Los equívocos caminos de la ilusión y la realidad a través de la filosofía, la literatura, el cine, el arte, el periodismo y la ciencia
lunes, 1 de julio de 2019
Léolo
Lauzon, Jean-Claude. 1992. Léolo.
La atroz, pestilente, nauseabunda, escatológica y genéticamente determinada realidad que envuelve al niño Leo Lauzon solo tiene una escapatoria que no le conduzca a la locura: su imaginación, la lectura y la escritura. Por eso se repite a sí mismo constantemente: "Porque sueño, yo no lo estoy. Porque sueño, yo no estoy loco". Leo crea un mundo ficticio que le permite sobrevivir entre (literalmente) la mierda: se inventa la ilusión de un nuevo nombre (Léolo), una nueva identidad, un nuevo padre, una nueva patria, un nuevo hogar y un amor platónico que le dan el amor y la alegría que necesita para no desfallecer.
Su abuelo es para él la causa de todos los males, porque de él procede su nacimiento en un mundo detestable. Su abuelo representa lo peor de la naturaleza humana y los bajos instintos porque Léolo es testigo de su relación pedófila con la niña vecina que a su vez representa la pureza y la belleza, el extremo opuesto a la realidad en la que vive. Por eso quiere matar a su abuelo, pero no lo consigue: es imposible romper los lazos que nos unen a nuestros genes.
Poco a poco a poco la realidad se va imponiendo, Léolo va creciendo y su imaginación va disminuyendo a costa del despertar a sus propios instintos, que van sustituyendo la pureza del amor por la satisfacción primaria de los deseos. Con la llegada de la adolescencia, Léolo termina vomitando su única vía de escape y se desvanece la ilusión cediendo a la locura que le esperaba como bienvenida al mundo de los adultos. Finalmente, el mantra de Léolo se transforma: "Porque no amo, porque me asusta amar, ya no sueño".
"A ti, la Dama, la audaz melancolía,
que con grito solitario hiendes mis carnes
ofreciéndolas al tedio.
Tú que atormentas mis noches,
cuando no sé qué camino de mi vida tomar.
Te he pagado cien veces mi deuda.
De las brasas del ensueño,
solo me quedan las cenizas
de una sombra de la mentira
que tú misma me habías obligado a oír.
Y la blanca plenitud no era como el viejo interludio,
y sí una morena de finos tobillos
que me clavó la pena
de un pecho punzante en el que creí.
Y que no me dejó más que el remordimiento
de haber visto nacer la luz sobre mi soledad...
E iré a descansar, con la cabeza entre dos palabras,
en el valle de los avasallados.”
Reseña (EL CINE EN LA SOMBRA)
Reseña (CACTUS)
Reseña (LECTURAS SUMERGIDAS)
Léolo: del sueño -- o de la locura (BIBLIOTECA BABAB)
Análisis fílmico (FUNDACIÓN CATTELL)
Léolo o la lucha por la vida (CATTELL PSICÓLOGOS)
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