de Tintín, que utiliza para hacer un análisis de lo real y sus dobles. Un fetiche histórico de enorme valor, por ser pieza única, es robado de un museo. Allí aparece al poco tiempo, pero resulta ser una falsificación, por lo que la búsqueda del fetiche original sigue abierta. Se suceden entonces toda una serie de aventuras en torno a la búsqueda del fetiche auténtico, que se rompe justo cuando es descubierto y su tesoro se pierde en el océano. Lo que queda al final es un sinfín de duplicados del mismo y un original roto.

Rosset aprovecha la historia como metáfora de lo infructuosa que resulta la búsqueda de algo que consideremos original o modelo prístino en el sentido que Platón le da a lo real, y que no es más que un espejismo. El afán por encontrar el original, el tesoro primigenio, es solo una ilusión que se desvanece, pues cuando creemos poseerla, desaparece de la misma forma que si quisiéramos contener el agua entre las manos. Se hace invisible en el momento de llegar a él, de la misma forma que es imposible llegar al final del arco iris.

Esta es la razón por la que nos atraen las historias basadas en la búsqueda del tesoro, en la que un grupo de personas se obstina, lucha, incluso mata por conseguir lo que finalmente no es más que una quimera. Lo que se encuentra al final es solo polvo que se lleva el viento, como en El Tesoro de Sierra Madre, o una copia falsa, como en El Halcón Maltés (ambas de John Huston), o papeles en el viento, como en Atraco Perfecto, de Kubrick. En el meollo de estas historias se encuentra una verdad imperecedera: la imposibilidad de alcanzar el sueño, pues éste tan solo un delirio que, tarde o temprano, se desvanece. Solo es posible alcanzar la copia, es decir, la realidad, que es un fetiche roto y lleno de remiendos.


La Oreja Rota (TINTIN.COM)


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