domingo, 16 de febrero de 2020

El Reino de Este Mundo


Carpentier, Alejo. 1986. El Reino de Este Mundo. Seix Barral
(publicada originalmente en 1949)

La mezcla de realidad y fantasía es clave en esta novela inolvidable, donde se difumina la invisible frontera entre la realidad más brutal y la irrealidad más mágica, o lo que el mismo Alejo Carpentier llama "lo real maravilloso", un término profundamente emparentado con el del "realismo mágico". El Reino de Este Mundo hunde sus raíces en una etapa histórica muy concreta, la revolución de los esclavos negros de Haití. El esclavo Ti Noel pasa por una serie de vicisitudes por diferentes etapas históricas donde ve derrumbarse el sistema colonial de castas basado en la esclavitud. En estos levantamientos está siempre presente la magia, el milagro y la invocación de poderes sobrenaturales.

El primer intento de revolución lo protagoniza el brujo mandinga Mackandal, que usando el vudú expande un veneno mortal por toda la comunidad blanca, de forma similar a las plagas bíblicas.

"El manco Mackandal, hecho un houngán del rito Radá, investido por poderes extraordinarios por varias caídas en posesión de dioses mayores, era el Señor del Veneno. Dotado de suprema autoridad por los Mandatarios de la otra orilla, había proclamado la cruzada del exterminio, elegido, como lo estaba, para acabar con los blancos y crear un gran imperio de negros libres en Santo Domingo" (p.29).

El manco Mackandal tenía el poder de metamorfosearse en animales, ("había sido mosca, ciempiés, falena, comején, tarántula, vaquita de San Antón y hasta cocuyo de grandes luces verdes" p.40), de manera que estaba omnipresente en toda una serie de sucesos mágicos relacionados con iguanas verdes, mariposas nocturnas, alcatraces y mezclas de humanos y jabalíes.

"Con alas un día, con agallas al otro, galopando o reptando, se había adueñado del curso de los ríos subterráneos, de las cavernas de la costa, de las copas de los árboles y reinaba ya sobre la tierra entera" (p. 33).

Sólo una causa sobrenatural y mágica podía alentar el levantamiento de un grupo de personas tan sometido y humillado como los negros esclavos, hasta que se produjo la señal del gran levantamiento. Mackandal, a pesar de ser aparentemente vencido y quemado en la hoguera, es salvado por su magia y su espíritu vuela, "sauvé", salvado, y cumple su promesa de no abandonar a los suyos, "permaneciendo en el reino de este mundo". Da la impresión de que los blancos le someten con el fuego, pero su poder revolucionario continúa entre los negros. "Una vez más más eran burlados los blancos por los Altos Poderes de la Otra Orilla" p. 41). (¿No nos recuerda esta historia a la de Cristo, aparentemente vencido y muerto, pero que "resucita y sigue habitando entre nosotros"?)

El siguiente personaje histórico al que conoce Ti Noel es a Bouckman el jamaicano, que de nuevo invoca poderes sobrenaturales y a deidades de la religión yoruba, como Ogún, para poner a los negros de nuevo en pie de guerra: "dejó caer la lluvia sobre los árboles durante algunos segundos, como para esperar un rayo que se abrió sobre el mar. Entonces cuando hubo pasado el retumbo, declaró que un pacto se había sellado entre los iniciados de acá y los grandes Loas de África, para que la guerra se iniciara bajo los signos propicios" (p. 54). Se lleva entonces a cabo otra revolución sangrienta que de nuevo es vencida, pero que deja a los blancos convencidos de que los negros poseen un arma poderosa, una extraña religión secreta: el "Vaudoux". El temor a futuras revueltas hace que algunos blancos, como el amo de Ti Noel, se vaya a Cuba. Allí somos testigos del nacimiento del sincretismo religioso, la unión del vudú con el catolicismo.

"El negro hallaba en las iglesias españolas un calor de vodú que nunca había hallado en los templos sansulpicianos del Cabo. Los oros del barroco, las cabelleras humanas de los Cristos, el misterio de los confesionarios cargados de molduras, el can de los dominicos, los dragones aplastados por santos pies, el cerdo de San Antón, el color quebrado de San Benito, las Vírgenes negras, los SanJorge con coturnos y juboncillos de actores de tragedia francesa, los instrumentos pastoriles tañidos en noches de pascuas, tenían una fuerza envolvente, un poder de seducción, por presencias, símbolos, atributos y signos, parecidos al que se desprendía de los altares de los houmforts consagrados a Damballah, el Dios Serpiente" (pp. 68-69).

Cuando tras varias peripecias Ti Noel vuelve a Haiti y se convierte en hombre libre se encuentra con un mundo que le asombra aún más que todo lo que había conocido hasta ese momento: Sans-Souci,  la residencia del rey negro Henri Christophe, antiguo cocinero que se ha entronado en la ciudad del Cabo. Allí vuelve Ti Noel a perder su libertad y ahora es esclavizado para construir entre otros miles de negros una fortaleza invulnerable.¿Invulnerable? No a los fantasmas. En este caso, es el espectro de un capuchino confesor del rey, emparedado por éste, el que se le aparece en el altar mayor acompañado de un rayo que cae sobre la torre de la iglesia. Este poder sobrenatural se une al mandumacán, el sonido de los tambores de los esclavos anunciando el fin de la monarquía canalla, que termina con el rey enterrado en su propia fortaleza, eternamente.

Cuando Ti Noel vuelve a la hacienda abandonada donde fue esclavo, se convierte a sí mismo emperador de una ínsula imaginaria entre las ruinas de toda una vida de revoluciones e ilusiones perdidas, dictando órdenes al viento desde una locura forjada a través de los años. Le llegan noticias de otra revolución, esta vez la de los Mulatos Republicanos, que impone una nueva tiranía de privilegios y lacayos. El anciano, cansado de tanta rebeldía inútil, desesperado, intenta huir de la realidad abrazando los poderes que aprendió gracias a Mackandal, haciéndose ave, garañón, avispa hormiga y ganso. Pero en un último instante de lucidez, comprende que el poder sobrenatural de Mackandal no debe servir para huir de la realidad, sino para hacerle frente. Y asistimos a uno de los momentos más bellos escritos en lengua castellana sobre el (sin)sentido de la vida humana:

"Y comprendía, ahora, que el hombre nunca sabe para quién padece y espera. Padece y trabaja para gentes que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse tareas. En el Reino de los cielos no hay grandezas que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre solo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo" (p. 150).

El Reino de la Realidad.


De lo real maravilloso americano (Alejo Carpentier) 

Prólogo de Alejo Carpentier a su libro 

Entrevista a Alejo Carpentier (A FONDO) 

Lectura del capítulo VI por alejo Carpentier

Reseña (Clave de Libros) 

Reseña (Cicutadry)

Los tambores del rey Christophe repican el manducumán  (Diario de Navarra)

El Haití del rey Christophe (Listin Diario) 

Haití en el infierno de este mundo (Duelos y Quebrantos)


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